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Finamente, se canceló el Boden 2015, un bono emitido por la gestión kirchnerista en la época en que Venezuela todavía podía darse el lujo de prestar a los amigos. El total del bono era de 6.300 millones de dólares, de los cuales el Banco Central ya había rescatado una pequeña parte. El pago realizado el lunes 5 fue de 5.900 millones de dólares. Como parte de ese pago se efectuó a inversores locales que dejaron sus dólares en el sistema financiero local (y por lo tanto, siguen en el BCRA), las reservas cayeron de 32.400 a 27.700 millones de dólares.

La baja es importante, sobre todo si se tiene en cuenta que esos 27.700 millones están muy maquillados. Si se descuentan los pagos frenados por Griesa –al no efectivizarse, se siguen computando como si estuvieran–, las importaciones ya adelantadas pero no pagadas en divisas y los préstamos de corto plazo de algunos de los pocos bancos extranjeros (de organismos multilaterales, en general) que aún financian al país, la cifra real debe andar más bien cerca de la mitad. Sin embargo, es sabido que el kirchnerismo hace rato que había tomado la decisión política de honrar hasta el último pago de deuda “tiki tiki”, como dijo Cristina, aun sabiendo que en las arcas del BCRA quedarían papeles y aserrín, pero pocos dólares. Por supuesto, el equipo económico de Scioli, y también de los otros candidatos, son perfectamente conscientes de ese estado de cosas financiero, de modo que no podrán hacerse los sorprendidos por la “pesada herencia recibida”.

 

Pagar a lo loco no es desendeudarse

 

Lo que llama la atención, por su cinismo, es que Cristina haya definido el pago del Boden 2015 como que “Argentina ha cerrado el último capítulo del gran endeudamiento argentino”. Inclusive, se jactó de que “es la primera vez que un gobierno emite una serie de bonos y es ese mismo gobierno el que lo paga y no se lo deja a otro”. Y recordó con orgullo (?) que su gestión ha pagado desde 2003 “145.000 millones de dólares”.

La realidad es que ninguna de esas afirmaciones es cierta, o es una “verdad” de lo más mentirosa. Veamos una por una.

Por empezar, la Argentina no ha cerrado ningún capítulo del “gran endeudamiento” por haber pagado este bono. Y por varias razones. Primera, que quedan muchos bonos anteriores y muchos dólares para seguir pagando. Segunda, que lo primero que hizo el gobierno, una vez concretado el pago, fue salir a endeudarse en la forma que pudiera, como veremos en detalle más abajo. Y tercera, que el kirchnerismo sabe perfectamente que su sucesor se embarcará en una política de generoso reendeudamiento, una vez que consiga quien le preste (para lo cual también habrá acuerdo con los holdouts y buitres).

Tal vez quiera quedar como el gobierno que pagó y no se endeudó, a diferencia del que viene. Pero eso es una chantada y hacer virtud de necesidad: si el gobierno no se endeudó más de lo que lo hizo no fue por falta de voluntad política, sino de posibilidad práctica. Y si Cristina hubiera podido ser electa por tercera vez para 2015-2019, llevaría adelante la misma política de reendeudarse. Fueron sólo las circunstancias externas, en primer lugar la crisis internacional y luego el fallo de la justicia yanqui, los que impidieron endeudarse en forma en ambos mandatos de Cristina.

En cuanto a la afirmación de que sólo este gobierno pudo a la vez emitir y cancelar un mismo bono, no significa mucho, salvo el mérito de haber durado 12 años. Porque todos los gobiernos capitalistas del mundo emiten deuda para que pague otro, por la sencilla razón de que los plazos habituales de vencimiento de los bonos son 10, 20, 30 y hasta 99 años. Y, por otra parte, este “récord” sólo se cumple con el Boden 2015. ¿Acaso Cristina no le está dejando a los futuros gobiernos el Bonar 2024, el Bonar 2020 y el Bonad 2017, entre muchos otros? En ese marco, autoelogiarse por cancelar uno de los tantos bonos emitidos por el gobierno es una pedantería sin sentido.

Por último, la cifra que dio Cristina como prueba de su carácter de “pagadora serial”, 145.000 millones de dólares, sorprende un poco, porque en discursos de años anteriores la propia presidenta hablaba de 190.000 millones. ¿Cuándo se equivoca, antes o ahora? Difícil saberlo, dado que desconocemos cómo hace los cálculos respectivos. Pero tampoco importa mucho: lo que hay que retener es la indudable vocación K por honrar los pagos de la deuda a todos los acreedores. Sí, señor: a todos, buitres incluidos. Por eso asombra la intención de Clarín de meter cuñas entre el sciolismo y el kirchnerismo “revelando” en tapas sucesivas que “el entorno de Scioli dice que hay que arreglar con los buitres”. ¡Vaya novedad: ya lo habían anunciado Kicillof y la propia Cristina! Ningún sector de la política capitalista tiene la menor sombra de duda de que hay que pagarles a los buitres; toda la diferencia radica en los montos, plazos y condiciones, nada más.

 

Una, dos, tres, muchas emisiones de deuda

 

Pasemos ahora a los instrumentos del reendeudamiento. Porque no se había terminado de efectuar el pago de deuda que el gobierno ya estaba buscando mecanismos para volver a endeudarse por el mayor monto posible. Desde ya, eso presentaba el obstáculo, por ahora casi insalvable, de que no se puede emitir deuda en el mercado internacional. Eso requeriría, entre otras cosas, poner como jurisdicción legal del bono a una plaza como Nueva York o Londres, lo que hoy es imposible porque los buitres revolotean buscando impedirle al gobierno emitir cualquier tipo de deuda. Por ejemplo, la emisión de unos 1.500 millones de dólares en Bonar 2024 de abril pasado, que se hizo con jurisdicción Buenos Aires buscando casi exclusivamente inversores locales, todavía está dando vueltas en el tribunal de Griesa a instancias de los buitres, que accionaron contra el Estado argentino y contra los bancos internacionales que participaron de la operatoria.

Teniendo en cuenta estas limitaciones, el gobierno este año optó por financiarse localmente, emitiendo bonos en pesos (últimamente, cada dos o tres semanas). Por supuesto, esos bonos están atados a la cotización del dólar oficial (lo que se llama en la jerga “dollar linked”), lo que los hace atractivos para inversores institucionales –bancos, aseguradoras, fondos de inversión– a los que les sobran pesos pero no pueden comprar dólares. A eso se suma a veces alguna emisión en dólares bajo ley argentina, siempre pensando en compradores locales.

La lista es bien nutrida: sólo en función de tapar en parte el agujero en las reservas (y en las arcas fiscales) que representó el pago del Boden 2015, en octubre se emitirán estos títulos de deuda: a) Bonad 2017, en pesos, atado a la cotización del dólar, por 5.000 millones de pesos (unos 500 millones de verdes); b) Bonar 2017, en pesos, por otros 3.000 millones, y c) el Bonar 2020, en dólares, licitado el martes 6, por un total de 670 millones de dólares, a la muy generosa tasa de 9,4% anual. En total, serían unos 1.500 millones de dólares. Un verdadero festival de endeudamiento. En voz baja, por montos chicos o medianos y con acreedores locales, pero endeudamiento al fin.(1)

Para los que se preguntan por qué habría inversores dispuestos a desprenderse de dólares en efectivo a cambio de papelitos del Estado, en vísperas de cambio de gobierno y con una casi segura devaluación en el horizonte, hay una respuesta no muy complicada. Sucede que no se trata de particulares que prefieren los dólares en el colchón antes que cualquier otra cosa, sino esos inversores institucionales a los que hacíamos referencia: bancos, empresas, etc. Y los dólares que tengan en efectivo serán computados en sus balances al valor oficial, mientras que si están en bonos, la cotización se acerca a la de alguno de los múltiples “dólares” del mercado: el contado con liquidación, el dólar “Bolsa”, etc., con una apreciable diferencia. Claro que a este incentivo hay que agregar las “sugerencias amigables” del gobierno a esos inversores para que se anoten en la lista de suscriptores a los bonos oficiales.

Es así, entre garrotes y zanahorias, como el gobierno va tomando deuda como puede para tapar los agujeros fiscales. Total, el objetivo está (casi) cumplido: llegar al 25 de octubre, y luego al 10 de diciembre, sin crisis cambiaria, de deuda o de otra índole. Lo que pase después… será problema del que venga. Por eso es tan cínica como presuntuosa la afirmación de Cristina de que “no le deja deuda a otro” o de que el pago del Boden es nada menos que “el último capítulo del gran endeudamiento”. Ese gran endeudamiento, por el contrario, no está haciendo más que recomenzar. Y el kirchnerismo, con toda responsabilidad por la estabilidad capitalista del país, se encarga de que la futura gestión pueda reanudar la rueda infernal de la deuda en las condiciones menos desfavorables posibles.

Marcelo Yunes

 

Notas

  1. Por otra parte, como se trata de bonos en pesos emitidos bajo legislación local (para evitar que Griesa, buitres y Cía. puedan clavar sus garras allí), técnicamente no son considerados deuda externa. Digamos que ese expediente es una de las razones que dificulta el cálculo del monto real de deuda pública, que incluye como mínimo a) la deuda externa, b) la deuda intra Estado, c) la deuda del BCRA (tanto con el Tesoro como con particulares), y d) este tipo de deuda en bonos al público. A veces, las fronteras entre uno y otro tipo de deuda son muy difusas; de allí las diferencias importantes que se dan en las estimaciones del monto total.

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