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El affaire del “dólar futuro” y el BCRA

El episodio de la negociación entre el gobierno y media clase capitalista argentina por la cuestión del dólar futuro deja también sus lecciones, tanto políticas como económicas. La más importante: el empresariado quiere mucho a Macri en la Rosada, pero quiere más a sus propios intereses, que tendrán total prioridad en caso de conflicto.

¿De qué se trata? El Banco Central bajo la gestión K de Alejandro Vanoli, en las semanas anteriores a las elecciones, cuando no había dólares para sostener una presión creciente alentada por la expectativa de devaluación, vendió “dólares futuros”. Esto es, vendía dólares que no tenía a través del mercado de futuros de Rosario (Rofex) y el Mercado Abierto Electrónico (MAE), a depositar en marzo, a un tipo de cambio fantasioso de 10,80 pesos, más o menos. Si a la fecha señalada el dólar estaba más caro, el BCRA se comprometía a dar a los compradores la diferencia. Y el pago se gatillaba automáticamente si había devaluación. Algo tan cantado, y un negocio tan seguro, que la burguesía argentina compró nada menos que 16.000 millones de dólares a futuroen menos de dos meses. Por supuesto, el agujero por la diferencia de cotización lo iba a tapar el BCRA con emisión: entre 50.000 y 70.000 millones de pesos de quebranto puro para la nueva gestión. Esto es un problema tan serio que Alfonso Prat Gay, antes del ballottage (y de ser ministro de Hacienda), hizo una denuncia contra Vanoli por este tema, que fue obedientemente cursada por el juez Bonadío.

Al asumir, la idea inicial de Prat Gay y Federico Sturzenegger era desconocer los contratos, por la excelente razón de que eran especulación pura, y explicarles a los inversores que el negocio era demasiado fácil para ellos y demasiado ruinoso para el fisco. Algo así como “ustedes saben que todo esto era una chantada K y un curro para ustedes, anulemos todo y acá no ha pasado nada”.

¡Para qué! La reacción furiosa de los compradores de dólares a futuro dejó temblando como una hoja a Sturzenegger. No eran nenes de pecho: el 40% de esos dólares los habían comprado 10 cerealeras, y casi todo el resto se repartía entre 20 bancos, 8 terminales automotrices y 5 empresas de Tierra del Fuego. Lo amenazaron con a) juicios al Estado por incumplimiento de contrato, b) involucrar la responsabilidad personal de Sturzenegger (justo cuando acaba de ser sobreseído de la causa por el blindaje de 2001), c) declaración de defaultdel BCRA, d) si los contratos se anulaban y a los compradores les devolvían los pesos, se iban a ir derechito a comprar dólares y adiós intento de  estabilizar la cotización de la divisa. Ante semejante chantaje brutal, Sturzenegger y Prat Gay decidieron pensarlo mejor.

El arreglo final es, dicho en criollo, una quita: al valor pactado se le sumará 1,75 pesos si la compra fue en octubre, y 1,25 pesos si la compra fue en noviembre. Si a esto se suma que, por una vez, este lucro ultra rápido, ultra fácil y de riesgo cero para los mayores grupos empresarios del país va a pagar el 35% de Impuesto a las Ganancias, el quebranto para el BCRA será “apenas” la mitad del esperado. Total, ya sabemos quién paga…

Lo gracioso del caso (I): este acuerdo se hace formalmente vía Rofex, sin intervención formal ni legal alguna del BCRA. Pobre Sturzenegger, se ve que quedó curado de espanto y no quiso más lola. Lo gracioso del caso (II): el principal elemento de presión de los empresarios compradores de dólar futuro se los sirvió en bandeja el jefe de Sturzenegger, Prat Gay, con su denuncia contra Vanoli, por esas operaciones. Así, la espada de Damocles quedó sobre la cabeza… de Sturzenegger, que no gana para sustos. Lo gracioso del caso (III): el otro canal para estas operaciones era el MAE (Mercado Abierto Electrónico), con el cual no se podía, por razones legales, hacer el mismo esquema que con el Rofex. Se resolvió obligando a los bancos a presentar tenencia cero de dólares ante el BCRA. ¡Menos mal que con Macri se terminaba el “intervencionismo” y los “préstamos compulsivos” típicos de la era K!

Quizá la gestión macrista, en su ingenuidad, creía que los empresarios lo iban a tratar con mano de seda, siendo que, cuando se trata de su dinero, negocian como fieras. El episodio recuerda lo que le pasó al ministro de Economía de Alfonsín durante la hiperinflación de 1989. Juan Carlos Pugliese, histórico dirigente de la UCR, hombre con experiencia que debería haber sabido mejor con qué bueyes araba, fue a pedir “colaboración en la emergencia” a las entidades empresarias. ¿Resultado? La respuesta fue tan fría y seca (sobre todo seca) que Pugliese declaró, apesadumbrado: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”. Así que Macri, Prat Gay, Sturzenegger y Cía. pueden darse por notificados.

 

M.Y.

 

 

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