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Postales de una economía atrasada

 

 

En los últimos días empezamos a percibir cómo los nubarrones negros que se veían en el horizonte de la economía se transformaron en las primeras lluvias y, como era de esperar, el gobierno y los empresarios empezaron a abrir sus paraguas, mientras que los trabajadores nos empapamos mediante suspensiones y amenazas de despidos.

Semanas atrás, desde estas páginas advertíamos que el deterioro de la economía en China, la caída de los precios de las materias primas y la crisis en Brasil sumada a la devaluación del real, acumulaban presiones sobre la economía argentina, las cuales el próximo gobierno va a resolver por la vía de la devaluación y el ajuste. Este deterioro de la economía explica por qué, ya desde antes de las PASO, la agenda económica se había impuesto por pleno derecho en el debate electoral. Lo único que consiguió correrla del centro por algunos días fueron las grandes inundaciones en la provincia de Buenos Aires y el gigantesco escándalo en las elecciones de Tucumán, que develaron en su impúdica inmundicia la podredumbre del régimen político en la provincia del noroeste argentino. Pero pasado el momento más grave de las inundaciones y quitada del centro la realidad política tucumana (corrimiento impulsado no solo por el kirchnerismo, sino también por la oposición que ya logró lo que buscaba y ahora no quiere que las cosas se le vayan de las manos, pues en última instancia ellos son parte del régimen político podrido que impera en la provincia, pero eso lo desarrollamos en otra nota), los problemas económicos recobraron la importancia del caso.

La primera que dio cuenta de eso fue la presidenta de la nación. Cristina Kirchner, un poco para sacar de agenda la crisis política en Tucumán, dedicó todo su discurso en la Bolsa de Comercio el miércoles de la semana pasada a retratar la crisis de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). Allí, por medio de infinidad de diapositivas, intentó dar una descripción del durísimo panorama económico que enfrenta el país. Su mensaje tuvo dos objetivos. Por un lado, desentenderse de toda responsabilidad por los problemas de la economía argentina; pero por el otro, recordarles a los popes de la Bolsa que en tiempos difíciles es necesario tener un buen capitán para controlar las tempestades, y que para eso el kirchnerismo se mostró como el sector político burgués más hábil luego del Argentinazo de 2001.

 

Continuadores del atraso de Argentina

 

Veamos el primer punto. Argentina, al igual que todos los países exportadores de materias primas, gozó durante más de una década de altísimos precios de los productos que vende. Esas fueron fuente permanente de ingreso de dólares en las cuentas de la economía, y fue la base donde se pararon todos los “gobiernos progresistas” de la región. Fue un período que parecía contradecir todas las leyes de la economía: sobre ese fenómeno transitorio que se basaba en el consumo insaciable de materias primas de parte de China, quien por ese entonces era un gigante económico que crecía a tasas fenomenales, se montó una ilusión. La ilusión de que esa situación podría durar para siempre. De allí la fanfarronada de Cristina Kirchner cuando comparaba la situación de Europa o Estados Unidos durante la crisis económica internacional de 2008, con la de la Argentina. Es que en ese momento, como China continuaba su crecimiento, los países que dependían de las ventas al gigante asiático parecieron escapar a las peores consecuencias de esa “gran recesión”.

Cristina habló allí de las virtudes del modelo K, cuando lo que había “salvado” a la Argentina no fueron sus virtudes, sino justamente el carácter atrasado de su economía: por un lado, al no tener acceso al mercado de capitales, el país no sufrió las consecuencias de que este se haya “cortado”, y por el otro, al estar vinculada al comercio internacional casi exclusivamente como vendedor de materias primas, que China seguía comprando, no sufrió la caída del comercio mundial.

Durante esos años Argentina tuvo un ingreso extraordinario de dólares, que en manos de un gobierno y una economía planificada por los trabajadores podría haber sido una oportunidad para desarrollar las bases de una economía nacional. Pero el modelo K, que reivindicó su raigambre 100% capitalista, no lo dedicó a eso, sino a propiciar que los grandes empresarios “se la llevaran en pala” y a pagar dólar sobre dólar a los acreedores internacionales hasta el punto de ufanarse de ser “pagadores seriales”.

Por eso es que no puede desentenderse ni por un segundo de las consecuencias de la situación económica, ni ella ni la burguesía que la aplaude. Los actuales problemas económicos que atraviesa el país son consecuencias de que el gobierno K ha mantenido intacta las bases de la Argentina como  capitalismo atrasado que es.

 

El ajuste “gradualista”

 

Si por un lado Cristina quiso desentenderse de sus responsabilidades en los problemas de la economía argentina, por el otro pretendió vender la habilidad innata del PJ para administrar las potenciales crisis económicas. Es que el gobierno se siente fuerte cuando discute de la situación económica contra la oposición de derecha. Esto es así justamente porque entre ambos “proyectos” no hay diferencias de fondo, pero si importantes divergencias en las formas y los tiempos: el kirchnerismo apuesta a ser capaz de administrar el ajuste para poder hacerlo pasar con la menor resistencia posible de los trabajadores.

Es que como venimos analizando en esta y otras editoriales, el problema de fondo es la falta de productividad del trabajo en la economía argentina. Eso es lo que explica en última instancia la falta de dólares, la inflación y la presión devaluatoria para ganar competitividad por esa vía.

Así es como por un lado está el discurso de Mauricio Macri, quien planteó que en su gobierno él levantaría inmediatamente el cepo al dólar; pero lo que nadie dice en voz alta es que de ocurrir esto se transformaría inmediatamente en una salvaje devaluación que liquidaría los salarios. La explicación es sencilla. Si el gobierno mantiene un estricto control a la venta de dólares, es porque en realidad el precio oficial está muy por debajo del precio “real”, y si la gente comprase dólares libremente, el Banco Central se quedaría sin divisas y el precio de estas subiría inmediatamente, es decir, el peso se devaluaría.

Frene a esa perspectiva, el gobierno hipócritamente salió a criticar al “club de los devaluadores”, pero lo que no dijo claramente es cuál es la alternativa que propone el gobierno frente al problema de competitividad que padece la economía nacional, y no lo dijo porque en el fondo la receta también apunta contra los trabajadores pero tratando de andar otros caminos.

Si Macri apuesta a la devaluación brusca para bajar costos liquidando el salario, Scioli, siguiendo las recomendaciones de su asesor económico Miguel Bein, apuesta a un método más gradualista por medio de la inflación para llegar al mismo resultado. El planteo del hombre del equipo de Scioli es el siguiente: por un lado impulsar una devaluación lenta y gradual del peso y aumentar las tarifas,  pero mantener los salarios por debajo del incremento de los precios. En donde sí coinciden todos los candidatos es en la necesidad de llegar lo más pronto posible a algún acuerdo con los fondos buitre para después volcarse desaforadamente a endeudar al país y así obtener dólares frescos que inyecten sangre en la anémica economía nacional.

 

Las suspensiones como preludio de posibles despidos

 

Pero mientras los candidatos patronales discuten en los foros empresariales el futuro ajuste, la crisis de Brasil ya empezó a golpear a los trabajadores en la Argentina. Para dimensionar el problema con Brasil, hay que tener en cuenta que más del 50% de las exportaciones industriales son destinadas a ese país, y esto afecta principalmente a la industria automotriz.

El problema acá es estructural. La industria automotriz está atrapada entre medio de dos dificultades: la primera es que en la medida en que es mayormente ensambladora de partes que vienen desde el exterior y que deben ser importadas, la escasez de dólares y los límites a la venta de divisas que aplica el gobierno le impone una serie de trabas, lo que encarece y dificulta la llegada de los insumos necesarios para la producción; por otro lado está el gran problema de que la recesión y devaluación en Brasil hacen que se vendan muchas menos unidades al país vecino.

Esta situación ha generado que las terminales automotrices en su mayoría hayan empezado a delinear planes de suspensiones en las plantas. Así General Motors, que exporta el 75% de su producción a Brasil, ya decidió parar la fábrica dos días en agosto y 4 días en septiembre; la Fiat y la Chrysler en Córdoba trabajaron sólo tres días a la semana para bajar su producción; la VW definió suspender su actividad 3 días durante el mes en curso. Estas suspensiones en las casas matrices repercuten en toda la industria de autopartes y del neumático, que también están empezando a suspender trabajadores.

En sintonía con esta política de hacerles pagar la crisis a los trabajadores está el caso de la metalúrgica Paraná Metal. Allí directamente han mandado telegrama de preaviso a los trabajadores donde se les anuncia que de no encontrar alguna alternativa viable para la patronal, encabezada por el empresario K Cristóbal López, la empresa cerraría sus puestas dejando a más de 200 familias en la calle. Sobre esta situación, la presidenta Cristina Kirchner no dijo ni una palabra cuando dio su discurso celebrando el día de la industria junto a lo más granado de la burguesía criolla.

Ante esta situación no hay que descuidarse. Las suspensiones de hoy, que ya son un ataque directo contra el salario obrero, mañana pueden convertirse en despidos. La precariedad de la economía argentina y la crisis que está atravesando Brasil no son problemas coyunturales que se van a resolver en el mediano plazo, son problemas de fondo que hacen a la estructura económica de ambos países y que han llegado para quedarse.

 

Hay que luchar contra el ajuste que se viene impulsando una perspectiva de fondo desde los trabajadores

 

Actualmente estamos atravesando una difícil situación económica en la Argentina y en la región, que es parte de la crisis económica mundial que empezó en 2008 y que continúa configurando una larga recesión que afecta a todos los trabajadores en todo el mundo. Frente a esta perspectiva, la izquierda revolucionaria debe ponerse al frente de la resistencia junto a los trabajadores, contra los ajustes que las patronales y sus gobiernos están descargando sobre los de abajo. Pero de ninguna manera nos podemos quedar allí. Las crisis dentro del capitalismo tienen una sola salida, que es ajustando a los trabajadores y haciéndosela pagar a ellos y a su familia. Por eso desde el Nuevo MAS hemos utilizado nuestra campaña electoral para propagandizar y sumar nuestro esfuerzo en pos de una alternativa radicalmente distinta, pensada por los trabajadores y para los trabajadores: el socialismo. No es cierto que lo único que se puede hacer sea suspender, despedir y bajar sueldos. Esa es la política de la burguesía y sus gobiernos para asegurar sus negocios. Un gobierno de los trabajadores, es decir un gobierno socialista, pondría todos los recursos de la sociedad en manos de los explotados y oprimidos, y reconfiguraría todas las prioridades en beneficio de toda la sociedad y no en garantizar las ganancias de unos pocos.

Con el objetivo de avanzar en la construcción de una organización de extensión nacional que luche junto a los trabajadores en pos de una perspectiva socialista, es que estamos llamando para este 20 de septiembre a un Comité Nacional del Nuevo MAS, donde la militancia de nuestro partido, junto con todos los compañeros que se nos han sumado al fragor de la última campaña electoral, vamos a discutir la actual situación política y las perspectivas políticas y de construcción de nuestro partido.

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