por Fernando Dantés

«Me desnudaron y me pusieron en un catre. Yo seguía gritando. Me dijeron que me iban a dar una sesión de tortura para que no me olvidara. Me quemaron los labios. ¡Ah, me olvidaba!: cuando me llevaron me dijeron que me iban a dar la máquina de la verdad; yo les pedí que sí, que por favor me llevaran a esa máquina porque suponía que era una de esas de las películas donde indica si estoy mintiendo. La máquina era al final la picana».

«Se sentía olor a carne quemada cuando me aplicaban la picana. Me pedían a cada rato que les diera nombres. Después me atendió un médico; yo le pedí agua, pero me contestó que si me daba agua iba a reventar».

-“Se murió, tirala a los perros.

-No, enterrala, se te murió a vos».

Testimonio de Pablo Díaz, sobreviviente de La Noche de los Lápices. 1985

Su seudónimo es más que suficiente para tener un perfil completo del personaje al que el Tribunal Oral Federal nº 1 en La Plata le quiere devolver la libertad: “el nazi”. Así llamaban sus colaboradores a Juan Miguel Wolk, el genocida jefe del centro clandestino de detención El Pozo de Banfield. Por el momento no podría salir en libertad debido a que tiene otra causa sobre su cabeza.

Se trata de todo un gesto político, primero Etchecolatz, ahora “el nazi”. En los 80’ fue condenado por primera vez y logró escaparse. Se lo dio muchos años por muerto hasta que fue reconocido en la calle por una víctima. Así pudo saberse que seguía con vida y vivía en Mar del Plata. En 2009 fue imputado por el caso del Pozo de Banfield, se le dio la domiciliaria y la violó con alevosía. Cosa repugnante ver a un par de jueces hacer como que no entiendan qué motivo hay para tenerlo preso en estas condiciones.

El “argumento”, más precisamente justificación, para dictar su excarcelación es que lleva ya nueve años preso, imputado y sin condena. Es decir, como el genocida no es juzgado, vaya uno a saber por qué motivo (en verdad, dilación) burocrático de la administración de la Justicia, entonces debe estar libre. La realidad es que el aparato del Estado, con la Justicia por vanguardia, respira aires de nuevos tiempos y da bocanadas de satisfacción cada vez que busca impulsar la libertad para los genocidas a los que consideran “héroes” y “salvadores de la patria”. Desde el día 1 lo expresó sin vergüenza el diario La Nación, al día siguiente el triunfo electoral de Macri. Llamaron “venganza” a la justicia. Quieren meter por la ventana lo que no pueden hacer por la puerta. El de Argentina es uno de los pocos casos en los que la movilización popular ha arrancado la Justicia contra los verdugos de verde y, por supuesto, a los ricos y sus alcahuetes no les gusta nada tener ese honor. Los militares vinieron a salvar sus bolsillos y sus cuellos de la bronca de los trabajadores y el pueblo.

Wolk fue el jefe del centro clandestino de detención en el que se supo fueron torturados y asesinados los pibes de La Noche de los Lápices; diez estudiantes secundarios, en su mayoría miembros de la UES, que habían estado peleando por el muy subversivo, peligroso, comunista y antipatriótico boleto estudiantil. El 16 de septiembre de 1976 fueron secuestrados por la Policía Bonaerense de Camps y Etchecolatz, sólo tres salieron del Pozo de Banfield regenteado por “el nazi” con vida. A la bestia responsable de esta aberración es que quieren liberar porque… no tiene condena. ¡Viene siendo hora de que la tenga!

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