“El gremio incluye a los obreros de una determinada profesión, separándolos de las otras profesiones. El tradeunionismo y el sindicalismo reaccionario dirigen todos sus esfuerzos a mantener el movimiento obrero dentro de los marcos gremiales. Es allí que se asienta la dictadura de hecho de la burocracia sindical sobre la clase obrera (…). La esencia del movimiento actual reside precisamente en el hecho de que rompe los marcos profesionales, gremiales y locales, elevando por sobre ellos las reivindicaciones, las esperanzas y la voluntad de todo el proletariado” (León Trotsky, ¿A dónde va Francia?

 

El país se encuentra en la recta final hacia el paro convocado por Moyano y Barrionuevo para el 10 de abril. El contexto es de bronca contra Cristina por el ajuste que supone la reducción de los salarios reales y el aumento de las suspensiones y despidos. El gobierno no las tiene todas consigo. Ha logrado estabilizar el país luego de las semanas críticas de comienzos de año. Pero acabamos de salir de una histórica huelga de los docentes en la provincia de Buenos Aires que obligó a Scioli a otorgar un aumento por encima del que tenía previsto. Junto con esto, se prepara un paro general que independientemente de cualquier otra consideración, significará una contundente muestra del repudio que hay entre los trabajadores contra el ajuste que están imponiendo los K.

 

La danza de los números

 

Arranquemos con un pantallazo general de algunos números de la economía; sobre todo de la dinámica descendente del salario real que está induciendo el gobierno. Hay diversos datos al respecto. El diario La Nación (oligárquico si los hay, e insospechado de defender los intereses obreros) presenta una infografía el lunes 31 donde informa que la variación interanual del salario promedio en dólares (es decir, en términos reales) entre enero del 2013 y enero del 2014 muestra una caída del 20%, subproducto del deterioro que vino acumulándose de manera paulatina a lo largo de 2013 y de la brusca devaluación del peso de enero de este año.

Este deterioro del salario real se refleja en otras mediciones. Según varias consultoras económicas (Finsoport, Estudio Broda, Estudio Bein), la caída del salario real alcanzó el 5% en el segundo semestre del año pasado y fue de entre el 8% y el 11% entre noviembre del 2013 y febrero del 2014. Grosso modo, una reducción del 16% en el salario real, cifra cercana a la que acabamos de dar.

Téngase en cuenta, además, que este deterioro promedio del 20% del salario real no está midiendo los aumentos de tarifas por quita de subsidios que acaban de ser anunciados en el agua, el gas y la luz, y tampoco la expectativa inflacionaria para el 2014, que podría alcanzar entre el 35 y el 40%, dependiendo esto de la marcha de la economía.

Haciendo un cálculo aproximativo, podríamos decir que para no perder poder adquisitivo, el salario a finales de este año debería haber aumentado alrededor de un 45%. Éste debe ser el criterio para evaluar las paritarias que se están firmando. A sabiendas de que incluso aumentos del 30%, significarán una rebaja de los sueldos en términos reales, si bien este porcentaje está algo por encima de lo que quiere otorgar el gobierno.

Dado el contexto señalado, se hace evidente por qué la evaluación de lo obtenido en paritarias no es sencilla; en medio de una economía inflacionaria dónde los salarios pasan por la mediación “institucional” de las paritarias, mientras los precios aumentan todos los días casi libremente (¡ver, por ejemplo, el sideral aumento de las naftas en lo que va de los últimos doce meses, en torno al 55%!), los números puedan ser muchas veces engañosos, y lo único real es, finalmente, lo que terminen obteniendo los trabajadores a la hora de cobrar.

Pasa que la lógica de las paritarias a la baja es de hierro. Una lógica que sólo se puede quebrar con una dura lucha que haga estallar el plan económico en su conjunto. Es que el gobierno necesita, imperiosamente, forzar una caída del salario real, aun con su efecto recesivo sobre el consumo y la actividad económica, de manera tal que no se diluya rápidamente el repunte del tipo de cambio impulsado por la última devaluación. Esto tiene el objetivo, además, de generar un superávit comercial (exportaciones versus importaciones) que evite que el Banco Central vuelva a perder reservas (hoy en escasos 27.000 millones de dólares). Si no logra que las paritarias cierren con ajustes salariales inferiores a la inflación, corre el riesgo de que se acelere la tasa de inflación y una renovada inestabilidad cambiaria fuerce una nueva devaluación, la que pondría en cuestión no sólo la estabilidad económica, sino la continuidad del gobierno mismo.

 

La lucha paga

 

Es en el contexto anterior que deben analizarse las últimas luchas. Algo destaca con fuerza del conjunto: en la provincia de Buenos Aires, y a consecuencia del histórico paro docente de 17 días, el acuerdo logrado es claramente superior que en la UOM y la UOCRA. Caló y Martínez firmaron casi sin chistar; se fueron en excusas señalando que “nunca se puede lograr lo ideal” o que les “hubiera gustado obtener más”… Sin embargo, estamparon su firma en números claramente por debajo del 30%, sin llamar a un solo minuto de lucha.

Esto no quiere decir que sea fácil evaluar lo obtenido por los docentes; sin embargo, hay parámetros objetivos que permiten definir que el resultado terminó siendo en gran medida un triunfo, si bien había condiciones para obtener más.

Hay que dividir el balance en dos: el político y el estrictamente reivindicativo. Desde el punto de vista político, el aspecto más importante es que una nueva generación docente ha entrado a la pelea; ha hecho una enorme experiencia de lucha y sale del conflicto fortalecida. La irrupción masiva de la base docente en la disputa es el primer elemento de evaluación. Téngase en cuenta, además, el hecho fundamental de que se logró que no haya descuentos por los días caídos.

No se puede dejar de subrayar, además, que Baradel salió a la pelea condicionado por las seccionales opositoras fortalecidas luego de las últimas elecciones del gremio. Pero el elemento decisivo es el ingreso masivo a la lucha de la base, lo que explica también algunos de sus rasgos. Por ejemplo, que la bronca de la base contra el gobierno haya sido más destacada que la desconfianza en Baradel. Se dio la experiencia muy rica de los autoconvocados, pero también es verdad que en ningún momento la oposición logró cuestionar el control de la lucha y las movilizaciones masivas que ejercieron Baradel y Petrocini. Los presionamos, sí, pero no llegamos a desbordarlos.

Luego está el balance económico. Se logró más de lo que Scioli quería dar; incluso más de lo que SUTEBA y la FEB esperaban realmente obtener. En números redondos: la provincia estaba dispuesta a otorgar no más de 9.000 millones de pesos de masa salarial a los salarios docentes de 2014, y terminó firmando por algo en torno a los 11.500 millones. Al mismo tiempo, el aumento del inicial de 3.500 a 5.000 pesos, si bien insuficiente, no deja de ser un porcentaje de importancia: cerca del 38%. Además, el conjunto de las categorías docentes han obtenido aumentos rondando el 30%, porcentaje por encima de los deseos oficiales y de los otros gremios que han cerrado aumentos estas semanas.

El punto en contra: la vergüenza del básico. Aumentó de 1.800 a 2.200 pesos, lo que no solamente es una miseria, sino que deja incólume el “Frankenstein” que es el salario docente: un engendro de sumas fijas, en negro, ítems y demás, que hay que ser licenciando en matemáticas para entender y cuya resultante es mantener el salario docente por el piso, en el nivel más bajo de los trabajadores de país.

Se podría haber obtenido más; el conflicto daba todavía para un esfuerzo suplementario, que podría haber hecho que se abriese una crisis política en el gobierno de Scioli. Pero de todas maneras, y visto el contexto general, ha sido un importante paso adelante: ¡un triunfo de la docencia provincial cuya principal enseñanza es que la lucha paga!

 

Garantizar un paro activo de todos los trabajadores

 

Es en este contexto que se llega al paro general del 10. El gobierno mantiene la situación controlada. Su recobrada “fortaleza” le viene de que se ha soldado la unidad burguesa en torno al ajuste económico que está llevando adelante. Incluso la revista inglesa The Economist, que semanas atrás lo daba por “muerto”, está festejando con bombos y platillos “las renovadas posibilidades de inversión que se abren en el país”.

Sin embargo, sería un error apresurarse a dar pronósticos impresionistas: la pulseada en torno del ajuste económico está lejos de saldarse. Es ahí donde se ubica la importancia del paro general convocado por Moyano y Barrionuevo. El paro va a ser, seguramente, contundente. Habrá que ver cuánto logra dividirlo el gobierno (Randazzo es el vocero de una campaña oficialista que dice que se hace “sólo para joder a la gente”), así como Caló y Yasky. Esto supone una batalla en los gremios dominados por el oficialismo para que el 10 se pare (UOM, SMATA, alimentación, neumático, etcétera), que debería verse facilitada por la enorme bronca que hay entre todos los trabajadores, así como por el paro de transportes (colectivos y trenes; en los subtes la dirección kirchnerista encarnada por Pianelli va a impulsar carnerear). Habrá que ver, entonces, hasta qué punto la presión de la patronal (sumada al gobierno y los gremios oficialistas) logra hacer que un sector vaya a trabajar; de ahí que sea fundamental impulsar asambleas en todos los gremios (los convocantes y los que no) para impulsar desde la base el paro.

En cualquier caso, el paro va a ser contundente y va a dominar la idea de que no hay que ir a trabajar. Pero aquí se plantea el problema del tipo de paro general convocado. Porque lo que hace falta es un paro general activo y con continuidad, que es, precisamente, lo que la CGT Moyano no quiere convocar. Su idea es garantizar un paro pasivo, dominguero, controlado y cuya continuidad quede en sus manos, con pronóstico reservado. Su objetivo es evidente: evitar desbordes e impedir que el paro general se transforme en una verdadera huelga general política que ponga en cuestión no sólo el plan de ajuste, sino la estabilidad misma del gobierno de Cristina. Esto pasa, también, insistimos, por soldar la unidad desde abajo de todos los trabajadores y que todos, sean del gremio que sean, salgan a parar.

Vista esta perspectiva, la tarea inmediata es garantizar el paro y lograr que se pare en todos los gremios del país. Junto con esto, está planteada la batalla porque el paro sea lo más activo que se pueda. En la reciente reunión de la Mesa Provisoria del Encuentro Sindical Combativo unificamos criterios alrededor de pasar la jornada del 9 al 10, y que tenga por centro la lucha contra el ajuste de Cristina. Lo mismo que en el plenario convocado por el SUTNA, al cierre de esta edición desde la Mesa del Encuentro se impulsó coordinar varios puntos de cortes y piquetes para garantizar el carácter activo del paro. En el caso del interior, hay situaciones variadas que se deben resolver de la manera que sea más natural y acorde a lograr el carácter activo de la jornada.

En síntesis: la militancia obrera, docente, estatal y estudiantil de Nuevo MAS se jugará con todo el día 10 para que el paro sea unificado de toda la clase obrera, activo y obligue a la burocracia a dejar abierta la perspectiva de un plan de lucha que le dé continuidad a la jornada. Es decir, una jornada que se parezca lo más posible a una huelga general política.  

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