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Justo cuando [el gobierno] había aceptado que la estrategia de ‘vivir con lo nuestro’ era insostenible, ahora queda cerrada –hasta que se encuentre una salida- la alternativa de endeudarse en el exterior para evitar una crisis por insuficiencia de reservas hasta fin del 2015” (La Nación, 3-08-14)

El escenario político de las últimas semanas luce contradictorio. El default selectivo de la deuda externa comienza a tener sus primeras consecuencias. Tiende a agravar la crisis que venía arrastrando la economía multiplicando la recesión, la escalada inflacionaria, la caída del salario y del empleo, en fin, el deterioro en las condiciones de vida.

Sin embargo, no se vive un derrumbe económico y / o político como amenazó ser el escenario de comienzos de año. El gobierno mantiene el control de la coyuntura, ha subido en algo su popularidad por la “pelea” con los holdouts y el triunfo popular que significa la aparición del nieto de Carlotto también está siendo explotado por Cristina. Para sumar elementos a este escenario complejo, parece estar lanzándose ya la campaña “pre-electoral” con la anticipación que “corresponde” con el fin de ciclo que se avecina, en el fondo otros tantos de los mecanismos de estabilización para llegar sin mayores sobresaltos al 2015.

Las consecuencias de no poder pagar

El primer elemento a evaluar, entonces, tiene que ver con las consecuencias del default parcial que se está viviendo. Lo primero es que la cesación selectiva de pagos comienza a meter presión sobre el tipo de cambio: el dólar está volviendo a subir. Todos los operadores económicos saben que la cantidad de reservas que detenta el país es limitada y esos fondos escasos se verán “asediados” por las obligaciones de pago en un contexto donde la falta de ingreso de divisas colocará un signo de interrogación sobre la manera en que se afrontaran los pagos comerciales y financieros.

En esto conspira también un elemento de la economía “real”: el hecho que como subproducto del estancamiento económico en el Brasil y de la caída del precio internacional de la soja, el superávit comercial, única fuente genuina de divisas en estos momentos, está volviendo a caer. Se espera que este año no supere los escasos 8000 millones de dólares, al tiempo que para el 2015 sería lisa y llanamente negativo. Tampoco la inversión ayuda en este sentido, porque los empresarios alertan que mientras siga la “incertidumbre” financiera nadie se va a animar a invertir y, menos que menos, los capitalistas del exterior trayendo divisas a tal efecto (como ejemplo de esto está la parálisis en el emprendimiento de Vaca Muerta, que espera nuevos inversores del exterior).

Lo segundo es que la falta de arreglo con los fondos buitres reafirma las dificultades para la obtención de crédito, sea para la producción, el consumo o para el gobierno nacional y los provinciales. La restricción crediticia ya venia desde comienzos del año por el aumento gubernamental de la tasa de interés para ponerle un techo a la inflación. Pero el financiamiento también está limitado por la carencia de dólares de reserva y la dificultad de emitir pesos sin respaldo, multiplicadores de esta misma inflación.

En la medida que el crédito interno está restringido, la orientación del gobierno venía siendo amigarse con los mercados para poder comenzar a recibir créditos del exterior. Scioli, por ejemplo, estaba por salir a tomar préstamos en los mercados internacionales por 500 millones de dólares, cosa que ahora no podrá hacer –por el default, las tasas de interés se han disparado más allá de lo razonable- teniendo que apelar al financiamiento de la Nación vía emisión lisa y llana.

Aquí se introduce una tercera consecuencia: el aumento de los precios. Es que la falta de divisas sumada a la emisión monetaria -para cubrir con pesos lo que no se puede hacer con divisas “frescas”- lo que hace es agigantar las presiones inflacionarias, las que si bien se han “amesetado” en torno al 2% mensual, no logran bajar de ese de por sí alto índice. Esto introduce el problema adicional que la escalada inflacionaria ha ido licuando desde enero su efecto “competitivo” –el abaratamiento de los costos nacionales en dólares- como subproducto, simplemente, del aumento general de los precios y salarios; salarios que, de todas maneras, han caído en términos reales, pero que no dejaron de aumentar de forma nominal.

Todos estos elementos se mancomunan –y se tienden a redoblar luego del default parcial- para una consecuencia que se vive todos los días: se espera que este año el producto termine descendiendo hasta -1% y por ahora no se observa un escenario claro de recuperación el año que viene, caída que multiplicaría las suspensiones en curso y, algo más grave aun, ya llevaría a su transformación en despidos lisos y llanos como están adelantando varios analistas: “El actual nivel de desempleo, según Orlando J. Ferreres y Asociados, es de 8.8%. En un escenario normal crecería hasta 9.5%, mientras que con el default treparía a 10.6%. Esto se produciría por la caída de la actividad, que se estima que con la cesación de pagos será del 2.1% en lugar del 1.5% que se había previsto para este año (…) Dante Sica, director de abeceb.com, advirtió que muchas empresas que atraviesan procesos de suspensiones van a tener que transformar esas suspensiones en despidos (La Nación, 3-08-14).

Claro que todo este escenario variaría -hasta cierto punto- en la medida que el gobierno, finalmente, llegara a un acuerdo con los holdouts, acuerdo que todo el mundo vaticina que cuando finalmente llegue (¡se descarta que habrá acuerdo porque el gobierno va a pagar!), disparará para arriba la Bolsa de Comercio, hará caer el precio del dólar y de los bonos del Estado Argentino, también del riesgo país; incluso algunos anticipan que podría disparar un boom inversor multiplicado por la expectativa de un gobierno más “amigable” a los mercados a partir de las próximas elecciones.

Insistimos. No hay ninguna duda que esto ocurrirá al menos a partir de enero del 2015 cuando ya no tenga validez la famosa cláusula RUFO. Pero, de todas maneras, nadie puede descartar que no se llegue a un acuerdo incluso antes. Esta posibilidad estaría dada en dos escenarios: a) que finalmente haya un “acuerdo entre privados”. Es decir, que un pull de bancos extranjeros le compre a los buitres sus bonos y se sienten a esperar un acuerdo con el gobierno. En este caso, ya no habría más inhibiciones al pago de intereses y el default parcial habría terminado. Un segundo escenario sería que el gobierno sintiera que las consecuencias económicas son peores que las que puede soportar y se avenga a algún tipo de acuerdo con los buitres antes de diciembre.

La Santa Alianza patronal-burocrática como factor estabilizador

Sin embargo, contradictoriamente con las consecuencias mencionadas, el gobierno parece contar con algún margen de maniobra para hacerse el “duro” con los holdouts e, incluso, recuperar algo de popularidad.

Cristina parece tener controlada la coyuntura. Descargó un brutal ajuste económico que cuenta con el beneplácito de la patronal; patronal que, evidentemente, nunca dijo esta boca es mía para condenarlo. No se le ha escuchado palabra a la oposición acerca del deterioro del salario real, y, menos que menos, de las suspensiones y despidos. Cuando opina en materia económica, invariablemente habla de la inflación, pero es sabido que en boca de la patronal tomar el tema inflacionario de manera aislada, como siempre lo hace, simplemente quiere decir ajuste ortodoxo de la economía, o, mismo, la cantinela de la reducción del déficit fiscal del Estado, lo que se refiere a multiplicar de manera “indirecta” el ajuste económico sobre los trabajadores por la vía de achicar los planes sociales, de despedir personal y no reemplazarlo, de congelar a los contratados en ese status o, peor aun, dejarlos en la calle y un largo etcétera.

Así las cosas, de lo único que habla de manera sistemática –que tampoco quiere decir que actúe de manera consecuente para forzar las cosas- es de los temas “republicanos” como el caso Boudou, que también quedó en un segundo plano por el tema de los buitres. Incluso acerca de las negociaciones con los holdouts se ha mostrado cautelosa no vaya a ser que sea acusada de “antipatria”; solo TN, Clarín o La Nación se muestran abiertamente cipayos.

Luego está el rol de la burocracia de todos los colores. En estos momentos han encontrado la coartada perfecta: no se podría salir a luchar porque esto “debilitaría la unidad nacional” que habría que tener en momentos que el país “se enfrenta a los acreedores internacionales”… Esta es una mera excusa. La burocracia oficialista de Calo y Yasky no fueron capaces de convocar a una sola medida de fuerza nacional en pleno ajuste económico y está prácticamente descartado que lo vayan a hacer de aquí al final del mandato de Cristina. Pero el papel de Moyano y Micheli es más vergonzoso aun si se quiere debido a que se definen como dirigentes sindicales opositores: convocaron a una sola medida de fuerza, el paro general del 10 de abril, y desde esa fecha vienen deshojando la margarita: que porque había que darle tiempo al gobierno para responder, que porque estamos en el Mundial, que ahora no se puede porque está la pelea con los buitres…

Conclusión: la anunciada como posible nueva medida de fuerza no tiene fecha y no se sabe si finalmente se hará en algún momento, esto aun a pesar de que todos los sectores de la burocracia sostienen el reclamo por el impuesto a las ganancias, ¡pero los muy caraduras no se les ocurre incorporar el reclamo en lo que tiene que ver con las suspensiones y despidos –esto aun a pesar que Moyano se dio la corte reuniéndose con la interna de Lear!

Al mismo tiempo, gente como el gordo Pignanelli del SMATA está metido hasta los huesos en la brutal campaña a partir de la pelea de Gestamp y ahora con Lear, por barrer los delegados e internas independientes vinculadas a la izquierda contando con la complicidad, en esto, del Ministerio de Trabajo de la Nación, esto más allá de los comunicados de circunstancias y las poses de “arbitro” que el mismo pueda tener.

Todo este alineamiento de fuerzas sociales que estamos identificando conforman una verdadera Santa Alianza contra los conflictos obreros, la misma alianza que se mancomunó para quebrar la histórica lucha de los compañeros de Gestamp llegando al punto de desconocer la propia legalidad patronal.

El lanzamiento anticipado de la campaña electoral

La suma de tendencias mencionadas esta dando lugar a un resultado contradictorio que habrá que ver como se desarrolla. Una de estas tendencias camina para una estabilización relativa de la coyuntura luego de los meses de zozobra de enero a finales de mayo, meses dónde la izquierda –volveremos sobre esto enseguida- caminó claramente por detrás de los desarrollos. La otra apunta a una relativa estabilización aun a pesar del deterioro económico y de la falta de acuerdo por ahora con los buitres.

El gran interrogante es cuál de estas tendencias va a ser la dominante, o en qué combinación las mismas se van a expresar. Es aquí donde se introduce la campaña “preelectoral”. Da risa pero es para llorar que el MST haya salido con su fórmula presidencial “Bodart-Ripol”. Esta claro que se trata de una candidatura marginal pero en todo caso es expresión -o síntoma dentro de la izquierda- de algo que ya esta ocurriendo, a comenzar por las fuerzas patronales. Macri ha salido a recorrer el país. Scioli ajusta sus planes. Massa intenta terminar de seducir a Insaurralde. El UNEN muestra a sus “presidenciables”. Todos tratan de mostrarse en las marquesinas. El lanzamiento anticipado de la campaña electoral es otras de las tantas “válvulas de seguridad” para mantener encarrilada la coyuntura nacional.

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