Por Eric “Tano” Simonetti


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El balotage entre Scioli y Macri abrió un intenso debate político en la sociedad. Es que por primera vez se impuso un clima de “fin de ciclo” que despertó alegrías entre algunos y temores entre otros. Alegrías, claro está, en todo un sector del empresariado y las clases medias altas que ven en el gobierno a una especie de “dictadura chavista” que restringe la libertad. Pero también alegría en un sector de la clase trabajadora y el pueblo que, golpeada por el deterioro económico de los últimos años, optó, bajo la telaraña del discurso del “cambio”, por una opción política que nada tiene que ver con sus intereses sociales. En las antípodas de esta alegría, todo un sector de la población trabajadora, media y pobre entró en estado de estupor y shock. Es que, de forma justificada, para este sector, Macri representa más fielmente los intereses del empresariado, del conservadurismo. En síntesis: Macri es el empresario de los 90´ que se lanzó a la política para volver a esos “años dorados del neoliberalismo”.

Esta polarización, comprensible, tiene elementos verdaderos y falsos. Elementos que llevaron a una corriente como Patria Grande al apoyo del derechista Scioli, perdiendo todo lo que le quedaba de su perfil de “izquierda independiente” y trabajando abiertamente para un proyecto político burgués. Vayamos por partes.

La crisis de los gobiernos “progresistas” de América Latina

En primer lugar nos queremos referir al marco general donde se encuentra la confrontación entre “progresismo” y oposición de derecha. Nos referimos al ciclo de rebeliones populares que se abrió en América Latina a principios de siglo, con epicentro en Ecuador, Bolivia, Venezuela y Argentina, pero que se extiende más allá de estos países con sus distintas intensidades. En cada uno de estos países hubo rebeliones de masas populares que dieron lugar a gobiernos que tomaron algunas de sus demandas pero con el objetivo de encauzarlas dentro de la democracia burguesa y el régimen capitalista.

Ahora bien, Patria Grande califica estos procesos (Bolivia y Venezuela) como “revolucionarios”. Pero con eso no hace más que darle una etiqueta a la realidad que le queda completamente grande. Ninguno de estos gobiernos se propuso (más allá de la retórica del “socialismo del Siglo XXI”), romper con el imperialismo y el capitalismo. No son “procesos revolucionarios”. En todo caso a lo más se llegó, en el caso del chavismo, es a confrontar con el imperialismo yanqui pero sin ir hacia su expulsión de Venezuela. El kirchnerismo se ubica en este campo de gobiernos de “izquierda” o “progresistas”, pero como “ala derecha”, por tratarse de lo más moderado de estas experiencias políticas. Pero el objetivo central que tiene Patria Grande al caracterizarlos como “revolucionarios” es justificar su apoyo político. Sin embargo, la crisis que atraviesen estos gobiernos se debe centralmente a la falta de avance consecuente contra el imperialismo y el capitalismo. Lo que dio lugar, en definitiva, al fortalecimiento de opciones por derecha. Macri en Argentina y Capriles en Venezuela expresan esto. Vayamos al caso argentino que es el que nos convoca.

Dos proyectos burgueses distintos

En ese contexto regional, el kirchnerismo surge como un proyecto burgués para estabilizar el capitalismo argentino post crisis del 2001. Esta estabilización tuvo varios elementos: un crecimiento económico producto de la megadevaluación, y sobre eso todo un conjunto de medidas sociales, culturales y políticas que tenían como objetivo sacar la protesta social de la calle y encauzarla por la vía de las instituciones de la democracia burguesa. Pero que quede bien claro. El kirchnerismo es un gobierno 100% capitalista pero con una característica distintiva: para poder gobernar tuvo que darle estas concesiones al pueblo. De otra manera el país era imposible de estabilizar, de lograr la famosa “gobernabilidad”. Es decir: lo que muchos atribuyen como “lo bueno” del kirchnerismo no vino de él mismo, por su propia voluntad, sino de determinadas relaciones de fuerzas engendradas por la movilización social. De hecho, bajo los 90´, Néstor y Cristina, no fueron “progresistas”, sino que fueron parte de las privatizaciones y el neoliberalismo. Igual que Scioli… y que Macri.

Ahora bien, el macrismo tiene algo de igual y algo de distinto. Es igual en que se trata de un proyecto político burgués. Nació en el 2001 como parte de un sector empresario que veía que los partidos político tradicionales de la Argentina estaban en crisis completa, con la idea de un nuevo partido patronal pero más “moderno”, que tome algo del peronismo y algo del radicalismo. Con el tiempo terminó configurándose como una suerte de “radicalismo de derecha”, de ahí que tenga fuerte raigambre entre las clases medias urbanos y rurales, y casi nulo peso entre la clase trabajadora. Durante toda la “era k” se ubicó a la derecha en todos los asuntos políticos y esto lo puso como el enemigo político central de toda la base social y militante del kirchnerismo.

Los trabajadores tenemos un enemigo claro: el ajuste y quienes lo apliquen

Es decir: ambos son partidos políticos capitalistas, pero que representan alianzas y programas políticos distintos. Ahora bien, ¿qué tienen en común?. Que ambos vienen a hacer el trabajo sucio de la burguesía en un momento donde el deterioro económico pone a toda la clase dominante a los gritos pidiendo un ajuste económico. Dicho de otra manera. Hacer un ajuste económico no depende de qué tipo de gobierno burgués venga. No hay manera dentro del capitalismo que la solución del deterioro no sea con ajuste. Miremos sino los casos de Brasil y Grecia, que han sido referencia de corrientes políticas reformistas como Patria Grande.

Dilma Rousseff prometió que la voten en el balotaje para que “no gane la derecha”, pero lo primero que hizo fue nombrar a un Ministro de Economía que es la envidia de Macri y el imperialismo, desatando un ajuste económico que puso su popularidad en el 7%. Syriza lo mismo. Venía prometiendo que iba a enfrentar el ajuste de la Unión Europa y terminó aplicando el plan de austeridad que le pedía el imperialismo alemán. Insistimos: un gobierno de Scioli o Macri van a gobernar de acuerdo a lo que le pidan los capitalistas, y lo que están pidiendo es claro y concreto y es lo que dicen que harán los economistas de ambos candidatos.Ya sea Miguel Bein de Scioli que fue parte del equipo económico de De la Rúa durante el brutal ajuste del 2001, o Prat Gay de Macri que fue parte del gobierno de Duhalde. Lo que plantean estos economistas (más allá de sus matices) es: pagarle a los fondos buitres para volver a endeudar al país, devaluar la moneda (con la consiguiente rebaja del salario que esto implica), acuerdo de paritarias por debajo de la inflación, liberar la tarifas de las empresas de luz, gas y agua. Todo un combo que acá y en la China tiene el mismo nombre: ajuste. Lo que va a cambiar no es el grado de profundidad del mismo, sino la forma de hacerlo.

Ahora, bien ¿es inevitable que venga el ajuste?. Sí. Porque no depende de la buena o mala voluntad de un gobierno, sino, como decíamos antes, de la situación económica del país y del contenido de clase del partido político que esté al frente del mismo. Pero al mismo tiempo decimos que la profundidad del mismo no estará dada por quién lo aplica, sea Scioli o Macri. En esto Patria Grande está completamente confundido. ¿Acaso se vive peor en la Ciudad de Buenos Aires que en la Provincia de Buenos Aires? Ambas gestiones han sido bastante parecidas, con salarios de miseria, muy baja inversión en salud y educación e incremento de presupuesto para más policía. La gestión de “derecha” de Macri no tiene nada que envidiarle a la gestión “progresista” de Scioli[1]. Lo que si marcará la profundidad del ajuste será el grado de resistencia que en las calles le pongan los trabajadores y el pueblo.

Cuando Scioli puso a Nora de Lucía al frente del Ministerio de Educación y trató de echar a más de 100 trabajadores fueron ellos mismos quienes, con varios días de toma y movilización, lograron su reincorporación. O cuando también Scioli quiso pagar el aguinaldo en cuotas fueron los estatales, docentes y judiciales los que bloque miles salimos a las calles y lo derrotamos. También fuimos los docentes en el 2014 los que paramos 17 días contra las paritarias a la baja y 50.000 le copamos la gobernación. O en Capital, fueron los jóvenes estudiantes los que le tomaron a Macri decenas de escuelas contra la decadencia edilicia. O fueron los estatales los que se enfrentaron a la represión en el Borda. Y serán los trabajadores, las mujeres, los estudiantes, los pobres y marginados de esta sociedad los que le pongan un freno a cualquier ataque, venga de quien venga. Por eso decir que con Scioli el ajuste será menos malo que con Macri es una ceguera completa y echa tierra a los ojos sobre el rumbo de la economía y la política. ¿Acaso el peronismo en el poder no tiene un prontuario de ajustes en nuestra historia?

¿Quién es funcional a la derecha?

ItahiHagman, referente de Patria Grande, declaró que la izquierda que llama a votar en blanco “termina siendo funcional a la derecha”[2]. Esto es una completa provocación y no es más que un argumento macarthista que trata de desviar el eje de la responsabilidad política del avance la derecha. Porque el que ha sido funcional a la derecha todos estos años ha sido el propio kirchnerismo. Muchos se preguntaran ¿Cómo es esto posible?

El hecho mismo de no haber avanzado en transformaciones sociales de fondo, que afecte intereses económicos concentrados y redunden en un beneficio sustancial de los sectores populares… terminó allanándole el camino a un “cambio”. Y que ese “cambio” termine siendo hegemonizado por una fuerza a la derecha del kirchnerismo se debe a que fueron los mismo Néstor y Cristina los que bendijeron “políticas de derecha”. La lista es larga. En primer lugar señalar que fue el kirchnerismo quién buscó naturalizar en la cabeza de millones que el capitalismo es lo único posible y que había que conformarse con esto. Pero claro, de esta manera terminó legitimando una tras otras las lacras de este sistema. Empezando por un lastre que atraviesa la economía argentina y la hace completamente dependiente del imperialismo: la deuda externa que se Néstor y Cristina pagaron religiosamente. Una deuda que en la rebelión del 2001 era visualizada por millones como uno de los grandes males del país. Pero la lista de “cosas de derecha” que reivindicó y legitimó el kirchnerismo es larga. Veamos algunas más.

El nombramiento de un represor como Milani en el ejército, Berni en seguridad desalojando piquetes. Pasando por los altos niveles de precarización laboral y trabajo en negro (masivamente en el Estado), discursos de Cristina atacando a los docentes, cadenas nacionales diciendo que con la plata del impuesto al salario paga los planes sociales (generando una división entre las filas de los trabajadores). La protección a Monsanto y las mineras contaminantes. O recientemente su beneplácito con Bergoglio y su negativa a reconocer los derechos de las mujeres. Ni hablar del cacareo del gobierno contra el Grupo Clarín y por la Ley de Medios, y el pulpo mediático sigue vivito y coleando chorreando su ideología gorila y pro-mercado. Y como frutilla del postre la entronización de Scioli como el representante del “modelo”. Es decir, fue el propio kirchnerismo el que paso a paso fue legitimando “cosas de derecha”. ¿Cómo no iba a salir fortalecida la derecha finalmente?

Pero para Patria Grande somos la izquierda que defiende una posición de independencia política de los trabajadores… la que “le hace el juego a la derecha”. Con este argumento trata de “cubrirse” de las críticas que les hacemos y ganarse los favores de su base de votantes a los que buscan transmitirles la idea de que ellos serían el “verdadero progresismo”, una suerte de kirchnerismo pero consecuente. Por eso dicen frases como que “estamos convencidos que la clase trabajadora y el pueblo estarán en mejores condiciones de pelear y resistir cualquier ajuste en un gobierno del FPV, que en un gobierno del PRO”, dando la idea que el ajuste no vendrá desde el mismo FPV en caso de ganar la elección! Pero entonces, ¿no son este tipo de afirmaciones las que le hacen el juego al empresariado, a los políticos patronales y la burocracia sindical que vienen a aplicar el ajuste de la mano de Scioli?¿No es este embellecimiento del peronismo como partido anti-derecha el que favorece sus políticas?

Repetimos: las mejores condiciones políticas para pelear y resistir el ajuste son el fortalecimiento de la conciencia y organización de la clase trabajadora. Y la conciencia se fortalece avanzando en una mayor comprensión de la realidad, no en el embellecimiento de una las variantes del ajuste. Eso genera confusión y no contribuye a distinguir quienes son aliados y quienes son enemigos en la lucha.

La única posición contra el ajuste es votar en blanco

Por todo lo señalado, llamamos a darle la espalda a Sciol y a Macri votando en blanco. Muchos compañeros, empezando por los de Patria Grande nos dicen: ¿pero eso beneficia al ganador? No compañeros. El voto a Scioli beneficia a Scioli, y el de Macri a Macri. El voto en blanco, para los socialistas, es un voto que representa una tercera posición política.Una posición de clase, del lado de los trabajadores y oprimidos de la sociedad. Mientras que votar a Scioli o a Macri es votar a uno de los dos candidatos de los capitalistas, más allá de sus matices.

Pero no sólo votamos en blanco como una posición de defensa de la independencia de clase de los trabajadores. Sino también para dar una señal política contra estos candidatos. Una señal en el sentido de que los trabajadores no queremos los planes de ajuste que tienen entre manos. Una señal política contra “giro conservador” que están queriendo poner en pie el peronismo y el macrismo. Una señal de que los trabajadores no vamos a dejar arrebatarnos nada de lo que hemos conquistado con nuestras luchas todos estos. Y solo se puede luchar de forma consecuente con total independencia política de los patrones y sus políticas, se pinten de amarilla o de naranja.

[1] En relación a las gestiones de Scioli y Macri es interesante ver el análisis de José Natanson en su nota “Globología” en el último número de Le Monde Diplomatique, Noviembre de 2015.

[2]Entrevista a ItaiHagman, http://www.eldestapeweb.com/itai-hagman-vamos-acompanar-al-fpv-es-una-irresponsabilidad-votar-blanco-n11661

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