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El PMDB abandona el gobierno

Temer se coloca abiertamente al servicio de la ofensiva reaccionaria

No a la ofensiva reaccionaria del juicio político al gobierno y no a los ajustes anti obreros de Dilma.

Es necesario unificar a la izquierda socialista para movilizar a los trabajadores y la juventud por una salida en la que el pueblo tenga voz. En este sentido, defendemos la creación de una Asamblea Constituyente Democrática y Soberana impuesta por la movilización de las masas.

Socialismo o Barbarie, Antonio Soler 4 de abril, 2016

 

El martes 29 de septiembre, en una ceremonia que duró sólo cinco minutos, ocurrió la retirada oficial del PMDB de la dirección del gobierno, lo que significa un paso más en la estrategia de destitución de Rousseff como salida burguesa a la crisis. Sin embargo, Dilma y el PT aún muestran cierta capacidad de respuesta, pues dispone del aparato del Estado y del control de las mayores organizaciones de masas del país, tornando incierto el desenlace de la crisis.

Desde la salida «oficial» del PMDB del gobierno, la mayor parte de la acción política de Dilma gira alrededor de la unidad para su destitución y el nombramiento de nuevos «aliados» para tratar de asegurar los 170 votos necesarios para rechazar la apertura de juicio político en la Cámara de Diputados con  fecha aproximada prevista para el 17 de abril. En esta sintonía, la maquinaria del gobierno está siendo utilizado para «comprar» votos en contra del impeachment de los partidos que concentran lo más atrasado de la representación política de la clase dominante, la peor escoria de la política burguesa, como ofrecer ministerios importantes para el PP y PR.

El gobierno a través del discurso de que la ofensiva política derecha (materializada en el proceso de juicio político) es un «golpe a la democracia» ha sido capaz de movilizar en las calles una cantidad razonable de defensores a través organizaciones sindicales y de movimientos populares. Las manifestaciones en toda las capitales del país, el pasado 31 de marzo, llegaron a movilizar a más de 700 mil personas, según los organizadores, o 140 000, de acuerdo con la PM. De cualquier forma, se trata de números significativos, que demuestran que, a pesar de ser más pequeñas que las manifestaciones de la oposición de derecha, el gobierno también tiene una base social.

Desde el punto de vista del sentimiento de grandes masas de trabajadores, estas protestas en las calles no los representan y tampoco son suficientes para resistir la ofensiva reaccionaria de la burguesía. El gobierno de Dilma es un gobierno burgués atípico, y ese hecho pone límites a su acción, pero si PT, Lula y los dirigentes de la burocracia sindical y los movimientos populares no estuviesen tan a la derecha sería posible tomar medidas populares que a grandes rasgos movilizarían a los trabajadores en defensa del gobierno. Pero a diferencia de tomar medidas populares que podrían poner una porción significativa de los trabajadores y el pueblo de su lado, creando así las condiciones materiales para una resistencia eficaz contra la oposición burguesa, en medio del creciente desempleo, la pérdida de salarios y la precarización del trabajo, el gobierno mantiene políticas contra los intereses de los trabajadores y sus organizaciones independientes: los recortes presupuestarios y la sanción de la ley «antiterrorista», son algunos ejemplos.

El Juicio político es una salida reaccionaria
La salida del PMDB  de la base de poder del gobierno es un movimiento que tiene como objetivo materializar a través de la figura de Michel Temer (vicepresidente y sucesor natural Dilma) una coalición política que tiene como proyecto superar la crisis económica a través de un plan económico reaccionario: privatización de estado y del SUS (sistema Único de salud), la tercerización generalizada de los contratos de trabajo, la contrarreforma del estado de bienestar y así sucesivamente.
Pero en un gobierno Temer, con el apoyo de Aécio Neves (PSDB), la paz social no está garantizada por la imposición de este proyecto regresivo, porque una cosa es derrocar Dilma y otra muy distinta es imponer todas las medidas reaccionarias que pacto regresivo está llamado a cumplir.

 

La aplicación de la ofensiva reaccionaria mediante el impeachment conduciría a un nuevo pacto político que tiene como principales actores a los partidos y dirigentes burgueses que son igual o más responsables y beneficiarios de los esquemas de corrupción que se están investigando. Después de una posible realización del juicio político, el proceso de destitución de la fórmula presidencial Dilma-Temer en el (Tribunal Supremo Electoral) TSE seguirá alimentada día a día por un material dinámico y rico de eventos que podrá bajo sospecha la solución definitiva de la crisis a través de juicio político y de un  gobierno Temer.

Por otra parte, la ofensiva reaccionaria es coyuntural, porque no ha estado en movimiento una derrota histórica o un conjunto de pequeñas pérdidas que hicieron que la situación política haya retrocedido a la correlación de fuerzas que vivimos en los años antes de junio de 2013. Por lo tanto, la hipótesis que queda es que si se da la caída del gobierno de Dilma el nuevo gobierno deberá hacer frente a un movimiento social que es capaz de polarizar la realidad política, muestra distorsionada de esto son movilizaciones dirigidos por la burocracia oficialista «contra el golpe.»

El gran problema es que sin que los trabajadores y la gran mayoría del pueblo sean llamados a participar directamente el resultado de esta crisis no será favorable. Las manifestaciones callejeras en contra o a favor del gobierno son enormes, pero están lejos de representar la voluntad y las necesidades de los trabajadores. En una crisis donde hay un cuestionamiento de todas las instituciones de la democracia y los partidos burgueses, resolver sin la participación popular es un crimen político que sólo puede estar al servicio de las fuerzas conservadoras y reaccionarias. Por lo tanto, la construcción de una salida de los trabajadores pasa por la participación masiva en la toma de decisiones y por la lucha por una salida en la el pueblo trabajador sea llamado a dar su opinión. Luchar por esto no es un lujo político, sino un deber fundamental de la izquierda socialista sino quiere tener su acción unida al estrecho horizonte de las instituciones burguesas.

 

La izquierda se debate entre el «golpe» y «Off Dilma»

Uno de los elementos más dramáticos de la coyuntura política es que la clase obrera no entró aún en escena de forma independiente de los patrones y el gobierno, este escenario hace que el destino del país está siendo decidido dentro de los límites de las instituciones podridas y bajo el estricto campo de los intereses de la burguesía. Con Dilma, Temer o Aécio en el poder, la clase dominante continuará en el poder, si una inversión completa de la situación no se produce a través de la lucha de los trabajadores la arena de lo político, e impondrá a los de abajo el coste de la crisis.

A pesar de un gran número de posiciones que varían en su independencia de clase del gobierno, la izquierda socialista se debate sobre todo entre dos perspectivas problemáticas: 1) la  que no tiene en cuenta la política ofensiva reaccionaria (posición del PSTU y de algunas agrupaciones de izquierda dentro del PSOL) 2) la que afirma que se estaría frente a un «golpe a la democracia» (posición mayoritaria dentro del PSOL).

La primera perspectiva de la izquierda socialista mencionada anteriormente, no tiene en cuenta la caída de un gobierno de conciliación de clases y el asenso posterior de un gobierno neoliberal de línea dura es parte fundamental de una hoja de ruta que nos conducirá, si la clase obrera y la juventud combativa no entran en juego en un nuevo junio, a una situación de retroceso estructural (política, económica y social).

Esta es exactamente la dirección de la política de la CSP-Conlutas (dirigido por el PSTU y el «Fuera todos»). Esta posición no considera las mediaciones fundamentales de la situación política actual: 1) los movimientos de masas por «Fuera Dilma» tienen una dirección clara a la derecha y 2) entre un gobierno burgués típico y un gobierno de conciliación de clases, a pesar de que nunca tendrán nuestro apoyo político, hay diferencias importantes. Esta postura termina haciendo que estos sectores terminen siendo absorbidos en la órbita política de la oposición de derecha.

Este tipo de política, que desconoce por completo la ofensiva reaccionaria no puede movilizar a los sectores de masas, como se demostró en la manifestación del 1 de abril[1], porque no discute con la sensación obvia de que es necesario luchar contra los ajustes de Dilma, pero que un gobierno Temer / Aécio sería aún más desfavorable para los trabajadores.

La segunda posición de la izquierda socialista se enreda con la narrativa del gobierno de que el proceso de juicio político es un «golpe a la democracia». Discurso que no es más que una predica ideológica oficialista y conservadora para alimentar políticamente los aparatos sindicales, populares y estudiantes que apoyan a Dilma. La caracterización de «golpe de Estado» no coincide con la realidad, no estamos ante ninguna ruptura con el régimen democrático burgués impulsado por un sector de los militares, ni siquiera de un «golpe institucional» que significa cualquier rotura en el reglamento legal.

Estamos más bien en medio de una ofensiva política reaccionaria de la oposición burguesa que cuenta con el apoyo de parte significativa del Congreso, del sector judicial y un movimiento de masas de derecha. Una ofensiva política que tiene como estrategia establecer un gobierno burgués típico para normalizar la situación política. Por otra parte, Dilma incluso antes de caer al abismo no es ni siquiera capaz de hacer un gesto político en el sentido intentar movilizar a la clase obrera a favor de su gobierno, como lo han hecho gobiernos de conciliación de clases en el pasado, por el contrario, aplica disciplinadamente el programa económico y político del capital. Claramente, este gobierno también quiere que la situación política se normalice para que los trabajadores y la juventud combativa se pacifiquen.

En este contexto, denunciar el Impeachment como parte de la ofensiva reaccionaria no puede significar en modo alguno apoyar Dilma políticamente. La izquierda socialista debe presentar de forma unificada una propuesta de salida propia de los trabajadores, de lo contrario no podremos construir un campo masivo de independencia de clases en el que podamos resistir el desarrollo de la bestial crisis y más amargos años de un equilibrio de fuerzas totalmente desfavorable.

Al establecer que estamos en una situación de «golpe de Estado», sin que ello sea la dinámica real de los acontecimientos, la política de muchos sectores honestos y  clasistas termina secuestrada por la política órbita del oficialismo. De la caracterización de que estamos en una coyuntura de «golpe contra la democracia» (lo que requeriría una alineación táctica con el gobierno en contra de este golpe si fuera esta caracterización) se desprende necesariamente la tarea de repeler la «amenaza a la democracia». Sin embargo, como esta caracterización es un señuelo, hace que la tarea central hoy (construir su propia salida política de los trabajadores) corra peligro de que ser completamente dejada de lado por estos sectores, que no contribuyen con la necesidad de unificar la izquierda socialista para competir con la burocracia la dirección política de los trabajadores organizados y que hoy defienden el gobierno sobre la posibilidad de un juicio político.

 

Frente de Izquierda para unificar la lucha

En el campo de la izquierda socialista algunas corrientes, de la que somos parte, afirman la necesidad de construir un Frente de Izquierda Socialista en la lucha y para las elecciones. En un escenario de polarización entre el gobierno y la oposición de derecha, la política de independencia de clase tiene serias dificultades en la realización de la visibilidad debido a los actos «contra el golpe», el control predominante  del oficialismo y los actos de «Fuera Dilma» una masa indiscutiblemente de derecha.

Se hace más evidente la necesidad de un Frente de Izquierda Socialista que se construya sin falsas hegemonías (como siempre quiere imponer la dirección del PSTU) se muestra más necesario que nunca antes la falta de política que prevalece dentro de la CSP-Conlutas. Es necesario – y posible – empezar a construir un Frente de Izquierda Socialista para organizar los partidos socialistas y todos los sindicatos, los movimientos populares y estudiantiles independientes para desarrollar ideas y tácticas que nos permitan participar en la disputa de los trabajadores y la juventud para la lucha por una política de clase.

Esta es la tarea central que las organizaciones que tienen peso en la vanguardia (PSOL y PSTU) necesitan tomar inmediatamente, si no se quiere perder totalmente la oportunidad de construir un tercer campo de los sectores de masas, condición fundamental para que la polarización entre el gobierno y la oposición reaccionaria puede ser rota. Pero creemos que la lucha contra la ofensiva reaccionaria, contra los ajustes neoliberales y la construcción de un Frente de Izquierda Socialista son sólo una parte de una política que tiene como objetivo superar la polarización entre el gobierno y la oposición burguesa.

 

Contra la ofensiva reaccionaria: Asamblea Constituyente, Democrática y Soberana

Para nosotros, la propuesta de «Elección General» presentada por muchos sectores de la PSOL y PSTU, sólo reproduce el sistema político actual y no da cuenta de la necesidad de profundas reformas democráticas en todos los ámbitos de la vida nacional. Por otro lado, una salida como la del «gobierno de los trabajadores con el apoyo de los consejos populares», según lo propuesto por el PSTU, es en este momento es tamaña abstracción, porque no se basa en el único elemento de la dinámica real de hoy en día que es la movilización de los trabajadores ni dialoga con ningún elemento de la consciencia.

Sin embargo, es necesario no estar encerrado entre gobierno y oposición derecha y presentar la salida política propia de los trabajadores. Hemos visto anteriormente cómo la ausencia de una formulación de la política global hace que sectores independientes terminen en la órbita de oficialismo u oposición burguesa, y esta ausencia se hace cada vez más grave en la cara de la probable caída del gobierno de Rousseff y  de la asunción de Temer / Aécio.

Por lo tanto, hemos insistido en la necesidad, dada la actual correlación de fuerzas, de poner en marcha la construcción de una Asamblea Constituyente Democrática, soberana e impuesto por la movilización. Esta propuesta se entiende a menudo mal, porque en nuestro país hay una tradición  de que la masa de los trabajadores, desde el proceso de la Independencia Nacional y la Constitución de la República, siempre han sido expulsados ​​de la transformación política y los procesos de rebelión en los que las masas han participado siempre fueron derrotado o sus victorias (caso de la lucha contra la esclavitud) fueron distorsionadas por la historiografía oficial.

En nuestro país, es necesario respetar las reformas democráticas como las tareas centrales del movimiento. Para aquellos que alimentan los prejuicios en el sentido de que los socialistas revolucionarios no plantean cuestiones democráticas, queremos recordar que lo mejor de nuestra tradición siempre ha luchado en consecuencia por las consignas democráticas, de hecho, esa es la gran diferencia con los reformistas que toman las cuestiones democráticas solamente en los días de fiesta.
Además de las enormes demandas democráticas pendientes, nos encontramos en una situación en la cual la ofensiva burguesa amenaza los pocas conquistas y las condiciones inmediatas de la existencia. Sin embargo, esta situación se produce en una situación de profunda crisis que afecta a todo al conjunto de las fuerzas  políticas pero los trabajadores no están derrotados y pueden mediante su movilización cambiar el rumbo y ser protagonistas de la construcción de una alternativa independiente de la política del gobierno y la oposición burguesa. Una alternativa política que pueda unificar a los trabajadores de la ciudad y el campo, la lucha de las mujeres, los negros, los jóvenes LGTBI de todo el país pasa por las banderas democráticas que sólo pueden ser conquistadas a través de un proceso masivo de lucha por una Asamblea Constituyente, Democrática y Soberana que represente a todas las viejas y las nuevas demandas democráticas.

[1] Las manifestaciones convocadas por el Espacio de Unidad de Acción (CSP-Conlutas y la CUT Puede Más) el 1 de abril fueron un buen ejemplo de la necesidad de hacer una reflexión profunda dentro de la izquierda socialista. Esta fecha podría haber marcado fuertemente el inicio de un proceso de construcción efectiva de la independencia del campo de clase, pero no logró movilizar masivamente. Esto no quiere decir que la izquierda socialista no puede movilizar un mayor número de trabajadores en un escenario politización generalizada, pero para ello tendrá que hacer una nueva evaluación exhaustiva de su política.

 

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