El poder, y detrás de él toda la burguesía egipcia, está frente al espectro de las promesas de Sissi. Las huelgas de febrero y marzo de 2014 habían sido ya provocadas por las promesas no cumplidas de Sissi en materia de salario mínimo. Para detener las huelgas, el poder prometió de todo, salario mínimo, nacionalizaciones, sistema de salud… Sin embargo, no mantendrá ninguna de sus promesas.

Para echar un poco más de leña al fuego de las tensiones –lo que revela sus opciones–, el gobierno acaba de anunciar, seguramente no por casualidad en este comienzo del ramadán, que iba a suprimir un cierto número de subvenciones a los productos de consumo. Paralelamente, para intentar mostrar su fuerza en contra de los más pobres, ha decidido en nombre de la “disciplina” una campaña contra los pequeños vendedores de la calle, expulsándoles manu militari, con el apoyo de bulldozers, de sus emplazamientos. Pero al hacerlo, no es seguro que no esté cortándose de lo que puede quedarle de apoyo popular. Y no es su huida hacia adelante en un proceso represivo que se ha vuelto loco lo que le salvará. Al mismo tiempo, para intentar frenar la cólera en ascenso, Sissi anunciaba con un cierto número de otros caciques, que iban a dar la mitad de sus ingresos a la patria y que esta vez sí, iban a poner en pie la ley del salario máximo para poner fin al escándalo de los muy altos ingresos. Pero todo el mundo sabe que es charlatanería.

Signo de los tiempos y razón de inquietud para Sissi, el 25 de junio, la patronal del textil de Mahalla (la principal ciudad de la industria textil del país) se manifestaba ante la sede de las autoridades para exigir del gobierno que ponga fin a los cortes de electricidad que perturban gravemente la producción de sus fábricas. Esta toma pública de distancia de la gran patronal contra el poder se sumaba a declaraciones de altos mandos del ejército que tomaban igualmente sus distancias. Mientras felicitaban a Sissi como presidente de la República, querían precisar que éste no representaba ya al ejército. En definitiva, que no era el ejército quien estaba en el poder.

¿Es este apoyo, que parece un abandono, simplemente una forma de distanciarse de Sissi dada la pérdida de confianza del pueblo hacia él, una forma de decir que las medidas antisociales que va a tomar el presidente no son debidas al ejército, que no hay que confundir los dos? O que los sectores opuestos a Sissi en el seno del ejército, que existen ya desde hace tiempo, han encontrado ahí la ocasión de manifestarse dando a entender que si el pueblo quiere atacar a Sissi –incluso derrocarle– el ejército no estará quizá unánimemente tras él. ¿Estaría dispuesto, una vez más, a “abandonar” el fusible del presidente, para salvar el orden global?

En cualquier caso, se percibe el esbozo del nuevo escenario político, cuando las huelgas no hacen sino comenzar en este inicio del mes de Ramadán. ¿Continuarán durante este mes, se ampliarán, esperarán el final del mes religioso? En este estadio embrionario de las luchas, nadie puede decirlo aún. Sin embargo, no hay duda alguna de que una explosión social está en ciernes. Es muy probable también, tras todos estos meses de espera y de falsas promesas, que las clases explotadas estén al borde de la rupturay que esta explosión podría muy bien ser de una amplitud aún más grande que las precedentes. Entonces, después de Mubarak en 2011, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) en 2012, ¿caería Sissi en 2014?

 

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