Marx y Engels admiraban entre otros a Balzac, pues pensaban que el escritor galo  había logrado pintar, mostrar, la comedia humana que era la sociedad francesa de su tiempo y de alguna manera, mostrar también un escenario común de toda sociedad de clases: el egoísmo, la envidia, el puritanismo hipócrita, etc. Pero además en sus novelas estaban las obsesiones, críticas y hasta deseos del autor (con algunas “ovejas negras” entre los personajes), que convertían a éstas, no en una mera copia de la realidad, sino que asimismo  se creaba “otra” realidad: la que éste y algunas de sus criaturas anhelaban o soñaban.

 

El detective poeta de Qiu Xialong, es pues, la “oveja negra” dentro de esa comedia humana china. Su ascenso en la carrera de investigador (al que llegará un poco por azar) está sostenido por su gran pericia y rigor laboral, pero siempre pese a sus éxitos, es puesto a prueba y en más de una ocasión supo estar al borde de la destitución. Como en toda ficción que se precie, será una enamorada o un enamorado perteneciente a “las altas cumbres”, quien logrará que esto último no suceda. La “catarsis” que hallará Chen, en forma irregular la encontrará en el sexo (la sociedad china es muy puritana y como contratara de ello, proliferan los prostíbulos para los sectores acomodados y los turistas) pero fundamentalmente la hallará en la poesía; ya sea ésta de su cosecha personal o bien de autores occidentales o connacionales contemporáneos  que fueron excomulgados durante la ya mencionada Revolución Cultural de los años sesenta.

 

 

En todas las narraciones, los vicios del sistema se muestran en carne viva: varios crímenes y actos de corrupción son cometidos por los propios integrantes del aparato municipal o regional, y algunas víctimas se hallan entre los trabajadores, incluso los que son denominados “obreros u obreras modelo” en cuanto a que son el ejemplo máximo de stajanovismo, pero llevan en soledad, una vida vacía y sin perspectiva alguna. Por supuesto, desentrañar esto es un riesgo para el joven detective, pues chocará con los intereses de dicho aparato que siempre creerá ver “razones políticas” en su dilucidación y sostendrá tozudamente que dichos actos son perpetrados por enemigos del Estado y del partido:

 

De hecho, la elección del principal sospechoso ilustraba a la perfección la mentalidad esclerosada del comisario Zhang. Se trataba de un pariente lejano de Guan que le guardaba rencor porque ésta, tiempo atrás, se había negado a avalarlo, aduciendo que era un derechista traidor en tiempos de la Revolución Cultural. Una vez rehabilitado, el hombre había declarado que nunca le perdonaría, aunque ahora estaba tan ocupado escribiendo un libro sobre sus años perdidos que ni siquiera se había enterado de su muerte. El inspector jefe Chen lo descartó incluso antes de interrogarlo. (1)

 

 

 

 

 

Pero Chen Cao posee una fina sensibilidad, es al fin y al cabo ésta la que le permite observar cómo la frivolidad y la hipocresía también se hallan en los funcionarios y empresarios occidentales que vienen a realizar negocios a China y que coronan sus almuerzos de negocios con fiestas nocturnas de una chatura y ostentación supina. Las contradicciones son constantes: como la de algún colaborador suyo, que sólo cree hallar cierta des alienación (aunque no lo exprese con dicho vocablo) en su reducido –por las dimensiones– hogar, junto a su esposa e hijos; o en el amigo que logra cierta “independencia” y se pone su propio lugar de venta de comidas y sueña con ser un pequeño propietario o de aquéllos que sólo creen que el exilio será lo que realmente ponga fin a su malestar.

 

Parece una constante (algo similar ocurrirá con Mario Conde, el policía cubano de Padura) que el sistema que se reviste de un materialismo vulgar y chato –lo mismo ocurría en los países europeos orientales “comunistas”– genera en forma exponencial el surgimiento de brotes de “espiritualismo y misticismo” junto a la reaparición de cultos y religiones que se daban por perimidas con la prédica estatal. Chen Cao no es la excepción y piensa que allí puede hallar una salida colectiva y ecuménica. La frase del joven Marx, en cuanto a que la religión no sólo es el opio del pueblo y una conciencia tergiversada del mundo, sino también el consuelo y la protesta de la criatura oprimida, parece graficar magníficamente esa actitud individual y grupal que se da entre ciertos sectores chinos.

 

Por último, Qiu Xialong y su alter ego Chen, intentan por momentos entender cómo funciona el sistema del cual forman parte. Es obvio (y trágico) que no lo hacen utilizando un instrumental marxista: pocos como los estados burocráticos, lograron fosilizar y vulgarizar en grado extremo a éste, convirtiendo una doctrina viva en un cuerpo dogmático y una mera cáscara vacía que provocaba el alejamiento de toda persona con inquietudes intelectuales. La intuición sensible y cierto impresionismo serán entonces las herramientas fundamentales para llevar a cabo dicha tarea (amén del uso de cierta tipología de la sociología burguesa). Probablemente Qiu no conozca o recuerde que cuenta para ello con una vasta serie de precursores. Ya Hegel criticaba a su amigo Schelling cuando éste señalaba que era el arte quien mejor permitía entender la totalidad social (algo similar a los que afirmaban que más que en la ciencia, sería en Rojo y Negro de Sthendal, donde se podría encontrar la comprensión del proceso revolucionario francés de principios del siglo XIX). Como era propio del autor de la Gran Lógica, su crítica se basaba en la unilateralidad de dicho juicio y creía que el concepto (la filosofía o la ciencia) superando al sentimiento, era quién podía dar más acabada cuenta del proceso histórico y las formaciones económico sociales que se iban sucediendo. Chen Cao frente al asombro y la incomprensión para con la realidad china que algunos exponen (ya sea en la propia Shangai como entre los visitantes extranjeros), teoriza:

 

 

El enigma de China. ¿Qué significa esta frase? Bien, existe un popular lema político, “socialismo con características chinas”, que sin duda abarca muchas conductas enigmáticas. Conductas consideradas socialistas o comunistas en los periódicos de nuestro Partido pero que en la práctica son en realidad capitalistas, de un capitalismo primitivo que favorece el amiguismo, así como completamente materialistas. Y feudales, dado que los hijos de los cuadros altos –los denominados “príncipes”– son a su vez cuadros destacados: los “rojos de confianza”, o sucesores de sus padres en nuestro sistema de partido único. (2)

 

La precisión conceptual obligaría a redefinir lo de “capitalismo primitivo”, a la vez que lo insertaría en un todo mayor que es la economía mundial y no estaría de acuerdo –en aras de esa precisión– en definir como feudales a los “príncipes” del PCCh, aunque comprendería  que un elemento de verdad “simbólica” posee dicha categoría en su intento por lograr captar una realidad que no sólo es policroma, sino novedosa. Recordemos que China, un país que conoció el despotismo asiático, de extensa tradición cultural, con un desarrollo desigual y combinado en el siglo XX, llevó a cabo una revolución anticapitalista campesina que luego culmina con un capitalismo estatal y un proceso de revolución industrial importante en el que aún hoy se halla inmerso. Es por cierto el materialismo histórico quien mejor puede dar cuenta de ese desarrollo, pero sin duda, las novelas del inspector Chen Cao no dificultan; sino por el contrario colaboran, en esa dilucidación. Además de brindarnos placer estético, claro está.

 

 

Cuba: logros y limitaciones de la revolución de 1959

 

 

Como hicimos en relación a Qiu, realizaremos una breve introducción que marque  algunas particularidades de la revolución cubana de 1959 y del tipo de Estado al cual ésta dio lugar. Sería pertinente recordar que la de Fidel Castro no fue la primera revolución en la isla (que como sabemos se independizó tardíamente de España en 1898 para ser luego prácticamente un “estado asociado” norteamericano hasta  1960), sino que la había precedido una revolución en 1933 que tuvo una fuerte impronta obrera y que fue derrotada: en el contexto de la región, Cuba contaba con uno de los proletariados más numerosos y con organismos de clase recién creados. La que ocurre un cuarto de siglo después, no tiene a los asalariados como sujeto protagónico central (aunque sí a muchos en forma no orgánica, individual) sino a un heterogéneo mosaico de sectores sociales, dirigidos por jóvenes como el abogado Castro que venían del populismo. (3)           

 

            Al tipo de Estado que va surgiendo, una vez expropiada la burguesía y los monopolios yanquis, le cabe una definición muy similar a la que diéramos para China (estado burocrático, en donde la clase obrera no es efectivamente la clase dominante de la sociedad), pero con ciertas particularidades locales: la dirección del Estado en manos de una pequeño burguesía que proviene del estudiantado que irá radicalizando sus posturas (la expropiación no era su programa original), tejiendo una alianza estrecha con la URSS stalinista de la cual tomará casi calcado su régimen político social y con la fuerte presencia de un tipo de mando caudillesco, esto sí, rasgo propio de América Latina:

 

Entre el líder o caudillo populista y los sectores que lo siguen, se establecen relaciones “directas” y esencialmente de arriba haca abajo; es decir, de estructuras para la acción inmediata bajo sus órdenes. En Cuba, será así primero con el gran caudillo populista de izquierda, Antonio Guiteras. Una generación después, se repetirá con Fidel Castro (…) Por eso lo de “¡Comandante en Jefe, ordene!” no es una figura retórica, sino la relación esencial de los movimientos populistas entre el caudillo (en este caso “el comandante”) y sus base; una relación que luego, al llegar al poder, moldea en mayor o menor medida el conjunto del régimen y del Estado. Y, dentro de eso, determina las relaciones entre las masas populares y el gobierno y el régimen presididos por el caudillo. (…) Pero en Cuba, mucho más que en otros países, esto sintonizaba con reales y poderosos elementos y contradicciones, desde la tardía y malograda independencia hasta diversas formas de relativo “desclasamiento” o “debilitamiento” de todas las clases sociales, con relaciones “anormales”, conflictivas, de crisis con las viejas instituciones, las organizaciones políticas, las fuerzas armadas, etc., que quedaban abarcadas en el repudio universal a la llamada “politiquería”. Al mismo tiempo, no había mayor claridad acerca de las alternativas a todo eso. Estos elementos facilitarían la elevación de un caudillo y un movimiento que aparecían por encima de toda esa inmundicia, representando los intereses superiores de la “patria”. (4)

 

            Todo lo anterior no nos impide perder de vista dos logros inmensos de la revolución anticapitalista profundizada a partir de 1961: la ya mencionada expropiación de la burguesía y la no menos importante conquista que significó la independencia nacional, hecho jamás experimentado por el pequeño país caribeño.

 

Leonardo Padura, como su alter ego Mario Conde, teniente de la policía habanera hasta su renuncia a ella, nace en 1955 y ha vivido en Cuba hasta la actualidad. Cuando tiene que radiografiar la sociedad caribeña de los últimos años afirma:

 

Hay un problema fundamental en Cuba del que yo hablo en mi novela La neblina del ayer (2005), y que se ha ido agudizando con los años: el cansancio histórico. Creo que Cuba es un país que vive un cansancio histórico. La gente está cansada de sentir o que se le diga que está viviendo un momento histórico y quiere vivir una normalidad. Esto ha generado además un desgaste moral bastante serio en la sociedad cubana. En un país donde la prostitución deja de ser un oficio reprobable y se convierte muchas veces en una salvación para la economía hogareña con el beneplácito y la admiración de la familia, hay algo que funciona mal, como funcionaba mal en el reino de Dinamarca en la época de Hamlet. Un país donde la mayoría de las personas tiene que buscar alternativas de supervivencia en los márgenes o más allá de los márgenes de la legalidad y lo hacen con total desenfado, como una actividad absolutamente normal, es un problema serio. El propio gobierno –que es el empleador del 90 por ciento de los cubanos- ha reconocido que los salarios que les paga a sus asalariados son insuficientes para vivir, lo que es un reconocimiento a que las personas tienen que buscar alternativas de supervivencia. Y cuando alguien en Cuba, por ejemplo, espera poder resolver sus problemas con los 100 ó 200 dólares que les puede mandar un pariente desde Estados Unidos, México, España, o espera resolver los problemas haciendo un determinado negocio que está más allá de los márgenes de la legalidad, es una sociedad que tiene problemas. Y estos problemas tienen un costo social y moral que va a ser lo más difícil de poder superar en un futuro inmediato. (Leonardo Padura, Sin Permiso, Octubre 2011)

 

Digamos que estamos en presencia de uno de los mejores escritores vivos de América Latina. La saga policial comprende ocho novelas, pero asimismo haremos referencia también a otro gran trabajo suyo La novela de mi vida (que es a su manera, un policial sui generis) y en menor medida a El hombre que amaba los perros en donde los protagonistas principales son León Trotsky y su asesino Ramón Mercader. De eso tratará la próxima y última nota.

 

 

 

(1) Qiu Xialong, Muerte de una heroína roja. Tusquets, Bs. As., 2012.

 

(2) Qiu Xialong, El enigma de China. Tusquets, Bs. As., 2014.

 

(3) Para un magnífico cuadro de situación de lo que estamos señalando, ver Ramírez Roberto, Cuba frente a una encrucijada. Revista SoB nro. 22, 2008.

 

(4) En relación a la afirmación en cuanto a que el castrismo fue “obligado” a ir más allá por la presión norteamericana, sería unilateral ver sólo ese aspecto de la cuestión. Para aquéllos que quieran profundizar sobre el tema, remitimos al artículo ya citado que cuenta además con una profusa e interesante bibliografía.

 

 

Guillermo Pessoa

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