Antonio Carlos Soler


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Para hablar sobre el papel y la pertinencia de la propuesta de la Asamblea Constituyente en momentos de crisis del orden estructural en los países periféricos, vamos a recorrer aquí algunos criterios utilizados por el marxismo revolucionario en estos casos.

En la Rusia zarista, debido a su atraso económico y político, siempre se les imponía a los socialistas la necesidad de dar un lugar destacado a la democracia en su programa y propaganda política. Para los bolcheviques, la agitación de la Asamblea Constituyente tenía la intención de presentar una alternativa al régimen autocrático y hacer que las masas avanzaran prácticamente en su experiencia con la democracia burguesa.

En tales casos, los criterios políticos de Lenin eran «hasta que no se tenga la fuerza para disolver el parlamento burgués y todas las demás instituciones reaccionarias se verán obligados [los comunistas] a actuar dentro de estas instituciones» 1. Para el revolucionario ruso, teniendo en cuenta todos los riesgos de la actividad parlamentaria, la única manera de superarlos era no negar la acción parlamentaria, pero sí darle a ésta una orientación revolucionaria.

Entre las elaboraciones clásicas marxistas fueron las de León Trotsky, por la posibilidad de formular las políticas en un espacio de mayor tiempo y tener acceso a escenarios más diversos, las más completas y convincentes acerca de la importancia de las consignas democráticas, en particular la Asamblea Constituyente para la procesos revolucionarios.

Él pudo observar hasta el final los procesos de radicalización de 1930 de la lucha de clases en los países que por su modo de formación del capitalismo tardío tenían tareas democráticas pendientes; este fue el caso de la Revolución Rusa, China y la Guerra Civil Española. Y en todas estas experiencias, propuso sistemáticamente que las consignas democráticas, en particular la Asamblea Constituyente, se debía levantar de manera indisoluble con el fin de combinar con las consignas económicas y de transición.

Es evidente que se produjeron a partir de la década de 1930 y hasta la actualidad, importantes cambios geopolíticos y en la economía capitalista mundial. Se ha producido un proceso de modernización indudable en muchos países de formación capitalista (hiper) tardía, como es el caso de Brasil. Sin embargo, las tareas democráticas están lejos de resolverse, por el contrario, la desigualdad del desarrollo capitalista hacen los logros democráticos aún más distantes.

La fuerza de la teoría de La Revolución Permanente (Trotsky, 1930) se demuestra extraordinaria en muchos sentidos. El siguiente pasaje sobre el tema de las tareas democráticas resulta de enorme actualidad: «para los países coloniales y semi-coloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus tareas democráticas y nacionales-libertadoras son concebibles sólo a través de la dictadura del proletariado «2.

El desarrollo histórico posterior a la década de 1930 le dio la razón a Trotsky en varias de las tesis que se presentan en La Revolución Permanente, sobre todo en la citada anteriormente.

Incluso cuando las tareas democráticas parecían haberse resuelto finalmente por fuerzas distintas del proletariado, sus órganos democráticos de poder y sus organizaciones revolucionarias, como la Revolución China, por ejemplo, los acontecimientos históricos han demostrado que las «soluciones verdaderas y completas» de las cuestiones democráticas y de transición sólo se pueden llevar a cabo por la clase obrera y sus organizaciones constituidas democráticamente.

La segunda teoría de La Revolución Permanente establece inexorablemente que debemos poner en primer plano la necesidad de abordar las enormes tareas democráticas que la burguesía de los países periféricos no puede resolver durante el curso de formación capitalista de estos países.

Es sólo en su lucha concreta que las masas sobrepasan las banderas democráticas. Esta es una premisa importante para hacer frente a la función de las demandas democráticas y la Asamblea Constituyente en la situación política actual y en particular, en la situación de crisis estructural que vivimos en Brasil.

En el Programa de Transición (Trotsky, 1938) la necesidad de que la clase obrera en los países atrasados ​​asuma la defensa de la democracia burguesa en articulación con las demandas inmediatas y de transición, aparece aún de manera más clara. Según el autor, «en esta lucha, las consignas de orden democrático, las reivindicaciones transitorias y las tareas de la revolución socialista no se dividen en épocas históricas distintas, sino que derivan unas de otras» 3. El desarrollo desigual del capitalismo condujo a las formaciones capitalistas atrasadas ​​-como es el caso de Brasil– a no resolver las tareas democráticas porque la burguesía no disponía de fuerza material ni política para prescindir de la aristocracia terrateniente en el proceso de formación capitalista.

Al abordar más específicamente la cuestión de la Asamblea Constituyente, para analizar los procesos revolucionarios en China de los años 20, Trotsky nos lleva a la experiencia de la Revolución Rusa y critica duramente una serie de prejuicios sobre ella. Afirma, entre otras premisas, que incluso sí hubiese habido soviets en China esto no negaba la necesidad de luchar por la Asamblea Constituyente, por el contrario, la posibilidad de agitación de una «plataforma libre» contribuiría en la lucha por la dirección de los soviets.

Es más, en el peor de los casos, «la escuela del parlamentarismo revolucionario habría dejado su huella en el nivel político de las masas, lo que facilitaría las posteriores a la Revolución de Octubre» 4. La defensa de la acción revolucionaria en el sufragio universal y el parlamentarismo se justifica porque las masas sólo pueden aprender por la experiencia de que es necesario superar las formas de dominación política de la clase dominante.

En otro contexto (Guerra Civil Española) Trotsky explicó que el rechazo de la lucha parlamentaria no tiene nada que ver con el marxismo y que, a diferencia de los anarquistas y sindicalistas actuales, los revolucionarios no niegan las banderas democráticas y luchan resueltamente para que estas consignas se cumplan. Pero va más allá y dice que las formas de la democracia revolucionaria, como las organizaciones de doble poder en situaciones en las que el movimiento obrero no tiene tradición «soviética», podrían surgir sólo si se alimentan de la movilización de las masas en torno a consignas democráticas.

Se debe tener en cuenta el nivel de atraso del país para determinar el peso que las consignas democráticas desempeñan en la formulación de políticas. Hay quienes creen que en el desarrollo actual del capitalismo brasileño las tareas democráticas están superadas y, por lo tanto, tendrían poco peso en el momento de preparar el programa o los ejes de agitación. Esto no parece ser la realidad nacional, en la que las tareas democráticas históricas como la expropiación a los grandes terratenientes, por ejemplo, se plantean hoy como claves.

En el caso de un país como Brasil, donde la solución de los problemas democráticos no están en el horizonte, la cuestión de las consignas democráticas, como la Asamblea Constituyente, conservan un peso central en el programa y su papel central en la agitación política en tiempos de crisis, como la que estamos viviendo ahora.

Por último, teniendo en cuenta las condiciones nacionales en las que tenemos experiencia con el sufragio universal y el parlamentarismo, se deben actualizar las reivindicaciones democráticas y sobre todo el contenido de la consigna de la Asamblea Constituyente. Sobre la formulación de su contenido y forma, tenemos la clásica afirmación de Lenin que guarda gran actualidad cuando dice que para ser verdaderamente una Asamblea Constituyente, su proceso electoral debe asegurar una libre agitación política, expresar la voluntad popular y poseer de hecho poder para imponer esa voluntad popular. Es por ello que apoyamos la propuesta de la Asamblea Constituyente democrática, soberana e impuesta por la movilización desde abajo, que dará como resultado medidas concretas para superar los problemas democráticos pendientes y que sirva para abrir camino al proceso de lucha por el socialismo desde abajo.

 

 

Notas:

  1. Lenin. El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo en la Constituyente y revolución socialista, p. 105.
  2. León Trotsky. La Revolución Permanente. Librería Kairos. p. 137.
  3. León Trotsky. El Programa de Transición. Los países atrasados ​​y el programa de reivindicaciones transitorias.
  4. León Trotsky. La Palabra de Orden de la Asamblea Nacional en China. En la Constituyente y revolución socialista. s/d.

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