La intelectualidad k al servicio del ajuste K



Los intelectuales K nucleados en Carta Abierta publicaron una declaración acerca de la devaluación y sus consecuencias para “las mayorías populares”. Como son intelectuales, no pueden darse el lujo de decir estupideces tan notorias como las de Capitanich, porque sus colegas universitarios les retirarían el saludo. Por ejemplo, el gobierno dice que la devaluación no perjudica en nada a los sectores populares, porque los aumentos de precios no son una consecuencia económica de la devaluación, sino una maniobra política desestabilizadora de los supermercadistas. Por eso, lo que hay que hacer es acusar con nombre y apellido a los supermercadistas y controlar los precios en el supermercado.

Carta Abierta, en cambio, se muestra preocupada por la devaluación, dice que “compromete el futuro del país” y reconoce que las clases populares son “históricamente las más perjudicadas con este tipo de medidas”. Igualmente, se ve que el mundo académico no es muy exigente con sus integrantes por estos tiempos, porque los esfuerzos de Carta Abierta (C.A.) por razonar terminan ahí. C.A. dice que el gobierno se vio obligado a devaluar la moneda porque los exportadores organizaron “un cepo financiero”. O sea, si el gobierno quiere las divisas provenientes de la exportación, tiene que ceder a lo que le exigen los exportadores. Una vez que se acepta que el gobierno “cede”, lo único que nos quedará por hacer es acusar con a los exportadores y… controlar los precios en el supermercado.

O sea: según C.A. las causas son otras, los malvados principales también son otros, pero a la hora de proponer una política, la de C.A. es exactamente igual a la del gobierno.

Las pretensiones progresistas de C.A. se consuelan con párrafos como este: “Ahora debemos sentirnos a las puertas de una nueva movilización, preparada con responsabilidad y pasos precisos que ramifiquen el llamado. Los temas cruciales que laten en las bocas y corazones podrán convertirse en nuevos cánticos, deberán tornarse motivo de interés masivo por medidas y cambios institucionales trascendentes y necesarios desde hace tiempo, para avanzar en mecanismos que establezcan el manejo estatal del comercio exterior”. Si C.A. llamara a una movilización popular para imponer el control estatal del comercio exterior, sería más coherente. Pero no. C.A. suspira por el control estatal del comercio exterior, pero llama a apoyar a un gobierno que va exactamente para el otro lado: en lugar de alguna medida que limite la ganancia capitalista, elige esquilmar el salario de los trabajadores mediante devaluación, inflación y paritarias con techo a la altura de una cucha de perro; acusa a los trabajadores de ser compradores de dólares privilegiados, y lanza a la calle a miles de policias y uniformados de todos los colores (con aumento de sueldo del 100%) a dar palos al que proteste, más unos cuantos payasos de La Cámpora a… controlar precios en el supermercado.

¿Qué dice C.A. de la nueva oleada represiva? ¿Creerá que la milicada que rodeó a los trabajadores de Kromberg o que sacó a bastonazos a los vecinos inundados de la Autopista quería “sustraer la disposición sobre las divisas del chantaje monopólico”?

 

¿Estamos en contra del control de precios?

 

El gobierno devaluó para que la patronal exportadora, que compra (fuerza de trabajo) en pesos y vende (producción) en dólares, gane más plata. Actúa como agente de los exportadores, y pone todo el aparato institucional y represivo del Estado, más su burocracia sindical, para garantizar que los salarios bajen y las ganancias capitalistas suban.

Junto con eso, difunde la idea de que los precios del mercado interno no deberían aumentar, porque la devaluación solo afecta a lo que se valoriza en dólares. Es mentira. Los precios de todas las cosas son internacionales. Yo patrón, si puedo vender el kilo de carne a 30 dólares afuera, lo voy a vender afuera o ponerlo a 30 dólares en el mercado interno. El modo de evitar que los precios internos se equiparen a los de exportación empieza mucho antes del supermercado, obligando a los capitalistas a vender en el país, impidiendo que exporten lo que es necesario consumir acá a un precio accesible para los trabajadores. Para eso, efectivamente, hay que declarar el monopolio estatal del comercio exterior, lo que provoca una merma en la ganancia capitalista y un aumento en las divisas que percibe el Estado. Si se tomaran medidas como esa, no estaría de más acompañarlas de un control “supermercadil”, pero ese control por sí solo no puede suplantar las medidas de fondo.

El control de precios actual, lejos de complementar medidas para obtener divisas quitándoselas a la ganancia patronal, es parte de la comedia que montó el gobierno para ocultar que la devaluación es una medida antiobrera y antipopular, porque hace que aumenten todos los precios, no solo los de la exportación. Perdón, no todos los precios, el precio de la fuerza de trabajo, el salario, es el único que el gobierno, la burocracia, y el silencio cómplice de los intelectuales de C.A. no quieren que aumente. La devaluación no solo hace que nuestro salario sea más barato para los patrones, sino que pierda poder de compra.

Y los suspiros de C.A. no son más que otro sketch de esta comedia. Al abonar el control de precios en estas condiciones, ayuda a ocultar que es la política económica pro patronal del gobierno lo que está produciendo la caída del salario. Para declarar el monopolio estatal del comercio exterior, habría que luchar, no en apoyo al gobierno como quiere C.A., sino en contra del gobierno, que obviamente eligió el camino opuesto.

La última Carta Abierta de los escribas K es un abandono fragrante de todo pretensión de izquierdismo o simple progresismo, y una bancarrota en cuanto supuestos intelectuales. Es en definitiva un miserable e ineficaz taparrabos por izquierda de un ajuste brutal al bolsillo de los trabajadores y el pueblo en beneficio de los sectores empresarios.

Patricia López

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