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Política y perspectivas electorales para la izquierda

 
Una vez puesto el resultado de las elecciones primarias, es una responsabilidad de las fuerzas socialistas revolucionarias extraer algunas conclusiones, tanto de la elección en general como de la cosecha de votos de la izquierda. Al respecto, comienza a asomar un debate sobre el balance, sobre todo entre los socios principales del FIT, y en el que el Nuevo MAS tiene un lugar ganado y un perfil propio.
La prioridad en el debate deberían ser las tareas políticas planteadas a la luz de los resultados. Pero, por supuesto, identificar esas tareas y perspectivas debe partir de una evaluación de la elección sobre la base de los números reales, que son el hecho básico del panorama que se pretende analizar. Lamentablemente, las fuerzas del FIT (muy especialmente el PO) parecen creer que es posible hacer un balance electoral sobre cifras exageradas o directamente inventadas, lo que dificulta cualquier debate serio.
Desde el Nuevo MAS hemos adelantado ya algunos elementos de lo que creemos debe ser el perfil de una campaña presidencial de la izquierda. De ellos, sólo recordaremos ahora dos. Primero, y ahora con mayor motivo en el marco de la renovada crisis financiera internacional, es necesario incorporar el perfil de crítica al sistema capitalista desde una perspectiva socialista. Las opciones “tibias” dentro del sistema, estilo Syriza, demuestran día a día su impotencia para frenar la avanzada neoliberal. Y segundo, es parte de la obligación de una fuerza socialista revolucionaria la denuncia de las instituciones del régimen democrático burgués. Esto no es mera propaganda ideológica, sino que se hace muy concreto cuando se piensa en el rol del futuro Congreso. Gane quien gane la elección presidencial, seguramente no tendrá mayoría parlamentaria, y el Congreso será el ámbito de las roscas entre los partidos capitalistas para llevar adelante medidas de ajuste contra los trabajadores y el pueblo. Todo lo contrario de, como parece insinuar la campaña del FIT, un foro donde “los diputados de izquierda harán votar leyes favorables a las masas”.
Esto no significa, desde ya, darle la espalda a la posibilidad de lograr diputados, que serían una conquista. Pero sólo a condición de que la izquierda use sus bancas para la denuncia de la podredumbre y el engaño al pueblo que representan las sacrosantas “instituciones democráticas”. Si, en cambio, se utilizan los cargos parlamentarios sólo en aras de la propia construcción y de la pelea internista, sin aprovecharlos para la educación política de los trabajadores contra los pilares del sistema, se estará al borde de caer en el oportunismo electoralista al mejor estilo de la socialdemocracia. Son estos problemas los que están sobre la mesa, pero que lamentablemente no parecen formar parte de la agenda del PO y el PTS, que sólo parecen interesados en discutir sobre la “irrupción de la juventud” y la “renovación política”, y si su aprovechamiento es una genialidad táctica (como dice el PTS) o “canallesco” (Gabriel Solano dixit). Todo en medio del delirio electoralista más irresponsable en cuanto a los pronósticos, esta vez no a cargo del PO, como de costumbre, sino del PTS.

Primero lo primero: los números reales

Antes de entrar en los puntos en debate (el sentido de la campaña “renovadora” del PTS, el perfil de la próxima campaña, las previsiones hacia octubre), primero es necesario, una vez más, establecer parámetros objetivos respecto de los resultados. Si no, toda discusión es imposible: hasta para estar en desacuerdo hay que partir de un terreno común, que en este caso es aceptar que los resultados fueron los que fueron, y no otros.
Hacemos esta aclaración porque, a diferencia del PTS, que, tras haber lanzado con euforia el mismo domingo 9 a la noche, por boca de Nicolás Del Caño, que el FIT había “duplicado” su votación de 2011, se rectificó al menos en parte, el PO sigue manejándose con una aritmética propia, distinta de la de todos aquellos que en la escuela primaria aprendimos las cuatro operaciones básicas.(1)
El PTS, en uno de sus primeros comunicados de prensa, dijo: “El Frente de Izquierda creció más de un 40% en relación a las PASO del 2011. La lista encabezada por Nicolás del Caño y Myriam Bregman se impuso a Jorge Altamira en una elección histórica”. Es una rectificación de la “duplicación” y la damos por buena, con dos reservas: en realidad el FIT creció algo menos del 40% respecto de 2011, y lo “histórico” de la elección se debe, suponemos, a la derrota de Altamira, no a la votación del FIT, que es un 40% inferior a la de octubre de 2013. Más abajo haremos referencia a las previsiones electorales del PTS.

El PO, en cambio, se muestra de lo más perseverante en su negación de la realidad. Una nota firmada por Jorge Altamira y Marcelo Ramal (Prensa Obrera 1376) dice que el FIT obtuvo “un 44% más que en las PASO 2011”. En eso exageran un poco (fue el 38%), pero al menos rebajaron el “más del 50%” del comunicado del 10 de agosto. Sucede que agregan que la cifra “es prácticamente similar a lo obtenido en las PASO de 2013”, cuando en realidad el resultado es casi un 20% inferior. ¡Si el FIT hubiera sacado un 20% más, en vez de menos, sin duda que el PO no habría dicho que se trataba de un resultado “prácticamente similar”!
Pero siguen los dislates. Para Altamira-Ramal, la votación del FIT “contrasta con los resultados marginales de otras expresiones de izquierda –MAS, MST–”, y agregan que “la cuestión de la ‘fragmentación de la izquierda’ no es un asunto aritmético, porque el Frente de Izquierda se ha convertido en el polo político de la izquierda”. Bueno, si algo es seguro es que el análisis de la elección “no es un asunto aritmético” para el PO. De otro modo, no se explica por qué la suma de dos partidos, el PO e IS, que da 355.000 votos (1,61%), es una “gran elección”, y la suma del Nuevo MAS y el MST, que da 199.000 votos (0,91%), es decir, un 78% menos que PO-IS, es “marginal”. Salvo que el PO mida todo por si uno supera o no las PASO.
Y mejor no le hagamos al PO la incómoda pregunta de cuántos de los 355.000 votos de la “Lista Unidad” pertenecen a IS, porque se verían obligados a 1) reconocer que hicieron una alianza con una fuerza que tiene muchos menos votos que el Nuevo MAS, o bien 2) admitir que el PO, partido que interpela “a las masas”, que se “fusiona con la vanguardia obrera”, que se prepara para “gobernar” y muchos otros delirios autoproclamatorios, no tiene más de 2,5 veces los votos del “marginal” Nuevo MAS. Entre una u otra demostración de humildad a la fuerza, que elijan los compañeros.
¿O quizá el PO no se enteró de los votos que sacó la izquierda que no integra el FIT? Decimos esto porque en su comunicado titulado justamente “Gran elección del FIT”, del 10 de agosto, sostienen impávidos que “los resultados han desmentido, otra vez, la especie de la ‘fragmentación de la izquierda’, pues “el FIT conquistó el 99% de este espacio político”.

Nos vemos obligados a enmendar, una vez más, la aritmética demencial del PO. El “espacio político” de la izquierda sumó estos votos: 726.000 (FIT) + 103.000 (MAS) + 96.000 (MST) = 925.000. De los cuales el 78,5% es del FIT, el 11,1% del Nuevo MAS y el 10,4% del MST. Así, la relación entre izquierda dentro del FIT vs. izquierda fuera del FIT no es 99 a 1, sino 3,5 a 1.
Para colmo, se afirma en el comunicado citado que “el Frente de Izquierda entra en la pelea hacia octubre, de hecho, como la cuarta fuerza política del país”. Es cierto que Stolbizer hizo una mala elección, pero el orden de los partidos no se hace por méritos relativos, compañeros, sino por números absolutos de votos. Así que el FIT es, “de hecho”, la quinta fuerza política del país (y el Nuevo MAS, la octava).
Resumiendo: para el PO, 38 = más de 50 = 44; un 20% menos = “prácticamente similar”; 78,5 = 99, y 5º = 4º.(2) Las cifras comparativas reales entre las fuerzas de la izquierda, sobre la base de la aritmética universalmente aceptada, las dimos en SoB 344, y a ellas nos remitimos.

PO: algo de programa y mucho de parlamentarismo

Pasemos por alto los penosos argumentos del PO para “explicar” su derrota en la interna del FIT ante el PTS, que van desde “una confusión política muy seria” por “la complejidad en el vuelco de datos” (?) hasta la “similitud de boletas en el cuarto oscuro”, pasando por una “mejor influencia mediática del PTS” (Ramal-Altamira, PO 1376).(3) Vayamos al nudo del planteo: “Las definiciones que han producido las internas son un episodio de una tarea de mayor alcance, que involucra desarrollar un liderazgo político nacional de contenido socialista y revolucionario, y conquistar posiciones parlamentarias en legislaturas y concejos, para un desarrollo político ulterior como no se ha visto antes. Éste es el núcleo de nuestras conclusiones. El primer paso para una campaña clara y consecuente exige la redacción de un manifiesto político”, que debe definir un programa de “preparación política de los trabajadores” frente al ajuste que se viene (ídem).
El artículo de Gabriel Solano en esa misma edición, además de supurar por la herida con los típicos denuestos estilo PO (4), refuerza la idea de que “el gran desafío” hacia octubre es “definir con toda claridad los términos y métodos de la campaña, de un lado para reforzar la votación nacional de la fórmula presidencial, del otro para conquistar posiciones nuevas en el Congreso” (ídem).
Aquí encontramos una idea muy correcta, la de definir un programa y un perfil político para la campaña del FIT que respondan a la realidad política que se viene, desdibujada por dos errores. Uno es la orientación groseramente oportunista de “conquistar posiciones parlamentarias”, objetivo al cual sin duda se subordina todo lo demás. Y el otro es la evaluación misma de la realidad, totalmente pasada de rosca. Porque dicen Altamira-Ramal que “en 2013, la gran votación del Frente de Izquierda tuvo lugar en el cuadro de otra crisis, cuyo desenlace fue la corrida y la devaluación de enero de 2014, que puso a Argentina al borde del ‘Rodrigazo’. (…) Hoy este cuadro se ve potenciado por la transición a un nuevo gobierno”. Y para colmo se cae en las hipérboles vacías clásicas del PO: “La campaña hacia octubre transcurrirá en un cuadro de descomposición política y bancarrota económica” (comunicado del 10 de agosto).

Digamos de paso que si esa catástrofe inminente (y permanente) que anuncia el PO fuera cierta, poner tanto énfasis en la obtención de carguitos parlamentarios es un desfase todavía más oportunista. De todos modos, el PO tiene razón en dos cosas: una, el recambio presidencial y el contexto económico requieren una campaña política del FIT con un programa y un perfil acordes, y dos, esa reorientación es tanto más necesaria cuanto que la campaña del PTS fue demasiado internista y mucho menos vinculada a la situación real que la del PO. Pasa que tampoco el PO dice demasiado sobre cuál debe ser ese perfil, y en cambio recalca de manera sospechosamente reiterada la importancia de la elección en provincia de Buenos Aires y otros lugares donde el PO encabeza y puede cosechar cargos electivos.

 

PTS: electoralismo, internismo y autoproclamación
 

Del lado del PTS, en tanto, lo primero que llama la atención es la casi nula elaboración política o balance electoral. Hay un editorial de Carlos “Titín” Moreira (LVO 13-8-15), un texto más ambicioso de Fernando Rosso y Juan Dal Maso del 15-8, que intenta un análisis más de conjunto pero da muy pocas precisiones de cuál debe ser el sentido de la campaña del FIT hacia octubre, y un monumento a la autoproclamación internista, “Consolidación y sorpresa en el FIT”, de Fernando Rosso, en Izquierda Diario del 21 de agosto.

En general, lo que hay es un lugar excesivamente relevante de la cuestión de la “renovación política”, que ha pasado casi al centro de la reflexión del PTS y del debate con el PO (unos para ensalzarla y otros para denostarla, claro). El PTS, en su afán de subirse a la ola de la “renovación”, roza el absurdo y, más que rozar, se aferra a una celebración casi acrítica, muy poco clasista y casi nada marxista del fenómeno. Se llega incluso a decir que sin este factor “sería inexplicable el ascenso del chavismo”, lo que deja de lado otros factores mucho más gravitantes y materiales, como cuestiona correctamente Gabriel Solano en PO 1377.

Al respecto, lo más preocupante no son las exageraciones groseras del análisis (al referirse a la derrota de algunos caciquejos del GBA, Rosso-Dal Maso hablan de “primavera árabe del conurbano”, un disparate mayúsculo que no se salva ni con las comillas), sino que la reacción del PTS a su triunfo en la interna parece, hasta ahora, una réplica de las borracheras electorales que hasta ahora eran privativas del PO.

Aclaramos una vez más que esto es sólo lo que se puede apreciar a partir del realmente escasísimo material que ha generado el PTS desde las PASO. Pero si hemos de juzgar por el editorial de Moreira (lo más parecido a una posición “oficial” del PTS), los síntomas son alarmantes.

En primer lugar, el tono es abrumadoramente internista: comienza con largos párrafos de un panegírico de Del Caño y sigue con comentarios como “fue un plus en nuestra moral la actitud despreciativa de quienes dijeron a los medios periodísticos que nos ganaban por goleada la interna, o que nos irían a demoler” (cit.), en clara referencia al PO. Las referencias propiamente políticas al contenido futuro de la campaña son en general correctas, pero totalmente perdidas en el tono de euforia y revancha internista que podía entenderse el domingo a la noche, pero ya no tres días después.

Lo más preocupante es, en todo caso, la perspectiva. El título del artículo, “Una izquierda que se plante y pelee el voto de millones” puede pasar como apelación muy general, pero como orientación política inmediata, nos parece un despropósito. Así lo dice Moreira en el cierre: “A partir de estos resultados, buscaremos trabajar en común con quienes conformaron la otra lista en pos de conquistar nuevos legisladores en las elecciones de octubre. Nuestros objetivos ahora son fortalecer el FIT. Y hacia las elecciones generales de octubre ambicionamos conquistar dos millones de votos”.
Insistimos: es perfectamente legítimo que el FIT se proponga aumentar su representación parlamentaria. Lo que es equivocado es poner ese objetivo por delante de las definiciones políticas y del perfil que debe dar la izquierda revolucionaria en una campaña presidencial donde se discute el destino del país. Tanto el PO como el PTS parecen tomar la elección como si fuera de medio término, parlamentaria, no presidencial (aunque sus análisis sean muy distintos). Ambos parecen más interesados en los porotos parlamentarios que en pensar una política con la que dirigirse a masas que se están planteando el futuro del país.(5)
Y, lo que es casi tan grave, el objetivo del PTS nos parece francamente fuera de la realidad que plantea la dinámica de la actual campaña electoral. Ojalá nos equivoquemos y la izquierda, en este caso vía el FIT, consiga millones de votos, pero vemos otro escenario de cara a octubre. En efecto, la tendencia parece ser, como empiezan a adelantar las primeras encuestas (que en las PASO acertaron bastante, hay que decirlo), que habrá una polarización aún más fuerte que en agosto, cuando tres candidatos se llevaron el 90% de los votos.(6) No sólo Massa, sino también el resto de las listas por fuera del FpV y Cambiemos van a tener que luchar para mantener, más que incrementar, su votación.
Así, a juzgar por la borrachera de pronósticos ultra optimistas, es como si la interna la hubiera ganado el PO. El FIT pasó del delirio electoralista del PO al delirio electoralista del PTS, un giro de 360 grados para quedar en el mismo lugar. Por ejemplo, tal como hacía el PO, que en vez de intentar explicar la excepcionalidad de las buenas elecciones en Salta buscaba ponerlas como inicio de una tendencia incontenible para el resto del país, el PTS llama ahora a “generalizar la experiencia de Mendoza” para alejar a la izquierda “del carácter testimonial que quiere reservarle el sistema” (F. Rosso, cit.). El mismo amor (por la autoproclamación), la misma lluvia (de disparates).
Es cierto que la izquierda en general tiene un voto más “fiel”, por ser más “ideológico” y menos volátil que el de las opciones burguesas. Pero cabe al respecto el antecedente de 2011: en esa elección presidencial el FIT sacó menos votos (un 5%) en octubre que en las PASO. Con el agravante de que esa vez la elección estaba definida desde las PASO (Cristina había sacado el 50% contra el 12% de Duhalde), lo que no es el caso ahora. De modo que el FIT, y sobre todo el PTS, harían bien en despejarse la resaca de la borrachera electoral y proponerse una seria discusión sobre el contenido de la campaña de la izquierda, más allá del oportunismo por los cargos, de las vendettas internas y de los objetivos fantasiosos. A esa discusión seria el Nuevo MAS compromete su aporte.
Marcelo Yunes
Notas
1. Tomamos los datos del escrutinio provisorio oficial (y del escrutinio definitivo de elecciones anteriores), cuyas cifras reproducimos en SoB 344. Aunque son datos que están al alcance de cualquiera, nadie en la izquierda, salvo el Nuevo MAS, se molestó en ofrecérselos, con las comparaciones correspondientes, al lector; según parece, prefieren no darle la oportunidad de que haga su propia evaluación. Algo muy comprensible en el caso del PO y su “aritmética alternativa”.
Estas “capacidades aritméticas diferentes” del PO, por llamarlas de algún modo, son de muy larga data. Para dar sólo un ejemplo, luego de las elecciones de octubre de 2013, en el mismo periódico que titulaba en tapa “1.200.000 votos” (lo que efectivamente sacó el FIT), se escribía en el editorial de PO 1291: “En el lapso de apenas dos años, el Frente de Izquierda pasó de medio millón de votos a casi un millón y medio, un crecimiento del 200 por ciento”. Claro, si 1,2 = “casi” 1,5, y calculamos el porcentaje de crecimiento ya sin “casi”, nos da el 200%… cuando la cifra real es 139%. Pasó lo mismo en ocasión del “salteñazo” (electoral, claro) y de casi cualquier elección donde al PO le fuera bien.
Veamos el rosario de invectivas que desgrana Solano contra el PTS, sobre todo a propósito de la “renovación”: “explotar un prejuicio reaccionario y despolitizado”; “posición canallesca”; “degeneración política”; “maniobras incalificables”; “ataque faccioso”; “oportunismo electoral vulgar, que es siempre el recurso de las sectas para conquistar popularidad”; “uso reaccionario de las tendencias democratizantes de las masas”, y así hasta el infinito. Alguna de estas acusaciones tiene parte de verdad, pero para Solano, educado en la pésima escuela política de la FUBA, es más atractivo apilar insultos que argumentarlos.
En ese sentido, hay que reconocer que al menos Altamira-Ramal dejan alguna reflexión: “No hay que desconocer que una parte de las masas, en especial la clase obrera industrial, podría acoger con simpatía un programa devaluatorio y un arreglo con los buitres, como ya lo hace la burocracia de los sindicatos, con la expectativa de que sirva como reactivador de la economía”. La cuestión tiene su interés y es para pensar, si eso es así, cómo debería tener en cuenta esta eventual realidad la campaña y el programa del FIT, aunque esto en el artículo no se desarrolla.
El editorial de Marcelo Ramal en PO 1378 advierte que ya está en marcha un operativo mediático de inducir a la polarización entre las tres fórmulas más votadas y de ninguneo de las otras, y desliza que el escenario electoral para el FIT no es un lecho de rosas, lo cual es cierto. La derrota en la interna parece haberle insuflado al PO cierto grado de objetividad del que carecía en sus épocas de “hegemonía” indiscutida.
3. El argumento “técnico” de la similitud de las boletas, además de despreciar al votante del FIT, que para el PO debe ser un mamerto despolitizado que no distingue lo que vota, deja sin explicar por qué cada lista se hizo fuerte en los lugares donde debía hacerlo. Y, por supuesto, el argumento vale sólo donde se impuso el PTS; allí donde ganó el PO, en cambio, se debe a su superioridad política y al esfuerzo de su militancia. No esperábamos autocrítica, pero al menos un mínimo reconocimiento de que el otro hizo algo bien.

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