UNA COHERENTE TRAYECTORIA ARTÍSTICA Y MILITANTE

Eduardo «Tato» Pavlovsky nació en Buenos Aires en 1933 y falleció en la misma ciudad el pasado 4 de octubre. Fue actor, dramaturgo, psicoanalista pionero en las técnicas del psicodrama en Latinoamérica, y desde sus comienzos estuvo ligado a las corrientes del trotskismo argentino: en los 70 antes del golpe militar al PST, (Partido de los Trabajadores Socialistas) y luego en el retorno democrático al Viejo MAS (Movimiento al Socialismo).
Además de actuar para el cine, como actor de teatro le tocó interpretar más de una vez sus propias obras entre las que se destacan: «Telarañas», «El señor Galíndez», donde personifica la vida cotidiana de un torturador, «Rojos, globos rojos»,  «Las Variaciones Meyerhold» donde reflexiona sobre la vida y la obra del director teatral y teórico ruso Vsévolod Meyerhold, uno de los más importantes renovadores del teatro moderno quien fuera perseguido y asesinado por el stalinismo. La última obra en llevar a escena fue «Asuntos pendientes» adonde el eje era, una vez más lo social, en particular el crimen social. Esta obra lo tenía también como protagonista aún pasando los 80 años, ya que para él «el teatro era la vida», y no concebía vivir sin actuar porque entendía el teatro como un juego de los más serios y comprometidos, donde había que correr riesgos indefectiblemente. Se caracterizó por un estilo de actuación vigoroso, desordenado, pero muy intenso siempre, pregnante para el espectador que difícilmente olvidaba su cuerpo y su fuerte presencia en la escena. Su forma militante de entender el teatro lo hará blanco de atentados en el año 74 con el montaje de «El señor Galíndez» y luego con «Telarañas». Ya bajo la dictadura militar, se vio obligado a exiliarse en España. Volverá al país en los fines de la dictadura en el marco de un fenómeno cultural de resistencia que fue el primer «Teatro Abierto” (año 1981).

Pavlovsky hizo al mismo tiempo numerosos desarrollos teóricos sobre el psicoanálisis y el psicodrama, abogando desde su lugar por una implicancia social de los intelectuales contra la «neutralidad» fogoneada desde las instituciones. Tanto en el psicoanálisis, en el que pronto encuentra los límites de clase para entender lo social, así como en el teatro, rehuyó de «los especialistas» o  de «los artistas que sólo saben y hablan de teatro» como disciplinas y compartimentos estancos. Así, en una entrevista pasada, reflexionando sobre el atravesamiento de los procesos políticos sobre su generación, dirá: «El Cordobazo marcó mucho a los intelectuales, no los dejó jugar al juego del psicoanálisis; por ejemplo, si han matado a un artista… ‘y vos ¿qué opinás de esto?¿… ‘buenoo… yo soy biólogo… psicoanalista, etc.’…como si la especificidad te restara peso, posición del cuerpo frente a lo político… y no importaba de qué partido político, sino tu posición, de qué manera lo político estaba inscripto en algún nivel de preocupación».

Desde ese mismo lugar, el de asumir las contradicciones y las tensiones de la lucha de clases que nos atraviesan, Tato pensó el teatro, su práctica clínica y pensó lo político. Creemos que parte de las posiciones respecto del arte y lo político que vertebraron su coherente trayectoria, fueron de neto corte trotskista. Pese al eclecticismo ideológico de su última época, junto con el compromiso social como artista-intelectual, defendió a capa y espada la más intransigente libertad para el arte en contra de los dictados de la «policía estética» del stalinismo (corriente que fue hegemónica en la izquierda, máxime si de «arte de compromiso» se hablaba). Es por eso que se volvió sobre figuras como la de Meyerhold y tantos otros, para encontrar todo lo que de subversivo tenía y tiene el teatro.   Nos parece vital al mismo tiempo, visibilizar su compromiso militante con la causa de la revolución y con los partidos de la clase obrera, organizaciones de las que nunca renegó y con las que nunca dejó de tener contacto ni de prestar su colaboración. Esta reivindicación de su experiencia partidaria como en el caso de tantos otros luchadores (el caso de Carlos Fuentealba el más notorio), se hace más imprescindible cuanto todos los medios del «stablishment» como Página 12 por caso, reseñan exhaustivamente toda su trayectoria de vida como «artista político», pero omitiendo deliberadamente toda referencia al trotskismo, a las posiciones del trotskismo ante el arte y la más mínima mención a las organizaciones en las que “Tato” militó.
Desde estas páginas enviamos un fuerte abrazo a sus amigos y seres queridos en este difícil momento. Al mismo tiempo, queremos saludar la coherente trayectoria artística y militante de Pavlovsky, su obra y el conjunto de enseñanzas que como figura deja a las jóvenes generaciones de artistas militantes, espectadores, lectores y amantes del teatro.
¡Hasta el socialismo siempre, Tato!
César Rojas
Frente de Artistas- Nuevo MAS

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