Por Rafael Salinas


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El domingo 6 de diciembre, se realizarán las elecciones para renovar la totalidad de los 197 diputados de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, el parlamento de ese país, que fusiona en una sola cámara las funciones del poder legislativo.

Los resultados de esa votación podrían tener inmensas repercusiones y consecuencias en ese país pero también en toda América Latina. Es que Venezuela, con Chávez, fue el primero y el más notorio caso de los gobiernos y regímenes “progresistas”, generados por los desastres del neoliberalismo salvaje de los `90 y la ola de rebeliones populares que esto provocó.

Luego, el “Argentinazo” del 2001 seguidos de los estallidos de Bolivia y Ecuador, y los cambios electorales preventivos de Brasil y Uruguay, reconfiguraron junto con la Venezuela chavista el mapa político y geopolítico latinoamericano.

Por supuesto, no hubo en Venezuela ningún cambio político-social realmente profundo ni menos revolucionario. El “Socialismo del Siglo XXI” fue charlatanería, y, además, contraproducente para la verdadera lucha por el socialismo, dadas la confusión y decepciones que dejó en la cabeza de millones. Pero, sin salirse un milímetro de los marcos del capitalismo –y ni siquiera del rentismo petrolero–, la Venezuela de Chávez marcó una gran diferencia con la obediencia perruna al amo de Washington que practicaban los gobiernos del Sur en los ’90, de Buenos Aires a México.

Esa mayor independencia implicaba también un nuevo reparto de la renta petrolera que permitió un asistencialismo a gran escala. Este se derramó sobre los sectores más pobres… y garantizó al comandante Chávez un amplio apoyo político… Así, en las numerosas elecciones que disputó, las ganó todas menos una.[[1]]

Sin embargo, en ese proceso, no hubo cambio estructural alguno. Cuando se derrumbó el precio del petróleo, se inició también el derrumbe social y político. Y lo mismo, aunque en muy diferentes proporciones y escenarios, comenzó a suceder con el resto de los países del Sur –Argentina, Brasil, etc.–, que también viven en mayor o menor medida de la exportación de materias primas.

 

La repercusión de las elecciones argentinas

 

Estas situaciones paralelas explican que la noticia de más resonancia en Venezuela esta semana hayan sido las elecciones en Argentina. Aquí ganó un candidato neoliberal –Mauricio Macri– muy parecido al líder opositor de derecha venezolano Henrique Capriles, desde ser multimillonario hasta utilizar la mismas banderas amarillas con diseños parecidos.

Esa resonancia es lógica. Ya subrayamos que, con sus enormes diferencias, el chavismo y el kichnerismo son parte de un mismo ciclo político latinoamericano. La oposición de derecha espera que en Venezuela se dé también ese “fin de ciclo” que comenzaría en Argentina. Pero las cosas pueden ser menos simples, incluso aunque Capriles y su coalición, la MUD (Mesa de la Unidad Democrática), gane las elecciones y conquiste mayoría en el nuevo parlamento.

Se abre, entonces, un panorama complejo y difícil de pronosticar. Bajo el gobierno de Maduro, la situación de las masas trabajadoras y populares se deterioró a un extremo que no tiene comparación con las dificultades actuales de Argentina.[[2]]

Esto habría inclinado a un número considerable de votantes chavistas a “retirar” su voto a los candidatos del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar, encabezado por el PSUV. Pero, si hemos de creer a la mayoría de las encuestas[[3]], parte de esos electores no se deciden tampoco a votar por la derecha.

Es decir, los votantes opositores hoy serían mayoría; pero simultáneamente está oscilando un sector de electores indecisos, cuyo voto puede caer para un lado o para el otro… o irse a la abstención… o a terceras listas “independientes” si las hubiese con atracción suficiente. En donde caiga finalmente ese sector indeciso (principalmente ex chavista), puede decidir la elección.

 

Un sistema electoral complicado y poco democrático

 

Esto se complica por el complejo sistema electoral parlamentario de Venezuela. Los 167 diputados que componen la Asamblea Nacional no se elijen, por ejemplo, mediante listas con representación proporcional según los votos que logren.

El sistema es tan enredado como poco democrático.  Y puede suceder que un partido o coalición logre más diputados aunque en total tenga menos votos que otros.

Para la elección de diputados a la Asamblea Nacional se aplica un sistema de “elecciones paralelas”. Simultáneamente se participa en dos elecciones concurrentes: una para cargos nominales por personalización de sufragio, y otra para cargos por lista por representación proporcional.

Cada votante tiene la posibilidad de emitir hasta 4 votos en el tarjetón, dependiendo de la circunscripción: 1 a 3 votos por candidatos específicos –es decir, por diputados nominales– y 1 voto por los diputados lista. En regiones con representación indígena, hay un voto extra para elegir diputados indígenas.

Los diputados nominales son 113 escaños en total, elegidos en 87 circunscripciones electorales. Los diputados lista son 51 escaños en total, elegidos por representación proporcional no en las circunscripciones sino en los diversos Estados. A eso se suman los 3 diputados de comunidades indígenas.

Así, puede ganar la elección a la Asamblea Nacional quien logre más circunscripciones y no simplemente más votos. Esto puede ser una incubadora de conflictos adicionales, si no hay un vuelco de los electores en uno u otro sentido, que defina una mayoría categórica.

 

¿Un plebiscito sobre la continuidad de Maduro?

 

El paralelo de Venezuela con Argentina tiene sus límites y diferencias. No sólo la situación económico-social venezolana es mucho peor. También se diferencia en que, legalmente, el chavista Nicolás Maduro debería seguir en la presidencia hasta 2019.

Entonces, si la MUD gana la mayoría del parlamento, o se va a un acuerdo entre las dos facciones burguesas que permita gobernar, o la cosa podría derivar en un enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo que llevaría a una crisis política de consecuencias impredecibles.

Es verdad que Maduro y su equipo vienen en un curso cada vez más a la derecha y capitulador. Entre 2014 y 2015 pagaron 27.000 millones de dólares a los usureros internacionales, a costa de las privaciones que sufre el pueblo de Venezuela. Además, tras la farsa de la “guerra económica”, buena parte de la burguesía ha hecho fabulosos negocios especulando con las diferencias siderales entre el dólar “oficial” para las importaciones y su verdadero valor en el mercado negro. La otra cara de esta moneda son las colas interminables para comprar alimentos y medicinas, junto con los salarios de hambre, y despidos y cierres de establecimientos.

Pero una cosa es que los capitalistas –opositores o boliburgueses– se llenen los bolsillos, y otra que les guste vivir en la intranquilidad. La gran mayoría hoy preferiría directamente otro gobierno, el de la MUD. Sin embargo, un golpe “institucional” contra Maduro, basado en una nueva Asamblea Nacional con mayoría escuálida, puede dar lugar a respuestas violentas… y no sólo desde abajo. También en el aparato del Estado podría haber fuertes reacciones –incluyendo las fuerzas armadas que en Venezuela juegan un papel más significativo que en otros países y donde el chavismo tiene peso–.

Lo único seguro es que si el 6 de diciembre se produce un abrumador “voto castigo”, en Venezuela no sólo habrá cambiado la composición de la Asamblea Nacional, sino que también podría abrirse una crisis política e institucional profunda…

 

 

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La necesidad de una alternativa independiente obrera y popular en las elecciones

 

Un mes atrás –en el artículo “¿Hacia el fin del ciclo chavista?”, ya citado– advertíamos la oportunidad que podían ser para la izquierda, los votantes que –según las encuestas– se desgajaban del electorado tradicionalmente chavista… pero que tampoco tenían decidido votar por la oposición escuálida de la MUD.

 

Decíamos que “aprovechar esa posible oportunidad… implica, concretamente, responsabilidades para dos organizaciones, el PSL (Partido Socialismo y Libertad) y Marea Socialista. En un estado, Mérida, han acordado candidatos comunes. Pero, inexplicablemente, esto no se extendió a todo el país. Si era correcta la unidad en Mérida, ¿por qué no en el resto de los estados?” (SoB Nº 354, 22/10/2015)

 

Lamentablemente, tanto el PSL como Marea Socialista han enfocado esto con un criterio de mercachifles electoralistas. En esa política, se ha esfumado la pelea por una alternativa a nivel nacional que sea claramente independiente, socialista y de los trabajadores.

 

En cada estado o circunscripción donde tienen llegada, han realizado acuerdos electoreros con toda clase de grupos, grupúsculos y personajes caídos de las mesas de la MUD y/o del chavismo, que buscan establecerse “por cuenta propia” en el negocio electoral. Esto incluye a burócratas sindicales de larga trayectoria como Marcela Máspero –antes incondicional de Chávez y ahora amiga de María Corina Machado, una de las escuálidas más rabiosas–, y sobre todo restos de partidos burgueses como el MAS, y otras organizaciones y personajes por el estilo.

 

En ese tren, el PSL y Marea Socialista han preferido adaptarse a la fragmentación despolitizada del sistema de circunscripciones, haciendo acuerdos electorales con decenas de personajes y organizaciones que sólo tienen como programa lograr, como sea, alguna banca. Algunos de ellos, en otras elecciones, fueron en alguna circunscripción con la MUD, en otra con los chavistas… y ahora donde no les dan puesto aceptan ir con el PSL.

 

En estas diferentes componendas sin programa político ni principios comunes (salvo el de pescar bancas en el río revuelto de la crisis del chavismo), el PSL sigue inclinado a los acompañantes escuálidos, según las relaciones que viene cultivando desde hace años.

 

Por su lado, Marea Socialista no la hace mejor, pero se inclina a grupos segregados por el chavismo en crisis, con el que no termina de romper a pesar de la catástrofe a que ha llevado a los trabajadores de Venezuela.

 

La multiplicación de decenas de mini-rupturas (tanto del chavismo como de la MUD) para levantar candidaturas locales, se produce porque la tendencia esbozada hacia un “voto independiente” ha sido advertida por una multitud de oportunistas. El PSL y Marea Socialista se han tirado a esa pileta para ver qué pescan, aliándose con cualquiera que esté a mano… Pero en el camino liquidaron la oportunidad de un frente único a escala nacional, para levantar un programa independiente, socialista y de clase.

 

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¡Repudiemos la provocación lanzada por Macri contra Venezuela!

 

Que Macri, el Pro y Cambiemos son los voceros y agentes del Amo del Norte en la política argentina, no es novedad.

 

Otros gobiernos latinoamericanos, en el fondo, no son mucho más independientes. Sin embargo, se cuidan de aparecer tan descaradamente serviles a Washington. Pero nuestro nuevo presidente no tiene vergüenza en ese sentido.

 

Macri, como su primera operación política, incluso antes de asumir la presidencia, sale al ruedo a provocar un conflicto contra Venezuela, defendiendo al escuálido Leopoldo López, que pretendió dar un golpe de estado desconociendo el resultado de las elecciones de 2013, mediante las “guarimbas” de extrema derecha que causaron 40 muertos.

 

Además, Macri toma esta campaña promovida desde Washington, con vistas a echar a Venezuela del Mercosur. Por supuesto, no hacemos ninguna idealización de ese mercado común de las burguesías brasileña y argentina, como hace el kirchnerismo. Pero no olvidamos que al imperialismo yanqui no le simpatiza mucho. Hoy EEUU quisiera meter a todo el mundo en el Acuerdo Transpacífico dirigido contra China. Le vendría bien la liquidación del Mercosur.

[1].- La única que perdió Chávez fue el plebiscito sobre el Proyecto de Reforma Constitucional de 2007.

[2].- Ver Rafael Salinas, “¿Hacia el fin del ciclo chavista?”, Socialismo o Barbarie, Nº 354, 22/10/2015.

[3].- Que han demostrado ser cada vez menos confiables en todo el mundo, y no sólo en Venezuela.

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