Mi guerra de España, las vivencias de una argentina que peleó en la Guerra Civil Española contadas en primera persona,  Buenos Aires, 2013 –

 

 “…hay un gran júbilo cuando se puede decir que se ha leído un bello libro. Bello, necesario y eficaz, porque testimonia de algo que va más allá de la guerra de España y que toca de lleno los problemas de nuestro tiempo, su incesante desgarramiento y su invencible esperanza.”

Julio Cortázar

La vida de Mika Etchebéhere no tiene una sola arista que pueda ser catalogada de aburrida, gris o mediocre. Incluso en aquellas áreas donde ella misma se consideraba poco calificada, como era la estrategia militar, demostró en los hechos su habilidad, intuición y capacidad de mando. Su vida, militancia y pensamiento además de inspirarnos el mayor respeto revolucionario y, consecuentemente, ser víctima –injusta quizás por su incapacidad de réplica- de la más escrutada crítica, es ante todo una enseñanza inmensa para todos aquellos que decidimos encolumnarnos en la lucha por la Revolución.

Mika Feldman nació en 1902 en Santa Fe, Argentina, y mientras cursaba sus estudios universitarios de Odontología en Buenos Aires conoció a Hipólito Etchebéhere, quien sería su compañero de vida y militancia. Se conocieron en el mismo ámbito en el que se desarrollaría toda su vida y su relación: la militancia. Originalmente, Mika formó parte de diversos grupos, anarquistas, socialistas y comunistas y fundó la revista Insurrexit junto a Hipólito, una revista que se reivindicaría “comunista anti-parlamentaria”. Desde sus páginas Mika escribiría sus primeras líneas, algunas fuertemente signadas por el tinte anarquista y antiparlamentario de su pensamiento temprano. Por ejemplo, en el número 4 de la revista publicará una nota en la que critica al movimiento sufragista por considerar que la lucha por el voto femenino mal direcciona la lucha por la emancipación de la mujer tras el parlamentarismo. Junto a su compañero ingresarían en 1924 al Partido Comunista y dos años después serían echados debido a sus críticas al stalinismo y sus simpatías por la figura de León Trotsky. Durante los siguientes cuatro años viajan por la Patagonia trabajando, juntando dinero y recogiendo testimonios de indios y obreros asesinados bajo las órdenes de familias terratenientes.

En 1931 ambos toman una decisión sumamente sacrificada pero que le daría sentido al resto de sus vidas.  Ambos deciden no tener hijos y viajar al Viejo Mundo para ponerse al servicio de la Revolución y serán testigos –y partícipes- de acontecimientos que cambiarán el curso de la historia del siglo XX. Tras breves estadías en España, Francia y Alemania, y con el triunfo del Frente Popular en España, deciden instalarse en Madrid. Para entonces la salud de Hipólito estaba sumamente deteriorada –sufría de tuberculosis- y la pareja decidió casarse en Francia para que ella pudiera tomar legalmente de ciertas decisiones sobre la salud de su compañero. Debido a las leyes matrimoniales de la época Mika debió cambiar su apellido, motivo por el cual a veces se confunde el personaje.

En 1936 ambos parten hacia el frente de batalla encolumnados tras el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). En el primer combate que participan, Hipólito muere y Mika lo sucede convirtiéndose así en la primera mujer extranjera en tener el rango de Capitana. Lucha primero en Siguenza, donde queda atrapada junto a sus hombres bajo el sitio franquista en una catedral, debían rendirse o romper el cerco. Mika consigue romper el sitio tras ver muchos de sus hombres caer. Esta sería su primera hazaña militar y formaría su carácter de líder en el combate, ganándose la confianza de sus hombres que, nunca está de más decirlo, desconfiaban en un principio de seguir las órdenes de una mujer. Su siguiente triunfo fue cuando se le ordena desalojar al enemigo del cerro del Águila, ataque en el cual también mueren muchos hombres del POUM y que la consagra no solamente como líder militar sino como dirigente. Todos los testimonios hablan de la alta moral que había en el batallón dirigido por Mika, en cómo todos sus hombres confiaban en sus directivas, en el profundo respeto que inspiraba, en la entereza y valía de su persona. Mika luchó y sobrevivió a cada batalla y jamás permitió que su convicción revolucionaria flaquease. Fue el sostén de la convicción revolucionaria de sus hombres. Fue una dirigente obrera y una capitana en una guerra de otro continente porque tenía un fuertísimo compromiso con la causa de la clase obrera.

Hay poco más que podamos agregar de la vida de esta gran mujer que no esté mucho mejor expresado en sus propias palabras. Tras la guerra vivirá algunos años en Buenos Aires y luego en París nuevamente, donde terminará de escribir su libro y autobiografía “Mi Guerra de España”. Una de las primeras personas que leerá el manuscrito será su amigo argentino Julio, a quien le daba algunas changas de traducción para ayudarlo a subsistir en Europa. Julio le dejará una carta bajo la puerta del departamento de Mika en París al no encontrarla, para charlar sobre el libro, de allí son las palabras que inician esta nota. Y las que la terminan: “mujer como pocas”.

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