La VI Cumbre de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) dio como primer resultado el rutilante anuncio de la creación de un Banco de Desarrollo (BD) y de un Acuerdo de Reservas de Contingencia (sigla en inglés CRA), que fueron presentados como entidades “paralelas”, en su función, al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, respectivamente. Analistas e intelectuales de muy diverso origen señalan que podríamos estar en presencia del embrión de un eventual polo alternativo “emergente” a las potencias occidentales tradicionales, o al menos ante la consolidación de lo que sería un orden mundial “multipolar”. Aquí intentaremos plantear que tales efusiones son exageradas y como mínimo prematuras, además de pasar por alto otras contradicciones que luego expondremos.
El ascenso de los BRICS (denominación que viene desde comienzos de este siglo, pero que adquirió forma oficial en 2009 con los cuatro primeros integrantes, a los que se agregó Sudáfrica en 2010) es visto por muchos, incluso desde la izquierda, como el ejemplo más cabal de un nuevo equilibrio geopolítico mundial. Este supuesto “nuevo orden” sería el sucesor de la bipolaridad EE.UU.-URSS de la posguerra y de la “unipolaridad” con hegemonía yanqui post caída del Muro de Berlín y derrumbe del bloque soviético. La característica principal sería el reemplazo del dominio indiscutido de las potencias imperialistas occidentales, con EE.UU. a la cabeza, por una “multipolaridad” en la que nuevos actores surgidos del mundo “emergente” se plantan casi en pie de igualdad con aquéllas.
Es evidente que ha habido cambios de magnitud en el juego de las potencias mundiales, y que el proyecto yanqui de EE.UU. como el gran hegemón de Occidente y el mundo entero fracasó estrepitosamente. El ascenso de China como potencia económica, geopolítica y militar es particularmente llamativo, a punto tal que se estima que desde el punto de vista del tamaño de su economía, estaría a punto de superar a EE.UU. El status de China representa en sí mismo un desafío de análisis y estudio, y la gama de definiciones va desde “potencia benévola” opuesta a los imperialismos clásicos (Giovanni Arrighi) hasta “imperialismo en construcción” (Pierre Rousset), con todas las variantes intermedias imaginables.(1)
La cuestión de qué nuevo orden geopolítico mundial se está gestando en estos años está abierta, abarca muchos planos y no admite respuestas unívocas o simples, por lo que no podemos abordarla en profundidad aquí. Pero sí corresponde llamar la atención sobre determinadas exageraciones que pueden llevar a una peligrosa desorientación política. Una de ellas es, justamente, comprar sin mayores recaudos la idea de que estamos ante un “bloque emergente” que quiere y puede sentar las bases de un orden internacional “más justo”, o menos opresor, que el orden actual del imperialismo y capitalismo mundializado.
Cifras y contradicciones intra e inter BRICS
Desde lo estadístico, las cifras de los BRICS impresionan. Los países que lo componen representan casi un 43% de la población mundial (incluyendo los dos países más poblados del mundo), un 25% del PBI del planeta, un 20% de la inversión global, sobre una superficie de 40 millones de kilómetros cuadrados, lo que incluye la mayoría de los “países-continente” del globo, categoría que combina superficie y población. Sin embargo, una mirada más de cerca revela contradicciones brutales tanto entre los miembros del bloque como en el interior de cada uno de ellos. Consideremos entonces esas asimetrías.
Aunque todos los países BRICS son calificados, un poco a la ligera, de “emergentes”, las diferencias entre ellos son muy considerables. Como dijimos, ya es tema de discusión entre los marxistas serios (no así los stalinistas, vetustos o reciclados, que aún se encandilan con el supuesto “socialismo” chino) si el nivel de desarrollo capitalista de China, así como su poderío militar, la expansión de sus inversiones externas en todo el globo y otros indicadores ameritan ubicarlo directamente en la categoría de imperialista.
Sin terciar ahora en esta polémica, cabe aclarar que esta posibilidad (que podría extenderse acaso a Rusia, sobre todo en virtud de su vocación de intervención en su zona de influencia y su enorme poderío militar, incluso nuclear) está categóricamente descartada en el caso de los otros miembros.
India, a pesar de su inmensa población (en pocos años será el país más populoso del mundo) y de su crecimiento económico, no tiene una capacidad militar ni remotamente comparable a la de Rusia o China, tiene una influencia geopolítica muy limitada y su expansión económica allende las fronteras no admite punto de comparación con China. Por otra parte, aunque se trata de una economía grande, su PBI es inferior al de Brasil (con una población seis veces mayor) y su PBI per cápita es por lejos el menor del grupo: 1.400 dólares, la décima parte del más “rico” de los BRICS, Rusia. Ese nivel de ingresos promedio corresponde, sencillamente, al de un país pobre.(2)
Brasil, uno de los países más extensos del planeta, tiene una población menor a la de Indonesia, por ejemplo, y aunque su influencia regional y su industria militar son importantes (ha sido candidato habitual a la categoría de “subimperialismo”), presenta debilidades estructurales alarmantes. Por ejemplo, que el mayor cliente global de su producción industrial es… Argentina, lo que revela problemas muy serios de competitividad fuera de los renglones de materias primas (algo que caracteriza también a Rusia, cuya balanza comercial depende exageradamente del rubro hidrocarburos).(3)
Finalmente, Sudáfrica es una especie de Cenicienta del bloque, que no compite en escala con los otros en casi ningún rubro. Ni por extensión de territorio, ni por tamaño de la economía, ni por cantidad de población, ni por presencia geopolítica o estratégica el país africano está a la altura de ninguno de los otros. De hecho, se trata de un país de “desarrollo intermedio” como podría serlo la Argentina o alguno de los “tigres asiáticos”. Por ejemplo, la Argentina tiene respecto de Sudáfrica casi la misma población (un 20% menos), una economía un 60% mayor y el doble de territorio e ingreso per cápita. En el artículo citado de SoB 28 hacemos referencia a un conjunto de indicadores sociales que ponen a Sudáfrica sólo por encima de sus pares africanos, pero muy por debajo de otras economías de tamaño similar.
Los límites de las nuevas instituciones
Como vemos, este bloque altamente heterogéneo encierra debilidades y problemas en su conjunto y en cada uno de sus elementos. En este marco, el lanzamiento del BD y el CRA, aunque son novedades que merecen análisis, están muy lejos de poder (y de querer) aspirar a reemplazar a las instituciones que hoy son los pilares financieros del orden global.
Por lo pronto, la envergadura del BD no impresiona tanto. Su capital inicial autorizado es de 100.000 millones de dólares, pero el capital efectivamente desembolsado es la mitad, que aportarán los miembros del BRICS en partes iguales. Para el objetivo declarado de financiar la duplicación de la infraestructura de los países en desarrollo (en general, no sólo los del BRICS), esa cifra es ridículamente insuficiente. Sólo para China el monto en cuestión ya sería irrisorio. Algo está mal: el monto o los objetivos. Porque si tomamos sólo 25 países en desarrollo, tenemos que, prestando el total de su capital efectivo, les tocarían a cada uno, en promedio, 2.000 millones de dólares… ¡para duplicar la infraestructura de puertos, caminos, ferrocarriles, etc.!
Algo análogo puede decirse del fondo de contingencia, que, con 100.000 millones de dólares (que aportarían China un 41%, India, Rusia y Brasil un 18% cada uno, y Sudáfrica, un 5%) se supone debe asegurar la protección financiera de sus miembros en caso de crisis. El monto que aporta cada país es a la vez el límite de lo que puede recibir (salvo China, que puede recibir sólo la mitad de su aporte). Ya la palabra “aporte” es inadecuada, ya que “no es en realidad un fondo porque no se traspasan recursos; se trata de un compromiso de los bancos centrales de poner a disposición parte de sus reservas internacionales para asistir a países en situación de crisis” (Ámbito Financiero, 16-7-14)
Si esto es todo el poder de fuego del BRICS para los casos de crisis financiera o de balanza de pagos, es ineludible advertir que se trata de una gota en el océano. Cuando los países desarrollados enfrentaron crisis como la de las hipotecas subprime en EE.UU. (2008-2009) o las de deuda soberana en Europa (cuyo pico fue 2011), los montos involucrados en la asistencia financiera de parte de las instituciones imperialistas (Reserva Federal, Banco Central Europeo) eran 15, 20 o más veces mayores que éstos. Y los BRICS no son paisitos que puedan salir del paso con montos reducidos. Es casi risible suponer que unos 20.000 millones de dólares puedan rescatar a gigantes como China, India o Rusia de un vendaval financiero. Como para dar una medida: la Argentina (cuya economía es sólo la tercera parte de la más pequeña de las nombradas) perdió en dos años y medio casi la mitad de sus reservas, unos 24.000 millones de dólares y tiene un servicio de deuda anual promedio de unos 16.000 millones de dólares. La “ayuda” de los BRICS se limitaría, en el caso de Sudáfrica (el único país de tamaño comparable a la Argentina), a 5.000 millones. Ni para empezar…
Una alianza política inestable
Por último, digamos que la estructura propiamente política que sostiene al bloque de los BRICS es de un equilibrio inestable. Cada miembro está obligado a hacer la vista gorda respecto de las debilidades y decisiones polémicas de los otros, so pena de hacer tambalear toda la estantería.
En ese marco, resultan francamente hilarantes las objeciones que puso el presidente de la Confederación Nacional de Industrias de Brasil, Robson Braga de Andrade, a un eventual ingreso de Argentina en el bloque BRICS (posibilidad que se viene barajando desde hace un tiempo). ¡Vaya si había argumentos para rechazar la postulación! Pero a Braga de Andrade no se le ocurrió mejor idea que argumentar que “el concepto de los BRICS incluye, además de crecimiento y desarrollo, seguridad jurídica y caminar por una democracia plena. Ciertas cosas que no dan entrada a la Argentina en este momento” (Ámbito Financiero, 15-7-14).
Cuestionar la “seguridad jurídica” argentina, vaya y pase (aunque el gobierno se está preparando para rendir también ese examen, como demuestra el proyecto de modificaciones a la Ley de Hidrocarburos). Pero exigir “democracia plena” como condición de entrada al BRICS, en verdad, supera toda capacidad de asombro.
¿En qué consiste esa “democracia plena” en China, con su régimen monolítico de partido único, persecución de opositores, censura de Internet y un largo etcétera? ¿“Democracia plena” en Rusia, casi un sultanato de Putin, cuyo manejo “democrático” es propio de su pasado como director de la KGB stalinista, con anexiones manu militari como en Ucrania, donde la oposición de cualquier signo arriesga la cárcel y una persona homosexual que revele su condición de tal arriesga su vida? ¿Y qué decir de la India, donde hace sólo diez años un golpe de mercado vía la Bolsa de Mumbai impidió la asunción de la candidata ganadora en la “democracia más populosa del globo” y puso el gobierno en manos del candidato perdedor, pero más pro mercado?
Las condiciones de “entrada al club” y el “concepto de los BRICS” no son los disparates del industrial brasileño, sino el dedo de China y la capacidad del resto para hacer diplomacia cínica y servil, sin un miligramo de “progresismo” y con la misma impronta que la de los otros foros imperialistas como el G-8. Sí, el mismo del que Rusia participaba hasta que fue expulsado por el affaire Ucrania, tema obviamente barrido bajo la alfombra en la cumbre de Fortaleza.
Y desde el punto de vista del manejo financiero, el BD y el CRA, más que un verdadero desafío al orden instaurado desde la conferencia de Bretton Woods en 1944 (FMI, BM y demás), representa una forma de queja por la falta de reformas a las instituciones del orden actual. Es una advertencia, más que un desafío, en el sentido de reclamar cambios a la forma de funcionamiento y representación del FMI, el BM, el Consejo de Seguridad de la ONU, etc. Si las condiciones geopolíticas cambian dramáticamente, acaso se proponga asumir un nuevo rol. Pero, por el momento, las intenciones de los BRICS no son las de patear ningún tablero, o armar otro, sino aspirar a ser reconocidos como piezas más importantes en el juego actual.
Marcelo Yunes
Notas
1. Una primera discusión sobre el carácter de China, que busca dar cuenta de la especificidad del fenómeno en su conjunto de contradicciones y con cautela metodológica, es la que hemos intentado plantear en el texto “Tendencias de la economía mundial”, publicado en revista Socialismo o Barbarie 28, este año.
2. El año pasado, la revista The Economist se interrogaba sobre la posibilidad de que India pudiera convertirse en una superpotencia. La ilustración de la portada era toda una respuesta: en un espejo se reflejaba la imagen de un tigre, pero el animal real que se miraba en él era… un gato grande.
3. Hemos hecho una discusión más profunda y desarrollada (entre otros, con Claudio Katz) sobre el carácter de Brasil y su supuesto “subimperialismo” en Revolución o dependencia. Imperialismo y teoría marxista en Latinoamérica, Antídoto-Gallo Rojo, 2010.