Las condiciones más frágiles en las que explotados y oprimidos se encuentran ante el avance patronal-gubernamental-eclesiástico han provocado no sólo el consiguiente deterioro en su nivel de vida, sino también han reaparecido discusiones opacadas en una etapa de un nivel de empleo superior. Su resurgimiento reafirma, precisamente, que era una etapa casi “virtual”, no asentada sobre bases sólidas de crecimiento de la economía y mayor bienestar para el conjunto de los trabajadores.

Esta nueva situación hace que el empleo en negro, en condiciones aún más precarias, la creación de cooperativas nuevas, sean un refugio al que inevitablemente tienen que caer sectores de trabajadores que se incorporan al mercado laboral o que fueron arrojados al desempleo.

Que sea un “salvavidas” al que hay que agarrarse so pena de no caer en picada, no significa que los trabajadores, seamos despedidos o recién incorporados al mercado laboral, nos quedemos encerrados en esa “trampa para osos” que nos tienden para que nos acallemos y resignemos a no tener un empleo registrado.

Desde los movimientos de desocupados de los 90 hasta hoy, a seis días de realizada la marcha del 18 de este mes al Congreso convocada por movimientos sociales, empresariales y CGT, la discusión de la pelea por trabajo genuino ubica no sólo las condiciones de explotación de los asalariados (ocupados o desocupados) sino fundamentalmente la relación obrero-patronal. En la etapa de los movimientos de desocupados de masas, frente a la entrega de los planes y bolsones de comida, junto a participar en las grandes marchas por estos reclamos, desde el Frente de Trabajadores Combativos (FTC), agrupamiento de trabajadores desocupados orientado por el  Nuevo MAS, levantábamos la exigencia al Estado de Trabajo genuino. Cuando empezó a haber más empleo, redoblamos la apuesta, oponiéndonos a que los planes transformaran a los compañeros desocupados temporalmente en permanentes.

Hoy, frente a la entregada total de los dirigentes sindicales, rechazamos la precarización en la que nos quieren hundir y peleamos por trabajo genuino para los desocupados y paritarias para los ocupados.

La pelea fundamental es en el seno del movimiento de trabajadores

El movimiento obrero como tal ha avanzado en conquistas históricas que, permanentemente, los ataques de las patronales y sus gobiernos intentan liquidar o atemperar. Ahí tenemos, sin más, a nuestro novel presidente, que mientras sigue girando plata para los bolsillos de los dirigentes sindicales, anuncia que hay que modificar los viejos convenios laborales. En sintonía con estas declaraciones, la gobernadora María Eugenia Vidal les pide a los industriales que generen un millón de puestos de trabajo genuino y en blanco. ¡Claro, con convenios de explotación laboral china!

La pelea por trabajo genuino no es sólo un reclamo económico. Es una reivindicación económica y social. Es la pelea por ubicar al trabajador en su lugar de asalariado enfrentado a su patronal, desde su lugar en la producción social, con su organización sindical o sin ella, si no la tiene, pero cara a cara contra su opresor y junto a sus iguales, sus compañeros de trabajo. Porque desde allí, y sólo desde allí, puede ser parte de un colectivo como clase que le permita enfrentar la explotación capitalista. Es desde las fábricas, las oficinas, los lugares de enseñanza, donde los trabajadores/as nos podemos organizar para dar estas peleas. El trabajo genuino, junto con la exigencia de que sea registrado, en blanco, no sólo le da al trabajador más beneficios y seguridad, sino  que lo ubica en su lugar privilegiado de combate.

Una discusión semejante en su contenido, se da dentro del movimiento de mujeres en relación a la lucha contra las redes de trata y explotación sexual. Uno de los argumentos de los que defienden la regulación (del trabajo sexual) sostienen que en “cualquier trabajo te explotan”. Además de esa obviedad no desmentida por nadie en la sociedad de clases, al ser maestro/a, vendedor/a u operario/a, el asalariado vende su fuerza de trabajo, que no es lo mismo que vender su cuerpo, su intimidad. Su fuerza no es sólo su vigor físico, sino también su destreza, su inteligencia, su instinto. Pero fundamentalmente, su fuerza de trabajo es una mercancía que se transforma en una eficaz arma contra la patronal cuando se lucha por mejoras económicas o contra el poder político. Su fuerza de trabajo, mal que le pese a la patronal, puede decidir el destino de sus opresores.

Paro general contra los despidos, por trabajo genuino en blanco y por paritarias

Para atarnos las manos (y confundirnos las ideas) los dirigentes de la coalición patronal-burocrática-eclesiástica quieren que pasemos a ser los corderos de un rebaño de trabajadores que un día comen, otro día no, un día pueden mandar a sus hijos al colegio, otro día no tienen ni para comprarle los lápices, en fin, que rebajemos nuestro nivel de vida a un límite infrahumano. Pero debemos hacer un esfuerzo para atacar nuestras incomprensiones y avanzar. Que en estos momentos el movimiento de trabajadores no esté a la ofensiva no significa que no “mueva montañas”. Así lo ha hecho en la historia, lo hace en luchas atomizadas, por el momento, y lo volverá a hacer. No por pálpitos ni predicciones, sino porque tiene en sus manos la fuerza que mueve la producción material y cuando se decide a luchar y se organiza para tal fin, provoca el tsunami más temido por patrones, gobiernos y burócratas.

Los trabajadores, las mujeres y la juventud luchamos por más, para parar la embestida brutal de este gobierno y por romper las ataduras a las que nos somete este sistema, por elevarnos no sólo desde el punto de vista económico sino también cultural e intelectual. Por eso luchamos por trabajo genuino para los más explotados y oprimidos, en las condiciones más terribles, como son las mujeres víctimas de las redes de trata.

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