Por Guillermo Pessoa



 

 

Para M.Y y Fauce – 

 

 

Este 11 junio se cumplirán diez años del fallecimiento en París (donde residía desde fines de los sesenta) del escritor Juan José Saer, nacido en Serodino, provincia de Santa Fe, en 1937.

 

Nos parece pertinente, y en especial para aquellos compañeros que desconocen su obra, decir algunas palabras sobre la misma. Ésta consta de doce novelas, cinco libros de cuentos y otros tantos de ensayo y crítica literaria, junto a un volumen de poesía.

 

Como los de toda gran literatura, los personajes de Onetti tienen un rostro que tarde o temprano terminamos por reconocer: es el de cada uno de nosotros (…) No es a pesar sino gracias a sus notorias innovaciones, cuya pertinencia se ha hecho patente con la perspectiva de que disponemos casi ochenta años más tarde, que el Ulises de Joyce es un clásico. (“Trabajos”)

 

Al igual que todos los grandes escritores latinoamericanos, Saer (como el mencionado uruguayo Onetti de la cita que antecede) fueron cosmopolitas. Recogieron en su literatura la tradición occidental a la cual pertenecían sin que por ello (o precisamente por ello) su  prosa no fuera en verdad, fuertemente rioplatense. Como afirmó el santafesino, un clásico lo es, entre otras cosas, porque en sus personajes podemos reconocernos, junto a las innovaciones formales o estilísticas que éste introduce.

 

El autor de “El limonero real” es expresión cabal de lo anterior. Sus personajes, básicamente litoraleños, están atravesados fuertemente por la historia (no hay trama en sus novelas en donde el contexto político no esté presente) ya sea a principios del siglo XIX como en “Las nubes”, en la segunda mitad de dicha centuria como ocurre en “La ocasión” y en distintos momentos del siglo XX incursionando en el siglo XXI, algo bien patente en su novela inconclusa “La Grande” (título más que apropiado, por su extensión y por su calidad). Dichos personajes son también amigos entrañables que comparten reflexiones muchas veces desalineadas y asistemáticas, pero con una profundidad y agudeza superlativas, sobre los grandes temas del hombre (de todo tiempo y lugar).

 

Saer también (no es casualidad su admiración sin límites hacia autores como Faulkner o Proust) construye una prosa muy particular; por momentos puntillosa y manierista, más no tediosa, semejando un orfebre que elabora verdaderas artesanías con las palabras. Su vasta obra de crítica literaria tiene también ese tono: uno puede encontrar opiniones sobre Arlt, Homero, el Quijote, Borges, el posmodernismo y la sociedad de consumo y hasta una especie de sinopsis de la historia del futuro territorio argentino (“Río sin orillas”) y la propia conquista americana (“El entenado”). Con una brillantez expositiva que no muchos poseen.

 

No es imposible que un hecho histórico pueda ser, con paciencia, metódicamente, conocido. Pero es arduo, es difícil, y ese conocimiento supone toda una jerarquía de privilegios que nuestra sociedad, irracional y abstracta, escamotea, digamos, al noventa y cinco por ciento de la población. Yo formo parte de ese noventa y cinco por ciento de la población y escribo para él.  (“El concepto de ficción”)

 

Si bien un tanto exagerado, el juicio anterior es casi una petición de principios: el santafesino, quien reconoce que no puede no interesarse por la historia y la política, señala que éstas para su conocimiento profundo, requieren  no sólo de paciencia, sino de un método riguroso. En el artículo en donde se halla esta afirmación, afirma que el materialismo histórico, y en especial la obra de Trotsky a la que cita, es el proveedor de esa hermenéutica.

 

Sin embargo, como muchos escritores, artistas e intelectuales de las ciencias sociales (en estos últimos, el “error” es menos perdonable), Saer apoyó al radicalismo en 1983 y tuvo (él que había vituperado el gatopardismo de Perón) una corriente de simpatía hacia los K:

 

En el caso de Kirchner, inmediatamente vi la posibilidad de una superación de esas contradicciones del peronismo y también de las contradicciones del radicalismo y la centroizquierda. Todo eso me hace este gobierno muy atractivo e interesante. (Revista Ñ 30/5/15, tomado de una entrevista de fines de 2003)

 

La reacción democrática de los ochenta, la caída de los socialismos reales en ese mismo período, entre otros hechos; cubrieron de “posibilismo” la visión otrora más radical y clasista sostenida con anterioridad de muchas vanguardias artísticas.

 

Pero eso en el caso de Saer (como de tantos otros) no es lo más importante. Lo valioso es  su obra literaria, el placer de su lectura y las inquietudes, vivencias y reflexiones que ese grupo de amigos por él creado, va destilando a través de su ficción. Y como sucede con los buenos vinos,  éstas parecen volverse más exquisitas con el paso del tiempo.

 

 

 

 

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