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Ganadores y perdedores

 

 

Acaban de terminar las elecciones en Córdoba y se nos presenta ahora la necesidad de sacar las conclusiones correspondientes. Esta tarea tiene su importancia: Córdoba es la segunda provincia del país y las elecciones que pasaron son el umbral inmediato para las PASO de Agosto. Más específicamente, no sólo es la segunda provincia del país, también es la segunda concentración industrial con una enorme tradición de lucha de clases que la convierte en estratégica para la izquierda revolucionaria en nuestro país.

 

Lo que debemos hacer es, entonces, dar cuenta de qué peso tiene esta elección de cara a las PASO, en la disputa presidencial en general y para la izquierda en particular. Más aún teniendo en cuenta que nuestro partido acaba de hacer una elección histórica, ubicándose como la quinta fuerza política en la provincia.

 

Un voto conservador

 

Todo balance serio debe partir de la realidad en su conjunto; comenzar por nuestro “ombligo” no ayuda a sacar conclusiones. En este sentido, lo primero que hay que decir es que el único triunfador claro es Schiaretti, el nuevo gobernador electo por la delasotista Unión por Córdoba (PJ), con casi el 40% de los votos de los casi 2 millones de votos efectivos.

 

No hay que devanarse mucho los sesos para entender qué pasó. La desacostumbrada estabilidad con la que se está transitando la transición política post “kirchnerismo puro” le dio un carácter netamente conservador al voto de las amplias masas. La razón de fondo de esto ya la hemos explicado en otros lugares: el delasotismo cumplió a nivel provincial el mismo rol estabilizador que los K a nivel nacional, más allá de matices “ideológicos”.

 

Por más que a la militancia kirchnerista no le guste, si Scioli gana las presidenciales es exactamente por los mismos motivos por los que Unión por Córdoba ganó las provinciales. A priori, podemos decir que los aires de “continuismo” favorecen a Scioli en las presidenciales (la candidatura de De la Sota como presidente es casi marginal). Tampoco hay que olvidarse que, en definitiva, tanto Schiaretti como Scioli son del riñón del PJ.

 

La de Córdoba era una pelea de cierta importancia para el Frankestein UCR-PRO-FC al ser la provincia un bastión histórico radical y la segunda circunscripción electoral después de la Provincia de Buenos Aires y CABA. Pues bien, la “macrización” de una UCR que hizo una campaña característica del PRO con globos, alegría y despolitización, no sirvió para cambiar las cosas. Su candidato Aguad, cuyo elocuente apodo es “el Milico”, estuvo a seis puntos de UPC (100 mil votos de diferencia). En cuanto a los K, por estas horas están pasando por una importante crisis. Por primera vez se jugaron a ser “alternativa de gobierno” pero sus deslucidos resultados (18%) los dejaron muy lejos de semejante objetivo. La razón es simple y no tiene nada que ver con un supuesto “conservadurismo ideológico” que caracterizaría (según los militantes K) a los cordobeses: para tener a un Accastello ya está Schiaretti. No hay que olvidarse que el primero, novísimo “progre”, fue Jefe de Gabinete del mismísimo De la Sota.

 

Lo que tuvo en común la campaña de estos, los principales candidatos de la clase capitalista, fue la completa ausencia de una campaña que diga algo acerca de la realidad: una palabra sobre las necesidades de las masas, un cartel, un spot que no sea una cara sonriente y un slogan vacío. El motivo es que para todos ellos las elecciones son terreno de maniobra para apoyarse en las espaldas de las masas trabajadoras y gobernar a su costa, no una herramienta de “participación política”.

 

Izquierda y centro-izquierda

 

En este contexto, la izquierda hizo globalmente una gran elección. En primer lugar estuvo el FIT, que alcanzó a conformar de forma inédita un bloque propio en la Legislatura provincial con tres ediles, un 4,9% a gobernador y algo más del 6% a legisladores (89 mil y 99 mil votos respectivamente). En la Capital el resultado se eleva a casi un 11%. En este sentido saldrían fortalecidos de esta elección.

 

Sin embargo, su promisorio resultado está cargado de contradicciones. La campaña estuvo innegablemente marcada por su interna. El PTS hizo una campaña completamente formal (¡sus primeros carteles aparecieron recién una semana antes de las elecciones!) y el mismo 5 de julio “denunciaron” en los medios a sus compañeros de fórmula por “no dejarlos participar del bunker” (sic). Así, la intervención electoral del FIT tuvo la impronta política que le dieron el PO e IS. Su unilateral perfil fue el de “legisladores de izquierda” referenciados repetidamente con sus proyectos de ley. La campaña (la campaña, no los votos) expresó poco a la nueva generación de trabajadores, de mujeres y jóvenes luchadores.

 

De nuestra campaña y resultados hablaremos aparte. Por ahora, diremos algo de la centro-izquierda. Por detrás de nuestro partido quedaron ubicados el MST y el Frente Progresista y Popular (una alianza entre el PS, el GEN, Libres del Sur, el PCR-PTP, la UP-CTA y Emancipación Sur). La principal referencia de centro-izquierda, el Frente Cívico de Luis Juez (que supo ser segunda fuerza provincial), fue parte de la alianza UCR-PRO y entregó su magro caudal electoral del 2013 a esas fuerzas, que salieron del 5 de Julio con un fuerte sabor amargo en la boca.

 

El FPP fue simplemente una candidatura burguesa más pero de menor envergadura. El MST salió claramente derrotado después de desplegar una cantidad de recursos mucho mayor a la de nuestro partido, quedando debajo del Nuevo MAS a gobernador y no alcanzando su objetivo de entrar en la Legislatura. Todo esto a pesar de ser un partido de dos décadas de oficio electoral (nuestro partido se presentaba por segunda vez) y de caracterizarse por una política de “campaña electoral permanente” con diferentes grados dependiendo las circunstancias. Su campaña no tuvo un eje político claro que no sea el del perfil del reformismo posmoderno referenciado en el Podemos español y en Syriza. Con su retórica de “Nueva izquierda” su principal objetivo fue diferenciarse de la “vieja izquierda dogmática”; esto es: del marxismo y el clasismo obrero. Hablaron principalmente de los “privilegios de los políticos”, no hicieron ningún intento de denunciar que “los políticos” representan los intereses de la clase capitalista y no se les escapó la palabra “trabajadores” ni por casualidad. Más que una campaña política, lo suyo fue “marketing”. Como nos dijo un trabajador al día siguiente del debate televisado de candidatos: “Gómez parecía que estaba vendiendo autos”. Más que la “Nueva Izquierda” fueron “la (centro) izquierda que se viste de payaso”.

 

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