La principal tarea del momento es ayudar al triunfo de la lucha de los docentes



“(…) la Argentina parece un laboratorio para probar todas las clases de crisis económicas y ahora se podría experimentar un período de alta inflación persistente que incluya una destrucción neta de puestos de trabajo. Es un escenario cuyos efectos políticos, económicos y sindicales son difíciles de preveer. La caída de la demanda laboral y de las expectativas de creación de puestos de trabajo eran esperables, pero no por eso son menos preocupantes” (Jorge Oviedo, La Nación, 11 de marzo del 2014)

 

En la última semana la lucha de los docentes se ha colocado en el centro de la escena. Se trata de la primera pelea contra el ajuste descargado por el gobierno a partir de la devaluación. Es tal la miseria salarial ofrecida por Cristina y Scioli, que ni en el orden nacional ni en el provincial las direcciones sindicales han logrado, hasta el cierre de esta edición, firmar la paritaria. Mientras tanto, sobre todo en Buenos Aires pero también en provincias del interior como Neuquén, Salta y Mendoza, entre otras, el conflicto crece por la base, en lo que ya es la principal lucha docente bajo el kirchnerismo.

 

Santa Alianza en torno al ajuste

 

Coloquemos algunos elementos de contexto. La inflación sigue impactando en los precios. Se anuncia que en febrero la misma rondará el 4%, un porcentaje similar al de enero. De ahí que los analistas estimen la inflación para este año en torno al 40%, muy por encima de lo que el gobierno y las patronales están dispuestos a ceder.

Como para crear un clima desfavorable a los reclamos, se están poniendo al orden del día las suspensiones e incluso los primeros despidos. Volkswagen en Pacheco y las autopartistas dependientes de ella decretaron suspensiones masivas. En Río Grande, Tierra del Fuego, los metalúrgicos de la industria electrónica enfrentan despidos de 3.000 contratados. En Santa Fe y Córdoba se han llegado a ocupar metalúrgicas contra los despidos (casos Liliana y Valeo, entre otras).

Pero esta orientación inducida por las medidas de ajuste recesivo (entre ellas, el aumento de las tasas de interés hasta un 30% anual), podría ser un arma de doble filo. Servir como instrumento de “disciplinamiento social”, pero también abrir las puertas a una crisis más grave: “El temor a la desocupación puede ser un gran disciplinador de los reclamos laborales. Un clima enrarecido puede contribuir a que los sindicatos, particularmente los que representan actividades del sector privado, acepten negociar aumentos salariales inferiores a la inflación, como quiere el gobierno (…) La hiperinflación de 1989 y 1990 fue el gran disciplinador que utilizó hábilmente el menemismo. El temor a repetir el desastre impulsó a muchos a tolerar medidas que prometían evitarlo y requerían sacrificios de los trabajadores. El kirchnerismo ha aprovechado muy bien el temor a repetir el hiperdesempleo del final de la convertibilidad. Si el empleo flaqueara, el cristinismo tendría un contendedor social menos, que es nada menos que el que ha logrado hasta no hace mucho que la ciudadanía tenga cierta tolerancia a la creciente inflación” (Oviedo, ídem).

En cualquier caso, está claro que la apuesta al ajuste recesivo es funcional a limitar los “ímpetus” reivindicativos de los trabajadores. Por su parte, el ajuste económico que por definición es “extraparlamentario” se sustancia por las vías de hecho sin necesidad de ley alguna, con el apoyo de lo más granado de la patronal y la burocracia sindical: una verdadera “Santa Alianza” en defensa del ajuste y la gobernabilidad.

De ahí la importancia que tiene la lucha docente: si la misma lograra quebrar el techo salarial significaría un golpe tremendo contra el ajuste económico que abriría el cause para otras luchas.

 

Un conflicto que crece por la base

 

El conflicto docente está colocado en el centro de la actual coyuntura. En razón de las miserables propuestas salariales de Cristina y Scioli, el conflicto sigue abierto nacionalmente y sobre todo en la provincia de Buenos Aires.  La burocracia Celeste se encuentra en una encrucijada creciente, entre la espada y la pared. Presionada por la bronca de la base, el activismo y la oposición docente, por un lado, y por el gobierno K por el otro, no puede levantar por una miseria. Es que si lo hace, está amenaza con ser desbordada.

Al mismo tiempo, en la medida en que no llega a un arreglo alrededor de una cifra “decorosa”, el conflicto empieza a crecer cada vez más por la base. Este es el factor más dinámico que está ocurriendo ahora en toda la provincia en general, y en el Gran Buenos Aires en particular. No solo se engrosan las asambleas por escuela, las generales, los mandatos desde la base, las movilizaciones en las seccionales que dirige la oposición (La Matanza, La Plata, Tigre); incluso en las que son formalmente conducidas por la Celeste está creciendo a ojos vista la autoconvocatoria, mayormente encabezada por las corrientes docentes de la izquierda, como la Lista Gris Carlos Fuentealba.

Hay que entender que el gremio docente tiene su “propia lógica”. Se trata de un gremio de masas, al que cuesta poner en “movimiento”; necesita primero “calentar los motores”. Pero cuando tiene tiempo suficiente para hacerlo, cuando cientos, miles y decenas de miles de maestras y profesores se ponen en movimiento, la amenaza del desborde a los cuerpos orgánicos de la burocracia se pone a la orden del día.

Esto es lo que está pasando en estos momentos; un paso en falso de la burocracia docente podría dar lugar a un fenómeno de inusitado desborde antiburocrático de las bases; de ahí que estén tanteando el terreno con cuidado y esperando una cifra mayor del gobierno nacional y provincial. Aunque es real que los acuerdos en Córdoba, Santa Fe y Capital Federal lograron cifras superiores a las que quiere convalidar el kirchnerismo; también es verdad que restaron fuerzas para el conflicto nacional. Y así y todo, es sabido que la “madre de todas las batallas” en el gremio docente es la provincia de Buenos Aires.

Una pelea que debe sustanciarse bajo la divisa de un aumento de 10.000 pesos de bolsillo o 6.000 al básico; que debe tener por centro el impulso a la organización y las iniciativas por la base; que debe sostenerse en el paro y las asambleas por escuelas y distritos para evaluar cualquier nueva propuesta que surja de las negociaciones; en la realización sistemática de los plenarios de delegados de la oposición; en el impulso de una gran Marcha Blanca nacional a Plaza de Mayo y en la desconfianza en la burocracias de Maldonado, Baradel y Pedroncini.

 

Ahora es cuando

 

El lugar que tiene la lucha docente en este momento, y en general la importancia de la lucha contra el ajuste en la actual coyuntura nacional, nos lleva a colocar aquí una reflexión más general respecto de los “tiempos” en la lucha de clases. Tiempos que, como decía Trotsky, son más importantes en política que en gramática.

La coyuntura en curso es casi una escuela acerca de cómo están manejando los tiempos el gobierno, la burguesía y la burocracia sindical. El gobierno, administrando un ajuste brutal en enero, cuando la mayor parte de la sociedad se encontraba pensando en las vacaciones. La burguesía cerrando filas en torno al oficialismo en cuanto percibió que este giraba hacia las medidas que le venía exigiendo. La burocracia sindical cumpliendo su rol de estabilizador en momentos de grandes crisis, cuando por encima de lo económico o reivindicativo se coloca la estabilidad del gobierno y el sistema, la gobernabilidad.

Se trata de los “tiempos cortos” de la lucha de clases; el tiempo cuando todas las fuerzas mancomunadas de los de arriba actúan para evitar la irrupción desde abajo. De ahí el cretinismo de fuerzas que, como el FIT, no atinaron a dar una respuesta a tiempo en cuanto el ajuste fue lanzado. El PO llegó al colmo de la desorientación cuando colocó en el centro de su política la lucha contra un supuesto “golpe de Estado” en curso contra el gobierno de Cristina… y su oportunismo es al cubo o a la enésima potencia cuando llama a enfrentar el “ajuste de Kicillof y Capitanich”, como si el ajuste no estuviera encabezado por la misma presidenta.

Es difícil saber en qué está pensando el PO cuando esgrime estas posiciones. En cualquier caso, una cosa es segura: trabajar con los “tiempos largos” de la expectativa electoral es una orientación oportunista que hace abstracción de que lo que decide las cosas son los “tiempos cortos” de la lucha de clases: si el ajuste K, apoyado por toda la patronal, se impone o no. El PO parece pensar que tiene la “vaca atada” y se olvida de que el resultado electoral (cuando estas elecciones ocurran) dependerá en gran medida, del resultado de la lucha de clases contra el ajuste que se sustancia hoy.

 

¡Todos a Atlanta!

 

Es aquí donde se inserta el próximo Encuentro Obrero que realizaremos en Atlanta este sábado. Frente al relativo “vacío” creado por la falta de convocatoria de la burocracia sindical a acciones de lucha; o por convocatorias hechas con el mecanismo de un frente único por arriba (michelismo-PO) pero que no tiene expresión de organización independiente hacia la base, el encuentro del conjunto del activismo combativo y antiburocrático es de enorme importancia como paso inicial para poner en pie una instancia de coordinación independiente del conjunto de las direcciones tradicionales.

Es por esta misma razón que aun con el poco tiempo que se tuvo para su convocatoria, ha comenzado a despertar importantes expectativas entre amplios sectores de la vanguardia.

El encuentro es una instancia de coordinación muy progresiva que no por ello deja de suponer importantes batallas en su interior. Está siendo organizado por Izquierda Socialista (que tuvo la iniciativa de contactar y sacar del “ostracismo” al Perro Santillán), por el PTS y por nuestro partido. El PO ha preferido hasta ahora sostener su acuerdo por arriba con el michelismo, antes que sumarse al mismo. Por su parte, el MST pidió “sumarse”, pero al ser este un encuentro antiburocrático, debería primero romper su alineamiento incondicional con el michelismo antes de poder hacerlo.

Por otra parte, también están colocadas peleas políticas entre los convocantes; esto es inevitable, porque el encuentro sustanciará un debate acerca de las mejores vías para llevar adelante las luchas de los trabajadores, lo que inevitablemente supone también una crítica al electoralismo del FIT.

En cualquier caso, el encuentro será la instancia de coordinación independiente más importante puesta en pie hasta el momento; y eso es lo que guía nuestra participación en él, más allá de cualquier otra consideración. Una participación militante con nuestras representaciones sindicales, nuestros compañeros de fábrica, nuestros docentes, judiciales, estatales, que colocaremos al servicio de la convocatoria a una gran jornada de lucha nacional contra el ajuste y la represión K, por la continuación de una mesa permanente de coordinación del encuentro, así como la pelea por un 1° de Mayo unitario, clasista y al servicio de las luchas que haga cada vez más fuerte este polo de organización de la vanguardia que estamos poniendo en pie.

 

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