Los Sutebas opositores, recuperados en su mayoría en el 2012, cumplieron un papel importante en varios aspectos. En primer lugar, sirvieron para dotar a la vanguardia en sus distritos, y por su intermedio a un sector de la base, de una política mayormente independiente de la burocracia sindical, que se basó en asambleas distritales y la movilización en las calles. Este componente político de la lucha fue uno de los factores más activos de la huelga, que mediante su presión e imposición le “marcó la cancha” al FGB, obligándolo hasta cierto punto a mantener el paro por tiempo indeterminado y como subproducto la movilización del miércoles 19 de marzo, con casi 40.000 docentes frente a la gobernación de Scioli.

Otro elemento a destacar son los tres plenarios provinciales de delegados que se hicieron. Cada uno reunió entre 600 y 800 activistas, mayormente de los distritos donde dirige la Multicolor, pero también representaciones de docentes Autoconvocados de Malvinas, Lanús, Avellaneda, entre otros. Lo más progresivo de estos encuentros fue que reunieron al sector más de vanguardia de la lucha a debatir, resolviendo por el mecanismo del consenso (más que nada entre las directivas y las agrupaciones político-sindicales) la orientación. El gran déficit sin embargo es que no funcionaron por el mecanismo de la votación a través de la presentación de mociones. Muchas veces ocurrió que delegados presenten mociones que la mesa de dirección se opuso a que fueron votadas, como cuando en el 2° Plenario ante la discusión si marchar a la Casa de la Provincia con ATE o la Gobernación con SUTEBA Provincia, la mesa de conjunto se opuso a que sea votada por los 600 delegados presentes y lo resolvió por atrás por medio de un acuerdo. Esto impidió que el debate se procese realmente y se defina una orientación clara: ir a un lado u a otro, no a los dos al mismo tiempo como terminó resolviéndose.

Es decir: la democracia obrera real en donde se someten a la mayoría todos los presentes no funcionó, siendo un elemento de obstáculo para su crecimiento político. En esto le cabe entera responsabilidad a las dos corrientes hegemónicas de la mesa de dirección: Tribuna Docente  (Partido Obrero) y la Azul y Blanca (PCR)

Ahora bien, la cuestión de los límites que el PO y el PCR le impusieron a la democracia obrera en los Plenarios está determinada por la orientación política que estas corrientes le imprimieron a un sector de la vanguardia. Nos referimos a que durante todo el conflicto estas dos corrientes se la pasaron diciendo que “la oposición es la dirección de la lucha”, que “la Celeste está muerta”. Es decir, ellos caracterizaron que el papel de la burocracia sindical era secundario y que los que dirigían la lucha eran “las secciones opositoras”…

Se trató de una total subestimación de la fuerza real de la burocracia, y una completa exageración de las fuerzas y maduración real conquistada por la Multicolor que, si bien sus seccionales son importantes por su tamaño y lugares urbanos nodales, no alcanzan a ser hegemónicas sobre el conjunto de la docencia provincial. La prueba más categórica de este hecho es que nunca durante toda la lucha la Multicolor logró alcanzar la cifra de más de algunos miles movilizados, mientras que el FGD dirigió concentraciones de varias decenas de miles.

 

Pero el hecho político más significativo fue que cuando éste levantó la huelga, ésta terminó. Y en este punto cabe decir que los docentes no levantaron el paro: fue la burocracia la que lo hizo. Y si los docentes estuvieran siendo dirigidos por la Multicolor ¿no debería esta haber tenido una política para seguir? Creemos que esta pregunta carece de sentido porque no se había conquistado para entonces la dirección global de la lucha, ni mucho menos.

La dirección de la lucha era algo que sí estaba planteado pelear durante el proceso. Y hay que decirlo: el PO y el PCR no tuvieron una política para disputar realmente la dirección. Porque cuando se desatan semejantes procesos, y las bases trabajadoras irrumpen en las asambleas y las movilizaciones, se pone en cuestión de alguna manera hacía donde tiene que orientarse el conflicto, es decir: se abre el debate por la dirección. Por lo tanto para eso parte fundamental de la lucha es pelearle su dirección a la burocracia sindical. Lo que hicieron estas corrientes fue otra cosa: oscilaron todo el tiempo entre el “paralelismo” al FGB y el “seguidismo” a la CTA Micheli. Ambas cosas son parte de la misma moneda y tienen una explicación política más global. Veamos esto.

Hay que pelear la base donde la base está

El PCR junto al MST son parte de la CTA Micheli, son sus aliados políticos desde que se sumaron al apoyo entusiasta del lock-out de las entidades patronales del campo en el 2008. Y ambas corrientes políticas comparten el proyecto de Michelli de armar un sindicato paralelo a la CTERA,  llamado la Federación Nacional Docente[1]. Por su parte el PO, desde fines del año pasado selló un acuerdo político con el michelismo de “unidad en la acción”, cosa correcta si se hiciera sólo para eso, pero una traba cuando esto se transforma en una política.

Con la lógica “anti-K”, el PO impulsa que los trabajadores nos aliemos con un ala de la burocracia sindical con el argumento nada de clase que hay hacer unidad con la burocracia opositora para que no gane la burocracia oficialista de Yasky. Con esto el PO pierde de vista que este tipo alianza oportunista no favorece la independencia política de los trabajadores, sino todo la contrario.

Es decir, tanto el PO como el PCR y el MST priorizaron más los acuerdos con Micheli que la verdadera disputa por la dirección del SUTEBA. Los ejemplos de esto fueron varios durante la huelga. Pero los más nocivos fueron en los momentos de las movilizaciones: en particular en la de La Plata y frente al Palazio Piuzurno. Lo que correspondía en esos casos, como planteamos en el los Plenarios provinciales desde la Lista Gris, era organizar un bloque diferenciado de los Sutebas opositores y los autoconvocados para presionar e imponerle a la burocracia distintas cosas que pudieran hacernos emerger como un actor político alternativo antes de los miles de docentes que fueron a la movilización dirigidos por Baradel.

¿Qué cosas? Planteamos en primer lugar que la Multicolor, en función de sus 9 representaciones seccionales, pelee por tener un orador en el acto, de tal forma que su política pueda llegar a sectores más amplio que los habituales que aún confían en Baradel. En segundo lugar, exigirle que tenga sus propios veedores en las negociaciones paritarias, para evitar que sean solo los burócratas los que negocien a puertas cerradas y cocinen la entrega de la lucha.

Estas propuestas, lógicamente no iban a ser del agrado de la FGB, porque implicaría reconocer que hay una dirección alternativa a ellos. Por eso había que ir organizados como bloque, con bandera y volantes propios, sonido propio al frente de la movilización y decididos a presionar al FGB a que deje subir a hablar de “uno de los nuestros”.

Es decir, para nosotros, no se trataba de ir a la marcha sólo a reclamar por el salario al gobierno, sino también a dar una pelea política a la burocracia para disputarle la dirección de la lucha. Ante esta propuesta que hicimos desde la Lista Gris en el Plenario de Tigre, toda la Multicolor se opuso mostrando que no tenía en la cabeza la verdadera disputa por la dirección, cosa imprescindible para superar a la burocracia, evitar la traición y avanzar en la victoria.

Otro ejemplo de este tenor, es cuando la enorme concentración convocada frente a Pizzurno por la CTERA, que consistió en la realización de un acto relámpago y un llamado a inmediata desconcentración. Entre la base asistente a la misma hubo una enorme bronca, y muchísimos querían marcha a la Plaza de Mayo a manifestar su descontento en la cara de Cristina. Sin embargo, la oposición no fue organizada para esta eventualidad, y cuando se planteó sobre el terreno, no atinó a darle respuesta consecuente al mismo, movilizándose sólo una minoría al obelisco, lugar donde se produjo la desconcentración.

 



[1] Desde la Lista Gris nos oponemos a la formación de dicha Federación porque entendemos que ahondaría la fragmentación de la docencia y disminuiría nuestra fuerza. Sólo apoyamos la formación de nuevos sindicatos cuando son los propios trabajadores los que lo deciden de forma democrática, tal como lo hicieron en su momento los del SUBTE. El caso de la Federación se trata más bien de un proyecto sindical de la burocracia de Micheli, ajena a los interese de los trabajadores.

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