Por Ale Kur



 

 

El día 12/11 se llevó a cabo en Grecia la primera huelga general convocada bajo el gobierno de Syriza, y contra la política de austeridad llevada a cabo por el mismo. La huelga tenía tres ejes: el rechazo al recorte de las pensiones, a los ataques contra el empleo, y a las medidas que facilitan los desalojos de deudores hipotecarios.

Antes que nada, citaremos una descripción del desarrollo de la huelga realizada por Charles-André Udry[[1]]:

“La jornada de movilización en Grecia ha sido importante. Más aún si tenemos en cuenta que se trata de la primera huelga contra un gobierno ‘de izquierdas’ que se formó el 21 de septiembre de 2015. En Atenas, las manifestaciones han reunido entre 35.000 y 45.000 personas. Por el momento resulta difícil establecer una cifra definitiva.

“La manifestación organizada por el PAME (frente sindical del KKE[[2]]) contaba con cerca del 50% de las y los manifestantes. El cortejo de Unidad Popular[[3]] reunía cerca de 7.000 personas, más de las que se esperaban. Un sector de Syriza se ha integrado en el cortejo de META (la izquierda de la confederación del sector público ADEDY). Por el contrario, ninguna ‘personalidad’ (parlamentaria, etc.) de Syriza ha participado en la manifestación.

“Las organizaciones que componen Antarsya[[4]] también han estado presentes. El sector privado ha participado, pero de forma mucho más limitada. Todos estos cortejos –excepto el de PAME/KKE que siempre se manifiestan aparte– han convergido en la plaza Syntagma.

“La huelga propiamente dicha, en los centros de trabajo, ha contado con un seguimiento de alrededor del 30 % del conjunto de asalariados y asalariadas, con especial incidencia en el sector público. En varias pequeñas ciudades hay que citar la presencia de campesinos que golpeados por los recortes en las subvenciones y el incremento tanto de los impuestos como de los abonos, etc., comienzan a juntarse con los trabajadores y trabajadoras.”

Otras descripciones, más allá de la variación en las apreciaciones numéricas, coinciden en que se trató de una huelga muy importante, con una fuerte incidencia en el sector público y con parálisis del transporte público.

El“impasse” político luego de la traición

La situación actual en Grecia está determinada por la súbita derrota que sufrió el pueblo griego cuando el gobierno de Tsipras traicionó el mandato del referéndum que votó OXI (NO) a los nuevos acuerdos de austeridad. En ese momento el gobierno de Syriza desconoció la voluntad del 62 por ciento de los griegos y metió por la ventana lo que había sido rechazado en las urnas: un nuevo “memorándum de entendimiento” con las acreedores griegos (Unión Europea, Banco Central Europeo, etc.).

Este nuevo memorándum no sólo mantenía todas las anteriores medidas de austeridad tomadas por los gobiernos anteriores, sino que les agregaba medidas nuevas, más profundas y humillantes. Entre ellas el recorte de pensiones, el aumento de edad jubilatoria, y lo más difícil de digerir: la privatización y entrega al capital extranjero (principalmente alemán) de prácticamente todos los bienes del Estado.

Todo este paquete de medidas debía ser aprobado sin condicionamientos, lo cual significa tanto en su forma como en su contenido la liquidación de Grecia como nación independiente y soberana.

Luego de ello, el gobierno de Tsipras convocó a elecciones anticipadas para frenar la rebelión en las propias filas de Syriza, limpiando del parlamento a los sectores que se negaban a votar las medidas de austeridad. La maniobra le resultó exitosa y la coalición de  gobierno Syriza-ANEL recuperó la mayoría parlamentaria que había perdido como producto de la rebelión de sus diputados. Los grupos anti-austeritarios de Syriza, que habían roto con el partido y conformado la Unidad Popular, quedaron fuera del parlamento.

El nuevo parlamento se dedicó desde entonces a aprobar medidas cada vez más profundas de ataque a las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo. El último paquete de medidas presentado a votación implica un golpe brutal contra los sectores populares en un punto extremadamente sensible: habilita el desalojo a miles de personas que como producto de la crisis no pueden pagar sus deudas hipotecarias. Estos desalojos son causantes, tanto en Grecia como en Europa, de cientos de suicidios, constituyendo una auténtica catástrofe social.

En todos los países europeos afectados por esta problemática se constituyeron fuertes movimientos sociales “anti-desalojos” (por ejemplo, el caso más emblemático es España, en el que la alcadesa electa de Barcelona, Ada Colau, proviene de estas plataformas).

La aprobación de esta medida por parte del parlamento griego significa por lo tanto un choque frontal con los movimientos sociales griegos y europeos, rompiendo todo posible hilo que todavía los mantuviera unidos.

Otro de los puntos sensibles es el aumento de los impuestos a los campesinos, que puede llevar a la quiebra a miles de familias rurales. Esto introduce también un nuevo actor político-social en la situación griega, el mundo rural, profundizando aún más la crisis en términos geográficos y sociales.

¿Comienza a romperse el impasse?

En los últimos meses se vivieron una serie de movilizaciones y luchas obreras y populares. Entre ellas, la huelga de los portuarios que mencionamos en un número anterior de SoB[[5]]. A esto se suma la huelga general del 12/11, la movilización por el aniversario de la masacre de la politécnica de Atenas (1973) y las movilizaciones convocadas por los campesinos contra las medidas del gobierno.

Están también en pie de lucha los obreros de Vio.Me, una fábrica recuperada que enfrenta la posibilidad de un remate judicial de sus terrenos, en una subasta convocada para el día 26. Se trata de un caso emblemático, ya que allí el gobierno de Tsipras no es capaz ni siquiera de defender una experiencia de recuperación de una empresa vaciada.

Todavía no parece haberse desatado un auténtico torrente de luchas populares (como ocurrió en 2010 y 2012), y es probable que no ocurra tampoco en el corto plazo. Sin embargo, el impasse político parece haber comenzado a romperse, y si la clase obrera griega logra sobreponerse a la desmoralización y el escepticismo, puede volver a ponerse en el centro de la escena.

 

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La descomposición del reformismo griego

 

Cuando Tsipras convocó a elecciones anticipadas, logró ganarlas con el siguiente planteo: la austeridad es inevitable, pero Syriza por lo menos intentaría suavizarla lo más posible. Esto era lo que supuestamente lo diferenciaba de Nueva Democracia, un partido que defiende la austeridad como programa propio.

Los sucesos posteriores demostraron que Syriza no fue capaz de suavizar ni un milímetro el programa de austeridad. Podría decirse incluso que los acreedores de Grecia impusieron a Tsipras la versión más brutal posible del ajuste, todavía peor que la que le habían impuesto a sus predecesores. Por supuesto, el objetivo de los acreedores es hacerles pagar a los griegos el costo de la “aventura” de votar a un gobierno “de izquierdas”: debe quedar grabado en su memoria que cada vez que se sale del statu quo, las cosas solamente empeoran, y mucho. Lo mejor que pueden hacer los pueblos es votar a sus verdugos de siempre, y de esa manera por lo menos se evitan el castigo extra.

Es cierto, entonces, que gran parte de la responsabilidad del ajuste recae sobre los acreedores (empezando por la Unión Europea y sus vampiros). Pero también es cierto que es Tsipras el que aplica ese ajuste, sin que nadie lo obligue. Tsipras puede desobedecer a los acreedores y romper con la austeridad, pero eso implicaría ir a una dinámica de choque con toda la clase capitalista griega y europea, cosa que el reformismo no está dispuesto a hacer. La cobardía política del reformismo lo convierte en correa de transmisión de la política de castigo de los acreedores hacia el pueblo griego.

Esto no puede dejar de generar crisis en la propia Syriza, aun en su versión “destilada” posterior a la ruptura de Unidad Popular y otros sectores. Ya está comenzando nuevamente la sangría de diputados en la coalición gobernante, y en cualquier momento pueden volver a perder la mayoría parlamentaria – excepto que pacten un gobierno de “salvación nacional”- con los viejos partidos pro-austeridad como Nueva Democracia y el PASOK.

La aplicación del ajuste en la versión más brutal, entonces, genera la posibilidad cierta de que se  terminen las ilusiones con Syriza que puedan quedar todavía en el pueblo griego, y que esto lleve a una ruptura de masas con el gobierno. Debe remontarse sin embargo una situación de profunda desmoralización y atomización social, provocada por la sensación de que “no hay alternativa”.

[1].- Charles-André Udry, A l’Encontre, traducción de Viento Sur, tomada de http://www.democraciasocialista.org/?p=5197.

[2].- Partido Comunista Griego, de inspiración estalinista (nota de SoB).

[3].- Ruptura por izquierda de Syriza que busca la anulación de la austeridad y la salida del Euro (nota de SoB).

[4].- Organización anticapitalista griega, con una línea de ruptura con la austeridad, el Euro y la Unión Europea (nota de SoB).

[5].- “Grecia – Vuelven las luchas, ahora contra Tsipras”, por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie, 5/11/15. http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=6748.

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