Por Rafael Salinas


Temas: ,

VII Cumbre de las Américas

 

 

 

“«Nuestra política hacia Cuba, en vez de aislar a Cuba, aisló a Estados Unidos en su propio patio trasero», declaró Benjamin J. Rhodes, asesor de Obama en seguridad nacional.” (“Obama Meets Raúl Castro, Making History”, New York Times, April 12, 2015)

 

“Realmente pido disculpas al Presidente Obama y a otros presentes por expresarme así… [Se refiere a la historia de agresiones de EEUU contra Cuba y otros (Nota de SoB)]… Le pido disculpas porque el presidente Obama no tiene ninguna responsabilidad con nada de esto. ¿Cuántos presidentes [de EEUU] hemos tenido? Diez antes que él, todos tienen deuda con nosotros, menos el Presidente Obama. Después de decir tantas cosas duras de un sistema, es justo que le pida disculpas, porque yo soy de los que pienso… que, según mi opinión, el Presidente Obama es un hombre honesto. Me he leído algo de su biografía en los dos libros que han aparecido… Admiro su origen humilde, y pienso que su forma de ser obedece a ese origen humilde.” (Aplausos prolongados). (Discurso de Raúl Castro en la VII Cumbre de las Américas, 11/04/2015)

 

En la edición anterior (SoB, Nº 326 – 09/04/2015), señalamos los signos de interrogación que flotaban antes de la VII Cumbre de las Américas, que ese fin de semana se reuniría en Panamá. Dos temas en especial podían ser motivo de cortocircuitos: Venezuela, por las criticadas sanciones dictadas por Washington recientemente, y Cuba, por el lentísimo avance en las negociaciones con EEUU sobre el levantamiento del bloqueo y otros puntos.

 

Pero no hubo mayores problemas en Panamá. En verdad, fue para Washington la mejor reunión desde la desdichada IV Cumbre de las Américas, que sesionó en noviembre de 2005 en Mar del Plata, Argentina. Allí George W. Bush –presidente yanqui de esos tiempos– hizo el inolvidable papelón de forzar una votación para imponer el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) y sufrir una derrota humillante. Eso marcó, en las alturas, una señal de los cambios iniciados en América Latina, bajo la presión desigual de estallidos sociales, protestas y clima de bronca, que apuntaban contra el neoliberalismo salvaje auspiciado desde Washington.

 

Sin volver a la situación de absoluto acatamiento a Washington, esta Cumbre de Panamá no fue un mal negocio para Obama. La agencia yanqui Associated Press (AP), lo festeja con títulos que son una definición: “En Panamá, una anestesia para el antinorteamericanismo – El clima cordial de la reunión entre Obama y Castro disipó la polarización que hubo en otros encuentros entre EEUU y la región.” Y agrega:

 

“Antes de la Cumbre, existía preocupación de que las recientes sanciones de EEUU contra funcionarios venezolanos hicieran marchitar el clima de buena voluntad que generó la decisión de Obama de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba, pero esos temores resultaron ser infundados.

 

“Quien marcó el tono conciliador fue Raúl Castro, que bromeó diciendo que como Cuba había sido excluida de las anteriores cumbres, tenía derecho a excederse largamente de los ocho minutos asignados a cada uno de los jefes de Estado.

 

“Si bien parte del discurso de Castro consistió en condenas a pasadas agresiones norteamericanas, el punto culminante llegó cuando el líder cubano, en un abrupto giro de 180º, profesó su admiración por Obama diciendo que había leído sus dos libros de memorias y que estaba convencido de que era «un hombre honesto» que no había olvidado sus raíces humildes.

 

“Hasta Maduro se aplacó y renunció a su amenaza de entregar una petición firmada por 10 millones de venezolanos para que Obama diera marcha atrás con las sanciones. En cambio, hacia el cierre de la «Cumbre de la Verdad», mantuvo un intercambio privado con Obama, que según Maduro podría abrir la puerta a un diálogo fructífero.”[1]

 

El “honesto” genocida y la recuperación del “patio trasero”

 

La satisfacción de Associated Press por el discurso de Castro es comprensible. En efecto, el latinoamericano desinformado que se guíe por ese discurso para ubicarse frente al “honesto” presidente del imperialismo yanqui, corre el peligro de quedar “anestesiado”. Con eso, la burocracia del Partido Comunista de Cuba, cumple con una norma histórica invariable de esas burocracias: cuando negocian un acuerdo con algún enemigo mortal de los trabajadores, presentan a ese enemigo como un “buen chico”, como “progresista”… u “honesto”, como en el caso de Obama.

 

Por supuesto, es ridículo rechazar “por principio” cualquier negociación, ya sea con la patronal de una empresa, con un gobierno… o con el imperialismo yanqui, a nivel del sistema de estados… Esto puede incluir  también concesiones obligadas por las relaciones de fuerza. ¡Cuba tiene derecho a negociar!

 

Sin embargo, en esas circunstancias, la norma de los socialistas revolucionarios ha sido siempre la de no engañar a los trabajadores y al pueblo sobre sus enemigos, por más coincidencias circunstanciales que existan en negociaciones y pactos. Cuando la Unión Soviética, en 1922, firmó con Alemania un tratado (el de Rapallo) que hasta era parcialmente una alianza militar, Lenin y Trostky no alabaron la “honestidad” (ni ninguna otra belleza) de los dirigentes del imperialismo alemán. Por el contrario, alentaron más que nunca las luchas de los trabajadores alemanes y europeos.

 

Pero años después, en la Segunda Guerra Mundial (1939-45), cuando la burocracia ya reinaba con Stalin en la Unión Soviética, su alianza militar con EEUU y Gran Bretaña hizo que Moscú ordenara a todos los partidos comunistas poner en los altares a sus gobernantes, Roosevelt y Churchill. Así, por ejemplo, los actos del PC estaban presididos por los retratos de los jefes del imperialismo yanqui y británico… En Argentina, esas genialidades ayudaron en alguna medida al nacimiento del peronismo, al hacer que la clase trabajadora se distanciase de la izquierda… Perón la ganó bajo una consigna que fue histórica: “¡Braden o Perón!”…(Braden era el embajador de EEUU en Buenos Aires, que intervenía descaradamente en la política argentina… con el aplauso del PC).

 

La “honestidad” de Obama –y que “no tiene ninguna responsabilidad” en las atrocidades del imperialismo antes de su presidencia–, fue el centro del discurso de Raúl Castro en Panamá. Así repite esa tradicional política fraudulenta de las burocracias, que ha tenido consecuencias históricas nefastas.

 

¿Dónde está la “honestidad” del actual jefe del imperialismo? ¿En haber burlado las promesas electorales con que embaucó a los trabajadores de EEUU? ¿En el sostén al golpe de estado en Honduras? ¿En los bombardeos de drones –cuya lista aprueba personalmente Obama– con incontables víctimas civiles? ¿En el apoyo incondicional a las masacres del Estado genocida de Israel? ¿En apañar a gobiernos y regímenes de barbarie, como Arabia Saudita y otros de Medio Oriente? Y así podría seguir una larga lista de preguntas.

 

Con respecto a las honestas intenciones de Washington hacia América Latina, el “lapsus” de su asesor –que registra el New York Times y citamos al inicio– vale por mil discursos. Nos dice que EEUU se aisló “en su propio patio trasero”. Así continúa considerando el imperialismo yanqui (incluyendo su honesto presidente) a América Latina: somos el patio trasero de los propietarios del continente… los Estados Unidos.

 

Nota:

1.- Joshua Goodman y Peter Orsio, “En Panamá, una anestesia para el antinorteamericanismo”, Associated Press (AP), 13/04/2015, es-us.noticias.yahoo

 

 

El “clima de buena voluntad” y sus motivos

 

En efecto, el “clima de buena voluntad”, subrayado por los comentaristas, no se “marchitó” en la VII Cumbre, a pesar de los fundados temores previos. ¿A qué se debe?

 

Por supuesto, descartemos caracterizaciones como la del presidente Correa, de Ecuador, que sostiene que estamos en “la hora de la segunda y definitiva independencia de América Latina”. Y que eso habría obligado al imperialismo yanqui a moderarse.

 

En verdad, para lograr nuestra “segunda y definitiva independencia” haría falta una revolución anticapitalista, socialista, que establezca el poder de la clase trabajadora y las masas populares. No se puede hablar de “definitiva independencia” con las burguesías cipayas que pueblan América Latina ni con las corporaciones transnacionales que dominan los sectores fundamentales de las economías.

 

Al mismo tiempo, y teniendo eso en cuenta, la relativa “tranquilidad” de la Cumbre tampoco se debe a un regreso a los 90, cuando los gobiernos latinoamericanos venían a decirle “¡Yes sir!” al Amo.

 

Sin embargo, paradójicamente, no estamos en el cénit de los gobiernos y regímenes surgidos en la década pasada, con un mayor o menor grado de “independencia” o por lo menos cierta “autonomía”, todo un arco iris que va desde Venezuela hasta los más desteñidos, como los de Brasil o Uruguay. La mayoría de ellos, aunque en distinto grado, desde Maduro a Dilma, pasando por Cristina K, están en dificultades, soportando embestidas desde la derecha cipaya y también, aunque en menor medida, desde sectores obreros y populares.

 

Pero, por otro lado, EEUU ya no es lo que era en los 90. No se ha venido abajo, de ninguna manera. Sin embargo, afronta una declinación y una compleja situación geopolítica, que lo motiva a hacer cambios de frente –como el giro al Pacífico para posicionarse ante China–, y buscar “arreglos” para “zafar” en otras regiones, como los acuerdos con Irán. El giro en relación a Cuba, es parte de eso.

 

En ese cuadro, evidentemente, todos los actores, tanto EEUU como los demás gobiernos, convinieron en que era mejor “no hacer olas”. Eso no implica que concuerden en todo, ni muchísimo menos que desaparecen las tensiones entre el Amo del Norte y lo que considera su “patio trasero”. Prueba de ello: la Cumbre no pudo emitir una declaración común al finalizar. (R.S.)

Dejanos tu comentario!