Barbarie terrorista y utilización política derechista

 

En la noche del 13 al 14 de noviembre, una serie de brutales atentados en serie sacudió las calles de Paris. Perpetrado por miembros del Estado Islámico, en represalia a la intervención imperialista francesa en Siria, los ataques se cobraron la vida de 129 personas y provocaron 352 heridos, de los cuales unos 50 se encuentran en estado grave.

Se trata de un evento de proporciones enormes a nivel internacional, que ha ocupado la escena y mediática durante los últimos días. Hora tras hora vemos a los líderes políticos mundiales y a “expertos” de todo tipo repetir el mismo discurso: es la guerra de “la barbarie contra la civilización”, un ataque a los “valores de la libertad” y la única solución sería la de desplegar aún más militares en las capitales europeas, aumentar aun más la represión, tirar aun más bombas en Siria.

Los atentados han, evidentemente, modificado de manera profunda la situación política francesa. Hemos visto en los últimos días una aceleración de medidas tomadas desde el gobierno en respuesta a los mismos, la respuesta que las diferentes organizaciones políticas dieron a los mismos y el impacto que han provocado en amplios sectores de la población, incluyendo las organizaciones obreras y los movimientos sociales.

Nos interesa en este artículo dar algunos elementos globales de caracterización de los atentados y de sus causas profundas, para dar una respuesta de un punto de vista de clase a los mismos. En segundo lugar, nos detendremos en la situación francesa y en la alternativa que los trabajadores y los sectores populares deben levantar frente a los mismos.

 

Una acción reaccionaria hasta la médula

 

Sólo diremos algunas líneas sobre el carácter extremadamente reaccionario de los atentados, porque pareciera algo que salta a los ojos. A pesar de tal evidencia, nos parece importante “poner en guardia” contra algunas ideas o líneas argumentales que pueden ser altamente peligrosas.

El peligro es quedarse simplemente en la idea de que los atentados son una “reacción” o el “producto” de la política imperialista. Esto es correcto en la medida en que, como veremos más adelante, una de las razones profundas de los atentados es la política imperialista francesa en Medio Oriente. Pero no podemos quedarnos en un puro análisis de “acción/reacción”, que deje de lado los determinantes concretos del ataque y sus consecuencias política, so pena de rozar peligrosamente un razonamiento “justificatorio”.

En primer lugar, no puede dejar de señalarse que el atentado apuntó a civiles, los cuales de ninguna manera pueden ser responsabilizados directamente por la política imperialista en la región. El gobierno francés no preguntó a los trabajadores y el pueblo francés si estaban a favor de bombardear Siria: bastó con que el personal político burgués aprobara la intervención en el parlamento. Pero precisamente, el ataque no afectó a los dirigentes políticos imperialistas, a los militares, a los grandes capitalistas que lucran con el negocio de la guerra, sino a jóvenes, trabajadores, estudiantes que salieron a divertirse como cualquier viernes a la noche.

El segundo elemento es que el resultado inmediato de los atentados es un giro a la derecha en el plano político que solo reforzara el sufrimiento de las poblaciones afectadas, de los inmigrantes o hijos de inmigrantes que son discriminados cotidianamente en este país imperialista, de los movimientos sociales que ven sus libertades reducidas. Aumento de la presencia militar, reforzamiento de los bombardeos en Siria, restricción de las libertades democráticas, crecimiento de la islamofobia: tal es el saldo inmediato de estos ataques reaccionarios.

El tercer elemento es que el contenido político del atentado es también profundamente reaccionario. En otros casos como los ataques cometidos por la Organización de Liberación de Palestina o por ETA en el Estado español, más allá de condenar el método (en parte por las razones arriba señaladas), era evidente que se trataba de organizaciones que luchaban por causas progresivas: la liberación y la autodeterminación nacional de los pueblos. En el caso del Estado Islámico, su “causa” no tiene un ápice de progresiva: se trata de una organización teocrática, retrograda y ultra-reaccionaria, que juega un rol contrarrevolucionario en la región contra fuerzas progresivas como los kurdos y que allí donde gobierna impone un régimen de terror, anti-obrero, machista y oscurantista a las poblaciones locales. Ni que hablar de sus múltiples lazos con las monarquías reaccionarias del golfo, como Qatar y Arabia Saudita, que financian al Estado Islámico y juegan un rol contra-revolucionario en la región.

Por todas estas razones la política de los revolucionarios debe partir de la más firme condena de los atentados, que constituyen un método ajeno a la clase obrera y las organizaciones socialistas revolucionarias, que sólo le dan de comer a la derecha y al imperialismo y que además fueron llevados adelante por una organización anti-obrera, oscurantista y reaccionaria que debemos proponernos aplastar, como lo hacen heroicamente los kurdos en Kobane y en otras regiones de Medio Oriente.

A partir de esta condena, no podemos dejar de señalar las profundas responsabilidades del gobierno imperialista francés, que siembra la guerra y el terror en Medio Oriente para defender sus posiciones económicas y geo-políticas, creando el caldo de cultivo para que tales fuerzas reaccionarias levanten cabeza. Esto se hace más importante que nunca para dar una explicación materialista y revolucionaria a lo sucedido, frente al discurso reaccionario e islamólogo de “guerra contra la civilización” que los políticos burgueses utilizan para justificar sus carnicerías.

 

Guerra imperialista, guerra social y “extremismo islamista”

 

En sus diversas intervenciones, el presidente Hollande repite una y otra vez que son “los valores de Francia” los que fueron atacados, que habría por el mundo una serie de “locos” que “detestan la libertad” y que por eso van y atentan contra pobres civiles. Una manera de ocultar las verdaderas responsabilidades del gobierno francés en el atentado y de construir una retórica guerrera idéntica a la de Bush, que proponía ir “exportando la democracia” en Medio Oriente a fuerza de bombas y balas.

Queremos dejar apuntadas dos responsabilidades del gobierno francés en lo sucedido. Por un lado, está claro que la guerra imperialista en la región es una de las causas principales del desarrollo de estas organizaciones reaccionarias. No solamente a través del financiamiento directo o la entrega de armas a estos grupos: es conocido que EE.UU financió por ejemplo a grupos armados religiosos en Afganistán para que combatan a la Unión Soviética (que luego se volvieron en su contra), e incluso recientemente en la guerra civil en Siria armaron a grupos contrarios a Al-Assad que terminaron oponiéndose también a las potencias occidentales. Sin caer en las teorías conspiracionistas, está ampliamente probado que las potencias imperialistas actúan en la zona financiando, armando y entrenando unos grupos contra otros con el objetivo de mantener su dominio de la religión. A fuerza de jugar a “aprendices de brujo”, los imperialistas terminan creando estos monstruos, que pueden adquirir finalmente una independencia relativa y llevar adelante sus propios proyectos políticos y económicos.

Pero además de esta actuación “directa”, es un hecho que, de manera “indirecta”, la destrucción y la miseria engendrada por la guerra imperialista es la base material del desarrollo de estos grupos. Por un lado, porque dejan “tierra arrasada”, destruyendo cualquier posibilidad de desarrollo económico y social de estos países, empujando a decenas de miles a condiciones de exclusión que constituyen la base material y humana de estas organizaciones. Por otro lado, porque a fuerza de destruir esos países y de masacrar a las poblaciones civiles, generan una reacción que, a falta de verdaderas organizaciones progresistas y anti-imperialistas, se cristaliza a través de estos grupos reaccionarios, que aparecen como los únicos que responden a la agresión extranjera.

El segundo elemento es la descomposición social, la discriminación estructural y la falta de perspectivas producto de la política del gobierno francés y del conjunto de los gobiernos capitalistas de la región. Los miembros del ataque, así como aquellos que parten año tras año combatir en las filas del Estado Islámico, son presentados como individuos “incapaces de integrarse”, a causa de una disonancia demasiado grande entre los “valores de la republica” y los de “el islam”. Lo que este discurso moral o civilizatorio oculta interesadamente, es que si sectores crecientes de la juventud se suman a estas organizaciones reaccionarias es a causa de la brutal falta de futuro, de la violencia cotidiana que sufren a manos del gobierno, del estado y la policía, de un sistema que los reduce a menos que nada. Décadas de discriminación, de exclusión, de incapacidad de acceder a la educación, a un trabajo, de sufrir el discurso mediático y político que los presenta como inadaptados, holgazanes, incivilizados, barbaros, sumado a la violencia ejercida por las guerras imperialistas, forman el coctel explosivo que explica en gran medida el desarrollo de estos grupos reaccionarios. Guerra imperialista, guerra social, esas son las bases materiales del crecimiento del Estado Islámico y de otros agrupamientos de la misma índole.

El ocultamiento de estas causas profundas, la voluntad del imperialismo de seguir con su reparto del mundo cueste lo que cueste sólo puede conducir a una perspectiva: más guerra, más represión, y un fuerte giro a la derecha del escenario político.

 

Profundización de la política imperialista y represiva del gobierno

 

La respuesta del gobierno ha sido entonces de profundizar la política puesta en marcha luego de los atentados de enero contra el periódico “Charlie Hebdo”, que visiblemente no ha logrado impedir la masacre actual.

El primer acto del gobierno ha sido de decretar el “Estado de Urgencia”, dispositivo legal introducido en ocasión de la Guerra de Independencia Argelina y que permite ampliar el arsenal represivo del estado. A partir de este, todas las manifestaciones fueron prohibidas hasta el jueves 19 de noviembre, y pueden seguir siendo prohibidas sin justificación. A su vez, se pueden realizar allanamientos sin orden judicial y se puede “asignar a residencia [es decir, impedir a la persona realizar grandes desplazamientos al obligarla a presentarse frente a las autoridades policiales todos los días y hasta varias veces por día] a personas que constituyen una amenaza para el orden público”. A esta disposición se suma el control en las fronteras, medida ya prevista para controlar las manifestaciones en ocasión de la Conferencia por el Clima COP21, que tendrá lugar en Paris en los primeros días de diciembre.

El Estado de Urgencia va a ser prologado durante tres meses (decretado por el Consejo de Ministros, solo puede ser prolongado más allá de doce días mediante la aprobación de una ley) y sus competencias van a ser ampliadas: los “asignados a residencia” pueden ver sus pasaportes y documentos de identidad confiscados y sus comunicaciones con otras personas pueden ser impedidas. Además, permite “disolver grupos que participan, facilitan o incitan a cometer actos que ponen en cuestión el orden público”. El gobierno propone además realizar una reforma de la constitución que permita incluir la existencia de este “estado intermedio”, que se encuentra entre el estado “normal” y el Estado de Sitio.

Junto a esto, el gobierno tomó una serie de medidas para reforzar la presencia militar y policial. Más de 110.000 policías y militares se encuentran desplegados en el territorio francés, se anunció la creación de más puestos en los servicios de seguridad y de inteligencia, además de la compra de nuevos “materiales” para estas unidades. Se discute la posibilidad de permitir que los policías lleven sus armas aun cuando no están en servicio y que se amplíe su capacidad de usarlas, al eliminar la necesidad de “legítima defensa”, permitiendo entonces que la policía dispare de manera “ofensiva” y no solo cuando su propia vida corre peligro; se anunció que se otorgaran préstamos o presupuesto suplementario a aquellas comunas que deseen armar a la policía municipal. El gobierno también ha defendido la idea de “retirarle la nacionalidad” a aquellos franceses nacidos en Francia con doble nacionalidad que constituyan un “peligro para Francia”, además de acelerar los procedimientos de expulsión de los “individuos peligrosos”, dos medidas defendidas por el partido de extrema derecha Front National.

La contrapartida de esta política interior ultrarrepresiva es la continuación de una política exterior de guerra imperialista. El gobierno francés ha reforzado sus bombardeos en Siria, centralmente en Raqqa, uno de los centros del Estado Islámico. A su vez, ha acelerado el envío del porta-aviones Charles de Gaulle con 36 cazabombarderos a bordo, lo que triplicaría la capacidad de fuego de Francia en Siria. Parte de esta política es la creación de un “frente amplio” contra el Estado Islámico, lo que implica la colaboración con Rusia, hasta el momento considerada una de las “ovejas negras” de la región. El dirigente de Les Republicains (partido de derecha heredero del UMP) François Copé, defendió el envío de tropas terrestres a Siria.

Estamos entonces frente a un brutal giro a la derecha del gobierno actual, que retoma un conjunto de las reivindicaciones de Les Republicains y del Front National, tanto en lo que respecta al reforzamiento del aparato represivo como a la política contra la inmigración. Por eso no es de extrañar que la derecha, desde Sarkozy hasta Marine Le Pen, hayan aplaudido estas medidas, a la vez que critican que “no hayan sido tomadas antes” y que exigen que se vaya aún más lejos.

 

Contra la “unidad nacional” de la burguesía, ninguna pausa en la lucha de clases

 

Todas estas políticas son acompañadas del discurso de “unidad nacional”, detrás de la cual todos, no solo los diferentes grupos políticos sino también los trabajadores y los patrones, deberían unirse para combatir “la amenaza terrorista”. Se trata de una verdadera aplanadora ideológica que apunta a acallar toda voz disidente y a poner una “pausa” en la lucha de clases, sirviéndose del arsenal represivo al servicio del gobierno y apelando también a la “buena voluntad” de los sectores en lucha.

Sin duda, se vive un clima político y social asfixiante. La conmoción post-atentados es aún fuerte y un clima de paranoia y tensión se hace sentir en las calles. Diversas huelgas previstas para esta semana fueron suspendidas: entre ellas la de los trabajadores de hospitales de Paris, que habían decidido llamar a una huelga indefinida desde el martes contra el plan de reestructuración prevista, lucha que se desarrolla desde hace meses.

Pero de parte de la burguesía, no hay “pausa” en la lucha de clases. Los ataques contra los trabajadores de los últimos meses siguen su curso. Cínicamente, el director de los hospitales de Paris, Martin Hirsch, dio un discurso el sábado felicitando al personal hospitalario, que se presentó en masa a trabajar (aun aquellos que tenían día de descanso o que no trabajaban en ese horario) para lidiar con los heridos del atentado. Claro que el heroísmo de los trabajadores de los hospitales no les ahorrará el “plan social” que los afecta: el mismo Martin Hirsch continuará con su política consistente a reducir los días de descanso de los trabajadores, aumentar los horarios de trabajo, reducir personal…

Es por eso que no podemos detenernos en nombre de la “unidad nacional”, que tenemos que seguir desarrollando y reforzando las luchas en curso. Hay que combatir contra el “periodo de gracia” que las direcciones sindicales están otorgando y pelear porque se pronuncien públicamente contra la “unidad nacional” de los de arriba.

Además de las luchas en curso, hay que construir la movilización para hacer oír una voz independiente al discurso de guerra y represión que defiende el conjunto del espectro político burgués. Necesitamos poner en pie una campaña contra la guerra imperialista y contra el “estado de emergencia” y la reducción de las libertades democráticas, que serán puestos sin duda al servicio de reprimir y acallar las luchas de los trabajadores y la juventud.

En el contexto actual, la construcción de un amplio frente político y social para hacer saltar por los aires la “unidad nacional” reaccionaria es una necesidad de primer orden. Aún minoritarias, una serie de organizaciones se han pronunciado contra la unidad nacional burguesa: NPA, Lutte Ouvrière, Alternative Libertaire, Ensemble (miembro del Front de Gauche), secciones sindicales como la Unión Departamental de la CGT de Paris. Es un punto de apoyo importante para oponerse al giro reaccionario del gobierno y hacer escuchar la voz de los de abajo.

En lo inmediato, la preparación de la manifestación en apoyo a los refugiados de este domingo debe ser un eje central. Se trata de combatir el discurso islamólogo y anti-inmigración que nos martillan día a día desde los atentados y de mostrar nuestro apoyo a aquellos que debieron atravesar la mitad del plano y arriesgar sus vidas para escapar precisamente a la barbarie del Estado Islámico y de la guerra imperialista.

Frente a la profundización de la barbarie imperialista, de la barbarie terrorista, de la descomposición social que engendra estas calamidades, más que nunca se hace imperiosa la necesidad de plantear una alternativa de conjunto, una alternativa para terminar con este sistema que solo produce guerras, miseria, sufrimiento. En respuesta a los acontecimientos resientes, más que nunca debemos levantar bien alto: revolución socialista o barbarie capitalista.

 

Alejandro Vinet

 

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