Una de sus virtudes fue el don de la ubicuidad, ése que le hacía caer siempre bien parado (…) En verdad no creó nada: “comprendió” que era necesario conceder algo a tiempo para evitar daños peores y para controlar el desarrollo político del país.  (A. Gramsci, sobre el político italiano Giolitti)

El reciente fallecimiento del dirigente peronista Antonio Cafiero, a la edad de 92 años, cuyo velatorio realizado en el Congreso de la Nación constituyó un desfile inmenso de políticos de variado signo, nos obliga a realizar una reflexión muy general y otra más específica, en relación a esta figura que por casi setenta años ocupó la escena política nacional.

Digamos como introducción muy general, que una de las contradicciones que tiene que resolver históricamente el capitalismo es cómo un sistema social basado en la explotación del hombre por el hombre, logra mantener la “paz social” y el consenso que lo legitime. No son casuales entonces, los múltiples regímenes y elencos gobernantes que ha tenido que utilizar para lograr tan necesario pero difícil objetivo. En la Argentina, los Uriburu, los Aramburu, los Videla, obtenían aquello por medio de la violencia desnuda (aunque siempre cierto consenso se requería) pues la relación de fuerzas así lo imponía; mientras que los Roque Sáenz Peña, los Roberto M. Ortiz, el último Perón (con las diferencias propias de cada uno de ellos y de sus coyunturas históricas particulares) entendieron que la institucionalización parlamentaria  de la lucha de clases era el mejor antídoto para la mencionada paz social, lo cual no era una muestra menor de lucidez política. Antonio Cafiero pertenecía a esta segunda clase de políticos burgueses. (1)

Brevísima biografía del político que nos ocupa: se licenció de Contador Público en 1944 y cuatro años después de Doctor en Ciencias Económicas, con sendos títulos de la Universidad de Buenos Aires. Incluso antes de su etapa universitaria (desde 1938) había trabajado como miembro de la Acción Católica Argentina e incluso pese a pertenecer al peronismo, no vio con malos ojos la creación de la Democracia Cristiana que había sido creada para… colaborar con el derrocamiento de Perón !! (2)

Obtuvo cargos públicos menores en el primer gobierno peronista, entre 1948 y 1951, y luego fue designado como Consejero financiero en la embajada argentina en Washington DC. Entre 1951 y 1952, fue Director del Departamento Socioeconómico de la Cancillería y Ministro de Comercio Exterior de la Nación, entre 1952 y 1955. Participó de la llamada Resistencia Peronista, pero siempre en su rol de “componedor”, alejado tanto de la conciliación abierta que luego encarnaría Vandor, como del izquierdismo influenciado por la Revolución Cubana, del secretario privado de Perón, John W. Cooke. (3) Sin embargo, ese don de ubicuidad, de pretender colocarse “en el justo medio”, terminaba sirviendo más a los primeros que a la que luego sería la izquierda peronista. Es por ello que la burocracia sindical (Lorenzo Miguel y su discípulo Rucci) bregaron abiertamente por la candidatura presidencial de “Cafierito” en 1973, que como sabemos no contó con el visto bueno de Perón, que se inclinó finalmente por otro “ubicuo”: Héctor  J. Cámpora.

Ya siendo Perón presidente, éste lo llama para ocupar la Secretaría de Comercio de la Nación y a su muerte, Isabel lo designa como Interventor Federal de la Provincia de Mendoza entre agosto de 1974 y mayo del año siguiente.(4) Luego de la huelga general nacional que termina parcialmente con el Rodrigazo, Cafiero, con el apoyo explícito de la burocracia cegetista, es designado Ministro de Economía de la Nación, cargo que ocupará entre agosto de 1975 y los comienzos de 1976, para lograr el objetivo harto difícil de administrar la crisis que el intento económicamente ortodoxo de Isabel había provocado. Integra entonces el elenco de ministros que rubrica el decreto de Luder que llama y convalida a las fuerzas armadas para que logren “aniquilar a la subversión”.

La vuelta democrática, con su horizonte estratégico (validado por social cristianos, social demócratas y aun por algunos que persisten en decirse marxistas) de que ella es “aun con sus limitaciones el único sistema político posible”, tendrá en Cafiero a uno de sus más conspicuos defensores. Buen ejemplo de esto es que luego de la derrota del Partido Justicialista en 1983, fundó junto a Carlos Menem y Carlos Grosso, la «Renovación Peronista». El peronismo de “saco y corbata”, como se lo llamó en ese momento,  se propone ser el partido alternativo al alfonsinismo, “la oposición de su majestad” en aras de salvaguardar la “sacrosanta” gobernabilidad. La expresión más clara de esta política “estratégica”, es el apoyo total y acrítico a la resolución dada por Alfonsín ante el alzamiento carapintada de la Semana Santa de 1987 y será Cafiero su cara más visible. Precisamente con el líder radical, pasaron a integrar el panteón democrático por excelencia. Panteón al que sólo acceden unos pocos: aquéllos que parecen “elevarse” sobre las mezquindades políticas de partido y  proclaman que con el “santo remedio” de la institucionalización y la vigencia del estado de derecho, la “democracia” (burguesa) estará salvaguardada y garantizada la armonía social. Cafiero supo ver además que Kirchner (como Duhalde), contribuyó a esto último también: Néstor Kirchner ha escrito una página muy importante en la historia de los argentinos: en el momento de mayor peligro institucional, luchó como pocos para la salida de aquel infierno (Cafiero ante la muerte de Kirchner).

Se comprende entonces porqué desde La Nación, pasando por Nelson Castro y TN, sin olvidarnos de Tiempo y Página 12; como así también desde Cristina hasta todo el arco opositor, cantaron loas al recién fallecido y se juramentaron seguir su ejemplo. Como alguien señaló alguna vez, quizá algo sumariamente, la casualidad no existe: lo que hay son simplemente causalidades.

 

 

Notas:

 

(1) Naturalmente que esto tiene límites objetivos. Cuando la institucionalización, el estado de derecho republicano son desbordados, se apela a la represión abierta; legitimándola mediante la aseveración de que los “revoltosos” atentan contra los valores democráticos. Algo que la Constitución burguesa liberal autoriza y legaliza. Cafiero no será la excepción a esto. Ya lo veremos.

 

(2) Esa lucidez política de la que hablábamos, que le permitía a Cafiero adecuarse a las coyunturas políticas, no contó con la misma ubicuidad, en lo que a temas como la homosexualidad o el derecho al aborto, se refiere. Su raíz católica ortodoxa lo llevó a decir brulotes tales como que la primera es “una enfermedad y como tal hay que aislarla para luego combatirla”, sostenido esto aún en los primeros años del siglo XXI!!

 

(3) Perón valoraba esa “forma” de hacer política de Cafiero, aunque parece que no fue de todo de su agrado que éste se entrevistase personalmente con Lanusse en 1972, precisamente para allanar el camino de la “institucionalización”.

(4) La intervención de Mendoza se produce en el contexto de ascenso obrero y popular y en el marco de la lucha entre la derecha peronista y la “Tendencia”, a la cual el gobernador electo Alberto Martínez Vaca pertenecía. Recordemos, para graficar lo dicho en la nota 1, que la intervención federal (como el estado de sitio) son herramientas constitucionales y se aplican dentro del marco de la “ley”… burguesa.

 

Luis Mankid

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