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China y Brasil marcan el ritmo de la economía nacional

“No es el resultado de las PASO, las denuncias contra su jefe de Gabinete por vinculaciones con el narcotráfico, las inundaciones bonaerenses o las elecciones de octubre lo que desvela en estos días a Cristina Kirchner. Por el contrario, a la Presidenta le inquietan temas ajenos a la Argentina como los efectos del frente externo para lo que resta de su mandato. Especialmente teme ante dos peligros de inminente contagio: la caída de la bolsa de China y los descalabros en la gestión de su par de Brasil, Dilma Rousseff.” (Martín Dinatale, La Nación, miércoles 19 de agosto de 2015)

Las elecciones del 9 de agosto dejaron algunas certezas y algunos puntos oscuros. Como analizamos en nuestra editorial de la semana pasada, el resultado parece haber dejado bien posicionado a Daniel Scioli de cara a las elecciones de octubre. Los 8 puntos de ventaja que sacó en relación a la alianza Cambiemos (PRO, UCR y Carrió) y los 14 puntos porcentuales de distancia en comparación con el propio Mauricio Macri le dejaron la posibilidad abierta (aunque de ninguna manera la certeza) de alzarse como triunfador en la primera vuelta en octubre.
Esto puede ser así porque el régimen electoral argentino es atípico; aquí para alzarse como ganador sin necesidad de balotaje (segunda vuelta) alcanza con sacar el 45 por ciento de los votos o, en caso de no alcanzar ese porcentaje pero si superar el 40%, conseguir una distancia de diez puntos en relación al segundo.
Con estas reglas de juego nadie puede descartar que el gobernador de la provincia de Buenos Aires acceda a la Casa Rosada en la primera vuelta. Esto, en primer lugar, porque los votos que obtuvo la alianza UNA de (Massa y De la Sota), en particular los que fueron al gobernador de Córdoba parecen más propensos en quedarse dentro del redil del PJ antes que emigrar a una opción tan gorila como el PRO; y por otra parte, porque no queda claro de qué otras fuentes puede beber Mauricio Macri para alcanzar el tan preciado 35 por ciento que obligaría a Scioli a trepar hasta el 45 para vencer en primera vuelta.
Es justo por eso que los sectores más de derecha están que trinan con Macri por haberse negado rotundamente a cualquier tipo de acuerdo con Massa antes de las PASO. Es que el 20% de UNA significa un escollo muy duro y un interrogante demasiado grande en el camino de Cambiemos.
Este es a grandes rasgos el escenario político actual de cara a las elecciones de octubre. Pero un detalle importante es que el adjetivo “actual” gana una importancia de primer orden, porque de acá a las elecciones faltan dos meses, y ese lapso para la realidad política y económica de la Argentina es un periodo demasiado extenso en el cual pueden cambiar mucho las previsiones. Esta afirmación no se debe a una precaución de tipo metodológico, sino a un conjunto de inconvenientes que se acumulan en la economía argentina y que, en caso de repercutir en la vida cotidiana de los trabajadores antes de octubre, pueden variar todas las variables de la coyuntura política.

Nubarrones en el horizonte de la economía

El gobierno nacional de Cristina Kirchner viene, desde hace varios meses, piloteando una frágil situación económica de cara a llegar a las elecciones con el aire suficiente para poder controlar su sucesión. En esta orientación logró, gracias a la complicidad de las direcciones sindicales, imponer acuerdos salariales a la baja en el marco de las paritarias, esto fue así en la mayoría de los casos a excepción de algunos gremios como el ejemplar caso de los aceiteros quienes, producto de su lucha, lograron quebrar el techo salarial que ordenaron Tomada, Kiciloff y Cristina. Debido a este ajuste en regla que impuso en el salario por un lado, y a la entrada de divisas producto de la venta de bonos y los acuerdos con China por otro, pudo contener en parte la inflación y paliar la disparada del dólar postergando para más adelante una nueva devaluación como la que realizó a principios de 2014.
Con esas medidas el gobierno creyó que tenía el aire suficiente para llegar a diciembre, y de allí en adelante sería el próximo gobierno quien tendría que hacer frente a la falta de dólares, al atraso productivo y a la amenaza de un nuevo salto en la inflación. Pero el panorama económico se muestra amenazante con negros nubarrones en el horizonte. Es que más allá de las medidas coyunturales que tome el Ministerio de Economía, lo cierto es que Argentina sigue siendo un país de un gran atraso en su desarrollo productivo, lo que la deja extremadamente expuesta a los vaivenes de la situación económica de otros países: en este caso las de Brasil y China.
No es un secreto para nadie que la fragilidad de la economía argentina se metió como un problema inocultable hacia el final de la campaña electoral. La pregunta que se hacía toda la burguesía era quién y cuándo se iba a efectuar la próxima devaluación. Que sea Scioli o Macri sólo significaba una cuestión de tiempos, no de contenido. Pero lo cierto es que la situación en las últimas semanas ha empeorado de manera tal que se amplía el interrogante a saber si Cristina podrá darse el gusto de dejarle esa mochila íntegra a su sucesor o si ella tendrá que asumir parte del costo del ajuste.

China y Brasil anuncian futuras tormentas

El primer problema viene del otro lado del mundo. La economía china entró en una fase de desaceleración que afecta a todo el mundo. Es que el gigante asiático venía durante las últimas décadas marcando record de crecimiento de dos dígitos anuales. Ese descomunal desarrollo generó una situación inédita en la economía mundial que fue un alza desproporcionado del precio de las materias primas, las cuales alcanzaron precios records en los últimos años. Es que China se transformó en un enorme consumidor de granos, carne, petróleo, acero y minerales en general, lo que elevó la demanda mundial de esos productos, y con ella el precio de los mismos.
Fue esa situación la que les dio aire a muchos países periféricos productores y vendedores de materias en el mercado mundial. Entre ellos están la inmensa mayoría de los países latinoamericanos, y es sobre esta renta extraordinaria donde se apoyaron muchos de los gobiernos “progresistas” de la región para sustentar sus proyectos políticos sin modificar ni un ápice la estructura económica de capitalismo semicolonial de nuestros países. Por eso no es casualidad que al calor de este “cambio de viento” muchos de esos gobiernos estén en crisis o en franca corrida hacia el centro derecha, aplicando planes de ajuste contra los trabajadores y los sectores populares.
Pero la actual desaceleración de la “locomotora” china puso un gran signo de interrogante sobre si mantendrá los mismos niveles de consumo que hasta la fecha. Este temor generó una importante caída en los precios internacionales de las materias primas que afectó directamente a todos los que dependen de la venta de esos productos. Por ejemplo la soja, principal fuente de ingresos de dólares para la Argentina, pasó de valer 527 dólares la tonelada durante los últimos años, a sólo 460 dólares y en las últimas semanas cayó un 7% más quedando por el momento a 425 dólares la tonelada.
Esta realidad de caída se verifica en los precios de todas las materias primas: en los últimos doce meses los combustibles (petróleo y gas) cayeron un 44%, los metales un 23% y los alimentos un 16%. Estas bajas en los precios significaron para la Argentina una pérdida de ingreso de alrededor de 12.000 millones de dólares en concepto de exportaciones, agravando la penuria de divisas que caracteriza a la economía nacional.
Por si esto fuese poco, China está intentando resolver sus problemas económicos por la vía de una importante devaluación de su moneda, el yuan. En los últimos diez días su valor frente al dólar cayó un 4,6%. Esta depreciación del yuan genera, entre otras cosas, que los productos que Argentina le vende a China se encarezcan y los que ella le vende a la Argentina se abaraten. Pero además afecta a las reservas del Banco Central. Es que una de las fuentes de divisas que Argentina consiguió para aplacar la penuria de dólares, fue el “swap” (intercambio de monedas) entre el peso y el yuan, lo que permitía a Argentina ingresar yuanes en el Banco Central y con ellos suplir, en parte, la falta de billete verde; pero en la medida que el yuan pierde su valor frente al dólar, esa merma se ve referenciada directamente en las reservas del Banco Central, generando mayor presiones devaluatorias sobre el peso.
El otro “gigante” que mete presiones sobre la economía argentina es Brasil. Este país atraviesa una fuerte crisis política y económica, que tratamos en otra nota en esta edición, la cual está abierta y no está claro cuál será su resolución. La economía brasileña entró en recesión y se espera una caída de su PBI de más del 1,5%. El gobierno de Dilma Rousseff no sólo descargó un brutal ajuste sobre los trabajadores, sino que además, como medida para sostener su competitividad, impulsó una devaluación del real del 34% en los últimos doce meses.
La realidad del vecino del norte es una sombra que pesa sobre nuestro país, Brasil es el principal destino de las exportaciones argentinas, e incide directamente sobre la industria automotriz. Tanto el achicamiento de la economía en Brasil como la devaluación del real afectan directamente a las exportaciones argentinas, lo cual genera una nueva merma en el ingreso de dólares para la famélica economía nacional.

La burguesía pide a gritos una devaluación

La última década en las cuales primaron altos precios de las materias primas generaron en Latinoamérica la ilusión de que esto podría durar para siempre. Sobre esta ilusión es que muchos de los gobiernos “progresistas” de la región como el chavismo en Venezuela, Correa en Ecuador, el PT en Brasil o el kirchnerismo, montaron proyectos políticos en los cuales el Estado por la vía de hacerse de parte de esa renta extraordinaria, podía actuar como mediador en la economía nacional mediante una serie de subsidios a la burguesía adepta, al mismo tiempo que pudieron sostener las conquistas que las masas arrancaron mediantes sus luchas. Pero ese momento ya pasó, y lo que ahora ponen sobre el tapete los sectores concentrados de la economía es cómo salir de esta situación haciéndoles pagar los costos a los trabajadores.
El problema de base que subsiste es el atraso productivo que tienen nuestras economías que se insertan en el mercado mundial como proveedora de materias primas con bajísimo valor agregado y que deben importar todo lo demás. Las ventajas extraordinarias que significó más de una década de altos precios en las materias primas, sólo sirvió para que los empresarios “se la llevaran en pala” sin invertir ni un dólar en el desarrollo productivo de nuestro país. Ahora, cuando el viento cambia de rumbo, la única forma de recuperar la competitividad que se les ocurre es devaluar la moneda y así bajar los “costos internos”, es decir el salario de los trabajadores.
La receta que exige la burguesía es sencilla: por un lado arreglar con los fondos buitre (es decir pagarles) para que Argentina pueda acceder al mercado de crédito mundial e inmediatamente después endeudarla hasta el cuello; y por otro incrementar la competitividad de la decadente industria argentina por medio, no del avance tecnológico y de la producción, sino por medio de la devaluación del peso.
Tanto Scioli como Macri van a tomar las medidas que los empresarios están exigiendo. Pero para que la devaluación tenga el efecto que la burguesía desea, es necesario que la suba de los precios, que supone toda devaluación, no sea acompañada por un alza de los salarios. Es decir que preparan un ajuste en regla contra los trabajadores.
Si bien los nubarrones aún no se han transformado en un temporal, y es seguramente por esto que los problemas de la economía aún no han “bajado” al terreno de la política y la vida cotidiana, no hay ninguna duda de que el próximo gobierno, sin importar quién gane las elecciones, va intentar hacer pagar los costos del atraso en que han sumido a la Argentina, a los trabajadores. La única pregunta nueva que se suma es si el gobierno de Cristina Kirchner será capaz de evitar ser quien dé el primer mazazo o si podrá heredarle el trago amargo a su sucesor.
Frente a esta amenaza contra nuestras condiciones de vida es que es necesario prepararse. Ni Cristina, ni Scioli, ni Macri o Massa son variantes que representen los intereses de los trabajadores. Es necesario enfrentar las distintas variantes patronales con una alternativa independiente desde los intereses mismos de los trabajadores y los de abajo. Es necesario construir una alternativa socialista.

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