Melina Romero cumplía 17 años cuando fue asesinada a golpes, hace un mes, después de negarse a tener relaciones con un grupo de jóvenes.  El martes apareció su cuerpo a la vera del arroyo José León Suárez, en el noroeste del conurbano bonaerense. Unas horas antes había aparecido Paola Acosta, muerta bajo una alcantarilla con su beba al lado, en la capital de la provincia de Córdoba.

Hechos que escandalizan por su brutalidad, pero que son la expresión de una situación donde la mujer aparece en una situación de constante vulnerabilidad, incluso frente a quienes integran el círculo más íntimo. Son el final más trágico de una cotidianeidad marcada por la violencia.

Según las estadísticas que difunde el observatorio de la Casa del Encuentro, porque el Estado no tiene una estadística al respecto y “trabaja” sobre la base de estos datos que recopila una ONG (tampoco las tiene sobre muertes por aborto clandestino) en nuestro país una mujer cada 30 horas es víctima de femicidio. Esta cifra ha crecido desde 2008 a esta parte casi sostenidamente, y se ha mantenido en ascenso a pesar de la sanción en 2009 de la Ley contra la Violencia hacia las mujeres, ley a la que el Gobierno nacional nunca le destinó presupuesto para una implementación seria.

 

El femicidio como espectáculo mediático: la punta del iceberg de la barbarie del patriarcado

 

Durante todo el tiempo que duró la búsqueda, Melina fue presentada por los medios resaltando un comportamiento que justificaría su muerte: “Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria”.  El titular de Clarín sobre el perfil de Melina es la expresión más aguda del espectáculo misógino que repitieron hora tras hora los diarios, la radio y la televisión en estos días. El periodismo machista y morboso expresa y refuerza un sistema patriarcal que justifica el asesinato, y lo primero que se pregunta es qué hizo la víctima para buscar esa situación. Después mira a la otra culpable, escandalizado: ¿dónde estaba la madre? No se los escuchó preguntarse qué paso, qué hizo el Estado frente al avance escalofriante de la violencia de género y los femicidios en la Argentina, frente a la violencia constante, el acoso y la mujer como propiedad del hombre, quien tiene el poder de incluso definir sobre el final de su vida.

Pero los medios no actúan con una monstruosidad ajena a la realidad social, son una expresión, en ocasiones sin maquillaje, sin cintura política, de las relaciones de poder de este sistema capitalista y patriarcal. Existe una continuidad entre ese razonamiento y el accionar de las instituciones de la sociedad y sobretodo del Estado, responsable de la defensa de las mujeres frente a la violencia. No hemos escuchado palabra alguna del gobierno, ni de los Scioli ni de los Kirchner, sobre estos hechos brutales. No han anunciado una sola medida encaminada a combatir esta situación.

Esa misma lógica no se aparta mucho de la condescendencia que tiene la justicia frente a los hechos de femicidio, donde, como vimos por ejemplo con el caso del cuádruple femicidio en La Plata, ponen en funcionamiento todas las “garantías” para los sospechosos, y todas las sospechas para las víctimas.

 

Hay que luchar por justicia

 

El hartazgo de las mujeres y de la juventud frente a esta realidad es la que pone un límite a la situación de barbarie en la que nos quiere encerrar el patriarcado. Fueron las propias profesoras de Melina las primeras en salir a denunciar la misoginia de los medios. Fueron miles las personas movilizadas por la indignación que produjo el femicidio de Paola en Córdoba. Ese es el camino: debemos redoblar la movilización en las calles para exigir al Gobierno políticas urgentes contra la violencia, como refugios, planes de vivienda y trabajo para la independencia económica de las mujeres, y para que condenen a todos los asesinos de mujeres hasta que se pudran en la cárcel.

¡Justicia por Melina Romero, Paola Acosta y todas las mujeres víctimas de femicidio! ¡Cárcel a los asesinos! ¡Basta de jueces y funcionarios cómplices!

 

María Bach

 

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