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“(…) el ‘efecto Zannini’ puede hacerle perder a la economía el ancla de expectativas que favoreció en los últimos meses una tímida recuperación. Ese rebote era alentado por la idea del fin de ciclo y la normalización de la economía a partir del 2016” (La Nación, 24 de junio del 2015).

Más allá del reciente desplazamiento de Milani por parte de Cristina (ver nota aparte), la noticia principal de los últimos días se vincula a la escalada del dólar luego de varios meses de estabilidad. Al cierre de esta edición, el paralelo alcanzaba los 13,50$, la cotización más alta desde comienzos de febrero. Nos dedicaremos a continuación explicar las razones de esta suba.

Una economía debilitada 

Todos los analistas recalcan que el desencadenante principal de esta alza es más político que económico. Esto es así. De todos modos, nos interesa primero abordar las bases materiales de esta “mini escalada” antes de ir a sus razones políticas.

De septiembre a esta parte se ha evitado una nueva devaluación del peso mediante una combinación de medidas: el aumento de las tasas de interés, el swap con China que permitió llevar las reservas hasta 33.000 millones de dólares, amén del ingreso de divisas por exportaciones agrarias los últimos meses.

Simultáneamente, con el parate del dólar y la recesión económica (una suerte de estancamiento duradero que viene desde el 2011), la inflación se ha moderado en niveles que no superan el 30% anualizado.

Parte de esto mismo ha sido el operativo oficial de contención de las paritarias, que a pesar de los dos paros generales exitosos (pero sin continuidad), ha funcionado en gran medida.

Es verdad que aceiteros y bancarios rompieron el techo del 27%. Pero esto ha sido más bien una excepción: en las demás actividades los acuerdos rondan lo dictado por el gobierno. Moyano alardeó que “no firmaría nada que no estuviera antecedido por un 3”, pero el 31 o 32% que obtendría, al ser en cuotas, vería muy reducido su impacto.

El gremio de la alimentación logro un 33% “teórico” pero con el mismo problema: cuotas tan espaciadas (mayo y noviembre) que el aumento dentro de los 12 meses quedaría limitado.

Así las cosas, el gobierno de Cristina está anticipando parte de la aplicación del ajuste que viene, pero esto no quita que, de todas maneras, las inercias y fragilidades no resueltas de la economía configuren el trasfondo del repunte del dólar.

¿Cuáles son estas fragilidades?

Señalaremos aquí tres. Primero, la falta de divisas contantes y sonantes. El superávit comercial para este año, se estima, será solamente de unos 5000 millones de dólares. Para colmo, no se trata de un superávit “genuino”, en la medida en que las importaciones están “pisadas” para evitar que el “excedente” tan limitado de dólares termine licuándose completamente.

El problema es que, hoy por hoy, no hay muchas otras fuentes de divisas, ya que endeudarse con el exterior sigue siendo muy oneroso para el país (esto seguirá siendo así hasta que no se acuerde con los buitres), no hay repatriación de capitales y el nivel de inversiones provenientes del exterior se mantiene bajo.

Segundo, el país ha perdido “competitividad”: el dólar se ha vuelto a atrasar justo cuando esta divisa se viene apreciando mundialmente; el precio de las materias primas se ha reducido en divisas; mientras tanto, los costos internos en dólares han aumentado. La economía nacional tiene así poco margen de generar excedentes.

Por último está el problema de que el país se encuentra estancado hace tiempo; si no se han producido mayores despidos todavía es porque los empresarios están a la espera del recambio gubernamental (no quieren hacer olas antes). Pero esta circunstancia podría modificarse si los problemas económicos no se resuelven: ¡la patronal no se va a aguantar mucho más sin despedir si no se renuevan sus expectativas!

Cuando la política mete la cola

En estas condiciones, el gobierno viene fogoneando el gasto estatal y mantiene las líneas de crédito de manera de estimular el consumo generando un “efecto de bienestar” que no está claro hasta cuándo podría durar.

Pero este aumento de la emisión monetaria sin que haya una contraparte en una mayor producción de bienes, puede terminar estimulando nuevamente la inflación.

Así las cosas, el cuadro de estancamiento más una inflación contenida (pero que sigue al acecho), combinada a la vez con una escasez de divisas, son algunos de los factores de fragilidad que están por detrás del “respingo” de la divisa.

Sin embargo, lo cierto es que no ha ocurrido ningún hecho económico específico que explique la actual escalada del dólar: dicha alza se debe a razones políticas: al cambio de expectativas a partir de las recientes novedades en materia electoral.  

Los mercados descontaban que con el cambio de gobierno se “enderezarían” las cosas: se encararía un ajuste económico (más o menos gradual) de manera tal de hacer frente a las inercias que acechan a la economía nacional.

Pero hete aquí la circunstancia de que el anuncio de Zannini como vice de Scioli vino a poner blanco sobre negro: no solamente Scioli es el candidato más firme a ganar la presidencia, sino que, por añadidura, lo haría bajo un condicionamiento mayor que el esperado de parte del oficialismo kirchnerista.

Se produjo así un cambio de expectativas entre los operadores económicos; esto es lo que está presionando sobre la cotización de la divisa.

“El dedo de Cristina gatilló una mayor incertidumbre económica para la etapa poselectoral. Al incluir en la fórmula a Carlos Zannini (…), dejó en claro que apuesta a la continuidad antes que a una corrección de rumbo. Con su lógica binaria así lo entendieron los mercados, que se apresuraron a convalidar la consigna ‘Scioli al gobierno, Cristina al poder’ con una corriente de venta de títulos y acciones y/o anticipado refugio en el dólar paralelo. O sea, la inversa del efecto ‘chau Cristina’ que venía sosteniendo las cotizaciones y permitía especular con futuros cambios de fondo en la política económica de CFK” (Néstor Scibona, La Nación, 21 de junio del 2015).

Se puede transmitir el mando, no la gobernabilidad

De todos modos, nada permite avizorar –en lo inmediato– que la actual escalada del dólar vaya a pasar a mayores. Si la economía muestra fragilidad, como contrapeso está la fuerte gobernabilidad que exhibe el gobierno de Cristina: “[La actual transición] se diferencia de otras situaciones de fuertes desequilibrios macro en un aspecto trascendental: el de la gobernabilidad. Los episodios previos de crisis macro tienen como común denominador a un presidente débil y sin poder. Este no es el caso de Cristina Kirchner que, después de ocho años en el poder, sigue con gobernabilidad, mantiene la iniciativa y el control de la agenda política (y mediática)” (Luis Seco, La Nación, 21 de junio del 2015).

Pero es precisamente aquí donde se coloca una de las más grandes incertidumbres para lo que viene: ¿cómo harán Scioli o Macri para mantener la gobernabilidad?

Es improbable que puedan mantener un mismo “esquema de gobernabilidad”. No solamente se esperan decisiones económicas de cierto peso; también está el hecho casi inevitable de que la situación en su conjunto debería ir a un nuevo tipo de equilibrio: ¡un equilibrio que debería poseer algunas coordenadas distintas si la burguesía pretende resolver algunas de las “taras” heredadas de la gestión K! 

Ni siquiera si gobierna Scioli es probable que se viva un continuismo liso y llano. Hasta por el hecho de que las circunstancias económicas se han modificado para peor respecto de la mayor parte del ciclo K; esto ya alcanza para poner en juego otra variable respecto del vigente esquema de gobernabilidad.

Pero además, a Scioli o Macri el empresariado seguramente les pedirá que bajen el “nivel de conflictividad”, y de manera concomitante, quizás que aumenten en algunos grados la desocupación de manera tal de bajar las presiones al alza de los salarios y la inflación…

Así las cosas, lo que está en juego no es menor. Cuando Scioli y Zannini (¡y también Macri, que se hace bien el “tonto” con su discurso light!) pintan un mundo de rosa, hay que alertar que no dicen la verdad: ¡es inevitable que la suya sea una gestión más conservadora que la actual! ¡Son los rostros del ajuste que viene!

Si las fábricas son una picadora de carne de la superexplotación, si más de la mitad de los trabajadores reciben bajos o muy bajos salarios (ver los recientes datos del INDEC que señalan que con ingresos de 13.000$ ya se es parte del “10% más rico del país”… y que el 50% de la población asalariada gana menos de 6000$), si la precarización laboral campea entre la juventud, se trata de flagelos que, lejos de tender a resolverse, lo más probable es que tiendan a empeorar.

¡2000 candidatos por una alternativa socialista!

Nuestro partido se ha lanzado con todo a la campaña presidencial. Somos una de las nueve fuerzas oficializadas que competieran en las PASO. Una de las 13 fórmulas presidenciales, lo que para nuestra organización es una conquista inmensa; más aun cuando venimos teniendo por adversario (hace ya 4 años y por tres elecciones consecutivas) al FIT, una cooperativa electoral de tres organizaciones que logró cierta instalación por cuenta de haber “absorbido” la mayor parte del voto de la izquierda.

Hemos presentado casi 2000 candidatos en todo el país. ¡En la provincia de Buenos Aires, nos hemos presentado en 30 municipios con lista completa y en las ocho secciones electorales! También presentamos diputados y senadores nacionales en Capital Federal, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Neuquén, Río Negro, Santa Cruz y La Rioja, sin olvidarnos de nuestra participación en las elecciones locales en estas provincias (el desafío inmediato son las elecciones a gobernador el 5 de julio en Córdoba).

Con el eje de denunciar a Scioli y Macri como los candidatos del ajuste que viene, subrayando los límites insalvables del “progresismo” K (¡que en doce años no ha sido capaz de resolver ni uno solo de los más graves flagelos de la explotación y opresión de los trabajadores, las mujeres y la juventud!) y con el planteo general de una alternativa socialista, la militancia de nuestro partido sale a hacer una intensa campaña militante en todo el país.

Una campaña presidencial que en los próximos meses será la palanca privilegiada para el fortalecimiento y la extensión nacional del nuevo MAS.

 

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