Por Fernando Dantés



Este 22 de Noviembre se definirá cual será el personal político capitalista que ha de aplicar el ajuste que toda su clase reclama. En estas condiciones, es un deber para la izquierda revolucionaria hacer una campaña activa por el voto en blanco o nulo por varias razones. En primer lugar, militarle la campaña a la variante capitalista “menos mala” sería lisa y llanamente militar contra la independencia política de los trabajadores, acentuar la visión de amplios sectores de que “no hay otra”, de que la democracia de los ricos es lo único posible, de que en las urnas y en ningún otro lado se juegan los destinos de las masas. En segundo lugar, para preparar a la izquierda como polo de agrupamiento de las luchas que necesariamente habrá (y ya incipientemente comienzan a despuntar) contra el ajuste.

 

Las condiciones son difíciles, la presión por el “voto útil” es muy fuerte. No deja de ser un dato alentador que el conjunto de la izquierda independiente haya tomado posición por el voto en blanco. Este es un capital político importante para intervenir luego en las luchas. Sin embargo, una vez más (y van) el FIT no ha estado a la altura de las circunstancias. Al ser la fuerza de izquierda independiente que más visibilidad ha conquistado por sus buenos resultados electorales, recae fundamentalmente en los compañeros la responsabilidad de unificar todas las tendencias que llaman al voto en blanco como parte de una política de independencia de clase. Por el momento, no hay (fuera de una conferencia de prensa) siquiera una campaña unificada del propio FIT. Pero repentinamente nos enteramos que, entre los partidos que lo componen, hay un debate abierto acerca de cómo encarar la campaña y la relación con el resto de la izquierda.

 

Su discusión interna

 

En un artículo del 13 de Noviembre de su diario digital, nos encontramos con que los compañeros del PTS habrían defendido al interior del FIT “la propuesta de impulsar el voto en blanco o nulo junto con otras organizaciones de izquierda que lo hacen desde una perspectiva anticapitalista, como Autodeterminación y Libertad de Luis Zamora o el Nuevo Mas, entre otros.” Si esto es verdad, no por ser un giro completamente inesperado y brusco (contradictorio con todo lo hecho y dicho anteriormente por los compañeros) deja de ser esta una política correcta. Que estas discusiones existan al interior del FIT es un dato alentador. Es evidente que la orientación de “la cooperativa electoral permanente” va encontrando sus límites.

 

En este caso, quienes se habrían opuesto a abrir la campaña unificada serían los compañeros del PO. Su política de exclusión de toda orientación que no sea la de un FIT cerrado sobre sí mismo aparentemente tiene una justificación pública en el artículo de Altamira “La lucha por el voto en blanco” del 11 de Noviembre. Decimos “aparentemente” porque (para variar) hay que hacer realmente un gran esfuerzo para entender lo escrito por el dirigente del PO, releerlo, darlo vuelta, verlo de costado, cerrar los ojos y meditar profundamente para encontrarle una línea argumental más o menos comprensible.

 

El subtítulo que antecede a la explicación de su política es un preanuncio de que estamos frente a una línea algo… extravagante: “Syriza, no”. Desarrollan su posición de la siguiente forma “…la campaña por el voto en blanco debe desarrollarse sobre una base programática homogénea -o sea de desarrollo de la independencia de clase. Una coalición frenteamplista por el voto en blanco sería oportunista, no solamente con referencia a sectores del massismo o del centroizquierdismo, sino incluso a la izquierda ajena al Frente de Izquierda. La ocasión para esa coalición fue en la etapa de las Paso, cuando, en el caso del Partido Obrero, discutimos y delimitamos posiciones con varias corrientes de izquierda para apoyar la campaña electoral del FIT. Una coalición entre corrientes con principios y estrategias opuestos, que se manifestaron en listas rivales en la campaña electoral, sería utilizar el voto en blanco para parir otro frente político con corrientes que reivindican la colaboración de clases bajo la forma del «pluralismo» estratégico y no tienen por objetivo elevar a la clase obrera a una plena independencia política.”

 

Esto es como decir “dime qué hiciste en las PASO y te diré que tan clasista eres”. Este razonamiento lo deja a uno sin palabras. Entre las corrientes que fueron parte de la “coalición” del PO en las PASO hay quienes no llaman claramente al voto en blanco y hasta quienes reivindican una estrategia opuesta a la de la independencia de clase. Pero hacer una campaña conjunta, por ejemplo, con el Nuevo MAS sería “frenteamplismo”. El sectarismo (y oportunismo) está en su punto de ebullición, el criterio delimitador de quien practica la política de la independencia de clase sería… haber apoyado al PO en Agosto. Hasta donde nosotros sabíamos, la base de este criterio era la actitud frente a las clases y sus partidos. Una vez más, los compañeros del PO inventan una “nueva verdad” para justificar cada uno de sus caprichos. Cómo llegaron a la comparación con Syriza es algo en lo que no vale la pena detenerse mucho. Por qué ampliar la campaña del voto en blanco convertiría al FIT en un partido ajustador servil a la Unión Europea que entrega sus empresas estatales a los alemanes es algo ininteligible para cualquier cerebro. Para que todo esto tenga algún sentido es necesario tener mucha confianza en quien escribe y estar de acuerdo de antemano.

 

La crisis de la “cooperativa electoral”

 

Lamentablemente, que el FIT sea un obstáculo para una política unificada de cara al 22 no es de ninguna manera una novedad. Se desprende de toda su evolución política anterior. Y la responsabilidad política de esta situación recae en todos los partidos componentes del FIT, sea cual sea su actual ubicación circunstancial más o menos correcta.

 

Aclaremos: que partidos de izquierda independiente que pelean por la independencia política de los trabajadores conformen una “cooperativa electoral” no es algo que esté mal en sí mismo. Si ese es nuestro margen de acción unificada posible frente a un escenario adverso como son las elecciones de la democracia de los ricos, no sería correcto poner obstáculos. Que haya candidaturas clasistas en ese terreno es en sí mismo progresivo. Pero el FIT es y ha sido por mucho tiempo una cooperativa electoral que se presenta a sí misma como “alternativa política” de conjunto sin otra intervención común que la puramente electoral. Más aún: se ha convertido en una verdadera “máquina de impedir” en todos los otros terrenos de la lucha política. Con el criterio supremo del “negocio” de la cooperativa electoral es que han actuado por años. La división de los actos del 1ro de Mayo, la división del Encuentro de Atlanta del año pasado, el impedimento de una campaña común contra el pago de la deuda externa, la ya ridícula traba a realizar acciones conjuntas en el marco de los paros nacionales son sólo algunos ejemplos. ¿Todo por qué? Por mezquinas consideraciones electoralistas.

 

El problema de los compañeros es que, en esta situación política, hay poco margen para seguir sosteniendo ese sectarismo. El futuro de los trabajadores no se decidirá en las urnas. El próximo período estará cruzado por la lucha de clases y el ballotage es solamente el comienzo de la participación de la izquierda en este escenario. El FIT debe saber que la intervención de la izquierda revolucionaria de ninguna manera pasará centralmente por la participación electoral y que es iluso esperar un crecimiento gradual y evolutivo de sus guarismos electorales hasta ser mayoría. Esta pareciera ser su orientación (“socialdemocratizante” de manual). Durante algunos años han conquistado una buena ubicación electoral. Pues bien: ha llegado el momento de poner en juego esa conquista en otro terreno, en la calle. Los compañeros no parecen haber tomado nota de que esta es su responsabilidad.

 

¿Y la lucha de clases?

 

Hay otro notorio problema. La campaña por el voto en blanco no es de ninguna manera un hecho en sí mismo. Muchos compañeros de vanguardia tienen esa confusión “Si no votamos a ninguno… ¿qué alternativa nos queda?”

 

La izquierda obrera y revolucionaria simplemente no puede limitar su política al voto en blanco. Es una necesidad imperiosa comenzar la preparación de la resistencia al ajuste. Nuestra responsabilidad es decírselo a nuestra clase: las luchas son la alternativa. No parece casual que no haya ninguna propuesta de los compañeros que vaya en este sentido.

 

Con este problema en la cabeza es que desde el Nuevo MAS hemos lanzado la propuesta de impulsar de forma unificada un Encuentro Obrero que prepare al activismo para la dura situación que pronto deberemos encarar. La izquierda se ha ganado un lugar de cierta importancia en las principales expresiones de lucha y organización independiente del movimiento obrero. Hay que poner en juego esa ubicación y darle una expresión común a todos esos compañeros, un polo de reagrupamiento de lucha. Para eso, están lejos de ser suficientes “Encuentros” de auto consumo o “Congresos” que tienen por único resultado concreto proclamar a un candidato presidencial. Esta y sólo esta será la orientación que permitirá a la izquierda dar un salto en calidad en su influencia entre amplios sectores de trabajadores: la de la lucha contra el ajuste de Macri o Scioli.

 

 

 

 

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