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“Los operadores coinciden en explicar que la suba deriva del proceso de dolarización que se reinició en el mercado local de capitales en el último mes, al diluirse la expectativa de un final de ciclo que facilite una progresiva unificación de los mercados cambiarios” (Javier Blanco, La Nación, 21 de julio 2015).

 

Los acontecimientos de la última semana confirmaron el escenario político que venimos delineando en estas páginas. El agónico triunfo de Macri en CABA, al mismo tiempo que fortaleció las expectativas presidenciales de Scioli, hizo las veces de un anticipo de la inercia de problemas económicos no resueltos expresados en la escalada del dólar los últimos días.

 

La peor elección en diez años

 

El domingo 5 se realizó el balotaje en la Ciudad de Buenos Aires. El PRO se impuso en un agónico triunfo al candidato de ECO, Martín Lousteau. Que ganara Larreta no fue novedad; sí lo fue lo ajustado del resultado, un resultado que debilitó a Macri hacia las presidenciales.

A primera vista, lo exiguo de la diferencia fue una sorpresa: los encuestólogos quedaron en ridículo porque no hubo uno que anunciara una diferencia menor de diez puntos (la diferencia fue de sólo tres puntos).

Bien miradas las cosas, sin embargo, el resultado no es tan sorprendente. El clima político general del país ha venido desplazándose a lo largo del año. De un comienzo marcado por la eventualidad de un giro a la derecha alrededor del caso Nisman, se pasó a la situación actual, que muestra al país colocado en un clima “progresista” general.

Como un péndulo que oscila de manera permanente, desde el 2008 estos desplazamientos de izquierda a derecha y de derecha a izquierda han ocurrido de manera permanente. De todos modos, a la hora de la verdad, en el momento de elegir presidente y como ha sido la norma en toda la región, el clima político ha vuelto a desplazarse hacia la centro-izquierda: “los populismos se han mostrado imbatibles”, afirma el analista Eduardo Fidanza tomando como centro de su análisis una situación económica mejorada respecto de diez años atrás.

Macri había logrado en oportunidades anteriores distanciar el clima político nacional del de la Ciudad, separando quirúrgicamente las votaciones locales de las nacionales (así hizo en el 2011 cuando se terminó retirando de la campaña presidencial).

En esta oportunidad, sin embargo, buscó el efecto opuesto: potenciar sus posibilidades nacionales con su “asegurado” triunfo en la Ciudad… Es evidente que hubo un error de cálculo, porque en vez de fortalecerse quedó debilitado. La brecha que separó a Larreta de Lousteau fue exigua; incluso terminó derrotado en más de la mitad de las comunas.

¿Cuál es la razón de este resultado por el cual, aun ganando, en cierto modo el PRO perdió?

Lo principal es que el “programa” y el perfil de la campaña macrista se da en cierto modo de patadas con el clima general del país: no puede presentarse como el candidato liberal (o neoliberal) que es; la estrategia de un discurso vaciado de contenido tampoco comulga del todo con la politización general del país.

 

La fallida apuesta al voto “atrapa-todo”

 

En primer lugar, Macri tiene la dificultad de que no puede decir abiertamente su credo liberal; el balance de amplios sectores de masas es que se está, en conjunto, algo mejor que en los años ’90. Cualquier orientación que huela aunque sea un poco a un giro neoliberal (un ajuste clásico), no puede cosechar votos más allá de las clases medias altas, y con eso solo (un voto “republicano” reaccionario a lo Carrió), evidentemente no se puede ganar la elección[1].

Por otra parte, el ángulo despolitizado, puramente “técnico” del PRO (que pretende negar que detrás de toda medida hay opciones sociales, de clase, de afectación a uno u otro sector social), no logra hacer empatía con la circunstancia de un país politizado, no “normalizado” del todo.

Una normalización completa de la Argentina posibilitaría, quizás, una gestión “a lo Macri” de los asuntos; pero no es esta la realidad de hoy ni de un futuro más o menos próximo.

De ahí que se haya abierto una crisis de orientación en la campaña de Macri: escucharlo en el “festejo” por el triunfo de Larreta dedicándose a destacar las “bondades” de la gestión K tuvo elementos surrealistas; desde el domingo pasado el macrismo se ha tenido que dedicar a explicar este discurso.

Así las cosas, multitud de analistas han destacado cómo el PRO parece haber perdido la brújula. Frente a un Scioli que se presenta como continuista de la gestión K, Macri luce confundido acerca de cómo retomar la iniciativa electoral.

Esto se puede apreciar en su spot de lanzamiento presidencial, donde se lo ve abrazándose y dándole la mano a vecinos en todo el país, pero de manera muda, sin decir palabra alguna, sin proponer nada…

Claro que esto es parte de una decisión consciente, pensada: la apuesta por una campaña “atrapa-todo”: recibir votos de todo el espectro político sin pelearse con nadie. Que cada cual vote según su gusto, poniéndole el contenido de su predilección al candidato sin que este se comprometa a nada, claro está.

Un poco como la famosa “pieza silenciosa” del músico norteamericano vanguardista John Cage: se sentaba, levantaba el piano, esperaba un minuto, lo cerraba esperando un tiempo más, luego lo volvía a abrir y luego cerraba el piano definitivamente: final del concierto. En el medio, lo que “llenaba” la sala eran los sonidos emitidos espontáneamente, los ruidos generados por los espectadores, alguna canilla abierta, algún desperfecto en la sala, lo que sea, sonidos que en cada caso eran distintos.

La apuesta del macrismo era un poco así: uno ve la imagen del candidato y le da el atributo que se le ocurra. Así, como por arte de magia, recibiría los votos de todo el mundo y ganaría la elección.

Después de la elección en CABA (sin olvidarnos de la derrota de Del Sel en Santa Fe), esta pretensión aparece en crisis y todavía sin estrategia de recambio a la vista.

 

¡Todos el apoyo a los compañeros de la 60!

 

Es el contexto señalado el que explica la escalada del dólar. Si bien al cierre de esta edición se moderó en algo el alza cerrando por debajo de 15$, hay que explicar el por qué de la misma.

Políticamente, ya con la elección de Zannini como vice de Scioli el dólar había dado un respingo; la elección de este secretario de gobierno ultra-kirchnerista levantó sospechas sobre un perfil excesivamente continuista de un eventual gobierno del actual gobernador.

Pero la mediocre performance del PRO en CABA vino como a rebalsar el vaso: multiplicó la preocupación que, en definitiva, la cotización del dólar siguiera desdoblada, que no se operara la devaluación y todo el ajuste deseados. Este cambio de expectativas es lo que ha llevado al actual aumento de la divisa.

Detrás del problema político está el económico: los dólares escasean, el superávit comercial (generador de divisas genuinas) no para de caer, las reservas del Banco Central (ya muy bajas) se verán afectadas por el pago de un bono del orden de 6000 millones de dólares, el gobierno ha emitido duro y parejo los últimos meses y eso presiona a la suba de los precios y a una devaluación de la moneda, etcétera.

Todas estas circunstancias han llevado en las últimas semanas a un “vuelo a la calidad”: los operadores económicos se cubren posicionándose en dólares, cuestión que a la vez tiene el problema de que a lo largo del año la cartera de depósitos a plazo fijo aumentó un 44% y ahora está el peligro de que muchos de estos depositantes deshagan estas operaciones y salgan a querer comprar dólares.

En todo caso, como adelantándose a la circunstancias, el gobierno sigue –de manera sutil aún– tomando medidas de ajuste. La más importante en torno al salario: el gobierno se salió con la suya y la enorme mayoría de las paritarias se firmaron en torno al 28%.

Si la inflación no supera este año el 30% (¡habrá que ver qué pasa con el dólar paralelo, porque su aumento puede presionar nuevamente los precios!), el deterioro salarial no sería tan grande. Pero no debemos olvidarnos que el objetivo del gobierno fue evitar que se recuperen los diez puntos perdidos el año pasado con la devaluación (la inflación del 2014 alcanzó el 40% y los salarios aumentaron sólo el 30).

Sumado a esto, se acaba de firmar el aumento del salario mínimo: para enero del año próximo estará en 6060 pesos: ¡un aumento de miseria frente al valor de la canasta familiar que está sindicada en 15.000!

La de un salario mínimo tan bajo es una medida típicamente capitalista que pone un piso reducido en el mercado laboral al salario, de manera tal de tirarlo para abajo en su conjunto; no hay que olvidarse que el mínimo es recibido por el 50% de la mano de obra, la que se encuentra en negro o en situaciones de precariedad laboral.

A esto debemos agregar otros atisbos de ajuste económico. A nivel de los gastos del Estado, la orden del gobierno de paralizar todas las obras viales hasta nuevo aviso. Pero sobre todo, despidos masivos como en la planta de Cresta Roja, procesadora de pollos.

Además de los despidos en Acindar y el conflicto de los municipales de Río Gallegos, queremos destacar el durísimo conflicto en la 60; al cierre de esta edición los compañeros están llamando a rodear la lucha de solidaridad ante el intento de la Justicia, la patronal y el gobierno de llevarse mediante artilugios legales los vehículos de la terminal Constitución, donde nos estamos presentando con nuestra candidata presidencial, Manuela Castañeira.

 

Salgamos a quebrar el piso del 1,5%

 

Con un clima político-electoral corrido hacia la centro-izquierda, no solo es factible que Scioli haga una importante elección en las PASO; en sus proporciones, también es muy factible una importante elección de la izquierda.

Es lo que estamos percibiendo en la campaña hacia el 9 de agosto, que va lentamente tomando calor, sobre todo ahora a partir de la aparición de los spots. Se nota que la opción por la izquierda en general tiene su lugar en las conversaciones en los lugares de trabajo y los barrios. También que nuestro partido va logrando colocarse de manera expectable a la izquierda del FIT con su perfil de campaña por una alternativa socialista.

No solo electoralmente estamos avanzando. En medio de una actividad febril por la aparición de los spots, el reparto de las boletas en todo el país, etcétera, constructivamente se están dando pasos abriendo nuevos locales, llegando a nuevos lugares de trabajo y localidades, asumiendo la actividad de medios en regiones donde antes no teníamos un trabajo así.

Llamamos a toda nuestra militancia y simpatizantes a redoblar los esfuerzos en estos 20 días que faltan, para “peinar” a lo largo y ancho el país con nuestra campaña, llegar a nuevos lugares de trabajo, barrios y regiones, organizar importantes actos de cierre en todas las regionales y, sobre todo, poner en marcha un operativo de fiscalización masiva de nuestros votos en todo el país que garantice la posibilidad de quebrar el piso proscriptivo del 1,5%. 

 

 

 

[1] En más de una oportunidad hemos señalado que ganar una elección, sobre todo una elección presidencial, requiere obtener votos entre al menos dos clases fundamentales: entre amplias porciones de las llamadas “clases medias” y entre los trabajadores, esto en proporciones variables. El problema del macrismo y Cambiemos es que no está claro que lo logren; el kirchnerismo con Scioli sí es probable logre el voto del grueso de los trabajadores a la vez que de una porción de las clases medias, la porción progresista de las mismas.

 

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