por José Luis Rojo
“El rumbo del barco está claro, sigue siendo el mismo (…) El mundo lo comprende y por eso nos acompaña (…) un Estado que no cambia las reglas de juego ni aun en las tormentas porque creemos que es fundamental que haya previsibilidad” (Macri, discurso en el Día de la Independencia en Tucumán, La Nación, 10/07/18).
El gobierno ha ratificado el rumbo. Contenida transitoriamente la corrida cambiaria que asoló al país en los últimos meses[1], la sensación de desgobierno parece diluirse. Macri reafirma que el gobierno es como un barco navegando en aguas turbulentas, pero que “el curso es el correcto”…
¿Cuál es la lógica de su orientación? La defensa de los derechos propietarios: los derechos de los capitalistas, de los dueños de la tierra, de los acreedores externos; de todos los que tienen un derecho de propiedad y / o de explotación sobre los recursos naturales y los trabajadores del país.
La contracara de esto es el ajuste que pagan los trabajadores y trabajadoras, los explotados. La idea de Macri es que transformando el país en un “santuario” para los negocios, defendiendo el libre mercado aun en las peores crisis, demostrando firmeza en los derechos de propiedad (incluso si esto se hace a costa de la salud económica y social del país), “las inversiones privadas llegarán”.
El problema es que esta orientación encierra un curso de colisión con un movimiento de masas que, si bien aún no ha reaccionado frente a la dureza del ajuste, podría hacerlo a la vuelta de la esquina.
Es verdad que las direcciones sindicales tradicionales y la oposición k, mediatizan los desarrollos para llevar todo al 2019. Sin embargo, sería incorrecto descartar que las cosas puedan terminar estallando. El ajuste del gobierno es durísimo y amenaza con hacer explotar una crisis social.
“El único garante del modelo”
En los últimos días se ha escuchado reiterar a Marcos Peña que “Macri es el único garante del modelo”. Esto puede tener varios significados. La idea parece ser pararle cualquier atisbo de juego independiente a Vidal y / o Rodríguez Larreta, a la fantasía de que alguno de ellos podría reemplazar a Macri como candidato presidencial de Cambiemos.
De manera más profunda, la idea es que Macri sigue personificando el carácter del gobierno como agente directo del empresariado: “Nos encontramos con un apoyo total de los inversores a las medidas que tomó la Argentina (…) La inquietud pasa por lo político, en cómo va a impactar en la imagen del Presidente y su posibilidad de reelección” (Dujovne, La Nación, 10/07/18).
El gobierno puede haber cometido errores, impericias o, incluso, “ingenuidades”. Pero parece claro que el imperialismo y la gran burguesía lo prefieren frente a cualquier otra alternativa (alternativa que no está ni mínimamente delineada en la medida que el PJ no ha arreglado aun sus cuentas internas).
Macri personifica su rol de garante en algo muy apreciado por el empresariado: la ratificación del rumbo económico. La corrida cambiaria ha tenido a maltraer al gobierno, incluso colocó elementos de desgobierno.
Sin embargo, luego de algunos momentos de “sintonía gruesa” y de señales contradictorias en el relevo ministerial (Aranguren por Iguacel, que supuestamente venía a “moderar” la suba de tarifas), Macri ha ratificado la orientación cerradamente neoliberal de su política[2].
La lógica de esta orientación es la que señalamos al comienzo de este editorial: hacer de la Argentina un santuario para los negocios garantizando los contratos, defendiendo los derechos propietarios contra viento y marea aun si el país queda desahuciado (“Un Estado que no cambia las reglas de juego ni aun en las tormentas”).
Ejemplifiquemos esta idea: el gobierno prometió dolarizar los servicios y el precio de las naftas: seguirá adelante con esta orientación.
Iguacel parece ahora haber descubierto las bondades del “libre comercio de las naftas”, libre mercado que por arte de magia “bajaría los precios” en los surtidores… La afirmación es tan ridícula que no se sostiene. La competencia en un país que no tiene autoabastecimiento, que no es productor superavitario de petróleo, que debe importar naftas para sostener el consumo, no podrá dar lugar a ninguna baja sostenida de los precios.
La dinámica será la opuesta: la dolarización de este insumo fundamental (que se replica en toda la economía). Una política igual a la que llevó al paro camionero en Brasil semanas atrás y que acaba de detonar una rebelión popular en Haití[3].
Un segundo ejemplo: las retenciones a la soja. El gobierno ha ratificado que seguirá bajando las retenciones a las exportaciones agrarias[4]. Del actual 25% que paga la soja se bajará gradualmente hasta el 18% a razón del 0,5% de disminución por mes hasta finales del año que viene.
¿Qué es lo más aberrante de este compromiso? No solamente que mientras se sostiene el IVA al consumo (por poner un ejemplo) se tiende a desgravar todo tipo de ganancia empresaria, sino que en el caso de una macrodevaluación como la reciente en nuestro país, la renta agraria extraordinaria que obtienen los capitalista del campo se multiplica hasta el infinito.
Esto en la medida que una siembra realizada con determinados costos en pesos (un dólar a 17$), ve multiplicarse sideralmente sus ingresos al comercializarse a precio dólar de 30$, lo que le devuelve pesos multiplicados por dos en relación a su inversión inicial.
Para colmo, no hay manera de que la devaluación no se traslade a los alimentos. Si pueden exportarse sin impuestos ¿porque razón se venderían nacionalmente a precios más bajos?
Conclusión: una devaluación sin aumento de retenciones implica el traspaso automático de la misma a los precios de los alimentos: capitalistas del campo de parabienes; trabajadores urbanos y rurales empobrecidos[5].
Los ejemplos de la lógica oficialista podrían seguir hasta el infinito. En primer lugar, en materia de la nueva deuda externa generada en solo dos años de gestión de Cambiemos; una deuda externa que ya roza nuevamente los 300.000 millones de dólares y que, claro está, no está afectada por el achique del gasto primerio (gasto que precisamente excluye el pago puntual de la deuda externa).
Para colmo, esto siquiera evita reclamos como los de los fondos buitre en los tribunales de los EE.UU., que ahora litigan contra el país por 3000 millones de dólares por la estatización parcial de YPF bajo el gobierno anterior. Macri es garante de los contratos: si el país pierde el pleito va a pagar esa cifra sideral. En todo caso, esta es una muestra más de que solamente los gobiernos revolucionarios dejan de pagar la deuda externa, desconociendo la continuidad del Estado anterior[6].
Macri sostiene los derechos propietarios contra viento y marea. Pero de esta manera podría estar encaminándose hacia un choque frontal con el movimiento de masas. Volveremos sobre este punto.
El ajuste por toda orientación
La lógica consecuencia de la reafirmación del curso económico es el ajuste brutal pactado con el FMI. Opera un criterio similar al punto anterior: garantizar los derechos de los acreedores externos.
Como está dicho, continuará la rebaja de impuestos a los productores agrarios. El gobierno tampoco está dispuesto a postergar la reducción de ingresos brutos (impuestos que pagan los empresarios en su compra/venta de partes provenientes de otra provincia).
Sin embargo, mientras se reafirma que “no se le aumentarán los impuestos a los argentinos” (a los empresarios, mejor dicho), hay que garantizar ingresos del Estado para afrontar las obligaciones externas (hay que reducir el déficit estatal para no seguir creando deuda[7]).
De ahí la unilateral lógica de la reducción del déficit fiscal (del déficit fiscal primario excluyendo la deuda externa).
Esta lógica de enfocar todo en el gasto estatal es la marca del orillo del FMI. Países enteros como Grecia actualmente -o mismo la Argentina en el pasado-, se han hundido por este enfoque que lleva a la recesión económica y deprime la economía nacional.
Incluso en Cambiemos pareció amenazar semanas atrás una discusión interrogándose sobre si era correcto que el foco estuviera puesto en el déficit fiscal, o si no sería más correcto encarar el desbalance comercial (que impide la generación de divisas y alimenta la corrida contra el peso).
En ambos casos se trata de salidas que benefician a la patronal, eso está claro. Pero un foco puesto en el déficit comercial tiene efectos económicos distintos –en materia de crecimiento, por ejemplo-, que el foco puesto unilateralmente en el déficit fiscal; una medida puramente recesiva.
Poner en el centro el ajuste estatal está llevando a despidos en el Estado, a la reducción de la obra pública –está cayendo el empleo en la construcción-, a congelar la plantilla de ingresos al Estado.
Pero los problemas van más allá. Las medidas tomadas para parar la corrida cambiaria tienen un costo inmenso. Tasas de interés al 40 o 50% hacen impracticable la producción y amenazan a cada paso con el corte en la cadena de pagos. Sin financiamiento alguno, sin la “savia” que la misma da para las transacciones económicas, la producción se paraliza. Y cuando la producción se paraliza, comienza a sobrar personal, se deja de demandar insumos (lo que multiplica los efectos recesivos), toda la rama industrial amenaza con la contracción.
La contradicción aquí es que junto con los efectos recesivos y subproducto de la devaluación ocurrida en los últimos 6 meses, aumentan los precios. Un pronóstico económico que deja el crecimiento de este año en el 0% (o directamente en cifras negativas), se combina con una expectativa inflacionaria del 30%: recesión más inflación.
Una crisis que comenzó siendo política (jornadas de diciembre, media sanción en diputados por el derecho al aborto), que luego se trasladó al terreno económico vía la corrida contra el peso, y que amenaza ahora con trasladarse al terreno social. Una crisis global que no ha terminado aún.
Ocurre que la abstracción de los datos macroeconómicos, esconde las historias de vida de cada trabajador y cada trabajadora. Y cuando el ajuste se descarga de semejante forma, cuando la situación económica amenaza con impactar de lleno en el salario y el empleo, en los niveles de pobreza, eso alimenta la “caldera del descontento”: la desazón pero también la rabia popular.
La ratificación del ajuste económico y la ceguera de Macri frente a las consecuencias de sus actos, pueden ser el prolegómeno de una crisis social que coloque la salida anticipada del gobierno; una perspectiva que todavía no puede ser descartada.
Factores mediadores
El gobierno quiere que la oposición le vote el presupuesto del 2019. Su idea es hacer de la pauta del 1,3% de déficit una “causa nacional”… Pero es fácil prever que esto le será dificilísimo: ¿qué sector de la oposición -por más “responsable” que se presente- estará dispuesto a incinerarse por un presupuesto a la baja cuando el año que viene hay elecciones presidenciales?
Los caminos que se le abren a Macri parecen ser dos. Uno es que logre algún acuerdo para votar el nuevo presupuesto en el Congreso. Esta opción la vemos muy difícil pero todavía falta para septiembre; de una u otra manera quizás pueda vehiculizarse.
Sin embargo, tiene más entidad una segunda opción: que en ausencia de una mayoría para votar el presupuesto, el gobierno simplemente le dé continuidad al presupuesto de este año. Técnicamente, esta opción es interesante porque en la medida que la inflación del 2018 será del 30%, la continuidad del presupuesto del año en curso significará de suyo un 30% de ajuste.
No tenemos a mano números finos pero, grosso modo, una circunstancia así seguramente permitirá aproximarse al desafío de un déficit del 1.3%.
Como digresión señalemos que, en términos internacionales, un déficit del 1.3% es sumamente bajo. La Unión Europea (puesta en pie bajo las estrictas reglas neoliberales de la muy liberal Alemania), acepta un déficit fiscal primario anual de hasta el 3% del producto. Sin embargo, en Argentina Macri estaría instrumentando un déficit de un tercio de esta cifra, en función de pagarle la deuda a los acreedores externos (el corto camino que media entre Grecia y la Argentina, un país destruido por los organismos internacionales).
Por lo demás, si la oposición patronal (k y no k) difícilmente esté dispuesta a explicitar el apoyo a un ajuste de esta naturaleza, su compromiso con la gobernabilidad es un dogma de fe. Pueden “repudiar” a Macri, convocar en días feriados a “defender la patria”, pueden hacer muchas cosas como para demostrar que “hacen”, pero siempre cuidando la gobernabilidad.
Es el rol que viene cumpliendo la CGT. Realizó un paro general exitoso recientemente. Pero esta medida se la comieron los acontecimientos en menos de lo que canta un gallo; simplemente porque no tuvo continuidad.
Ahora mismo el triunvirato cegetista se cuenta “envalentonado” para continuar al frente de la central. Pero el carácter dominguero del paro, de válvula de seguridad, queda clarísimo en la medida que ni piensa en darle continuidad a la medida de fuerza. “Cumplieron” por este año –por así decirlo- ahora a cerrar el boliche, a garantizar la gobernabilidad[8].
Mientras el gobierno ratifica su curso y la corrida cambiaria aparece apaciguada, y en tanto y cuanto no termina de estallar la crisis social, la CGT, el kirchnerismo y las demás fuerzas patronales, hacen su trabajo: son “opositores”, pero más que esto son garantes de la gobernabilidad.
Estallemos las calles rumbo al 8-A
Dos son los vectores por donde transita el descontento y la protesta social. El primero tiene que ver con las luchas sector por sector: las paritarias que siguen abiertas en provincias de Buenos Aires, la campaña en rechazo a los despidos en el Estado (“Modernización es la Gestapo”), la defensa de luchadores y luchadoras como en el hospital Posadas, la exigencia de reapertura inmediata de las paritarias, etcétera.
Para darle un cauce a todas estas peleas, la izquierda debería organizar una jornada nacional de lucha; jornada nacional de lucha que coloque la necesidad de un nuevo paro general activo de 36 horas con piquetes y movilización a Plaza de Mayo.
Mientras tanto, existe otro andarivel que está polarizando las cosas. Al movimiento de masas de las mujeres por el derecho al aborto se le está oponiendo un movimiento reaccionario vehiculizado por la Iglesia Católica y el Papa Francisco, que han lanzado al ruedo la asquerosa provocación de que reclamar el aborto legal tendría alguna similitud con el nazismo…
Bergoglio es un canalla que se viste de “progresista” pero que junto al resto de la jerarquía católica fue cómplice de la dictadura militar (cuestión que está testimoniada cuando estuvo al frente de los jesuitas en los años ‘70).
Otras autoridades de la Iglesia han tomado argumentos similares, afirmando provocadoramente que el derecho al aborto sería “igual a la desaparición forzada de personas”… ¡Unos caraduras sin nombre!
Lo concreto es que el debate por el derecho al aborto viene siendo apoyado por una inmensa mayoría social a la cual se le esta oponiendo una minoría reaccionaria que se muestra más férrea y decidida cuanto más en minoría se encuentra en la sociedad.
Para la sesión del Senado las cosas no están claras. Además, el gobierno y particularmente el PRO, tienen un sector de importancia que ha salido a militar la hipócrita campaña de “salvemos las dos vidas” (Michetti, Vidal, Pinedo, Esteban Bullrich, etcétera).
En cualquier caso, lo que decidirá las cosas es sostener la campaña de masas por el derecho al aborto (pañuelazos, concentraciones, etcétera), y que el 8 de agosto reventemos toda la Plaza Congreso en la vigilia y movilización en las calles para imponer la sanción de la ley de aborto legal en el Senado.
La pelea contra el ajuste y por el derecho al aborto marcan la agenda de nuestro partido en las próximas semanas; una agenda sobre la que debemos avanzar multiplicando nuestras filas.
[1] Una corrida contenida pero no superada: “Los precios de los activos venían de una caída muy grande, con lo cual hubo una recuperación, pero no veo ningún argumento de fondo para pensar que es un cambio de tendencia” (Miguel Boggiano, La Nación, 10/07/18).
[2] Neoliberal por oposición a cualquier atisbo de proteccionismo económico como el que comienza a imperar en algunos países del norte del mundo como los mismísimos Estados Unidos.
[3] En esta isla del caribe marcada por la barbarie capitalista pero también por enormes tradiciones de lucha acaba de estallar una profunda rebelión popular detonada, precisamente, por un aumento generalizado de las naftas.
[4] Dujovne había declarado que podría frenarse la reducción, pero Macri salió a enmendarle la plana.
[5] Para ver más de cerca cómo funcionan estos mecanismos de explotación y renta extraordinaria, ver nuestro folleto La rebelión de las 4×4.
[6] Ver el ejemplo de la Revolución Rusa en la materia que, increíblemente o no tanto, es uno de los pocos casos en los cuales no se pagó deuda externa.
[7] El gobierno de Macri cometió la estupidez de emitir deuda para cubrir déficit estatal. Hizo esto con el dogma de que emitir pesos para afrontar dicho déficit es inflacionario en todo tiempo y lugar: una afirmación incorrecta.
[8] Y atención que el juego de Moyano y compañía no es muy distinto: posan de opositores pero no sacan los pies del plato, no pasan realmente a la oposición como ocurrió con el caso del tándem MTA-CTA-CCC en los años ’90. Incluso hay que subrayar el papel de contención social que está cumpliendo la CTEP.