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Mucho se ha hablado y escrito sobre la relación entre el Sumo Pontífice y el presidente Macri. Más allá de los entretelones mediáticos del caso, de las escaramuzas verbales, lo categórico y objetivo de dicha relación es que la jerarquía eclesiástica, como siempre lo ha hecho en nuestro país ante giros reaccionarios o dictatoriales, le da el visto bueno al gobierno encabezado por Mauricio Macri. Aunque emita algunos alertas, como lo hizo en el primer trimestre, al denunciar la suba de los índices de pobreza e indigencia, a través del Observatorio de la Deuda Social Argentina, organismo dependiente de la UCA.

Su tono se fue morigerando con el transcurso del nuevo mandato presidencial. Al finalizar el semestre no hubo otro anuncio alarmante y hasta el Papa dijo que Macri era una “persona noble”. En ocasión de cumplirse el Bicentenario de la Independencia, el arzobispo de Tucumán, Alfredo Zecca, expresó: “el ideal de vivir la Argentina como una gran familia (…) está lejos de haberse alcanzado” (Clarín, 10/7/16). Pero continuó desarrollando en su homilía la confianza en que esa posibilidad existe, a través del libre debate en una sociedad democrática y pluralista, del diálogo, sin autoritarismo.

Qué extraño que monseñor, que enarbola tan alto la bandera de la democracia, no le tiró de las orejas al Presidente por su veto a la Ley Antidespidos, por sus decretazos, por sacar presupuesto al sistema de protección de testigos en los juicios a los genocidas, a los programas de protección a las víctimas de violencia de género, por mandar a prisión domiciliaria a cada vez más genocidas condenados. Por recibir, en fin, en los despachos de sus ministros, a referentes defensoras de los militares como Cecilia Pando y “olvidarse” nuevamente, como lo viene haciendo desde hace 40 años, de cumplir las reiteradas promesas del Vaticano y de la Conferencia Episcopal Argentina de hacer públicos los archivos de la época de la última dictadura que están en su poder.

Capaz que después de su alocución él mismo fue el que sugirió que recibieran al ultraderechista Biondini.

Los K fueron “dios” pero Macri no es el “diablo”

Que la institución Iglesia no quiera aparecer públicamente “pegada” al nuevo gobierno como la sombra al cuerpo, es sólo porque es cautelosa, y quiere ver los resultados de los primeros pasos gubernamentales, los primeros síntomas en la población, desde el punto de vista de si son digeridos por los trabajadores y el pueblo, no porque se opongan a ellos.

Esta ubicación  no significa que no hayan sido escoltas del poder en el período K. Todo lo contrario. El Papa peronista brindó todo su apoyo a ese gobierno no por amor a los pobres y a los trabajadores, sino porque era parte de su plan de plantarse desde la nueva ubicación de la Iglesia, moderna y a tono con los aires de rebelión juvenil. Su objetivo era frenar la estampida de fieles y capturar nuevos.

Pero parece que su idilio no tenía sólo en común el progresismo K, sino también algunos negocios.

En las bolsas de López no sólo se destapó un escándalo que embadurnó a toda la dirigencia del gobierno anterior, sino que también salpicó (¡y cómo!) a la misma cúpula de la Iglesia, que a través de su autoridad máxima en la zona, el fallecido obispo Rubén Di Monte, era parte del encubrimiento a los funcionarios involucrados.

Entonces ahora aparecen unas monjas del convento donde López tiró las bolsas, que no eran monjas, y ahora aparece involucrada una madre superiora que tiene 95 años. ¿Qué dijo la Iglesia al respecto? El arzobispo a cargo actualmente de la diócesis de Mercedes-Luján, Agustín Radrizzani, dijo que las religiosas que viven en el convento pertenecen a una Asociación Libre de Fieles. Vayamos por la definición que han dado algunos expertos: “(…) el director de la revista Criterio, periodista especializado en temas religiosos, José María Poirier, dijo hoy –en declaraciones al canal Todo Noticias- que ‘no son monjas en un sentido técnico, sino que conformaron, por definición del obispo Di Monte, una asociación de fieles que visten como monjas, religiosas o hermanas’” (Télam, 14/7/16).

Sea esta o no la más correcta definición sobre el rol que cumplen las personas que viven en dicho monasterio, lo categórico es que la jerarquía de la Iglesia se lavó las manos. De Roma a Luján.

Cómplice de los negocios de los dirigentes K, expresan crecientes muestras de simpatía hacia el gobierno de Macri, del cual denunciaron los índices de pobreza y luego no hicieron nada en consecuencia, ni menos que menos alzaron la voz contra todas las medidas tomadas por aquél contra los derechos de los trabajadores. Eso sí: acompañaron desde su podio la borrada olímpica de los dirigentes de las centrales sindicales, de cuya rosca son parte, como lo demostraron, entre otras ocasiones (*), con su presencia y dichos en la Semana Social desarrollada por la Conferencia Episcopal Argentina realizada este año en Mar del Plata, en mayo de este año, luego del veto a la Ley antidespidos.

Hoy, como siempre, son responsables de aumentar los sufrimientos y necesidades de la población más pobre y explotada. Su razón de ser está al servicio del orden capitalista: todo lo que sea útil para preservarlo, será bendecido, todo lo que lo altere, será excomulgado y enviado al Infierno.

(*) Visita de principales dirigentes de las centrales al papa Francisco en diciembre 2013. Concurrencia a la Semana de la Pastoral Social en junio 2014, realizada bajo el lema: “El papa Francisco y la cuestión social”. Reunión de monseñor Casaretto y otros referentes eclesiásticos con los dirigentes de las CGTs y las CTAs el 18/4/16.

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