Por Rafael Salinas



Estados Unidos al desnudo: racismo, pobreza y explotación en el siglo XXI

 

Ferguson es una pequeña ciudad empobrecida de la periferia de St. Louis, capital del estado de Missouri, en el Midwestern (Medio Oeste) de Estados Unidos. Tiene apenas 22.000 habitantes. Sin embargo, después del 9 de agosto, compite en los titulares de la prensa mundial con las masacres de Israel en Gaza, y las guerras en Irak y el Este de Ucrania, y otros acontecimientos de esa envergadura. Pero esto no es una “exageración” de los medios, que suelen “inflar” hechos insignificantes para hacer desviar la mirada de temas importantes.

No podemos prever qué saldrá a mediano plazo de este más que justificado estallido de la población negra, que es amplia mayoría en Ferguson. Pero lo sucedido no es más que el síntoma de una “enfermedad congénita” que a mediano o largo plazo podría ser mortal para EEUU: que el racismo anti-negro (y ahora también anti-latino) cruza estructuralmente esa sociedad. Existe como pieza insustituible del mecanismo de explotación capitalista y del poder político de la gran burguesía imperialista y sus corporaciones. Esto, por un lado, ha sido muy conveniente a lo largo de su historia. Pero, por el otro, generó crisis, estallidos sociales, grandes movimientos populares y hasta guerras civiles.

 

 

El “Stand Your Ground”: licencia para matar negros y latinos

 

 

Todo comenzó el viernes 9. Ese día, el joven Michael Brown, de 18 años, recién egresado de la escuela media, iba caminando a su casa, por el medio de la calle. Poco antes de llegar, un policía le habría dado la orden “¡Stand Your Ground!” (algo así como “¡deténgase allí!”). No se sabe bien qué paso, quizás Michael Brown siguió avanzando… El policía (por supuesto, blanco) descargó su pistola sobre el joven desarmado. La última autopsia (la primera fue falsificada por la policía) prueba que recibió seis tiros, los dos últimos en la cabeza para rematarlo cuando ya estaba caído.

Este asesinato racista a sangre fría cometido por la policía no es una rareza en la democrática Norteamérica. Generalmente se encuadran en la triquiñuela “legal” del llamado “Stand Your Ground”, por el cual pueden tirar a matar si el intimado, aunque esté sin armas, no acata la orden. Claro que esto se aplica casi exclusivamente a negros y latinos… que por su color de piel y/o etnia son considerados delincuentes hasta que prueben lo contrario. Claro que si el policía es algo miope y le dispara a un WASP (Blanco, Anglosajón y Protestante), entonces va a tener graves problemas.

Sin embargo, a veces, con alguna víctima “de color”, estalla el escándalo. Tal fue el caso en Florida del asesinato de Trayvon Martin, joven de 17 años, por George Zimmerman, blanco, vigilante de un barrio.

Zimmerman, sometido a juicio el año pasado, fue declarado “inocente”. El jurado aceptó su “justificación”: al ver que se le acercaba un joven negro, Zimmerman “se sintió amenazado”. Martin era un adolescente nada musculoso que además no llevaba arma alguna. Pero el jurado concluyó que Zimmerman había actuado “en legítima defensa”.

Un reportaje en la CNN a uno de los jurados que declaró “inocente” a Zimmerman, mostró qué tiene esa gente en la cabeza: Martin, el joven negro asesinado, “se merecía lo que le había pasado” (textual!!) al asustar de alguna manera a un vigilante blanco.

 

La gran diferencia: en Ferguson estalla una rebelión

 

Ferguson marca un suceso distinto, en un escalón mucho más arriba. No es ya un escándalo judicial que trasciende a los medios, como el de Florida. Ahora estalló la protesta y movilización masiva de buena parte de la población negra, con la solidaridad de luchadores sindicales, sectores latinos y también de blancos anti-racistas.

Al conocerse la noticia del asesinato, miles de vecinos, en primer lugar la juventud, salieron a la calle, enfrentaron a la policía blanca, que reprime con saña brutal, y destruyeron negocios de grandes cadenas, como QuickTrip y otras.

La autoridades blancas, primero de la ciudad y luego del gobierno del Estado, han intentado sofocar esto, imponiendo un “toque de queda” y reprimiendo cada vez con más violencia. Pero hasta el pasado lunes, no habían logrado restaurar el “orden”… racista. Ahora, al escribir estas líneas, llega la noticia de otro asesinato en Ferguson de un joven negro por un policía blanco, con el mismo mecanismo-justificación del “Stand Your Ground”.

El estallido de Ferguson no sólo atrajo la atención del país y del mundo, sino también expresiones de solidaridad. Entre ellas, una destacable es la de activistas del movimiento de trabajadores “Fight for 15” (“Luche por 15”). Se trata de un movimiento de sindicalización y de lucha por el salario mínimo, nacido hace un año y medio entre el personal de las cadenas de comida rápida. Engloba un amplio sector de jóvenes que además en buena parte son latinos o afroamericanos. Desde locales cercanos de Mcdonald, PizzaHut, QuikTrip, Chipotle y otros se organizó el envió de donaciones de comida para los manifestantes que ocupan desde hace días la zona donde asesinaron a Michael Brown.

 

La gran pregunta: ¿adónde va esto?

 

La gran pregunta es ¿hasta dónde llegará esto? No es posible aún responderla. Hace más de medio siglo, a mediados de los 50, se iniciaba en Estados Unidos un vasto movimiento de las masas afroamericanas, que llegó a su culminación en la década siguiente. Como vemos en otros artículos, esto obligó a EEUU y su establishment a maniobrar haciendo concesiones y “reformas”, entre ellas la promulgación por el presidente Lyndon B. Johnson en 1964, de la Ley de Derechos Civiles.

Han pasado exactamente 50 años desde esa ley, que proscribía algunos de los mecanismos más groseros de segregación racial. Pero hoy el saldo es que no implicó, de ninguna manera, la superación del racismo en la sociedad estadounidense.

Es que el racismo no es sólo ni esencialmente un sentimiento “subjetivo”, puramente “psicológico”, de blancos “maleducados”. Es también una relación estructural que ha sido esencial en la formación económico-social de EEUU desde su prehistoria colonial.

La crisis de EEUU y su relativa declinación mundial en relación a la posición que ocupaba en 1964, abre el interrogante de qué sucedería si esto es sólo el comienzo de otro movimiento en el conjunto del país, que hoy podría abarcar además a otro inmenso sector discriminado que no tenía esa envergadura el siglo pasado, la creciente población latina.

La confluencia de un nuevo movimiento negro con las protestas que crecen en las comunidades latinas por el tema migración, llevaría a un nuevo escenario político. Esto aún no es así globalmente, pero las protestas apuntan hacia allá.

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