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Hace poco nos referíamos en estas páginas a la situación que se había abierto con la nueva decisión del juez Griesa de bloquear el pago de deuda que venció el 31 de marzo. Aunque la importancia económica del vencimiento es en sí despreciable (apenas 35 millones de dólares), en lo legal representa un obstáculo serio para las pretensiones del gobierno de volver a endeudarse. En principio, el mayor problema parecía ser para el banco formalmente a cargo de la intermediación en los pagos de deuda, el Citibank: si cumplía su rol, se exponía a fuertes sanciones de parte de Griesa, pero si obedecía el dictamen del juez neoyorquino, el gobierno había amenazado con revocar al banco su licencia para operar en la Argentina e incluso perseguir penalmente a los directivos de la filial argentina del banco. La salida a ese dilema aparentemente insoluble es una verdadera lección de cómo funcionan las relaciones imperialistas… y los riesgos que corre el gobierno por aceptar jugar ese juego.

Aclaremos primero un aspecto técnico pero necesario para entender el asunto. Cuando el Estado argentino paga vencimientos de intereses de deuda a los acreedores “no buitres”, no lo hace en forma directa, como quien salda una deuda llevando una valija de plata. La operatoria se hace a través de bancos (entre ellas el Citibank) e intervienen también agencias de clearing (compensación bancaria) en Europa y en EE.UU. Lo que los buitres consiguieron de Griesa es que el juez prohíba a esos agentes efectuar pagos por cuenta y orden del Estado argentino a los acreedores de bonos canjeados en 2005 y 2010, incluso los que están bajo legislación argentina. Son esos pagos en el aire o en “stand by” los que hacen que, para el mercado financiero, Argentina haya profundizado su default.

Algo similar había pasado ya con el Bank of New York (BONY), que fue desplazado como agente de pago por el gobierno argentino. Pero hacer lo mismo con el Citibank implicaba un serio desbarajuste en el sistema financiero local. A diferencia del BONY, que tenía en Buenos Aires una oficinita con un puñado de empleados, el Citibank actúa en el país desde hace décadas, tiene depósitos por casi 20.000 millones de pesos, muchas sucursales y más de mil empleados, por lo que revocar su permiso para operar era mucho más traumático. Por ahora, la entidad está “suspendida” para operar en el mercado de capitales (no así la banca minorista).

¿Cómo salió esta venerable institución imperialista del atolladero? Simple: negoció por su cuenta con los buitres, que a su vez intercedieron ante Griesa. El juez autorizó al banco “por única vez” (y ya van cuatro) a hacer el depósito en las cuentas de los acreedores y salvarse así de ser sancionado… con la condición que pusieron los buitres. A saber, que el banco entrega al juez todos los datos de las transferencias de dinero (nombre, cuenta, destino, etc.), y Griesa pone esa información a disposición de los abogados de los buitres. De esa manera, éstos tienen todo listo para intentar nuevos bloqueos, pedir embargos y lo que sea, para seguir embarrando una cancha que ya es un lodazal.

En concreto, el acuerdo Citibank-Griesa-buitres tiene estas consecuencias: primero, el banco zafa de las iras del juez. Segundo, el banco expone alevosamente a sus propios clientes a la posibilidad de no cobrar o ser embargados. Y tercero, el Citibank se salva a costa de todos los demás, porque quedan agarrados del pincel todos los bancos que no hicieron ese arreglo: si actúan como agentes de pago, serán sancionados por Griesa. ¿Querían mejor ejemplo de lo que se llama “moral de banquero”?

El gobierno argentino reaccionó enseguida con la sanción, no tanto pensando en el Citibank sino en evitar que los demás bancos siguieran su ejemplo. Y eso fue exactamente lo que pasó: menos de una semana después que el Citibank, Euroclear, la agencia de clearing más grande del mundo (que participara en los canjes de 2005 y 2010, por ejemplo), hizo otro arreglo privado con los fondos buitre calcado al del Citi. Inclusive, el acuerdo se hace extensivo a otra agencia de compensación bancaria europea muy importante y con presencia en EE.UU., Clearstream, de Luxemburgo. La cosa quedó a consideración de Griesa, que se descuenta que avalará todo (Ámbito Financiero, 27-3-15).

El saldo de todo esto es, en resumen, el siguiente: 1) al gobierno se le complica la situación legal frente a los acreedores no buitres (es casi seguro que la no efectivización de pagos conducirá a juicios cruzados de todo tipo), y 2) eso significa que la puerta del endeudamiento en el mercado internacional queda prácticamente cerrada (ver aparte cómo se arreglará el gobierno para financiar lo que queda hasta octubre).

La primera moraleja de todo esto asunto es muy clara: entre imperialistas se entienden. ¿El fallo de Griesa complica al Citibank? Pues va el Citibank y les pide a los buitres una solución amigable. Los buitres le ofrecen al banco interceder ante Griesa si el Citibank revela los datos que necesita para seguir la saga judicial. El banco dice “ningún problema, lo que quieras”, y Griesa extiende su bendición, como diciendo “vamos, muchachos, la cosa no es entre nosotros, los quilombos que queden para ese país sudaca”.

Y la segunda moraleja es que al gobierno le cuesta cada vez más ocultar la cuestión de fondo relativa al endeudamiento en los países como la Argentina: no es otra cosa que renuncia a la soberanía. Mal que le pese al kirchnerismo y a su discurso “nacionalista” del “desendeudamiento”, dijeron más verdad los fondos buitre cuando argumentaron exactamente eso: que al emitir deuda con jurisdicción Nueva York, el gobierno argentino había “renunciado voluntariamente a su soberanía”. Que Griesa, en su cuasi demencia senil, se crea habilitado a dar órdenes para todo el mundo, es típico de la arrogancia imperial, pero no modifica lo esencial: el que se acuesta con bancos y jueces imperialistas, ya se sabe cómo amanece…

Marcelo Yunes

 

RECUADRO

Si no es verde, plata del color que sea

 

El “desendeudamiento” ha muerto hace rato, y lo que el gobierno lamenta es que todas las peripecias tribunalicias en Nueva York lo están obligando a descartar la posibilidad de emitir deuda para mercados internacionales. Tuvo la posibilidad cerca de fin de año de emitir deuda en dólares en el mercado local, pero la burguesía todavía estaba asustada y no se anotó (hubiera sido un negocio bárbaro).

Por lo tanto, el gobierno necesita plata, pero si no consigue dólares, bienvenidos sean los pesos. El problema es que financiarse con pesos emitidos por el Banco Central tiene dos serios inconvenientes. Uno es que alimenta la inflación, y otro es que ese recurso está llegando a su límite legal, incluso después de la reforma de la Carta Orgánica que hiciera el kirchnerismo.

De esta manera, queda la posibilidad de emitir deuda pública en pesos para que la compren inversores locales. Ése es el plan que se anunció ahora, con una licitación de deuda por 5.000 millones de pesos. La idea sería incluso repetir el trámite hasta dos veces por mes hasta octubre.

Ahora bien, ¿quiénes son los que tomarían esa deuda? Obviamente, los bancos, cuyos gloriosos balances con jugosas ganancias no se alimentan con sus inversiones, ni siquiera con sus elevadas comisiones, sino sobre todo con el negocio de prestarle al Estado. En efecto, buena parte de la rentabilidad de los bancos que operan en el país se debe al simple expediente de cobrar intereses por la plata que le prestan al Banco Central.

Lo curioso del caso es que, tal como sucedía en los años 90 con las inversiones de los AFJP, los bancos también están casi en el límite estipulado por las regulaciones financieras del nivel de deuda pública que pueden adquirir. La “patria financiera” de los 90 se enriquecía prestándole al Estado vía las AFJP; la de hoy se enriquece prestándole al Estado vía las compras de Letras y Notas del Banco Central y ahora en las colocaciones de deuda del Tesoro. ¡Vaya progreso y “cambio de paradigma”!

M.Y.

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