Por Rafael Salinas



Una mediación del Vaticano comienza a insinuarse como uno de los remedios políticos a la crisis. Señalemos que, contra lo que aparece en los medios de falsificación, como la CNN (y aquí La Nación o Clarín), no hay en Venezuela ninguna rebelión popular. Como lo explicaba el artículo “Los corresponsales extranjeros sólo trabajan en los barrios ricos” –publicado Socialismo o Barbarie Nº 281 (20/03/2014)–, las “guarimbas” se desarrollan en las zonas de la burguesía y la clase media alta.

Pero mientras eso sucede, los sectores populares que en gran medida siguen identificándose con el chavismo, permanecen pasivos. Y lo que es más grave, la clase obrera y trabajadora –que inicialmente también apoyó a Chávez– tampoco interviene en esta crisis política con una posición propia e independiente.

En este cuadro, la política del gobierno de Maduro es la búsqueda desesperada de acuerdos políticos y económicos con la burguesía venezolana, con la que coincide en un tema central: hacer pagar la crisis a la clase trabajadora. Aunque hacen menos ruido en la CNN que las “guarimbas” de los barrios chetos, Maduro viene logrando acuerdos importantes con la central patronal Fedecámaras, promotora del golpe contra Chávez de abril de 2002.

También se desarrolla el diálogo político con la oposición, aunque dificultado por la división entre los sectores “moderados”, encabezados por Capriles, y los abiertamente golpistas, como María Corina Machado y Leopoldo López.

Este último sector promueve el derrocamiento inmediato del gobierno chavista. Y como aún no tiene eco en las fuerzas armadas, apela en última instancia a una intervención del imperialismo yanqui y sus secuaces latinoamericanos… Mientras tanto, con las guarimbas, instala un clima de anormalidad permanente, que ampliado desde la CNN pueda justificar cualquier cosa… Cabe la pregunta de en qué medida estas divisiones de la burguesía escuálida son similares al juego del “policía bueno” y el “policía malo”.

Para entender esto, sirve una comparación. La oposición burguesa al gobierno nacional-populista actúa en Venezuela en forma muy distinta a la de Argentina. Aquí –salvo algún delirante– hay consenso en tratar de llegar normalmente al 2015; es decir, que no haya ruptura de las instituciones. En Venezuela, es lo opuesto. Y no sólo porque no habrá elecciones tan próximas, sino además porque no es seguro que el chavismo sería derrotado por la oposición pitiyanqui. Perdieron en la última votación, las municipales de diciembre pasado.

 

La línea de Maduro: diálogo con la burguesía y ajuste para los trabajadores

 

En esta situación, como ya dijimos, la línea de Maduro es de ajuste para os trabajadores y búsqueda de acuerdos con la burguesía opositora.

Allí entran los “mediadores” internacionales, como actores importantes. Primero aparecieron en escena los cancilleres de la Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas)… luego el secretario general de la OEA (Organización de Estados Americanos), el chileno José Miguel Insulza… pero esto no dejó satisfecha a la oposición más rabiosa, ya que no incluía la alternativa golpista de derrocamiento de Maduro ya.

Ahora también saldría al ruedo el Vaticano, presidido por el jesuítico Papa argentino. Esto se facilita, porque el secretario de Estado es el cardenal Pietro Parolin, ex nuncio (embajador) del Vaticano en Venezuela. Parolin se declaró “dispuesto y deseoso de hacer lo posible para el bien y la serenidad de los venezolanos”.

A su vez, el canciller de Venezuela, Elías Jaua, aceptó a Parolin, como mediador: «Es un hombre que conoce la realidad venezolana y tiene una visión objetiva«. La reacción de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que agrupa a la mayoría de partidos de la oposición, no fue menos calurosa: «El ofrecimiento del Vaticano es otra muestra del afecto de Francisco por Venezuela. Se agradece».

Este agradecimiento es explicable en la MUD de Capriles. Pero Jaua parece olvidar que la Iglesia, y en especial su jerarquía, nunca fue “objetiva” con el chavismo. La alta jerarquía católica participó abiertamente en el sangriento y fracasado golpe de estado de abril de 2012. Lo promovió junto con la oposición escuálida, la gran burguesía de Fedecámaras, y las embajadas de EEUU y el Estado español. En esos momentos, los principales jerarcas de la Iglesia, como el cardenal Ignacio Velazco, el jesuita Mikel de Viana, y el arzobispo de Mérida, Baltasar Porras, se fotografiaban abrazados a los generales que ya habían iniciado una matanza pública, al estilo del golpe de Pinochet.

El rápido fracaso del golpe, por una combinación de división de las fuerzas armadas y movilización popular, obligó a las ratas de sacristía a volver a sus cuevas.

Pero con esos antecedentes, cabe preguntarse: ¿el Vaticano hoy día es, por lo menos, “neutral”, “imparcial” u “objetivo”, como pretende Jaua?

Más inquietantes son las declaraciones ambiguas de Federico Lombardi, vocero del Vaticano. Sostuvo que previamente “la Santa Sede necesita comprender si su intervención conduciría al desenlace deseado«.

No se aclara en qué consiste este “desenlace deseado” por el Vaticano. ¿No será, por ejemplo, la renuncia de Maduro para facilitar la “reconciliación nacional”… de la burguesía venezolana?

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