En las últimas semanas se ha desarrollado un largo debate alrededor del problema del empleo. Empecemos por lo más objetivo. Como ya reconoció la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en el primer trimestre del año ya se perdieron más de 130.000 puestos de trabajo. En este marco las aseveraciones de Prat Gay en su cuenta de twitter sobre el supuesto aumento del empleo en la Argentina suenan a las fantasías del INDEC sobre la inflación durante el kirchnerismo.
Ahora bien, salvo para el “fantasioso” Ministro de Hacienda, a nadie se le escapa que el incremento en la cifra de despidos es una realidad fehaciente. Es a partir de esto que en el Parlamento se empezaron a discutir una serie de proyectos de ley anti despidos (ver SOB 377). La semana pasada fue aprobado en el Senado un proyecto de ley ultra light presentado por el kirchnerismo que apenas si resguarda parcialmente a los trabajadores por un corto plazo de 180 días.
Un tedioso minué parlamentario
Es interesante ver cómo funciona el Parlamento nacional. Cuando se trató de darle concesiones a las patronales, el gobierno acudió a los decretos de necesidad y urgencia, y sin mediar la mínima discusión, las hizo realidad en menos de 24 horas. Luego, sin mayores debates, el Congreso se encargó de aprobar todos y cada uno de esos decretos en una sola sesión. En ocasión del pago a los fondos buitres y de la aprobación del endeudamiento más importante de un país en los últimos 20 años, el Congreso lo cocinó en 15 días sin mayores discusiones. Pero ahora, ante la necesidad de declarar la emergencia ocupacional, y de votar la ley antidespidos, el debate promete tener un largo recorrido. Primero habrá que atravesar el “dificultoso” trámite que consiste en que el Senado le remita el expediente aprobado allí a los diputados. Parece ser que el traslado de dos hojas A4 de un piso a otro dentro del mismo edificio es una tarea que no se pudo cumplimentar en siete días. Y frente a esto, el macrismo se defendió argumentando que no hay ningún plazo establecido para cumplimentar este trámite. Así que ellos tienen el derecho de cajonear el expediente el tiempo que deseen. Pero esta es sólo la primera de las maniobras que el funcionamiento parlamentario permite, y vale decir que no es la más imaginativa. Luego está la opción de hacerlo pasear por las mil y una comisiones de la Cámara de Diputados; convocar a los dirigentes sindicales, al Ministro de Trabajo, al Jefe de Gabinete, después puede venir el Ministro de Hacienda, luego se puede convocar a los dirigentes de la UIA, y finalmente a los representantes de las Pymes… Puede hacerse en un día o en largas semanas sucesivas. Esto queda a merced de quien preside cada una de las comisiones, que en gran parte están en manos del PRO y sus aliados. Pero aquí no acaba la cosa, aún queda un recurso más al cual se apuntó Sergio Massa: el de introducir alguna reforma al proyecto de ley para que este tenga que volver al Senado. El Gobierno está confiado que en este baile puede ganar hasta dos meses. ¿Y para qué quiere ganar ese tiempo? Macri apuesta a poder alejar su amenaza de vetar la ley, con el momento en que efectivamente la vaya a vetar (esto en el caso de que se apruebe). Parece que la emergencia ocupacional de los trabajadores no requiere de ninguna celeridad.
La confianza en los tiempos del Parlamento es una trampa mortal para las necesidades de los trabajadores. La espera a que los diputados y senadores se dignen a tratar los reclamos populares solo puede ocasionar más despidos y desaliento en los trabajadores. La gran movilización del 29 de abril mostró la posibilidad de otro camino: sólo mediante una presión sistemática y eficiente en las calles y por medio de la lucha se podrá imponer los intereses de los de abajo. No tengamos dudas de que un plan de lucha de los sindicatos con paros y movilizaciones para imponer una verdadera defensa de los puestos de trabajo, aceitaría rápidamente los herrumbrados mecanismos del congreso.
Las Pymes y el problema del empleo
Uno de los debates que aparecieron en danza, de los cuales Sergio Massa aparece como el principal portavoz, es la defensa de las Pymes. El diputado del Frente Renovador argumenta que hay que perfeccionar el proyecto de ley aprobado en el Senado porque se ponen en la misma bolsa las grandes empresas y las PYMES. Que habría que excluir a estasúltimas de la prohibición de despedir y de la sanción de la doble indemnización. Además se argumenta que son justamente esas empresas las creadoras del 70% de los puestos de trabajo. Vayamos de a poco.
El excluir a las Pymes de la ley antidespidos es simple y llanamente dejar desprotegido al 70% de los trabajadores, lo que en la práctica significa transformar a la ley en una gran estafa. Pero eso no es todo. Lo que los defensores de las Pymes no dicen es que más del 80% de los trabajadores de estas empresas están en negro, sin cobertura social, cobrando menos que lo que les corresponde y sin que los empresarios paguen impuestos y cargas patronales.
Es que en lo que hace a los trabajadores, lo cierto es que las pequeñas empresas son las más negreras y explotadoras de todas, es aquí donde hay que prestar mayor atención, pero no para defender a los patrones, sino para garantizar los derechos de los trabajadores.
Desde ya que las pequeñas empresas están siempre amenazadas en su existencia frente a la competencia de las grandes empresas que con más capital pueden sortear mejor las épocas de vacas flacas, y aún más, pueden aprovecharse de esta situación para devorarse a las más chicas que sucumben en la competencia. Pero este no es un problema de los trabajadores, en todo caso será el Estado quien deba velar por la continuidad de las misma (y la defensa de los puestos de trabajo) vía mecanismos crediticios, impositivos o eventualmente la nacionalización de las mismas.
Protección del empleo vs. creación de “nuevos” empleos
Aquí se cuela otro debate. Macri al igual que todo el arco neoliberal a nivel mundial salen al cruce de quienes desean defender los puestos de trabajo con el argumento de que esa postura es “conservadora” porque pretende defender los puestos de trabajo improductivos, en vez de “aggiornarse” a los nuevos tiempos e impulsar la creación de nuevos puestos de trabajo más eficientes. Una vez más vayamos de a poco.
Primero hay que decir que esta distinción es una trampa ideológica reaccionaria que busca contraponer a los trabajadores con empleo contra los trabajadores sin empleo. El argumento que se presenta es sencillo: ningún patrón contrataría nuevos trabajadores si no tiene la posibilidad de despedirlos, por lo tanto habría que facilitarle al patrón el poder hacer uso y abuso de los trabajadores para que este se digne a contratar a algún empleado. En la práctica se resuelve por el recurso de despedir a los trabajadores con empleo, para así contratar otros nuevos que ocupen el puesto de los viejos pero en condiciones más precarias y con sueldos más bajos. En definitiva no existe ninguna creación de empleo, sino simplemente el cambio de unos por otros con la resultante de una mayor precarización y flexibilización laboral que tiene como únicos beneficiarios a los patrones.El verso del gobierno acerca de que hay que aguantar el chubasco hasta que vengan nuevas inversiones que generen empleo genuino es una mentira de proporciones bíblicas. El presidente de PSA (Peugeot -Citroën) para Latinoamérica lo reconoce con todas las letras en un reportaje a La Nación: “Las condiciones [para invertir] hoy todavía no son excelentes. El mercado está difícil. En 2016 no parece tener un desarrollo muy importante. El costo de la mano de obra [en Argentina] es más alto que en Brasil, por lo que exportar en la actualidad parece todavía difícil. La Argentina no tiene una base exportadora y su mercado interno es bajo (…) Hoy no hay ninguna decisión de inversión pero estamos trabajando en eso (…) No creo que la economía argentina pueda desplegarse todavía. Y en Brasil además hay un problema político a resolver. Ambas economías van a seguir debilitadas.”
Lo que el gobierno y la patronal pretenden esconder es que la solución al problema de los trabajadores no pasa por una confrontación entre ellos, sino en anteponer los intereses de las grandes mayorías laboriosas frente a los mezquinos intereses de las patronales que viven del trabajo ajeno. Es que en definitiva, en un momento de crisis económica, lo que está a la orden del día es defender con uñas y dientes los puestos de trabajo existentes, al mismo tiempo que se debe arrancar al Estado un plan de obras públicas que garantice que aquellos compañeros que no tienen trabajo puedan acceder a uno.
Vladimir Lenin lo decía con la claridad que lo caracterizaba. En el peor momento de la guerra civil y del mayor desbarajuste económico en la naciente revolución obrera en Rusia afirmaba: “la tarea primordial es salvar a los trabajadores. La primera fuerza productiva de toda la humanidad es el obrero, el trabajador. Si él sobrevive, lo salvaremos y lo restauraremos todo.”
Martín Primo