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“En declaraciones a Radio 10, el líder de los camioneros y secretario general de la CGT Azopardo aseguró que está ‘convencido’ de que ‘el futuro gobierno que venga, cualquiera sea, necesitará del respaldo de toda la sociedad y no solamente del movimiento obrero, porque de acuerdo a cómo van las cosas, va a tener que producir ajustes muy duros’. Moyano consideró: ‘Tenemos que tener un movimiento obrero que sepa y que acompañe con responsabilidad el futuro gobierno, cualquiera sea’” (La Nación, 16-10-14)

 

Al cierre de esta edición, todas las miradas están puestas en lo que vaya a ocurrir en la segunda vuelta en Brasil (domingo 26). En las últimas horas, las encuestas nuevamente se han dado vuelta y aunque la diferencia es pequeña y se considera empate técnico, Dilma Rousseff parece haber tomado la delantera.

 

Señales mixtas

 

Si es un hecho que las elecciones en el gigante sudamericano son de final abierto, la lectura política de su resultado será clara: de imponerse el PT significará una afirmación  de “continuismo progresista” en la región; un dato que servirá para apuntalar la transición que comanda Cristina Kirchner hasta las elecciones del 2015 en nuestro país. En el caso de que se imponga Aécio Neves, la resultante política sería la contraria: incrementaría los aires de “cambio” regional hacia gobiernos ubicados genéricamente a la derecha de los de la última década.

Este dato político se deberá combinar con otro que viene de la economía internacional: en las últimas semanas hubo una suerte de déjà vu en los mercados internacionales. Por primera vez en largo tiempo se vivieron jornadas de caídas generalizadas en las bolsas del mundo. La crisis económica mundial abierta en el 2008, que nunca se cerró del todo, parece estar volviendo a aparecer alrededor de una serie de elementos que están incrementando la preocupación de los capitalistas en el plano internacional.

Las señales que vienen del mundo son mixtas, y su incidencia en el curso de la coyuntura nacional no será un elemento menor.

 

Aguantar hasta enero

 

Veamos ahora la situación del país. Arrancando por la economía, el escenario recesivo no para de profundizarse. Los informes señalan que es ya generalizada la caída de la producción en todos los sectores: para este año se espera una baja del producto del 1,5%. Mientras tanto, la inflación continúa en su escalada, aunque algún informe reciente habla de que en septiembre el aumento de los precios se habría frenado un poco, subproducto de la profundidad recesiva. De cualquier modo, se estima que este año los precios rozarán un 40%, cifra que significará una caída categórica del salario real.

El dólar sigue en el subibaja. Con la asunción de Vanoli se le puso cierto coto al aumento del blue y al “dólar bolsa” a partir sobre todo de medidas administrativas; también de algunas promesas de liquidación de exportaciones e ingreso de dólares por parte de las grandes cerealeras. La Bolsa cayó algunos días en la medida que muchas cotizaciones accionarias estaban atadas al dólar y a oportunidades de inversión vinculadas a su escalada. Sin embargo, en los últimos días la secuencia pareció comenzar nuevamente a revertirse: se observa una renovación de la presión sobre la cotización de dólar, lo mismo que una recuperación de las acciones.

Un factor mediador al desencadenamiento de una crisis devaluatoria es que el gobierno está ganando tiempo para llegar a fin de año. Se habla que una vez vencida la cláusula RUFO en diciembre, se sentará con los buitres a arreglar la deuda en default y de esa manera podría comenzar a hacer lo que tenía planificado en la primera mitad del año: volver a los mercados internacionales para financiarse y así parar la caída recesiva por falta de divisas.

 

Factores contrarrestantes

 

En cualquier caso, lo que verdaderamente hay que explicar no son tanto los elementos de crisis (largamente señalados por todos los analistas), sino las razones de por qué no se desencadenó todavía una devaluación en regla; es decir, el escenario de una crisis mayor que la debilidad tanto económica como hasta cierto punto política del gobierno podían anticipar.

Hay dos factores contrarrestantes que pueden explicar esto y que son también una lección acerca de la falla de todos los análisis vulgares más o menos “deterministas” de la realidad.

El primer elemento es que el conjunto de la así llamada “clase política” y la patronal está jugada a la gobernabilidad; ninguno quiere hacer olas ayudando a un descarrilamiento anticipado de Cristina, aunque la mayoría hayan pasado ya a la oposición.

Es verdad que en la base material de la sociedad está la economía y que cuando ésta se “enferma” es difícil que el resto del edificio político quede sano. Sin embargo, esta figura admite grises. Entre economía y política existe una relación compleja que hace que, hasta cierto punto, la segunda pueda compensar los desbarajustes de la primera; comúnmente se la llama intervención del Estado en la economía, una intervención que no es sólo de medidas económicas, sino política, y se da en el terreno más general de la sociedad en su conjunto (la lucha de clases). Por ejemplo: los políticos patronales mirando para otro lado; los gobiernos interviniendo para paliar los problemas económicos más graves; los dirigentes sindicales no agitando las aguas para que los reclamos pasen lo más desapercibidos posible.

Trasladado todo al 2015, ése ya sería “el curso normal de las cosas”; incluso el gobierno podría convalidar eventualmente una nueva devaluación en 2015 como hizo un año atrás y aguantarse las presiones que, de todas maneras, tendría un encaminamiento por el lado del embudo de las presidenciales.

 

¿Cuando llegará “el agua al cuello”?

 

Pero hay otro elemento al que acabamos de hacer referencia al pasar: se trata de la situación por abajo, entre los trabajadores. Aquí también existen factores estabilizadores de importancia. Señalemos tres.

El más de fondo es que si el deterioro del salario está haciendo crecer la bronca por abajo, la situación social no es lo dramática que era en el 2001. La situación de hoy no es la de ayer. Los salarios reales están cayendo. Y a pesar que el gobierno trata de sostener los pagos en cuotas, el consumo está siendo afectado. Por otra parte, se vive en algunas industrias, como la automotriz, suspensiones masivas e, incluso, despidos. Sin embargo, en la medida que los despidos aún no son masivos, entre las familias obreras siguen entrando varios sueldos. Éste es un factor estabilizador, a pesar de la bronca creciente por el deterioro económico; un elemento material que explica que el agua no haya llegado todavía al cuello y que no se estén desatando, todavía, grandes luchas.

Existe un segundo elemento: la burocracia sindical. Las direcciones sindicales peronistas siguen siendo las que monopolizan la representación en los sindicatos y las centrales. El ejemplo máximo de su actitud actual (más allá de casos menores y con escaso poder de fuego como la CTA Micheli, que ha convocado a una jornada de lucha para el 20 de noviembre), es el de Moyano. No sólo parece haber archivado toda veleidad “luchadora” por lo que resta del año, sino que ha salido a plantear la necesidad de “unificar la CGT” frente al nuevo gobierno que viene, porque se verá obligado a aplicar “duras medidas de ajuste”, que deberían ser apoyadas por la central unificada…

La dirigencia sindical y el propio Moyano, en ningún momento en la era K abandonaron este rol de factores estabilizadores; siempre se cuidaron de no afectar la gobernabilidad, y cuando convocaron a medidas de lucha de conjunto (los tres paros generales), lo hicieron protegiendo que esta no se desmadre.

El tercer factor de importancia es el del peso creciente de la nueva generación obrera y la izquierda en las luchas de amplia vanguardia. Varias emblemáticas se sustanciaron en los últimos años. En 2014 al menos dos muy importantes y en un gremio estratégico del SMATA (lo que constituyó un hecho histórico): Gestamp y Lear. Pero es obvio que enfrentar los esfuerzos mancomunados de semejantes monstruos como la patronal automotriz, el SMATA y el gobierno no puede ser una tarea sencilla. Y más allá del debate en la izquierda por el balance de estas luchas, éstas se cerraron, de momento, con sendas derrotas. Lo que en nada menoscaba el avance estratégico de la izquierda en el movimiento obrero, avance que todavía no tiene la fuerza para lograr una salida de conjunto a la lucha.

 

La chispa que encenderá la pradera

 

Pero el gobierno festejaría por anticipado si cree que tiene la vaca atada; nos impresionaríamos los revolucionarios si creyéramos que esta estabilización relativa tiene bases sólidas.

La verdad es la contraria. En el terreno económico continúa el talón de Aquiles de la falta de divisas, y salvo un acuerdo con los buitres en el verano, esto continuará siendo así, presionando por una nueva devaluación. Incluso en el caso que se llegue a un acuerdo, deberían arribar al país, rápidamente, divisas frescas para hacer frente a todos los pagos de deuda externa que están programados para el 2015, así como para el normal desenvolvimiento económico. Recordemos que el gobierno tiene pisados 5.000 millones de dólares en importaciones que deberían sumarse al monto de deuda y deberán ser pagados si se quiere que este rubro se normalice, restableciendo el curso normal de la producción.

Pero más allá de lo endeble que luce todo en el terreno económico, hay que subrayar también la debilidad de los contrapesos sociales y políticos. El gran interrogante es qué pasará a fin de año, cuando a vastos sectores sociales se les hace presente la injusticia de no poder afrontar las fiestas en condiciones mínimamente dignas.

Aquí entra a tallar otro factor social. Existe un sector explotado, precarizado, tercerizado, una importante franja de población en condición de pobreza; un sector donde, seguramente, el deterioro económico está impactando más que proporcionalmente que en el resto de los trabajadores. Como se vivió a finales del 2013, cuando la situación recesiva no era ni por asomo la que es hoy, cualquier “chispa” no esperada podría “detonar” el conflicto social, el reclamo frente a una pobreza que crece.

Hacia los sectores de trabajadores en blanco privados y públicos (a pesar de las desmentidas oficiales), parecen estar poniéndose en marcha “planes de contingencia”, habilitando sumas fijas, dobles aguinaldos, premios de fin de año o lo que sea para compensar al menos en parte el deterioro salarial. También están trascendiendo planes de ese tipo para los sectores más pobres, de manera tal de intentar evitar desbordes.

Cuando la estabilidad de un país está más o menos atada con alambre, no es para tirar manteca al techo. Los factores estabilizadores están actuando, pero cuando la situación económica se muestra tan frágil y un gobierno está en retirada (aunque no en desbandada), en cualquier giro del camino podría emerger una crisis no esperada.  

 

Al pie del cañón

 

La izquierda tiene por delante tres tareas. La primera es estar al pie del cañón de toda lucha obrera, democrática o del movimiento de mujeres, empujando para que triunfe. En las últimas semanas pasaron al centro de la escena las luchas contra la violencia hacia las mujeres, pelea en la cual nuestra agrupación Las Rojas (en conjunto con la extraordinaria joven Rocío Girat) se mostró en primera fila.

La segunda, aunque no se pueda concretar en lo inmediato, es sostener el planteo de un encuentro unificado bajo el formato del 1º de Mayo pasado que unifique a todos los sectores de la vanguardia de trabajadores y la izquierda y pueda votar medidas de lucha de conjunto.

La tercera, finalmente, es el planteo que haremos público una vez que obtengamos nuestra legalidad nacional: de que entre nuestro partido, el FIT y figuras independientes del gobierno y todo sector patronal vayamos discutiendo una respuesta de independencia de clase en común hacia las próximas elecciones.

Esto significará una dura pelea política en la vanguardia, porque con la fiebre electoralista que las caracteriza, las fuerzas del FIT creen que el mundo termina en su ombligo y no parecen estar dispuestas a abrirse discusión alguna con nadie que les señale la necesidad de algún tipo de replanteo en lo que consideran su “negocio” (sic).

En cualquier caso, la lucha de clases y política siempre es más fuerte que cualquier (mini) aparato, y a ella apostaremos para intentar poner en pie una alternativa superadora.     

 

 

 

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