Con la aprobación presidencial a la candidatura de Scioli como representante del oficialismo en las próximas elecciones, muchos compañeros que simpatizan con el kirchnerismo nos han expresado que no se sienten representados por Scioli y que están pensando en votar a la izquierda. Con el fin de poder clarificar el debate haremos un breve repaso de cuáles han sido las políticas de nuestro partido y del resto de la izquierda en estos años.

Como es de público conocimiento nuestro partido jamás le cedió un tranco de pollo a las políticas del gobierno K, ni siquiera en sus momentos de mayor popularidad. Estuvimos en primera línea en las grandes y pequeñas luchas contra el gobierno, en especial contra la repodrida burocracia sindical en la que el kirchnerismo se ha apoyado, y contra las patronales aliadas a Néstor y a Cristina.

Hemos llamado a parar junto a los trabajadores aunque la convocatoria partiera de Moyano, porque para nosotros los intereses de los trabajadores son sagrados, y la burocracia sindical (a la que combatimos con el cuerpo todos los días) es un obstáculo en esa lucha de clases, no una clase aparte.

Hemos denunciado siempre los límites y puntos oscuros de su política de derechos humanos, siendo organizadores de la marcha opositora del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia en los actos del 24 de marzo.

En el terreno de los derechos de las mujeres, Las Rojas fueron la agrupación que más consecuentemente denunció la alianza de Cristina con la Iglesia para negar el derecho al aborto, y participamos con todo en la convocatoria #Ni Una Menos denunciando la responsabilidad del Estado y el gobierno en la violencia contra las mujeres.

Pero hay dos cosas que tuvimos siempre en claro, y lo demostramos con hechos en cada oportunidad: no vale “cualquier cosa” con tal de oponerse al gobierno, y “cualquier cosa” que junte gente no es progresiva de por sí.

¿A qué nos referimos? El gobierno K vino a gobernar un país sacudido por el Argentinazo. El movimiento popular había tirado abajo varios gobiernos, como parte de un levantamiento regional latinoamericano contra las políticas neoliberales. Para “domar” esa insurrección, tuvo que dar concesiones como el pleno empleo, planes sociales, subsidios a los servicios, etc. Esto produjo en el camino varios roces con sectores de la burguesía, que ya no querían poner un peso para las conquistas y concesiones a los sectores populares, quienes se las habían ganado peleando en la calle.

Esto dio lugar al conflicto con la patronal agraria, pelea que dividió aguas en la izquierda. El MST e Izquierda Socialista (candidato a vicepresidente del FIT) apoyaron los reclamos de la Sociedad Rural y acudieron alegremente a sus actos.

El Nuevo MAS, en cambio, plantó en el Congreso la “Carpa Roja”, desde la cual, sin apoyar ni un segundo al gobierno, hicimos una gran campaña de denuncia contra este sector de la burguesía más parásita del país, que se había llenado de oro con la soja y que no quería pagar impuestos. Reclamamos la expropiación de las tierras y la nacionalización del comercio exterior, para que los dineros de la producción agrícola quedaran en el país y para los trabajadores y no para los patrones.

Cuando ocurrieron los diversos “cacerolazos” reaccionarios, pasó algo parecido: el PO los calificó de “movimientos populares”. Nosotros los caracterizamos como movidas de los sectores reaccionarios de la clase media; los repudiamos y llamamos a la gente a no encausar la sana bronca contra el gobierno por la inflación o la corrupción por medio del apoyo a sectores de la burguesía explotadora y represora, ni a la camarilla judicial que marchó por Nisman.

La cuestión de los fondos buitre fue otra divisoria de aguas. Los diputados del FIT votaron en el congreso junto con la derecha, que quería hacerle caso al juez Griesa. El Nuevo MAS llama a no pagar la deuda externa, ni a los buitres enemigos del gobierno K ni a los que aceptaron los planes de pago del gobierno.

En cuanto a los derechos de las mujeres, aunque el FIT se pronuncia cada tanto a favor del derecho al aborto, sus candidatos hablan lo menos posible del tema, sobre todo desde que el Papa es argentino, porque no quieren decir nada que sea piantavotos. El Nuevo MAS lleva como candidata a presidente a una compañera de Las Rojas que se hizo referente en esa pelea desde la calle y en las luchas. Porque es fácil hacer spots en las redes sociales, pero hay que estar en la puerta de los juzgados, en los hospitales y en las comisarías junto a las compañeras para arrogarse el título de luchadores. Por su parte el PO ha desbarrancado vergonzosamente. Frente a la violencia contra las mujeres a manifestado que los golpeadores se tienen que unir con las víctimas en pos de la unidad de la clase trabajadora: “¡Oh, sí, querida!, Altamira me convenció. Ya mismo voy a dejar este bidón de nafta con que iba a prenderte fuego a vos y a los chicos, y juntos de la mano vamos a hacer la revolución”. Por supuesto que la unidad de la clase obrera es esencial para acabar con la violencia contra las mujeres, pero esa unidad se logra en base a expulsar del movimiento obrero a los femicidas y violadores, y proteger al sector más oprimido y explotado de la clase trabajadora, que son las mujeres.

Por último, les contamos que todas estas diferencias no impedirían que pudiéramos ir a las elecciones toda la izquierda junta mientras seguimos discutiendo todas nuestras posiciones. Nuestro partido llamó constantemente al FIT a la unidad, pero los compañeros prefirieron utilizar las PASO, un mecanismo proscriptivo impuesto por el gobierno, para ver si se sacaban de encima un “rival” en la competencia de la izquierda, al Nuevo MAS. Lejos de achicarnos, nuestro partido consiguió la legalidad nacional y se presenta a elecciones con una fórmula de luchadores: Manuela Castañeira, referente del movimiento de mujeres, y Jorge Ayala, delegado de Fate, representante de la nueva generación obrera que pelea contra la patronal y la burocracia sindical.

Acompañanos con tu voto para que la izquierda que no baja sus banderas no se quede afuera de las elecciones.

 

 

 

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