Las declaraciones del Papa Francisco que instan a los sacerdotes a “brindar absolución a las mujeres que hayan cometido el pecado del aborto” en instancias de la celebración del Jubileo por la Misericordia tuvieron el efecto de volver a instalar en la agenda mediática el debate sobre el aborto.

Sin embargo, no hay que perder de vista que detrás de estas palabras de supuesta indulgencia hacia las mujeres que deciden interrumpir un embarazo se esconde un nuevo intento de Bergoglio de reconciliar a la iglesia con la sociedad pero sin cambiar nada de fondo. Hay mucha presión social a favor de la legalización del aborto en los países donde no es legal, como es el caso de Argentina y México. Y en donde es legal y se ha cuestionado ese derecho, como el caso de España, la iglesia ha salido derrotada por la movilización popular. Hay una nueva sensibilidad mundial a favor de las mujeres y esa presión es la que siente la iglesia. Ante esto, la carta de Bergoglio es un intento de frenar el ímpetu a través del perdón ‘con fecha de expiración’ y que las mujeres asuman que ‘han pecado’. Pero las mujeres no quieren perdón sino decidir sobre su propio cuerpo.

En argentina sus declaraciones impactan de manera particular ya que hay un fuerte debate que el kirchnerismo y la oposición han intentado silenciar, centralmente durante la campaña electoral. Es hora de que se abra este debate en todas las instancias de la sociedad: los lugares de trabajo y estudio y también el Congreso, lugar en el cual se vienen negando a tratar en comisiones un proyecto de Ley por interrupción voluntaria del embarazo que ya lleva 5 presentaciones. Además de que en argentina medio millón de mujeres abortan cada año y entre 600 y 800 mueren en la clandestinidad: no se le puede seguir dando la espalda a semejante flagelo sobre las mujeres.

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