Otro “regalito” de Macri para los multimillonarios

 

El último gran anuncio de Macri, la quita de retenciones al sector minero, ha sido furor en la opinión pública. En cierto sentido, no fue una movida inesperada: el decreto 349 es “primo hermano” de los que lo antecedieron, que levantaron las retenciones al sector agropecuario y el “cepo” con la consecuente devaluación del peso. También cabe mencionar aquí la luz verde de Macri y Aranguren al aumento de tarifas de luz y gas, por no hablar del más que obvio “boletazo” que se viene en los transportes.

En apenas dos meses, Macri y la CEOcracia gobernante pusieron blanco sobre negro los intereses que representan: la discusión paritaria es a la baja (con la miserable propuesta a los docentes como antecedente), la inflación y la quita de subsidios golpean a los que menos tienen, los despidos se cuentan por decenas de miles y la elevación del mínimo no imponible de ganancias “debe esperar a las sesiones ordinarias”. De esta forma, y haciendo todo mediante decretos express, se ha operado una enorme transferencia de recursos a los grandes empresarios del campo y las ciudades, a la oligarquía y al imperialismo con los buitres a la cabeza.

Aun así, el anuncio en relación a las retenciones mineras no dejó de sorprender. Hasta figuras insospechadas de cualquier izquierdismo o tibio discurso soberanista, como Lilita Carrió, salieron a criticar la medida e intentar despegarse de la misma. Paradójicamente, quien sí se mostró muy contenta acompañando al presidente fue la gobernadora de Catamarca, Lucía Corpacci, electa en la boleta del Frente para la Victoria. Tal vez lo de “resistir con aguante” sólo haga referencia a pasar las altas temperaturas estivales, porque si de hacer al menos una tímida defensa de la soberanía estos funcionarios pierden por goleada.

Repasemos someramente algunos aspectos de esta medida.

 

Un gobierno 110% cipayo

 

Lo primero que salta a la vista, incluso para los analistas más gorilas, es que no hay forma de camuflar la quita de las retenciones a la minería con el viejo discurso de los “pequeños productores”. Este fue el caballito de batalla de las grandes patronales rurales (SRA-Coninagro-Mesa de Enlace) a lo largo de la última década. El mecanismo era muy sencillo: inventar una imaginaria capa de “pequeños productores” (que jamás ha tenido el menor peso en la economía argentina) para exigir que los acaudalados capitalistas rurales pudieran exportar sin estar sometidos a ningún gravamen. Este artilugio logró confundir a amplios sectores de la sociedad durante el 2008 e incluso arrastrar a organizaciones denominadas “de izquierda” (PCR, MST, Izquierda Socialista).

Pero, vistos desde la perspectiva de las corporaciones mineras, los De Angeli, Buzzi, Etchevehere y demás oligarcas son unos bebés de pecho. El negocio de la minería a gran escala -que ha mantenido niveles de rentabilidad extraordinarios a pesar de la larga y sostenida crisis mundial- requiere concentraciones de capital titánicas. Es por ello que se trata de una de las ramas más monopólicas de la actividad económica mundial, con un puñado de empresas y un puñado aún más reducido de accionistas. Barrick Gold, la empresa canadiense más importante del sector, fue la principal beneficiada por la quita de retenciones.

Para graficar la situación con unas pocas cifras, según datos oficiales, la ganancia extra que se embolsará el sector minero será de 3.300 millones de pesos anuales. Ese dinero será girado al exterior, dejando tras de sí una tierra arrasada, contaminada y empobrecida.

 

Profundizando una entrega ininterrumpida

 

Si se puede hablar de una “pesada herencia” para el pueblo, definitivamente la cuestión minera ocupa los primeros puestos. Desde el descubrimiento de las reservas de metales preciosos en Potosí y a lo largo de la cordillera por parte de los conquistadores europeos, la región se vio sometida a una expoliación permanente.

En las condiciones del mundo actual se ha desarrollado un auténtico andamiaje para favorecer a los grandes pulpos mineros. La ley 24.196, promulgada en los albores del menemismo, estableció condiciones excepcionales para la actividad y nefastas para la soberanía nacional y para las poblaciones afectadas. Dos aspectos son particularmente ilustrativos: la falta total de controles -los estudios de impacto ambiental son realizados por las mismas empresas y avalados por las universidades que reciben, a cambio, jugosos ingresos- y la irrisoria cuota que deben ceder estas megaempresas en concepto de regalías. La ley mencionada establece que dicha cifra “no podrá ser superior” (pero sí inferior, claro) al 3% sobre el valor “en boca de mina”, es decir, antes de que el mineral reciba cualquier tipo de procesamiento o sea concentrado. Luego de dejar esta limosna, Barrick y sus socios son libres de transportar el mineral a lo largo del país, embarcarlo en sus puertos exclusivos y hasta de exigir un reintegro de las tasas que son percibidas en dichos puertos. Literalmente, estamos pagándoles para que se lleven nuestros recursos naturales. Y encima se dan el lujo de tildar a los trabajadores de “ñoquis”…

Hay aún un aspecto más que merece ser resaltado: queda claro que el gesto del gobierno de Cambiemos incluye también un indulto por la archiconocida cuestión de la contaminación ambiental. Como verdaderos amos y señores del suelo y el subsuelo, los grandes empresarios mineros se sienten libres de dejar un reguero de cianuro y gigantescos pozos que destruyen los ecosistemas y envenenan a las poblaciones locales (al igual que ocurre con el glifosato en la región pampeana). Si ya era casi utópico suponer que los gobiernos de Néstor y Cristina le pusieran un límite a esta situación, queda claro que el de Macri pondrá todos sus esfuerzos en acallar y reprimir toda voz que exponga esta problemática.

 

La lucha popular debe ponerle freno al saqueo

 

A lo largo de los primeros años de esta década hemos sido partícipes de importantes peleas contra la minería imperialista. El bloqueo al acceso de Cerro Negro para evitar la culminación de un proyecto megaminero por parte de Barrick, los pronunciamientos de los pueblos afectados y el grito de “¡el Famatina no se toca!” atravesaron el país. Pero queda claro que, ante un gobierno que está dispuesto a ir más lejos en sus vínculos con el imperialismo, que no duda a la hora de reprimir la protesta social y que pondrá todos sus recursos para acrecentar las ganancias de las multinacionales, es más necesario que nunca que estas peleas adquieran nueva fuerza y formen parte de la lucha contra el ajuste. Derrotar al gobierno de Macri es el camino para asestarle un duro golpe a estos monopolios imperialistas.

 

Duch

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