La resolución de la ONU del 10 de septiembre, por la cual se establecen nueve principios básicos para el manejo de reestructuración de deudas soberanas, ha sido saludada por el kirchnerismo como una “victoria diplomática contra los buitres”, que marcaría un antes y un después trascendental en el mundo de las finanzas internacionales. La resolución, impulsada desde hace más de un año por el gobierno argentino, fue presentada por Sudáfrica en nombre del G77 + China, y obtuvo un amplio respaldo: 136 votos a favor, 6 votos en contra y 41 abstenciones. Mientras la prensa gorila ignoró o minimizó el tema, el kirchnerismo estaba exultante. Sin ánimo de pincharle el globo, preferimos medir las cosas por sus consecuencias reales y sacar las conclusiones del caso.
La votación misma ya deja tela para cortar. Los seis votos en contra (“el rechazo de la amplia mayoría de naciones desarrolladas”, según el curioso cómputo de La Nación) fueron, sencillamente, los de los dueños de la pelota financiera: EE.UU., Reino Unido, Japón, Alemania y Canadá, a los que se sumó Israel, algo así como el voto gemelo de los yanquis (nunca votó distinto, en el tema que fuere). La “amplia mayoría de las naciones desarrolladas”, contra lo que dice el crispado escriba del diario de Mitre, se abstuvo.
Lo notable es que entre esas abstenciones figuraron las de Grecia y Portugal, países que deberían estar altamente interesados en el avance de una normativa financiera internacional que ponga límites a los buitres. Se ve que las ganas de “seguir perteneciendo”, aunque sea formalmente, al ámbito de la Unión Europea, los movieron a votar en el mismo sentido que sus verdugos. Un comportamiento aún más cipayo tuvieron México y Colombia, los únicos latinoamericanos que se abstuvieron, simplemente por deferencia a los yanquis. Los votos a favor, como era de esperar, correspondieron a la mayoría absoluta de países del mundo que no son desarrollados sino “emergentes” o, más sencillamente, pobres.
“Los simpáticos inoperantes”
El personaje de historietas Mafalda, creado por Quino en la década del 60, designaba así ya en esa época a la ONU y sus protagonistas. Daba a entender de esta manera que las resoluciones de la ONU eran declaraciones de buenas intenciones muy loables, pero sin ninguna posibilidad de implementación o consecuencias prácticas. En esa década del 60 recordamos dos ejemplos muy conocidos: la resolución en favor de Argentina en su conflicto con Gran Bretaña por las islas Malvinas (1965) y la resolución en favor del pueblo palestino (1967). Pasó medio siglo y nada cambió. Similar destino podría esperar este nuevo vástago de la Asamblea General de la ONU. Los nueve principios de la sana conducta financiera que deben regir las reestructuraciones de deuda soberana (respeto a la soberanía, buena fe, transparencia, imparcialidad, tratamiento equitativo, inmunidad soberana, legitimidad, sustentabilidad y reestructuración de mayorías) representan poco más que una enunciación de nobles objetivos que los dueños de la pelota eludirán cada vez que quieran… y cumplirán cuando les convenga.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué las “victorias diplomáticas” de los países atrasados o pobres quedan impresas en un papel y no en la realidad histórica? Como hemos señalado en otras oportunidades, la razón de fondo es tan sencilla como material: las relaciones de fuerza entre los países están regidas por un orden mundial, el del capitalismo imperialista, en virtud del cual hay naciones que mandan, someten y explotan, y otras que son obedecen, son sometidas y explotadas. Esta configuración estructural del sistema de estados nacionales existe desde que existe el capitalismo –con más fuerza aún desde el capitalismo industrial–, y es la verdad subyacente (aunque a veces sea muy evidente) de las relaciones internas en el “concierto de las naciones”. Es esta realidad la que establece quiénes tienen poder de decisión sobre todos los problemas importantes y quiénes no.
Y en el caso de la ONU, ente global fundado a la salida de la Segunda Guerra Mundial para dar estabilidad y sanción formal al statu quo geopolítico de la posguerra, esa diferencia está marcada incluso institucionalmente. La Asamblea General es una especie de “parlamento de naciones” que delibera, discute y vota (como en el caso que nos ocupa)… pero no decide. Sus resoluciones son “indicativas”, esto es, no vinculantes. Ningún Estado queda obligado a nada en virtud de esas resoluciones. Por eso Mafalda tenía toda la razón en llamar a los protagonistas de estos foros “los simpáticos inoperantes”.
En cambio, el único organismo de la ONU cuyas resoluciones tienen algún peso real (por ejemplo, para resolver intervenciones militares) es el Consejo de Seguridad, de 15 miembros. Pero sólo cinco países tienen el poder de vetar toda decisión con su solo voto: EE.UU., Reino Unido, Francia, China y Rusia.(1)
“Buitre malvado, cóbrate esto”
Como reconoce el propio kirchnerismo, la resolución, que no tiene ningún efecto vinculante hacia el futuro, mucho menos tiene valor retroactivo: el negociado que hicieron los buitres con Argentina no tiene vuelta atrás, y si de algo servirá esta resolución, será en todo caso más adelante, con lo que el efecto puramente “moral” de la “victoria” es doble, si se quiere. Los eventuales beneficiados de esta “recomendación” (no normativa) serán otros países; de allí que Cristina pusiera en sus discursos a la Argentina casi en el lugar de país mártir cristiano que se sacrifica por sus congéneres.
Pero mientras tanto, en ese mismo lugar del planeta, Nueva York, el kirchnerismo se guarda sus vaporosos discursos donde corresponde y se dedica a operaciones mucho más tangibles. En la misma ciudad donde se da rienda suelta a la épica anti buitre, con toda discreción y sigilo, los emisarios del candidato oficialista llevan adelante conversaciones (todavía no pueden llamarse negociaciones) con los representantes de las aves carroñeras. Lo propio hacen, también con toda circunspección, los enviados del otro candidato, Mauricio Macri. En uno y otro caso el objetivo es el mismo: desbrozar el terreno para un acuerdo que cierre el capítulo default-desacato a la justicia yanqui-imposibilidad de salir a los mercados, abriendo de esta manera la puerta a un festival de endeudamiento externo.
Irónicamente, cuanto más fuerte cacarea el kirchnerismo con el discurso “soberanista”, más se prepara, no sólo desde el entorno de Scioli sino desde el propio oficialismo, una solución legal para el arreglo con los buitres. Solución que tiene como primera medida la derogación de la llamada “ley cerrojo”, que impide hacer a un grupo de acreedores una oferta mejor que a los acreedores que entraron al canje. Otra ironía: es imprescindible derribar ese instrumento legal armado por el kirchnerismo en 2010 para hacer un acuerdo con los hold outs que viole justamente uno de los “principios” de la resolución de la ONU, el de “tratamiento equitativo” a los acreedores.
Y no es la única modificación al esquema legal que hará falta para cerrar el capítulo buitres: “Todos [los asesores económicos de Scioli, Macri y Massa. MY] sugieren, además, la anulación de la reciente ley de pago soberano, que induce a los tenedores de bonos a cobrar sus dividendos en Buenos Aires. Como nadie aceptó ese cambio de jurisdicción, las condiciones anteriores serían restauradas con la misma velocidad con que fueron modificadas. Las convocatorias a crear un clima de concordia en el próximo Parlamento apuntan a facilitar esos trámites. A cambio de estas concesiones los economistas de Scioli, Macri y Massa esperan lograr algún alivio en las formas de pago. Apuestan a una quita o a mayores plazos de cancelación de los bonos que recibirán los premiados por la estafa” (C. Katz, “Relatos económicos compartidos”, 14-9-15).
En resumen: en la sede de la ONU en Nueva York vociferando y en la sede de los tribunales de Nueva York pagando. La “victoria moral” en un foro donde el imperialismo no se obliga a nada (la Asamblea General de la ONU) servirá de taparrabos al nada victorioso arreglo en un foro donde el imperialismo tiene todas las de ganar (la justicia neoyorquina). Así son las cosas: para el electorado, el papel inservible de las resoluciones de la ONU; para los buitres, papeles de deuda, bonos, títulos y dólares billete.
Marcelo Yunes
Notas
1. Que la lista de miembros con derecho a veto sea ésa es un tributo a las relaciones de fuerza mundiales salidas de la Segunda Guerra Mundial. No son pocos los países que se quejan de ese anacronismo, pero la inercia y la conveniencia de las naciones imperialistas son obstáculos nada fáciles de sortear.