“Un aspecto sustancial de una reforma laboral es que la negociación de salarios y condiciones de trabajo tenga en consideración la productividad y los límites y posibilidades de cada empresa (…) El país está frente a una muy difícil coyuntura económica y social como consecuencia de la herencia recibida de la gestión kirchnerista. Pero está también frente al enorme desafío y la oportunidad de una profunda transformación. La reforma laboral es, sin duda, uno de los puntales del cambio estructural que puede llevar a la Argentina al Primer Mundo que nunca debió abandonar.” (Editorial de La Nación, 26/07/16)

Las declaraciones  de una porción importante del periodismo es gorila, y también mentiroso[1]. Se encuentran en perfecta consonancia con el gobierno de Macri. El empresariado, que es pragmático por naturaleza, eleva  el nivel de ataque a las condiciones laborales sin perder tiempo.  Es que su gobierno ya les mostró que hay vía libre cuando llevó adelante los despidos masivos en el Estado.  Ahora se trata de poner a punto la máquina: mayor flexibilización del trabajo, aumento de la productividad, y limitación de los derechos sindicales en favor de los sindicatos dirigidos por los traidores. Ese es el panorama en las fábricas. Así se presenta la Argentina de Macri detrás de los muros de concreto donde los obreros y las obreras ponen a funcionar el país, que no se parece en nada a lo que les prometieron.

El trabajador busca una explicación a la situación que vive cada día con los aumentos de tarifas de los servicios, del boleto, de los alimentos. El caso López aparece como terreno firme sobre el cual montar una comprensión de lo que pasa: “nos ajustan porque los K se chorearon todo”. La representación del mundo está compuesta siempre por elementos de realidad y elementos falsos.  La clase dominante impone su visión del mundo a la clase trabajadora y al conjunto de la sociedad, de la misma manera que cada gobierno (cuando logra hegemonía) construye el relato con el que justifica su accionar. Hoy “la herencia recibida de la gestión K”, ayer  “la herencia de los 90”. Esos mismos relatos son los que se utilizan en la fábrica para explicar lo que pasa.

Pero hay un elemento mucho más profundo que explica la subjetividad del trabajador. Días atrás le comentaba a un compañero de la fábrica que las encuestas describen un gran descontento con la situación actual, pero que los mismos encuestados consideran que el año que viene todo va a mejorar y esa mejora se profundizará a lo largo del mandato Macri. El compañero, simpatizante K y antimacrista, me respondió: “y sí, si no pensamos que vamos a estar mejor, ¿qué hacemos?… nos tenemos que suicidar”. El trabajador siempre guarda esperanzas de estar mejor. Aunque sus esperanzas no se corresponda con la realidad. Su vida y la de su familia dependen del trabajo. Si no vamos a estar mejor, ¿qué queda?

Las patronales están llevando adelante (incluidas suspensiones como la suspensión del turno noche entero hasta diciembre o las que se preparan en Ford, y despidos como ocurren a cuenta gotas en cientos de fábricas) un plan de mayor disciplinamiento laboral, de aumento de los ritmos de producción y de flexibilización del trabajo.

El aumento de los ritmos de la máquina en las líneas de producción a los que el trabajador se tiene que amoldar sí o sí, y que tienen como consecuencia el desgaste físico, el aumento de los accidentes laborales, las tendinitis, las hernias de disco, etc. La eliminación de puestos de trabajo (donde antes trabajaban 4, ahora trabajan 3), la persecución a través del castigo si te ven con el celular, o por llegadas tarde, y ni hablar por faltar al trabajo, etc. Esta es la política que llevan adelante las empresas y que hacen sentir tanto más su peso en cuanto los sindicatos están dirigidos por lame-botas de la patronal. La reunificación de las CGTs (que acaban de recibir la noticia por parte del gobierno del reintegro del 27 mil millones en concepto de obras sociales, que usarán discrecionalmente para seguir haciéndose ricos) con esos dirigentes traidores,  favorece la aplicación del ajuste al movimiento obrero.

A esto hay que sumarle que la vida del joven trabajador es una si el trabajo es efectivo, y otra si es “por agencia”, es decir, con contratos temporarios. En este último caso, se suma al aumento de la explotación en curso, la inestabilidad laboral. El gobierno de los K hizo escuela en este tipo de flexibilización laboral que heredó de los 90 y aplicó con orgullo patronal, igual que hace hoy Macri. Este tipo de contrato flexibilizado, bajo el cual se encuentran miles de obreros, genera la posibilidad de tener trabajadores que realizan las  mismas tareas (y más también) por menor salario, sin derecho a enfermarse a riesgo de perder el trabajo. El mecanismo es perverso. Son endulzados con la promesa de poder “quedar efectivos” en la empresa para que trabajen a full, y al finalizar el contrato son echados como perros.

Pero cuidado. Como decíamos antes, la representación del mundo está compuesta siempre por elementos de realidad y elementos de falsa conciencia, y los elementos de realidad cotidiana también generan su efecto de manera acumulativa en la cabeza del laburante que  puede resultar en un cortocircuito con el relato oficial. Como decía Gramsci, “todo hombre es un filósofo”, en el sentido de que busca formarse una representación propia del mundo en el que vive. En esta búsqueda suele surgir un destello de lucidez: “¿Hasta cuándo? Al final son todos lo mismo”, “los ricos siempre gobiernan para los ricos”, “para el trabajador nada!”

La presencia de militantes de izquierda en las fábricas y los organismos recuperados durante el kirchnerismo como el sindicato de Aceiteros, los SUTEBAs, el SUTNA, la 60, la seccional Haedo del “Pollo” Sobrero, y otros, como Pilkington, son los baluartes de la clase obrera. Están llamados a desarrollar los destellos de lucidez en un sentido clasista, de independencia política dentro del movimiento obrero. El impasse en la recomposición de la clase no debe obturar que no ha habido derrota de la clase trabajadora de conjunto. Un impasse es un impasse.

La tarea es cristalizar alrededor de nuestro partido a los elementos más permeables de la clase, al activismo y la vanguardia. Construir partido, organización y fomentar la unidad en la lucha contra Macri. Para eso debemos perfeccionar nuestra intervención,  aprender a desarrollar nuestra política en las condiciones actuales.  El gobierno avanza sobre las condiciones de vida de la población, y los trabajadores no se van a dejar pasar por encima sin dar pelea.

J.C.

[1] El sustrato fundamental de la productividad en los países del Primer Mundo, al cual nunca estuvimos ni cerca de pertenecer, dicho sea de paso, se encuentra en alto grado de desarrollo de sus fuerzas productivas. Es decir, por el aumento de la explotación mediante el potenciamiento de la  capacidad productora del trabajador, sea a través del desarrollo tecnológico, de métodos de trabajo, u otros. Eso hace que los países del Primer Mundo sean “competitivos”. Querer vendernos que alcanzar el Primer Mundo depende de que los trabajadores aceptemos mansamente el ajuste y la flexibilización laboral es tratarnos de estúpidos.

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