(BALANCE DEL CONFLICTO SALARIAL – PRIMER SEMESTRE 2016)

 

UN 24% ES UNA TREMENDA CAÍDA DEL SALARIO REAL

Como cierre de todo conflicto, la burocracia intenta disfrazar de triunfo y victoriosa hasta las derrotas aplastantes. Si bien hoy -aún- no podemos hablar de una derrota, ¡claramente esto no es un triunfo!

A pesar de obtenerse 7 puntos más de la oferta inicial, con una proyección de inflación anual del 40% un aumento anualizado del 24%, por efectos de las cuotas, es una tremenda caída del salario. Sin olvidar que la AJB empezó reclamando un 45-50%

¿Por qué no definirlo como derrota? Existen varios elementos. En principio, porque ante una Vidal durísima, que gracias a la complicidad de la burocracia no le cedió nada a los estatales ni a los docentes, y que se dedicó a atacarnos por los medios las últimas semanas, finalmente, tuvo que aflojar algo. Por otro lado, hay un escenario que aún no se cerró efectivamente, lo cual plantea una situación de posibilidad de reabrir el conflicto, pero esto va a depender de la presión que se realice desde la base. Luego de cuatro meses de lucha, y, con el bolsillo apretado por el ajuste, la última marcha (por demás desgastante), tuvo una participación de 2500 judiciales, aproximadamente, a pesar de quedar luchando casi en soledad con CICOP. Sobre este escenario, responsabilidad exclusiva de la AJB, volveremos después. Ningún gremio derrotado puede movilizar ese caudal de trabajadores (en tanto porcentaje de representados).

Es necesario, para hacer un balance responsable, identificar los elementos objetivos del desarrollo del conflicto, los aciertos y errores, las posiciones y el rol que jugó el Gobierno, la Corte, Magistrados, cada agrupación independiente y la burocracia. Abriendo el análisis más allá de la propuesta aceptada como resultado.

 

EL CONFLICTO: El objetivo fue negociar en mejores condiciones, no voltear el ajuste

Una vez más, la tónica del conflicto estuvo dirigida de punta a punta por la burocracia, quien se ocupó de replicar la dinámica de ATE, en tanto a las movilizaciones semanales. No tuvo intención de confrontar abiertamente contra el Gobierno, hizo todo lo posible por no profundizar las medidas, ni enfrentar a Vidal en forma unitaria con el conjunto de los estatales.

Como los burócratas de sus hermanos mayores en ATE, entienden por unidad parar el mismo día y, con suerte, movilizar juntos; después, cada uno negocia por separado entrando en una competencia criminal de quién obtiene un punto de más: Abramovich es el abanderado de esta política.

El nuevo gobierno de Macri-Vidal desde el primer día mostró sus cartas reaccionarias: un ataque en todos los planos, económico, político y social contra los trabajadores. Para enfrentarlo, había que responder en forma unitaria dejando de lado las disputas de aparato, empezando con un paro general. Como TODOS los dirigentes se negaron, optando por darle gobernabilidad a Macri, pasaron la ola de despidos y la paritaria estatal a la baja.

En la provincia de Buenos Aires, fue igual, aunque un poco más perverso. La mayoría de los gremios estatales formaron a mediados de mayo un agrupamiento para «enfrentar a Vidal y su ajuste», realizando una multitudinaria movilización, planteándose como algo concreto, la posibilidad de un PARO PROVINCIAL ESTATAL. Asustados por esa perspectiva, se esfumaron. Es que su objetivo es negociar en mejores condiciones, no voltear el ajuste.

En este escenario, cuando la burocracia se vio en un “callejón sin salida”, convocó a un Congreso extraordinario, para no resolver nada. La instancia del Congreso, se suponía que venía a resolver un plan de lucha efectivo. Lejos de eso, sólo logró determinar medidas por una semana, manteniendo la continuidad de las medidas alcanzadas (72 hs. de paro) y la amenaza de una serie de “medidas audaces” que no se concretaron nunca, vaguedades a modo de distracción y contención de la presión que pudiera surgir por abajo, luego de 5 semanas sin convocatoria por parte del Gobierno.

La Corte, hizo las veces de “patrón bueno”, haciendo la vista gorda con los descuentos y las medidas, planteando un escenario que la AJB no supo (o no quiso) aprovechar. Escenario que nos permitía un proceso de lucha a fondo, poniendo toda la carne al asador, pero eso, le plantea a la conducción un riesgo de desborde, un riesgo de perder el timón del conflicto. Eso, no se lo podían permitir.

Los Magistrados por su parte, se jugaron el reconocimiento como sector con capacidad de negociación, jugaron a ser los representantes de los judiciales, un sindicato que no son.

Pero no somos ilusos, la Corte y los Magistrados, se estaban jugando sus propios intereses, la ley de autarquía, la equiparación (de ellos) con la justicia nacional y la dirección de las negociaciones. En cuanto tuvieron algún mínimo avance en este sentido, el bonapartismo se terminó, sin más. Muestra de esto, fue el abierto apriete a los trabajadores judiciales, con un intento de -trucha- “conciliación obligatoria”, legitimada por la AJB, al levantar toda medida el día de la reunión.

De las agrupaciones que no somos conducción, hay una crítica central. Entre ellas, la incapacidad que tuvimos de plantear un polo de referencia unificado, para dar una alternativa al sector del activismo que está haciendo su experiencia en esta lucha y al sector que ya está identificado contra la burocracia, producto de las luchas anteriores. Ese límite, se determina por posiciones políticas concretas que se traducen en el rol jugado en el conflicto. Algunas agrupaciones jugaron a lavarle la cara a la burocracia, apuntando al “positivismo” de que lo importante es sumar gente, sin importar cómo y sin denunciar el rol de contención del desborde y garante de la gobernabilidad que tuvo la burocracia.

Esos límites, sólo pueden salvarse impulsando los procesos desde la base, gestando conciencia y unidad de acción y no sólo para reuniones de agrupaciones, sino para los hechos concretos que nos permitan delimitarnos de la burocracia y enfrentar seriamente el ajuste: de ahí nuestra propuesta de hacer una columna unificada en las marchas bajo la bandera de la exigencia del paro general, que increíblemente mereció las burlas de algunos y la evasiva de otros militantes de agrupaciones.

Para el segundo semestre, se nos plantea un escenario más duro en un panorama de recesión económica, habiendo obtenido Vidal un triunfo inicial con el cierre de la paritaria de todos los estatales como quería, y con un gobierno dispuesto a seguir avanzando contra los trabajadores. Con esto, tenemos que salir a disputar la recuperación de lo perdido, en un contexto desfavorable.

Entendemos que la única alternativa que puede plantear una lucha con alguna posibilidad de éxito, es la que se realice en el marco de la unidad de acción, llevada a su máxima expresión, una mesa paritaria unitaria de todos los sectores en lucha, con un pliego de reivindicaciones comunes, con asambleas intersectoriales y con la perspectiva de una lucha de conjunto de la clase trabajadora con miras a la huelga general, como herramienta para enfrentar todas las caras del ajuste.

 

 

Los “levantamanos” y la AJB

La asamblea es de los que luchan

Gran indignación ha causado en muchos compañeros la aparición “sorpresiva”, pero no muy casual, de variados  judiciales que no se habían visto en ninguna marcha o asamblea previa,  justo en la asamblea que debía aceptar o rechazar la oferta del gobierno.

Hace tiempo que venimos sosteniendo que cualquier compañero que participa de las medidas tiene el derecho a poder expresar sus posiciones y votar en consecuencia, sea del agrado de la mayoría o no, incluso para levantar el conflicto cuando así lo crea conveniente.

La burocracia, por su parte, en el desarrollo de todas las luchas, mientras hace alarde de democracia y de la participación, cuando empieza a escuchar voces críticas o disonantes, recurre a las burlas, las descalificaciones, los gritos o la aparateada, según sea el “oponente”.

Y cuando llega el momento crítico, los rechazos de ofertas anteriores en la misma mesa de negociación, se convierten en “puesta en consideración de las asambleas de la oferta superadora”: ahora, como por arte de magia, se termina todo ataque y suspiran resignados ante la invasión de los “levantamanos”, diciendo que ellos son “democráticos” y no se puede hacer nada.

Desde ya que nos oponemos a pasar por un “luchómetro” a cada compañero antes de una asamblea, pero la solución para que puedan decidir todo los que luchan y no los que se quedan atrás de los escritorios, no es tan difícil: alcanza con parar y movilizar el día de la reunión con el gobierno, y que la asamblea resuelva al término de la misma.

Esta sencilla solución, sin embargo, choca con la política de la burocracia, de remitir todo a las asambleas departamentales donde puede hacer pesar la extensión de su aparato a lo largo de la provincia y además evitar el mayor peso de los luchadores en las movilizaciones.

Esta es la razón por la que la movilización, que es lo más importante en la lucha, se transforma en nada para la AJB en su resolución. El falso argumento de la burocracia de  tomar las medidas en función de las “novedades”, se revela en que nunca han propuesto medidas más allá de una semana, y que por lo tanto se podrían también tomar de una movilización a la otra.

 

MOVILICEMOS A LAS REUNIONES CON EL GOBIERNO Y QUE ALLÍ SE RESUELVA

 

 

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