por José Luis Rojo

“La huelga activada ayer por la CGT, la tercera desde que Macri es presidente, no será una nota al pie en la historia de las medidas sindicales contemporáneas. Fue sin dudas el primer paro general desde la crisis del 2001 que logró la adhesión de casi todo el abanico gremial, y que sirvió como válvula de escape para que sectores sociales no sindicalizados expresen su descontento” (La Nación, 26/06/18).

El lunes pasado se realizó el paro general más masivo bajo el gobierno de Macri. Que el conjunto de las direcciones sindicales se unificaran alrededor de la convocatoria, tuvo su importancia. Pero lo fundamental es que el paro expresó la enorme bronca que crece entre los trabajadores contra el gobierno.

El paro fue “dominguero” en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires; pero tuvo elementos más activos en La Plata y el interior del país.

De todas maneras en los accesos a la Capital, la izquierda y los sectores sindicales combativos realizaron piquetes que, si no lograron cortar de manera categórica las autopistas y los puentes, operaron como un factor de importancia para darle un carácter más activo a la jornada.

Un despliegue de efectivos más limitado que en otras oportunidades, parecieron mostrar a un gobierno no resuelto a afrontar el costo político de reprimirlos. Sin embargo, se aprovechó del hecho evidente que algunos sectores de la izquierda le quitaran el cuerpo a los piquetes[1].

El gran interrogante ahora es qué sigue luego del paro general. Ha comenzado el minué de la posible reunión entre Macri y la CGT. El gobierno había dejado trascender que sólo haría “reuniones sectoriales”… Pero ayer dejó entreabierta la puerta a un posible encuentro.

Mientras tanto, el triunvirato gana tiempo. No ha dicho esta boca es mía sobre sus próximos pasos. Juega a las escondidas para evitar presiones porque está en contra de darle continuidad a la medida.

El gobierno sigue en sus trece: reprimió a los docentes en Chubut; acaba de despedir masivamente en Télam. Por lo demás, el bando antiabortista viene recuperando la iniciativa perdida, lo que augura una batalla mucho más difícil en el Senado, cuya fecha de sesión fue fijada para el 8 de agosto.

De cualquier manera, el paro nacional docente convocado por CTERA para el próximo martes en repudio a la represión, opera en cierto modo como una suerte de continuidad del paro general.

Mientras que la economía se deteriora sin solución a la vista (¡la Bolsa cayó hoy un 9%!), la perspectivas políticas son inciertas[2]. Sin renunciar a maniobras distractivas, Macri parece jugado a imponer su política de ajuste (no tiene demasiado margen para otra cosa).

La bronca expresada en el paro del lunes, amén de los conflictos que puedan desbordarse por los ataques oficialistas, auguran que en algún momento podrían ocurrir grandes choques sociales; choques de clase que son los que decidirán el destino del gobierno[3].  

Un paro histórico

El paro del lunes 25 fue histórico: un parazo nacional con pocos antecedentes en cuanto a su magnitud.

Cada paro general tiene sus características específicas. Los hay más activos, dependiendo del entorno en el que se dan. Si el paro del lunes fue más bien dominguero, fue contundente en su masividad.

Se conjugaron dos elementos. Por un lado, la bronca contra Macri que es unánime entre los trabajadores. Muchos de los que lo votaron, hoy reconocen haberse equivocado. Es esta bronca la que empujó el paro general y se lo impuso a los dirigentes de la CGT.

Pero junto con esto estuvo también que la burocracia terminó unificándose alrededor de la convocatoria. Después de los desaguisados económicos de los últimos meses, luego que quedara de manifiesto el carácter empresarial del gobierno, no sumarse al paro general hubiera dejado mal parado a más de un dirigente.

Esto no quiere decir que haya sido el paro general más “picante”. Ha habido paros generales divididos, con acatamiento parcial, que sin embargo tuvieron más “radicalidad”. En todo caso, lo que se destaca en el paro del lunes es la masividad, y el cuidado que tuvo el gobierno en no polarizar las cosas[4].  

Como ya hemos señalado lo que le dio elementos activos a la jornada, fueron los piquetes de la izquierda. Cumplieron el mismo papel progresivo que en otros paros en los últimos años.

Al poner en pie los cortes se facilita que aquella mitad de la clase trabajadora que no está sindicalizada, pueda faltar a su trabajo: pueda hacer el paro sin tener una cobertura sindical explícita.

Si los piquetes no tuvieron la contundencia de otras veces, esto se debió a que salvo nuestro partido (que tuvo un papel destacado desde las 5 de la mañana en todo el país[5]), salvo excepciones, el resto de la izquierda no se jugó a los piquetes, sino a un acto anodino en el Obelisco (nos referimos principalmente a los convocantes del plenario sindical del 23).

La negativa a jugarse por los cortes en beneficio de un acto inservible los debilitó en algo, aunque de todas maneras cumplieron su objetivo.

En su totalidad la contundencia de la jornada configuró un paro histórico; un verdadero plebiscito contra el gobierno llamado a tener seguramente consecuencias en la dinámica política futura.

¿Y ahora qué?

Pasado el paro general el interrogante es qué viene ahora. Hemos señalado que ha comenzado el minué de si el gobierno recibirá a la CGT. El planteo oficial es que se llevarían adelante “reuniones sectoriales”. Esta es una manera de no reconocer el carácter conjunto de la medida de fuerza.

Las reuniones por rama de actividad apuntan a no reconocerle el carácter general a la medida de fuerza; “arreglar” sector por sector algo que no tiene arreglo… porque la intención del gobierno es desconocer el paro y avanzar con al ajuste draconiano que tiene en agenda.

El ajuste económico, la caída de los salarios, una recesión que comenzó en abril pasado y que está llamada a profundizarse, los despidos crecientes (como ahora en Télam), el crecimiento de la pobreza, son todas circunstancias que van a fogonear el descontento popular y que auguran un incremento de las luchas, quiéranlo o no los burócratas sindicales.

Hasta donde sabemos está pendiente la homologación del acuerdo con Camioneros. El gobierno dice que las paritarias son “libres”. Pero todavía no se decide a dar el paso de reconocer el 25% obtenido por este gremio. Un acuerdo que aun si rompe el techo salarial anterior, sigue por detrás de la inflación del 30% que se espera para este año. Aun así, Camioneros podría colocar un piso más alto para el resto de las actividades.

Es en este contexto que se plantean las responsabilidades de la izquierda. El plenario del sindicalismo combativo del sábado 23 fue realmente pobre. Siquiera pasó la prueba de los piquetes ocurridos dos días después…

Por lo demás, no hubo una convocatoria clara para lo que se necesita: el llamado a una jornada nacional de lucha que coloque un día unificado para que se expresen todos los sectores que están luchando y planteen la exigencia de un paro general de 36 horas con movilización.

Que sea ley

En este contexto se coloca la pelea por el derecho al aborto. La obtención de la media sanción fue una conquista enorme. Pero la pelea no terminó. Una pelea que está íntimamente vinculada al desarrollo de la situación política en su conjunto.

Luego de la media sanción, el papa Francisco salió a alinear su tropa con declaraciones provocadoras igualando este derecho a las prácticas de los nazis; nazis con los cuales la jerarquía católica fue cómplice al igual que con la dictadura militar en nuestro país.

La contraofensiva del Papa parece coincidir con una acción en el mismo sentido del gobierno; un gobierno que a pesar del discurso de la “transversalidad” y pavadas por el estilo, tiene alineadas a sus principales figuras en contra de este derecho.

Cometeríamos entonces un grave error si no tomáramos en cuenta que el bando reaccionario encabezado por la Iglesia y el propio gobierno, intentan rearmarse para el debate en el Senado.

Van a intentar polarizar; poner en “modo activo” al sector conservador de la sociedad de manera tal de presionar por un voto negativo en Senadores. En su defecto, tratarán de devolver con modificaciones el proyecto de ley a los diputados; seguir ganando tiempo y cansar a la sociedad.

Se trata entonces de no perder de vista que entre la lucha contra el ajuste y la pelea por el aborto legal existen vasos comunicantes; ninguna de estas peleas puede ocurrir de manera aislada; ambas se realimentan y potencian mutuamente: si el gobierno impusiera fuertes derrotas a los trabajadores, o un clima reaccionario, la pelea por el aborto legal se haría mucho más difícil; viceversa, si logramos ganar la sanción definitiva en Senadores, la propia lucha contra el ajuste se potenciaría.

Cualquier apreciación de que serían cuestiones que van por “carriles separados”; cualquier perspectiva “exclusivista” que intentara colocar la lucha por el derecho al aborto como algo independiente de las luchas cotidianas o, viceversa, que intentara separar esos reclamos de la pelea por el aborto legal, significaría un curso conservador y reaccionario.

Ahí tenemos otro actor aparecido recientemente… los burócratas sindicales. Moyano, Caló, Piumato y muchos otros están manifestándose abiertamente ahora contra el aborto legal; lo suyo es mantener en el conservadurismo a los trabajadores; algo funcional a su dominio burocrático.

Debemos derrotar esta Santa Alianza de la Iglesia, el gobierno y la burocracia sindical para imponer el aborto legal. Y así como ellos están unidos en santa cruzada reaccionaria, el reclamo por el aborto legal debe incluirse en todos los pliegos reivindicativos de los trabajadores.

El pueblo debe decidir  

La tarea que tenemos por delante es poner en pie una gran jornada nacional de lucha. Una jornada nacional que sumada a los pañuelazos, levante un programa que plantee la reapertura de las paritarias con aumentos del 30% indexados; la prohibición por ley de despidos y suspensiones; la expropiación de toda planta que suspenda masivamente o despida; la ruptura del acuerdo con el FMI; el no pago de una deuda externa; y el reclamo del aborto legal, seguro y gratuito en el hospital público.

Este es el pliego de reclamos que debemos levantar desde la izquierda y vehiculizarlo con una gran jornada nacional de lucha. Esto mientras reafirmamos que no se puede esperar al 2019: que el pueblo tiene que decidir el futuro del país.

[1] Es el caso del PO y de los sectores mayoritarios del encuentro del 23. Volveremos sobre esto más abajo.

[2] Apresurémonos a señalar que la evaluación de un paro general siempre necesita de tiempo para apreciar sus efectos.

[3] No podemos menos que criticar aquí los vergonzosos zig-zags del “Pollo” Sobrero en relación a Macri. Primero, en un programa con Fantino, había asegurado que “quería que se quedara hasta el final del 2019”… Luego, en el mini acto en el Obelisco, planteó que la lucha era “para echarlo” y posteriormente, bajo presión, dijo que se había “equivocado; que lo que quería era acabar con el plan económico”… Este curso errático confunde el fondo con las formas. La posición de nuestro partido es que no se puede esperar al 2019; que es la población trabajadora la que debe decidir sobre la continuidad del gobierno. Hoy no hay condiciones para plantear abiertamente la salida de Macri. Pero autocriticarse como lo hizo el “Pollo”, socava la posición de los revolucionarios, que nunca deben atar su política a los calendarios de la gobernabilidad.    

[4] Este cuidado muestra que el gobierno no está en un buen momento; que se ubicó a la defensiva frente a la medida de fuerza, más allá que la desconozca, que diga que “no sirvió para nada”; que tenga a su favor la profesión de fe de todos los actores políticos y sindicales en la gobernabilidad.

[5] No es autoproclamación sino una constatación real que la militancia del Nuevo MAS fue la primera en llegar a los cortes principales del lunes 25.

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