Por Claudio Testa
“La participación resultó más bien escasa. Los colegios se abrieron a las ocho de la mañana y a las cinco de la tarde sólo había votado el 40,42% del electorado. Las proporciones más elevadas se daban en Lvov (49,57%), y las más bajas en Odessa (28,84%).” (Pilar Bonet, desde Kiev, El País, 26/10/2014)
El domingo 26, se realizaron elecciones parlamentarias en las regiones controladas por el gobierno de Kiev. No se votó en las regiones del Este –las “repúblicas populares de Donetsk y Lugansk”– sublevadas contra Kiev ni tampoco obviamente en Crimea, que después del referéndum de marzo pasado se incorporó a Rusia.
En cambio, el próximo domingo 2 de noviembre, se votará en Donetsk y Lugansk, las regiones donde la rebelión contra Kiev pretende constituir “Novorossiya”, la “Nueva Rusia”, institucionalizando la ruptura.
Al mismo tiempo, la guerra civil, después de serias derrotas de las tropas de Kiev, entró “oficialmente” en una tregua el 5 de agosto. Sin que haya grandes operaciones, esta tregua ha sido precaria y violada repetidas veces, principalmente por las tropas de Kiev. A la distancia, pareciera que se ha configurado una situación de “ni paz ni guerra”. Pero este tipo de situaciones generalmente no se pueden prolongar eternamente.
A su vez, esto se da en el marco de diferentes negociaciones, por un lado entre el gobierno de Moscú y Kiev, y por el otro con la Unión Europea. Aquí hay varios puntos en juego: desde la provisión de gas ruso a Ucrania y a la Unión Europea para un invierno que ya se viene encima, hasta algún “arreglo” más o menos “definitivo” de la cuestión del Este.
La síntesis de esta compleja madeja es que no se ha llegado ni a acuerdos ni tampoco a rupturas categóricas. Cada uno de los temas tiene sus dificultades específicas, pero al estar estrechamente relacionados, cada uno traba al otro.
Lo del gas es un ejemplo. En principio, no habría problemas con la provisión de gas de Rusia a la Unión Europea. Pero los gasoductos atraviesan Ucrania, que debe una multimillonaria factura, a saber 5.300 millones de dólares, de los que Moscú exige que por lo menos pague 3.100.
Por supuesto, Ucrania, en bancarrota, no puede pagarlos. Y si Putin cortase el gas, Kiev amenaza con abastecerse de esos gasoductos con el gas que va al occidente de Europa. El Kremlin responde que entonces la UE se haga cargo de la financiación de la factura impaga de Ucrania… Mientras tanto, en ese tira y afloja entre los piratas de Berlín-Bruselas y Moscú, el pueblo ucraniano, y en primer lugar los más desamparados, afrontan la perspectiva de problemas de calefacción, en un país con regiones donde en invierno hay temperaturas bajo cero.
Dos elecciones cruzadas por una guerra en suspenso
Desde ya, lo del gas es parte de una doble trama: los reales conflictos al interior de Ucrania generados por el desenlace del Euro-Maidan, primero, y la rebelión de las regiones del Este después, y la intervención y manipulaciones de los imperialismos de Occidente, por un lado, y de Moscú, por el otro.
Las elecciones parlamentarias del domingo pasado en Kiev, como las presidenciales del 25 de mayo donde subió el “Rey del Chocolate”, el oligarca Petro Poroshenko, son operativos fundamentales para legitimar la coalición política afín a los imperialismos occidentales, EEUU y la Unión Europea.
Los comentarios de la prensa occidental festejaron que ese bloque obtuviese la mayoría. El BPP (Bloque de Petro Poroshenko), un 23%; el Frente Popular, del primer ministro Arseni Yatseniuk, un 21,3% y la Asociación de Autoayuda, un engendro de “jóvenes” neoliberales de extrema derecha, un 13,2%. Y, además, si necesitan ayuda, los fascistas de Svoboda, aportan un 6,3 %.
Sin embargo, lo más probable es que estas cifras reflejen con muchas distorsiones la realidad. Un hecho que casi toda prensa occidental ocultó es la masiva abstención, que en el caso de Ucrania tiene significado político. Además de que no se votó en el Este, periodistas incondicionales de Occidente, como la corresponsal de El País, Pilar Bonet, revelan que “a las cinco de la tarde sólo había votado el 40,42% del electorado. Las proporciones más elevadas se daban en Lvov (49,57%), y las más bajas en Odessa (28,84%)…”
Esas cifras extraordinarias de abstención reflejan una realidad política diferente de los brindis por la cómoda “mayoría pro-occidental” que los “medios de in-comunicación” de EEUU y Europa.
Lvov, por ejemplo, es no sólo la capital histórica de la extrema derecha sino también la ciudad pro-Unión Europea más fervorosa… pero no lograron llegar al 50% de votantes.
Odessa, ciudad de tradición revolucionaria, fue uno de los primeros centros en estallar después del Euro-Maidan. Allí, el 2 de mayo, se produjo la atrocidad del incendio de la Casa de los Sindicatos por los fascistas pro-Kiev, donde murieron quemadas vivas casi medio centenar de personas. ¿Es casual que ahora las tres cuartas partes del electorado le haya dado la espalda a las elecciones?
Pero, al mismo tiempo, el reverso de hechos significativos como el de esta abstención masiva, es la ausencia de alternativas independientes y de clase con algo de fuerza política.
La rebelión del Este en otro cortocircuito con Putin
La rebelión del Este ucraniano presenta problemas distintos… aunque su raíz es la misma que en el Oeste, la debilidad de las alternativas políticas independientes y de clase. Todo se agravó en alguna medida porque la represión iniciada por Kiev marcó la deriva a una guerra civil y a la alternativa de separación de Ucrania. Esto no era inicialmente el reclamo predominante de la mayoría de los que salieron a protestar contra las medidas tomadas por Kiev, como la proscripción del idioma ruso…
Como en otros casos parecidos, las situaciones de lucha armada en medio de la debilidad de organizaciones socialistas y obreras, favorece al control de aparatos y corrientes como las del nacionalismo ruso, en este caso. Y también, las presiones y cooptaciones del exterior, en este caso del Kremlin.
En varios artículos anteriores, ya explicamos extensamente el juego de Moscú. Por un lado, Putin, ante la opinión pública de Rusia, debe aparecer como el paladín de los insurrectos del Este ucraniano. Pero, por el otro, ni Putin ni los oligarcas rusos que son su base social, desean ·importar a Rusia una población sublevada. Tampoco lo de “Novorossiya” les conviene mucho.
El Kremlin (y sobre todo esos oligarcas) están afectados tanto por las sanciones de Occidente pero sobre todo por el desplome de los precios de los hidrocarburos. Desean un arreglo con Occidente… y están negociando.
En relación a eso, el sociólogo y activista ruso Boris Kagarlitsky advierte que “a pesar de que las autoridades rusas niegan que pedirán la revocación de las sanciones, las negociaciones están en curso. Es para eso que Moscú ha comenzado el diálogo con Occidente, redujo su crítica al régimen de Kiev, permitió a sus fuerzas militares reagruparse al aceptar el alto el fuego de Minsk y ahora está bloqueando la entrega de municiones a Novorossiya. También está obligando a los líderes políticos de Donetsk que dependen de él, a aceptar compromisos que implican una capitulación”.[Boris Kagarlitsky, “Will Putin abandon eastern Ukraine’s rebels?”, Links, October 28, 2014]
Confirmando lo advertido por Kagarlistky, días antes Putin había elogiado medidas de Poroshenko en relación al Este, descartando expresamente lo de constituir alguna entidad como “Novorossiya” [Ver: Pilar Bonet desde Moscú, “Divergencias entre el Kremlin y los pro-rusos complican el acuerdo”, El País, 18/10/2014]
Sea como sea, las indefiniciones de la situación en Ucrania tienen que ver con las relaciones de fuerza. Esto se refleja en las dificultades, tanto de los oligarcas ucranianos como de su gobierno de Kiev, de volver a poner orden en todo el país. Principalmente, llevando hasta el fin la guerra que iniciaron contra el Este. Una muestra de eso fue la manifestación en Kiev el 13 de octubre de soldados que están haciendo el servicio militar, exigiendo ser licenciados. [Ver foto]. Con ese estado de ánimo es difícil llevar adelante una guerra civil.
En esta situación, cabe ratificar la posición que tomamos desde el comienzo de la crisis ucraniana:
Sostenemos incondicionalmente el derecho de los pueblos del Este a defenderse de los atropellos del gobierno de Kiev, incluyendo su derecho a la autodeterminación. Pero también, más que nunca, advertimos que su separación, la partición de Ucrania en dos, no traerá a la larga beneficios.
El rechazo popular en las regiones del Este a continuar bajo la bota del gobierno de Kiev… es justificable y comprensible. Se pretende imponer un centralismo absoluto, la proscripción del idioma ruso y planes de ajuste dicados por el FMI y la UE. Todo eso es inaceptable, entre otros motivos porque implicaría la liquidación de las industrias y la minería, y el desempleo masivo en el Este.
Por esos motivos, respetamos y defendemos incondicionalmente la lucha de las regiones del Donetsk, Lugansk y de todo el Este de Ucrania por su autodeterminación.
Pero, al mismo tiempo, advertimos que las esperanzas de que la salvación pueda venir de la secesión de Ucrania y de la incorporación o alguna forma de asociación a la Rusia de Putin, es un camino ilusorio. Putin ha demostrado una y mil veces que lo del Este de Ucrania es sólo un peón que utiliza frente a los imperialismos de Occidente, en una situación mundial en que las fricciones geopolíticas tienden a exacerbarse.
La única solución a este atolladero, es una salida que sea independiente tanto de los oligarcas ucranianos como de los imperialismos de Occidente y del Kremlin.