Por Carla Tog, desde Barcelona


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Elecciones Autonómicas, Catalunya 2015

 

Las elecciones catalanas del 27S (27 de septiembre), con una extraordinaria participación del 77,3%, fueron plebiscitarias. Mucho más que simples “autonómicas” para elegir President de la Generalitat y el Parlament. Es que en ellas los catalanes también se pronunciaron por sí o por no a la independencia en relación a España.

Eso atravesó las elecciones, alteró el mapa electoral y abrió un escenario político inestable e incierto. No sólo en relación a las dificultades para encarar la formación del nuevo gobierno sino también del rumbo y contenido que del llamado “proceso soberanista” y de quién lo dirigirá. Proceso que venía liderado por Artur Mas y apoyado por los partidos catalanes independentistas ERC y CUP.

Que la independencia adquiera tanto peso en unas elecciones autonómicas responde a varias cosas. Es síntoma de que el tema “catalán” existe, continúa instalado en la sociedad y no está resuelto. Se debe también a que las elecciones fueron presentadas por Artur Mas como un plebiscito sobre la independencia donde la mayoría de escaños obtenidos de las fuerzas independentistas bastaría para iniciar Declaración Unilateral de Independencia. Y esto fue asumido así por el resto de los partidos. La “independencia” fue el principal, sino el único, eje de campaña, polarizando los votos entre partidarios y contrarios. Quedaron de lado la cuestión social, el paro, el trabajo, la precarización laboral, la salud y la educación.

Las listas favorables a la independencia fueron dos. La primera, Junts Pel Sí, postulaba a Artur Mas a la presidencia de la Generalitat e integró en una coalición a Convergència Democràtica per Catalunya (CDC), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. La segunda, fue la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), independentistas de izquierda con gran influencia en la juventud y el interior.

Del lado de los contrarios a la independencia se postularon Ciutatans (C’s), partido de derecha neoliberal menos quemado que el PP; el Partido Socialista de Catalunya (PSC); Catalunya Si Que es Pot (CSQP) formada por Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), Esquerra Unida i Alternativa (EUiA), Podemos y Equo. Y, por último, el Partit Popular Català (PPC), rama del gobernante PP.

Los resultados

Junts Pel Sí fue la lista más votada con 1.620.973 votos (39,54%) y 62 diputados sobre un total de 135. Es decir, 6 diputados menos de los 68 necesarios para obtener la mayoría absoluta en el Parlament.

El segundo lugar fue de Ciutatans con 734.910 votos (17,93%) y 25 diputados. El tercer lugar es para el PSC con 522.209 (12,74%) y 16 diputados. En cuarto lugar se sitúa Catalunya Si que es Pot con 366.494 (8,94%) y 11 diputados. En el quinto se encuentra el PP con 348.444 (8,5%) y 11 diputados. Y en sexto y último lugar la CUP con 336.375 (8,2%) y 10 diputados.

El independentismo gana en escaños pero no en votos

Junts Pel Sí no obtiene la mayoría absoluta porque se queda con 62 diputados de los 68 requeridos. Pero, con los 10 diputados de la CUP, sumarían 72, haciendo posible una mayoría independentista.

Pero este triunfo es en escaños (72), no en porcentaje de votos. Sobre 3.987.754 votos emitidos, el independentismo (JPS + CUP) obtiene el 47,8 %. Pero las distintas opciones “no independentistas” (C’s + PSC + CSQP + PPC) logran el 50,62%. En síntesis: Mas ha ganado las elecciones al Parlament pero no el plebiscito sobre independencia.

Esto pone en duda una Declaración Unilateral de Independencia. Tampoco garantiza a Mas su reelección como President. Es que la CUP –advirtiendo que un 50,62% ha votado contra los independentistas y con el correcto argumento de que Mas es la cara de los recortes– decidió no apoyar su investidura. La CUP sostiene que el resultado (político y en votos) no es suficiente para declarar unilateralmente la independencia.

Para la investidura, se exige en primera votación la mayoría absoluta, es decir un mínimo de 68 votos que Junts Pel Sí no tiene. Si no hay acuerdo, se va a una segunda votación donde es necesaria la mayoría de los votos a favor, con lo que ni siquiera con la abstención de la CUP Mas podría ser elegido. Y si en segunda votación tampoco se logra, se deben convocar nuevas elecciones.

Así, la victoria de Mas y Junt Pel Sí tiene sabor agridulce. Han ganado, pero obtienen nueve escaños menos que CiU y ERC por separado en las elecciones de 2012. Le va a ser muy difícil formar gobierno. Habrá que negociar un candidato del consenso independentista. Queda atado o dependiendo de la CUP (izquierda del independentismo). Será aún más difícil que este resultado sea reconocido como un “mandato democrático” o la legitimación para encarar el proceso de independencia.

C’s y la CUP, los verdaderos ganadores

Numérica y políticamente los grandes ganadores son, entonces, Ciutatans (C’s) y la CUP.

Ciutadans logra capitalizar el voto no independentista derivado tanto del descontento hacia el PSC  como de muchos viejos votantes anti independencia de CDC y el PP que el propio proceso soberanista ha decantado en su contra y que hoy apuestan por una nueva  y “joven” versión de lo mismo. A pesar de ser un partido neoliberal de derecha, Ciutadans no está aún “quemado” como éstos. Se presenta como fuerza “regeneracionista”, de diálogo, que cuida las formas y puede hacer las mismas cosas… pero bien. Obtiene el segundo puesto ganando 16 escaños (de 9 pasó a 25), convirtiéndose en la nueva oposición al independentismo, el papel que antes hacía el PP. Además, se anota un valioso punto para las próximas elecciones generales.

La CUP, alianza independentista de la izquierda radical que se dice “anticapitalista”, tiene mucha influencia en la juventud. Pasa de 3 a 10 escaños multiplicando su presencia en el Parlament.

El avance de la CUP se debe a un discurso consecuentemente rupturista, a la izquierda de las otras corrientes. Con eso logró el voto de la juventud catalana favorable a la independencia, de los independentistas que no apoyan a Mas por identificarlo con la corrupción y los recortes, y también de sectores que votaron por una opción anticapitalista. El voto de la CUP fue un voto de izquierda.

Distanciándose de Junts Pel Sí, que toma la mayoría de diputados como suficientes para declarar unilateralmente la independencia, la CUP se ha inclinado por una declaración sólo si los independentistas superan el 50% de votos y escaños, y si se enmarca en un “plan de emergencia social” contra los recortes, la corrupción y la intransigencia de Madrid. También ha reiterado su negativa a investir a Mas.

 Con eso, la CUP se convierte en el partido clave para el proceso independentista y la formación del nuevo Parlament. A la vez, la CUP tiene oportunidad de disputar a Mas y a la derecha catalanista la dirección política del soberanismo, de transformarse en un polo de referencia que amplíe y fortalezca la izquierda catalana en una perspectiva anticapitalista y de ruptura.

El PSC logra aguantar los trapos

El PSC (rama del PSOE en Catalunya) quedó en tercer puesto y 16 escaños. Con eso logra aguantar los trapos. Significa perder sólo cuatro escaños de los 20 que tenía. Y esto, porque los socialistas catalanes aún cuentan con un bastión de votos populares, el denominado “cinturón rojo”, zona industrial de Barcelona, donde hubo altísimo grado de participación. Es que el PSOE, aunque contrario a la independencia, no es considerado un partido de derecha. Su discurso de una reforma constitucional hacia una “España federal” ha calado, dándole un respiro de cara a las generales. Asimismo, los resultados del PSC guardan estrecha relación con el rol jugado por Podemos.

Los perdedores: el PP y Podemos

El gran derrotado fue el PPC, sucursal catalana del PP. Pierde 8 escaños y se queda con 11. Aunque el PP se consuele con que el independentismo no alcanzó el 50%, su debacle es inobjetable. Ha perdido la pelea con C’s de ser el principal referente contra el separatismo.

Catalunya Si que es Pot, coalición donde se ubicó Podemos, ha sido un  globo que se desinfla. Muy por debajo de sus propias expectativas, fue otro gran perdedor. Obtuvo 11 escaños, 2 menos que los obtenidos por ICV en solitario en 2012. Este desastroso resultado confirma la tendencia a la baja de Podemos, coherente con su giro a la derecha y su cristalización como partido reformista. Adaptado a las reglas de juego de la política tradicional, ha abandonado el programa rupturista y anticapitalista con que nació.

El propio Iglesias habló de los resultados como “altamente decepcionantes”. Pero los explicó por “haber apostado por el sentido común y la responsabilidad de Estado, que está claro que no funcionó electoralmente en esta campaña”.

Pero el fracaso de Podemos se explica principalmente por otros motivos. Por un lado, la falta de una posición clara sobre el tema nacional. Su ambiguo medio camino entre el derecho a decidir y la independencia, no cuajó en la polarización que enmarcó las elecciones. Por otro lado, la política de la dirección de Podemos de la “transversalidad” y la “amplitud del voto”, de no ser de derechas ni de izquierdas, de aliarse con patrones y banqueros, de ocupar la centralidad del tablero, del apoyo incondicional a la traición de Syriza, etc., está empezando a pasar factura. Esto aleja –principalmente hacia el PSC, que sí se dice de izquierdas y tiene propuestas claras frente al soberanismo– a un importante electorado de izquierdas que busca un referente. Pone al descubierto los límites de su proyecto estratégico.

Su campaña se ha centrado en la defensa de un referéndum vinculante negociado con el Estado español. Esta propuesta desconoce de hecho el proceso soberanista ya iniciado y muy presente desde los últimos años, y el deseo y voluntad de miles de catalanes que quieren decidir por sí mismos su futuro. Además, Pablo Iglesias declara: “España no necesita un presidente del Gobierno que amenace a los catalanes con enviar el Ejército. España necesita un presidente que sepa escuchar a Catalunya y yo quiero ser ese presidente. […] No quiero que Catalunya se vaya, pero esa decisión deben tomarla los catalanes. […] Creo que solamente si nosotros gobernamos en España, se podrá construir un proyecto de país llamado España, en el que quepa una nación que se llama Catalunya.”

Así la dirección de Podemos defiende la “unidad de España”, unidad impuesta por el régimen de la Transición. Y esto es defender la continuidad de Catalunya dentro del Estado español tal cual es, donde no hay lugar al derecho a decidir, excepto que sea negociado o pactado con Madrid.

Todo eso, sumado al abandono de un programa y una política de ruptura y anticapitalista dan claras señales de alarma. Así, el fenómeno Podemos comienza a desinflarse como un pastel que sale del horno. Si no gira notoriamente a la izquierda, recuperando los puntos programáticos con los que surgió, continuará decepcionando a su militancia y a los que apostaron por ese proyecto como herramienta de cambio, perdiendo votos y credibilidad.

 

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 Una vez más la independencia como cortina de humo

Por el derecho a la autodeterminación

En un artículo anterior, sobre el referéndum del 9 de noviembre de 2014, señalábamos: “Se nos dice que no es sino la ‘primera vuelta’ de unas inminentes elecciones plebiscitarias en las que una lista Unitaria, encabezada por Artur Mas, ‘proclamaría sin duda alguna la independencia’ […] No nos engañemos: lo que Mas quiere es un cheque en blanco para seguir gobernando con el aval del independentismo y el bloque soberanista. […] Se trata de un proceso encabezado por el actual gobierno de la Generalitat y los partidos burgueses que lo sustentan. Todos defensores de una política de recortes igual a la del gobierno central, de la legalidad constitucional, del orden burgués, del pago de la deuda y de la supeditación a la UE de Bruselas. Todos silenciosos con la corrupción. […] Estas organizaciones están utilizando, con amplio éxito, su dominio sobre el proceso soberanista como cortina de humo tendiente a ocultar su política y desviar el justo malestar social provocado por sus recortes.”[1]

En estas elecciones, la cortina de humo ha vuelto a actuar. El hecho de que se asumiesen como plebiscitarias de la independencia, ha relegado por completo la cuestión social. El paro, la precarización, los desahucios, los bajos salarios, la reforma laboral y un largo etcétera, junto a la responsabilidad de Mas en ser ejecutor de una brutal política de recortes, han quedado por detrás del debate independencia sí o no.

Los beneficiarios de esto son Mas y  los nacionalistas catalanes y españoles interesados en ocultar sus responsabilidades.

Los socialistas revolucionarios defendemos incondicionalmente el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán, incluyendo su derecho a separarse del actual Estado español si así lo deciden democráticamente.

Pero también decimos que la solución no es establecer pequeños Estados burgueses en el marco opresor de la Unión Europea. No queremos un Estado catalán bajo el poder político de la burguesía catalana, que es lo que defiende la propuesta de independencia que promueve Artur Mas y Junts pel Si.

El pueblo catalán ha demostrado repetidas veces que quiere decidir sobre su futuro y tiene derecho a ello. Tiene derecho a un auténtico referéndum vinculante de autodeterminación. Y la única garantía para que no se vea frustrada la voluntad de ejercerlo, es enfrentar en serio al gobierno central de Madrid que le niega al pueblo catalán su derecho a la autodeterminación. Pero, también, hay que hacer frente a los representantes de burguesía catalana.

Decidir sobre nuestro futuro es mucho más que votar en unas elecciones un programa que sólo diga “independencia”. Es decidir si queremos o no independizarnos del Estado español. Pero sobre todo cómo queremos que sea la nueva Catalunya.

Si queremos o no mantenernos en la UE bajo la disciplina de la Troika, si queremos o no pagar la deuda, si queremos acabar con la política de recortes en la enseñanza, si queremos o no una sanidad digna y gratuita para todos, etc.

Decidir nuestro futuro en libertad, es iniciar un proceso constituyente. Y eso sólo es posible con un referéndum de autodeterminación libre, con garantías democráticas, donde la opción de la independencia o la del mantenimiento dentro del Estado español se puedan debatir por igual. Y donde no olvidemos que los trabajadores y el pueblo español son los únicos y verdaderos aliados del pueblo catalán.

Como dijimos, apoyamos incondicionalmente el derecho a la autodeterminación. Queremos romper con el Estado actual y con su monarquía. Pero con la misma claridad debemos decir que, frente a la catástrofe de España y en el marco de la crisis de la UE, la única salida realista es la unidad de los trabajadores de toda la región para combatir contra los distintos gobiernos y el sometimiento a la UE.

En esa perspectiva revolucionaria, sostenemos como salida de fondo la libre federación de nuestros pueblos en una República Obrera y Socialista.

Nota:
1.- Carla Tog, “Después del 9N”, Socialismo o Barbarie, 11/11/2014, http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=3838

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