Por José Luis Rojo
Problemas de construcción partidaria
Retomamos en esta edición la serie de artículos que venimos publicando alrededor de los problemas de la construcción partidaria. En esta oportunidad nos dedicaremos al trabajo con el padrón, es decir, la atención sistemática de simpatizantes por parte del partido, la venta del periódico, la invitación a determinados eventos y su conclusión lógica: el llamado a que se sumen a la organización como militantes.
Estadios constructivos
En otras ediciones de esta serie hemos señalado que el movimiento socialista pasó por muy distintos estadios históricos. Las leyes de construcción de las organizaciones no son las mismas cuando se trata de pequeños núcleos revolucionarios que cuando se habla de partidos de decenas o cientos de miles de militantes. Hay núcleos fundacionales, partidos de propaganda, de vanguardia o con amplia influencia entre las masas, con toda la serie de desarrollos desiguales y combinaciones posibles entre unos y otros.
Incluso históricamente esto ha sido así pasando de las primeras “sectas socialistas” de cuando Marx y Engels eran jóvenes, la I Internacional, los partidos socialistas de masas de la II Internacional, las organizaciones revolucionarias con influencia de masas de la Tercera en la época de Lenin y Trotsky, o los grupos mayormente de vanguardia que han caracterizado al movimiento trotskista.
Estos diversos estadios constructivos suponen, evidentemente, diversas relaciones entre la militancia y quienes simpatizan con la organización, que tendrán un carácter distinto dependiendo no sólo del tamaño del partido, sino también del contexto político general.
Cuando Trotsky debió arremangarse para captar
A medida que el partido va creciendo, sobre todo cuando pega un salto en calidad, se va transformando en un factor cada vez más objetivo. Es decir, por su sola existencia, por las posiciones políticas que defiende, incluso por el lugar histórico logrado en el conjunto de la organización política del país, su capacidad de atracción es tal, su fuerza gravitatoria tiene tal entidad, que logra incorporar nuevas camadas de militancia casi como un fenómeno que ocurre solo, “espontáneamente”.
Señalemos como digresión la paradoja que le tocó vivir a Trotsky en materia de construcción partidaria y que muestra que nada en la historia, ningún proceso en el ámbito de la realidad que sea, es mecánico o lineal. Cuando uno lee Mi vida siente que en su militancia desarrollada en su juventud, sobre todo al salir de Rusia después de la Revolución de 1905, Trotsky no se “despeinaba el jopo” en materia de construcción partidaria. Participaba de los debate, reuniones e, incluso, las “tertulias” de la socialdemocracia (más que nada de la austríaca) como de un ambiente que tenía su entidad propia, ya conformado constructivamente. Lógicamente, se trataba de partidos socialistas de masas. Incluso cuando la Revolución Rusa de 1917, el partido ya estaba construido. Trotsky ingresó a él como dirigente, esforzándose en otras tareas de dimensión histórica, como la conformación del Ejército Rojo.
La paradoja fue, en todo caso, que Trotsky vivió las leyes de construcción de los núcleos fundacionales (la captación uno a uno de la militancia) en el último tercio de su vida, cuando la puesta en pie de la Oposición de Izquierda y la fundación de la IV Internacional. De ahí que recibiera en su oficina los más diversos interlocutores, a los que intentaba ganar para su movimiento. Hizo así el camino inverso, pasando de dirigir la revolución más grandiosa de la historia a la tarea de la captación individual.
La selección militante
Volviendo al tema de las relaciones entre el partido y su capacidad de reclutamiento de nuevos militantes, hay vaivenes dependiendo, también, de la variación de las coyunturas y situaciones políticas, incluso si se trata de una organización de envergadura. Si se está en un momento de alza de la lucha de clases, si el partido aparece a la cabeza de la misma, si tiene una política correcta que lo prestigia, es evidente que su poder de atracción será enorme.
De todas manera, subsistirá un necesario filtro vinculado a que no cualquiera se suma a una organización revolucionaria en momentos que las cosas se radicalizan y se puede poner en riesgo la propia vida. Razón por la cual, aunque el partido esté creciendo, aquellos que pretendieran ingresar a él por puro arribismo se mantendrán todavía a la expectativa.
Esto último cambia, evidentemente, cuando el partido ya está en el poder. En este caso se da una inversión total de las leyes señaladas: más que apostar a ingresar nuevos militantes al partido, se trata de que tenga una actitud vigilante ingresando lo mejor de las nuevas generaciones, pero evitando que se le sumen aquellos sectores que lo hacen por puro oportunismo. Es sabido que parte de las razones de la degeneración del Partido Bolchevique fueron iniciativas como la Leva Lenin, realizada en 1925 en “homenaje” al líder revolucionario muerto, y que consistió en una maniobra organizativa de Stalin para sumar al partido toda una nueva capa de “militantes” carreristas que, por definición, estarían destinados a servir disciplinadamente al aparato.
De ahí que a medida que va creciendo la organización revolucionaria hay que establecer una serie de condiciones a la hora de la transformación en militantes plenos de los nuevos compañeros. Claro que esto no puede ser un operativo de secta. La selección se opera “naturalmente” cuando se trata de una organización pequeña, ya por el solo hecho de serla; militar en ese partido supone todo un peso y una responsabilidad, una pelea y un esfuerzo considerables que solamente puede tener satisfacciones “ideales”.
Otra cosa es que el ingreso de nuevos compañeros en la organización, a medida que ésta se consolida y fortalece, supone un conjunto de criterios militantes (establecidos por Lenin en 1903): reunirse en un organismo partidario, aportar a las finanzas, pasar la prensa partidaria y disciplinarse a lo que el partido define como línea política.
Esos criterios básicos para ser militante se van asumiendo de manera más consistente a medida que el partido se consolida, crece, asume mayores responsabilidades y, también, a medida que la lucha de clases se va poniendo más álgida y que un criterio constructivo laxo lo puede dejar expuesto a los golpes de la represión. Aquí se pone en juego ya el carácter militante del partido.
Romper la inercia
Las “leyes de reclutamiento” que señalamos respecto de las organizaciones con amplia influencia orgánica entre las masas no reflejan todavía el estadio constructivo de la generalidad de las corrientes actuales. Las hay más grandes y más pequeñas, y las de mayor tamaño tienen una fuerza gravitatoria superior. Sin embargo, incluso en su caso la necesidad de una actividad de reclutamiento de nueva militancia está a la orden del día.
Es aquí donde entra la problemática del trabajo con el padrón. “Padrón” se llama al conjunto de simpatizantes que tiene a su alrededor cada equipo del partido, cada militante. Es factible que estos simpatizantes se acerquen al partido por coincidir con sus posiciones, o que el partido haya realizado una campaña sobre un campo determinado de su actividad, y a partir de ella hayan aparecido personas que tienen simpatía hacia la organización. Pero aquí nos interesa señalar otra cosa: la importancia del esfuerzo subjetivo sistemático para lograr simpatizantes por parte de la organización, tener la iniciativa a tal efecto y que esto redunde en la asistencia de dichos simpatizantes, por ejemplo, a eventos determinados, marchas, actividades partidarias o lo que sea.
El partido de vanguardia (o que está en un estadio constructivo todavía poco desarrollado) no es todavía un factor objetivo; de tal manera, no es fácilmente “elegible” por quienes están fuera de él. Además, el partido siempre actúa en un campo político caracterizado por la competencia con otros partidos y tendencias socialistas, que también disputarán la atención de las personas más activas. Así, si no hay un esfuerzo subjetivo, consciente, organizado, por parte de la militancia partidaria para atraer a esas personas, sencillamente dirigirán su atención hacia las otras organizaciones.
Desde ya, cuanto más reducida es la organización de la que se trate, mator deberá ser este esfuerzo subjetivo de la voluntad de la militancia para acercar nuevos trabajadores y estudiantes, sencillamente porque su fuerza gravitatoria, su atractivo, será menor que el de las demás organizaciones que le compiten políticamente en reclutar nuevos integrantes.
De allí entonces el esfuerzo específico (que tiene su dimensión organizativa) del trabajo con el padrón, que parte de hacer el listado de simpatizantes y contactos de cada compañero, así como de hacer una caracterización, una definición de sus rasgos políticos.
El padrón es la suma de simpatizantes y contactos que tiene cada militante del partido. Y si se quiere transformar ese padrón en nuevos militantes, si se quiere que giren cada vez más alrededor del partido, si se quiere que el partido aumente su envergadura, se debe llevar a cabo una actividad organizada, sistemática y no al azar alrededor de él.
En síntesis: se requiere de un esfuerzo específico y de tener iniciativa al conformar el padrón; aprovechar cada oportunidad, cada destello de lucha, para rodearse de nuevos compañeros. Esto es, tener el atrevimiento de establecer el contacto, romper la timidez en esta materia: pasarle el periódico, tomar el número telefónico, el e-mail, seguir sistemáticamente cada nuevo compañero o compañera… En suma, no dejar el fluir posmoderno de la inercia de las cosas, sino tener una actitud activa, militante, organizadora alrededor del padrón y de la invitación a sumarse a cada nueva actividad que hace el partido. Sistematizar el trabajo con el padrón redundará, inevitablemente, en un crecimiento del partido.