PLENARIO NACIONAL DE CUADROS DEL NUEVO MAS: INFORME PRESENTADO POR ROBERTO SAENZ
Presentamos a continuación el informe dado en el punto nacional por Roberto Sáenz, dirigente nacional de nuestro partido, en oportunidad del reciente Plenario Nacional de Cuadros realizado en el Hotel Bauen el fin de semana último, y que contó con la presencia de más de 100 delegados de todo el país, además de una entusiasta barra que llegó a superar los 200 compañeros y compañeras. Un plenario que verificó el salto constructivo que está recorriendo nuestro partido y la fuerza y entusiasmo de toda la militancia para afrontar las tareas que vienen en la transición incierta que se ha abierto en nuestro país.

Me voy a referir a la nueva situación política que finalmente se ha abierto y a los fundamentos de esa situación política, que son el debilitamiento del gobierno por la acumulación de tantos años de mandato y la derrota electoral y la transformación del desgaste económico en una abierta crisis económica. Es muy difícil gobernar la Argentina como un país normal, aunque vengamos de un año donde parecía que no pasaba nada. Voy a hacer también una evaluación somera del avance electoral de la izquierda, y detenerme un poco más en la situación del partido y las tareas.

¿Un país normal?

Habíamos discutido a principios de año algunas definiciones globales. Una de esas definiciones se ha confirmado. El resultado electoral legalizó el hecho que, finalmente, a pesar de las siete vidas que parece tener el gobierno kirchnerista, que habíamos dado por muerto varias veces, efectivamente ha comenzado su ocaso. El kirchnerismo configura el gobierno más longevo de las últimas décadas en la Argentina. Pero ahora sí ha comenzado un fin de ciclo. En aquella discusión de marzo un compañero decía “es el comienzo del fin”.
Esta definición de “comienzo del fin”, además del conjunto de problemas que tuvo el gobierno a lo largo del año, tuvo que ver con la tragedia a repetición del ferrocarril, por ejemplo, que significó que volara Randazzo como candidato para la provincia de Buenos Aires. Hubo una serie de circunstancias propias de un gobierno a la defensiva que se formalizaron con la derrota electoral.
Había otro elemento en la discusión: que íbamos a una situación política más dinámica. Esto lo dijimos en marzo, y hasta el 27 de octubre o un poquito más, no pasó nada en el país. Con honestidad intelectual, teníamos que decir hasta ese momento que no habíamos acertado. Todo el año fue un enorme festival electoral. Pero por una circunstancia muy compleja, muy contradictoria, a la que los compañeros de Córdoba, en broma, le decían “el Cordobazo policial”, reapareció la Argentina que estaba oculta, que no se ve, y que, exagerando un poco, muestra que la Argentina de este ciclo político está siempre con un estallido popular a la vuelta de la esquina.
No es muy normal un país donde, por la razón que sea, ocurren cosas como las que mostraba el noticiero en Tucumán. El periodista preguntaba a la gente: “¿Qué tiene en la mano?” “Una 9 milímetros”, “una escopeta recortada”, la televisión se inundó de reportajes a los vecinos armados. Independientemente de la motivación, que además siempre es contradictoria, como lo fue en el Argentinazo, esto muestra un claroscuro que hay siempre en la vida del país y que preocupa a la burguesía en su conjunto. Es algo no resuelto en la Argentina, que a pocos días de un festival electoral de paz y tranquilidad, con la sociedad en su conjunto yendo a votar pacíficamente en la “fiesta de la democracia”, de repente aparecen saqueos, la gente que se arma contra los chorros…
Son hechos que hablan de otra Argentina. ¿Cuál es la Argentina real? Las dos, pero en una situación de un gobierno debilitado políticamente, que está en minoría en la sociedad, que tiene siete vidas y experiencia de gestión pero lo manda al frente a Capitanich con balas de fogueo.
Esto se combina con la relación de fuerzas heredada del Argentinazo, con una economía inflacionaria que implica un ajuste al salario, y un aumento a la policía a 8.000 o 10.000 pesos que le dispara las paritarias. Es una sociedad contradictoria, donde hay un sector que gana buenos salarios pero caracterizada por una estructura laboral que no rompió con la matriz del trabajo informal y el subempleo, y que muestra un sector que no logra salir de la pobreza. Es difícil poner las manos en el fuego por los K, bailar con ellos y con La Renga en la Plaza de Mayo diciendo “tranquilos, para allá vamos, en 2015 hay relevo electoral y acá no pasó nada”.
En el texto para el plenario escribimos que esta transición, a priori, se iba a recorrer de manera más mediatizada que las otras transiciones de la democracia, la de Alfonsín y la de la Alianza, la larga transición de Menem a De la Rúa, Duhalde y los Kirchner. Sin embargo, si es verdad que este gobierno es más capaz y más firme, si es verdad que la economía todavía no estalló y que la crisis social es mucho menor que la del Argentinazo, a pesar de eso las cosas no están bien.
Hay un deterioro acelerado, es lo que muestran las imágenes de los últimos días, que plantea la posibilidad de algún tipo de estallido económico, de corrida e incluso de grandes problemas de gobernabilidad, incluyendo la posibilidad de una salida anticipada del gobierno, que nadie puede descartar en este momento.
Si esto es así, ahora empieza una nueva situación política en la Argentina. Hablábamos de los dolores de parto y la búsqueda de un nuevo equilibrio que plantea toda transición; ahora se hace más concreto. Sobre todo si ustedes evalúan lo que la burguesía pretende, que es una relación de fuerzas con las grandes masas más hacia la derecha. Es lo que buscan todos y también los K: buscan un país normal, un país más equilibrado, con menos conflictividad social.
Comparemos con las paritarias en Francia. Le pregunto a uno de nuestros compañeros que están construyendo la corriente allá, ¿qué pasa con los trabajadores y las paritarias? Me dice “acá no pasa nada”.  ¿La inflación? “No tengo idea”. Ni se habla de inflación, y la inflación es un indicador de la existencia de conflictividad social. Allá, a pesar de la crisis social creciente que se observa, pasan muchas cosas, pero en definitiva “no pasa nada” dicho exageradamente.
¿Cuánto es la paritaria en la Argentina? Antes de la crisis policial –un fenómeno por derecha desde el punto de vista político, pero con consecuencias contradictorias socialmente– el gobierno decía que le gustarían unas paritarias a la baja, de 15-18%. ¿Ah, sí? ¿A la policía el 100% y a los trabajadores el 15%? Esto ya es un elemento de una nueva situación política. Porque el ajuste inflacionario con un gobierno en minoría y con crisis de dirección burguesa, configura una tendencia al enfrentamiento, una crisis política y una nueva situación política global, aun a pesar del factor mediador, que subsiste pero no alcanza, como indican los datos de estos últimos días, del festival electoral.

Un gobierno que se va

Se abre un proceso político. Se verá cuan caliente es el verano, las coordenadas ideológicas del movimiento obrero y la gente son complejas. Hay bronca contra el gobierno, hay votos a la izquierda de un sector minoritario, pero no hay todavía radicalización; en las fábricas se habla del aguinaldo, las vacaciones, el fútbol. Pero el año seguramente va a ser mucho más convulsivo, porque además las fuerzas burguesas mancomunadas, que van a empezar a trabajar para la gobernabilidad, no tienen tanto compromiso con la misma en un año no electoral.
En los años electorales la cosa se normaliza porque todas las fuerzas burguesas trabajan para normalizar. Tuvimos el paro general del 20 de noviembre de Moyano del año pasado, después Moyano dijo no, este año es electoral, y se acabó.
Pero el año que viene no es electoral, está la contradicción de no quedar pegados al gobierno, y es un año marcado por la transición, donde el principal deber no cumplido por el gobierno, incluso más que la economía, la base de todo el problema, es que los tipos no lograron algo que nadie sabe quién lo va a hacer: reventar las relaciones de fuerzas creadas en el Argentinazo. ¿Quién lo hace?
Esas relaciones de fuerza no significan, hoy por hoy, una radicalización hacia la izquierda, socialista, clasista. Pero tampoco significan un giro a la derecha, a la paz de los cementerios de la estabilidad capitalista. ¿Se va a imponer ese tipo de estabilidad en el 2014, en el 2015, en el 2016? “Ramal que para, ramal que cierra”, como dijo Menem, ¿quién lo va a decir? ¿Quién va a decir “¿levantamiento policial?, “les damos con balas, vamos a la guerra”? No lo hacen porque además los necesitan. ¿Quién va a decir, frente a los conflictos, “les metemos bala”? Balas de verdad, no balas de goma, que son un invento de la rebelión popular, y gas lacrimógeno. Cuando hay radicalización hay balas de verdad.
El gran problema que tienen, y que se traduce en un problema en la economía y todo lo demás, es que la burguesía trabaja en una relación de fuerzas no resuelta, y en eso el gobierno desafía a la oposición: si tienen la receta para cambiar la relación de fuerzas, tráiganla. Esa relación de fuerzas, con un gobierno debilitado, que viene de una derrota electoral, que todo el mundo opina que está en un fin de ciclo, y con una economía en crisis, es el fundamento de la nueva situación política que vamos a vivir.
En este momento parece que la línea de desarrollo de la crisis es más fuerte que la línea estabilizadora. Por la relación de fuerzas y porque el gobierno, aunque es un gran administrador de las relaciones de fuerza, viene golpeado.
Eso nos lleva a un segundo elemento, además de lo del gobierno, que no es poca cosa. Cuál será el nuevo punto de equilibrio, después de un equilibrio tan importante para la Argentina, para cualquier país, que fue un gobierno de diez años o de doce. Massa es joven, tiene facha, es flaquito, lo votaron, sí, buenísimo… ¿y? Todo eso no tiene nada que ver con la lucha de clases, eso son votos. ¿Quién lo sigue? ¿A quién tiene organizado? O imagínense a Macri gobernando el país. Tiene la policía mejor paga de la Argentina; tampoco le cuesta tanto porque es chica; habla mucho, pero reprime poco. Estuvo lo del Borda, sí, pero no alcanza: hay que reprimir mucho más, hace falta un peronista de pura cepa para reprimir. Menem estaba bien plantado, estuvo dos años a punto de salir eyectado por la hiperinflación y se plantó para gobernar. Sobre todo para aplicar una receta desagradable a un cuerpo social movilizado. Todo eso está todavía contenido en la transición, que no es un problema de cambio de figuritas, es lucha de clases, imponer un país más estable, con otras relaciones de fuerza. Que después se traduce en expresión electoral.
Esto no quiere decir que la burguesía no tenga nada de su lado: si bien hay una relación de fuerzas determinada, no hay radicalización, y la mayor parte de la clase obrera votó a Massa, las tres cuartas partes o más. Pero incluso en el voto a Massa hay una cosa rara: la clase trabajadora se cansó de los Kirchner, los chistes en las fábricas son contra el gobierno, los que defienden al gobierno están en minoría. Pero la gente que votó a Massa –la clase media es algo distinto, más conservadora, más reaccionaria– quiere disfrutar su situación de “bonanza”, de sueldos que promedian los 15.000 pesos en fábrica… con un gobierno de oposición conservadora al gobierno K.
Decía un encuestólogo burgués agudo que la gente vota a la oposición creyendo que así va a recuperar la bonanza que se vivió en 2007, 2008, 2009. La oposición no le dice la verdad, y eso plantea en el horizonte un choque de expectativas. Porque hubo una recuperación en las condiciones de vida –no por los K, la recuperación fue un tributo a la rebelión popular–, y nadie la quiere perder.
Entonces ahí hay elementos contradictorios. Las elecciones de 2013 fueron de transición, no son hechos consumados, no es el resultado final, y mucho menos se han trasladado o se van a trasladar mecánicamente a la lucha de clases. Son resultados de transición: las PASO II. No se sabe cuándo son las PASO III, si serán en agosto de 2015, pero en ese año vienen las elecciones reales, y no se sabe si el gobierno va a hacer el trabajo sucio antes o no, ni se va a llegar.

Ajuste o estallido; ajuste y estallido

Ése es el primer elemento del deterioro de la situación política. El segundo es la economía. La economía del gobierno K en 2013 perdió capacidad de generar excedente, es decir, ganancias suficientes a la burguesía para ser competitiva internacionalmente. Generar excedente para evitar que el Estado vaya a déficit y tenga que emitir moneda que genera inflación. Generar excedente para afrontar los pagos internacionales del Estado argentino. Generar excedentes incluso para tener a una parte de la clase trabajadora contenta, o para que la clase media pueda viajar al exterior feliz y contenta, e ir a los shoppings en Miami.
La Argentina en este momento ha perdido esa capacidad, y esa pérdida se traduce en inflación, se traduce en, como dicen la burguesía y el reformismo, “puja distributiva”, y pide a gritos un ajuste para recuperar los excedentes. Los capitalistas pierden ganancias porque aumentan los costos y salarios, y porque pierden “competitividad”. El Estado se endeuda porque aumentan los gastos y caen sus ingresos, y no puede mantener eso hasta el infinito. Tiene que afrontar pagos en el exterior y no tiene reservas. Y los trabajadores “patalean” para no ser el pato de la boda.
¿Cómo se recuperan los excedentes? Hay mecanismos económicos clásicos. Se fundan mucho –sobre todo en los países atrasados– en la superexplotación de los trabajadores, para generar plusvalía absoluta, combinados con el plusvalor relativo: el mejoramiento de las condiciones técnicas, etc. En la Argentina hubo desde la dictadura militar una combinación de ambos mecanismos: plusvalor absoluto, fragmentación de la clase obrera, pérdida de conquistas, caída del salario real… eso es global, ocurre en todo el mundo. En el mundo anterior, la juventud trabajadora se hacía la casa y se compraba el auto; el auto era el orgullo de los compañeros. En esta época se compran también el auto, pero lo de la casa ya es más discutible. Y también hubo algunos elementos de plusvalor relativo, adelantos técnicos, toyotización.
Pero en la Argentina y en el mundo el método principal de recuperar excedente de la burguesía se llama lucha de clases. Darle un garrotazo por la cabeza a la clase obrera, y ese garrotazo se tiene que sentir, no puede ser indoloro, porque si no es insuficiente y se termina en un estallido económico.
Acá hubo tres grandes garrotazos desde la década del 70. Primero hubo un garrotazo terrible, que fue mundial, del Cono Sur y argentino, que se llama 30.000 compañeros desaparecidos. Eso fue un garrotazo en regla de la burguesía cuando se enoja en serio. Los que estamos acá, la mayoría, no sabemos lo que es la burguesía enojada: es una broma esta burguesía, no está enojada. Esto lo digo porque tenemos un partido muy juvenil: la burguesía enojada te hace desaparecer y te mata. Esta burguesía es un “paseo”, eso es la Argentina de los últimos 30 años. Es una burguesía menos enojada, en las condiciones del mundo de hoy, que son de rebelión popular, todavía no de revolución y contrarrevolución, donde la burguesía no teme perder todo, sino perder algo.
Una burguesía algo enojada es la burguesía de la época de Menem, que despidió 70.000 ferroviarios. Imagínense un discurso de Cristina Kirchner: “Señores, voy a anunciar 70 mil despidos”. No es tan fácil. En ese momento había un montón de factores legitimadores, había hiperinflación, la gente no aguantaba más, se habían ganado al movimiento de masas para una concepción de que era mejor privatizar, que los ferroviarios eran todos vagos y no querían laburar… Bueno, 70.000 despidos de un saque.
Por ejemplo, el traidor que entregó Somisa, Naldo Brunelli, miles y miles de obreros despedidos. Imagínense ahora al del Smata, Pignanelli, diciendo “muchachos, ahora vamos a despedir mil en Ford, mil en Volkswagen, cinco mil obreros, una bicoca”. Pues bien, eso pasó en la Argentina a comienzos de los 90. Hicieron una diferencia. Incluso se dieron el lujo de poner el peso uno a uno con el dólar, cuando la productividad de la Argentina nada tiene que ver con la de EE.UU., a tal punto llegó el cachetazo a la clase obrera.
La crisis de De la Rúa fue con una mecánica distinta: la burguesía, retrocediendo, devaluó el peso. Los salarios, que estaban en mil dólares, de la noche a la mañana, pero con la burguesía retrocediendo, pasaron a 250 o 300 dólares. Como había una situación de depresión económica y catástrofe, los precios fueron aumentando de a poco. En dos casos fue la burguesía avanzando, en este caso retrocediendo.
¿Qué va a hacer la burguesía ahora? ¿Va a avanzar, va a retroceder? ¿Qué va a hacer y cómo? Ojo, lo puede hacer, pero tiene que ir a un enfrentamiento. Lo que pasa es que el kirchnerismo acaba de definir avanzar por la vía inflacionaria y que no se note tanto. Dejar correr el aumento de precios, buscar acuerdos de precios y salarios para que el salario baje. Son dos vías burguesas económicas: la inflacionaria y la deflacionaria. Imponen rebaja de salarios directa cuando hay estabilidad; pero cuando no hay estabilidad, cuando el país tiene una relación de fuerzas determinada con reclamos y conflictos, buscan la vía inflacionaria.
Pero el gobierno tiene una contradicción terrible: apuesta a la vía indirecta, inflacionaria, en una economía que ya está montada en la inflación. La salida de Moreno fue una licencia para remarcar precios de todo. Al mismo tiempo dejaron revaluar el dólar, autorizaron aumentar todo, salvo –aunque ahora tienen un lío bárbaro por lo de la policía– los salarios.
Buscan ajustar la economía por el lado del salario, además de ponerse de acuerdo con los acreedores y financiarse con el exterior, es decir, endeudarse y dejar de lado el relato.
Quiero que se entienda esto: aplicar un ajuste inflacionario que genera más aumento de precios en una economía inflacionaria es económicamente irracional, multiplica la inflación, multiplica el descontento, multiplica el reclamo. Es “irracional”, pero a la vez muy racional, porque es un tributo a las relaciones de fuerza que todavía existen.
Nahuel Moreno tenía una figura (totalmente unilateral, que desarmó al viejo MAS por objetivista, pero que ahora se aplica descriptivamente): el bombero loco que apaga el incendio con nafta. Porque a una economía inflacionaria hay que deflacionarla, planchar los precios y planchar los salarios. Pero para eso hay que ir a un enfrentamiento directo con el movimiento de masas, y eso no es tan fácil.
¿Cuánto tiempo tiene el nuevo gabinete? Capitanich al principio parecía más convincente, ahora menos, porque apareció una cosa contradictoria, una “astucia de la lucha de clases”, que es el reclamo policial. Desde el punto de vista político es un factor reaccionario, no son trabajadores, son el cuerpo armado para reprimir a los trabajadores. Hicieron ese zafarrancho ridículo en Tucumán, que apenas les dieron el aumento salieron a reprimir. Pero, contradictoriamente, los tipos subieron el piso a las paritarias. Si la situación política fuera globalmente de derecha tendría otro efecto, pero es de transición, es de indefinición, sigue en el centro político la Argentina K.
Por eso la burguesía habla por lo bajo de un ajuste económico, de sincerar las variables, etc., pero es muy fácil decirlo y muy difícil hacerlo. Tendrían que imponer derrotas, aunque sea parciales. La Argentina es un país donde hace varios años que no hay grandes derrotas. No hay revolución social, ni siquiera en estos momentos hay rebelión; la rebelión se reabsorbió. No hay aún radicalización política, pero tampoco hay derrota.
Una de las últimas luchas de impacto nacional fue la de los tercerizados del ferrocarril. Murió asesinado Mariano Ferreyra, pero tuvieron que incorporar un montón de tercerizados al ferrocarril. Por supuesto, la lucha de clases cotidiana está llena de retrocesos, pequeñas derrotas, pero derrota pública, derrota política de la clase obrera, ¿cuál hubo? Mediaciones, sí; meter a todo el mundo en las elecciones, dar pequeñas concesiones al mismo tiempo que sacan enormes ganancias, sí, pero tiene que haber derrotas categóricas como en Somisa en su momento, como los ferroviarios, como los telefónicos…
Recordemos el maestrazo, compañeros; la última huelga docente de verdad data de 1988. Eran marchas de 20.000, 30.000 docentes. Con la traición de la burocracia de Mary Sánchez y Garcetti, se acabó, hace casi 30 años no pasa nada grande en el gremio docente; ésas fueron derrotas. Todo terminó en el desempleo de masas de comienzos del 2000, y después vino el Argentinazo.

Se abre un debate estratégico

Eso nos lleva al problema de la izquierda. El resultado electoral tiene una doble cara, la macro de los candidatos burgueses que ganaron, y la micro, pero importante porque roza sectores de masas. La cara macro es la clase obrera en ojotas y malla: votamos a Massa y que todo siga bien. La clase media dividida, un sector progre votando a los K ideológicamente y un sector mayoritario votando a la derecha, a la Carrió, terrible reaccionaria.
Eso también hay que explicarlo: el péndulo en la Argentina no cayó, es una moneda que está en el aire, da vueltas y no cae. Votan a Massa, a Carrió, a Binner, un enigma político, no dice nada nunca. La foto del campo el otro día: Pino Solanas, Duhalde en el medio, el ex miembro del PC Buzzi, Garetto, todos. “El campo tiene mucho que aportar”. Sí, si lo expropiamos…
Hay un fenómeno político que es un contrapeso a eso de que la moneda no cayó. Altamira en todos los medios no significa que cayó la moneda, significa que hay una lucha para que caiga de este lado, no que ya está resuelto. La moneda está en el aire, por eso el voto a Massa, a Cobos. Y está la votación a la izquierda, que expresa una franja que desbordó por izquierda al gobierno. Más allá de que hay polémica, eso es extraordinario, el FIT con su millón y pico de votos que agarró la parte mayoritaria y más objetiva, y nosotros con 115.000. Los nuestros son una medida menos objetiva, más limitados, pero son parte de un fenómeno de un sector minoritario pero que “muerde” franjas de masas, que vota hacia la izquierda.
Esa votación es objetiva y muy progresiva, pero no es orgánica. Por ejemplo, no es detectable de manera abierta en las fábricas. No es una corriente de simpatía orgánica de “che, yo voté a la izquierda”; es más compleja, más difusa, tiene un componente grande porque hay una tradición política que en parte viene del viejo MAS, y también de la historia del PO, que tuvo su acumulación, y en parte también del viejo PC o IU, un sector de cientos de miles de personas, a lo cual se agrega un sector de la vanguardia obrera, de la vanguardia juvenil, etc., y un sector más amplio todavía, hasta taxistas, de simpatía hacia la izquierda.
Pero todo ese conjunto, que es muy progresivo, todavía no es un conjunto orgánico en el sentido de que tenga una unidad, un reconocimiento público abierto, un “yo soy de izquierda y me la banco”. Un voto obrero y socialista es un voto a la ofensiva, y todavía eso no es así. Pero es muy importante que en esta situación política haya un desplazamiento de un sector hacia la izquierda.
Hay que tener una composición de lugar porque es una expresión electoral, en parte, de las relaciones de fuerza de las que estamos hablando. Y tiene su especificidad en la Argentina. Porque, por ejemplo, en Venezuela, a la izquierda del chavismo, está la pared: todo a la derecha. En Bolivia, a la izquierda del MAS de Evo Morales, está la pared. En Francia, aunque ahora no pasa nada, no: a la izquierda del PS está el PC y a la izquierda del PC está el trotskismo, porque hay una acumulación histórica. Pero en Francia no pasa lo que pasa acá; en la Argentina, como subproducto y resultante de diez años de gimnasia social, a la izquierda del kirchnerismo está la izquierda, y está la izquierda más o menos clasista, con el PO, el PTS y está el Nuevo MAS.
Después también, como hay un clima de izquierda en la Argentina, Marea Popular ahora se va a llamar Izquierda Popular. Ellos habían evitado la palabra izquierda, y ahora apareció en los carteles la fusión de Marea y el FPDS que se va a llamar Izquierda Popular, o sea, izquierda no obrera y frentepopulista. Igual es demasiado chico como expresión política.
La votación de la izquierda y la votación del FIT, en un plano más subjetivo, reabre una lucha política y un debate estratégico. La izquierda no tiene experiencia en parlamentarismo, menos que menos de gestión ejecutiva de intendencias, y el PO parece creer que va a haber una etapa de parlamentarismo caliente, que va a hablar Pitrola y las masas van a ir atrás. Es el método del inflador: “nos va a ir bien por los cuarenta o cincuenta años de experiencia histórica del PO”…
Yo en el lugar de ellos diría otra cosa: es extraordinaria esta conquista política, pero lo más probable es que nos vaya bastante mal, que cometamos muchos errores, y vamos a tener que aprender de la experiencia para que nos vaya bien. Porque si nos creemos que vamos a entrar en las fauces de la democracia burguesa haciendo pata ancha, la democracia burguesa nos va a comer. Ésa es la experiencia histórica de la izquierda trotskista, lamentablemente mayormente marginal, que no tiene experiencia política práctica de dirigirse a los más amplios sectores, aunque tenga 80 años de una tradición enormemente rica y valiosa. Por eso es equivocada la ubicación del PO. Tiene su mérito constructivo, claro que sí, pero no se prepara para que la democracia burguesa lo meta en la morsa.
El PTS se da más cuenta de eso y más bien tiene miedo. Tampoco es el método. Están casi llorando la conquista de diputados. Yo diría extraordinario, pero ojo, es una presión terrible. El viejo MAS tenía 8.000 o 10.000 militantes; la política electoralista se lo comió en dos años. Y en otra etapa histórica, a la socialdemocracia alemana, que venía de 15 años de lucha en la clandestinidad contra las leyes de prohibición del socialismo de Bismarck, el régimen se la deglutió. Tenían un millón de afiliados, tres millones de afiliados sindicales, 30 diarios, uno en cada ciudad; era un estado dentro del Estado. Y lo del viejo MAS, repito, fue fulminante.
Ahora bien, no por eso hay que decir “parlamentarismo no”. Eso sería de un grupo infantil, ridículo. Rosa Luxemburgo decía una cosa espectacular en sus textos sobre parlamentarismo: el criticismo es fácil, lo difícil es el arte. Bueno, el criticismo tampoco es nuestro método. Sí vamos a ser críticos implacables, revolucionarios, para aprender de la experiencia de estos partidos, para cuando nos toque a nosotros, porque es un desafío casi inevitable para adquirir más amplia influencia en sectores de masas, porque estamos en un período de rebelión popular, no todavía de revolución y contrarrevolución. El paso por la experiencia parlamentaria es imprescindible para cualquier partido real; es una prueba, no es tan fácil.
Armar al partido para ir al parlamento como quien va a la playa es medio peligroso. Armar al partido diciendo que uno sabe todo es criminal. Los que “sabían todo” eran Lenin y Trotsky, que pasaron por la prueba de dirigir una revolución. Y no era fácil: Trotsky estuvo internado meses con estrés; le salió la contrarrevolución y ni la vio, se lo avisó Lenin en 1922. Le pegó un cachetazo terrible. Cuando Trotsky la empezó a ver ya era medio tarde. Igual era un fenómeno objetivo, exagero; sólo quiero dejar claro que el método de que sabemos todo es una idiotez.
A nosotros nos toca aprender de la experiencia de otros, aprender con el oficio de la crítica revolucionaria implacable, pero revolucionaria, no infantil. Es una experiencia histórica y cada uno la recorre en el lugar que le toca. A nosotros nos tocó hoy este lugar de la crítica implacable y preparación de la lucha extraparlamentaria. Todo este debate también vamos a aprenderlo colectivamente en la experiencia a medida que nos construimos.

Una ubicación a la izquierda del FIT

Queda por ver cómo está el partido. Es de menor envergadura que el PO y el PTS, pero política y constructivamente llega en una situación espectacular. Hay dos o tres cosas que son muy importantes: el hecho de que nos hayamos abierto un espacio político propio de 115.000 votos a la izquierda del FIT es un valor objetivo, no es una pavada. No es un factor objetivo en las grandes masas. Eso no, porque 115.000 votos para el padrón objetivo es obviamente algo limitado, pero para el patrón histórico de la izquierda, es importante. Largo camino tuvieron que recorrer el PO y el PTS para lograr esa votación, y no lo recorrieron en condiciones tan hostiles como nosotros. Porque si bien teníamos un factor objetivo a favor que era el desborde al kirchnerismo por izquierda, había un factor de mediación inmenso como un frente de izquierda establecido de los dos partidos más grandes de la misma.
Está ese elemento y otros como la proyección nacional de Las Rojas, el triunfazo de la reincorporación de Maxi. El partido está recorriendo ese camino. Numérica y socialmente es extraordinario, pero aún muy unilateralmente juvenil, muy ideológico.
Sin embargo el partido tiene una estrategia constructiva científica, que conquistamos con el experiencia, en muchos años de lucha. Y hay que seguir nuestras propias leyes de construcción, de una organización que pelea por hacerse de vanguardia. Tenemos una acumulación cada vez más rica, que tiene que abrirse paso con más fuerza en la vanguardia obrera.
Para ir cerrando: el partido ha conquistado un lugar. El PO tiene un problema con la realidad: hoy salió un comunicado del FIT por la huelga policial, hoy que terminó la huelga, es ridículo. Fue a instancias del PTS. El PO anunció estado de sitio en su comunicado, cuando el gobierno concedió todo e hizo la fiesta de la democracia. Nada que ver. Ahora el PO tiene más responsabilidades, imagínense a Pitrola denunciando un estado de sitio en la Cámara de Diputados… Es un error político grave. Para el PO todo es mecánicamente a favor. Es difícil que hable de la realidad tal cual es. Y no me refiero al análisis, porque el centro es la política. Pero, ¿estado de sitio? En realidad es casi una posición de defensa de la huelga policial, ése es el contenido político: que no repriman a la policía. Son trabajadores en huelga, que no los repriman, ése era el contenido. Eso es de derecha. No le pidamos al PO una condena de la huelga policial, pero ¿defensa cerrada de la cana? Es mucho, pero ése es el sentido de su denuncia del “estado de sitio”.
Después está el PTS, del que no hace falta hablar mucho. Se los ve mal porque tienen al PO por la derecha y a nosotros por la izquierda. Qué le vamos a hacer, se metieron en ese lugar solitos. Resulta que al Nuevo MAS no lo reventaron, el PO quedó muy fortalecido, es el dueño del FIT, y en 2013 el PTS le capituló totalmente al PO, le regaló todo. Ahora se quejan, ¿qué culpa tenemos? Políticamente se metieron en un laberinto. ¿Qué van a hacer, anunciar la ruptura del FIT?
Entonces ahí el partido se está haciendo fuerte. Por supuesto que eso no nos resuelve los problemas; nos da una ubicación, pero tenemos que construirnos más redoblando el salto en captación, inserción obrera, extensión territorial, puesta en pié de una juventud nacional, proyección en todo el país de Las Rojas y legalidades que nuestro partido está dando.
Tareas generales: se viene un año con más lucha de clases y, ojalá, luchas obreras. Es fundamental para el partido, es la tarea central política, el vuelco a los conflictos en general.
Otra tarea, ésta más inmediata: marchamos el 19 para ver si después de la huelga policía ayudamos a que estallen los reclamos docentes, estatales, etc., en la escena política, con los cuales el gobierno va a ser mucho más duro, obviamente. No es lo mismo un estatal, “un tipo que maneja papeles” (digo, de manera exagerada y con perdón de los compañeros y compañeras del sector), que un tipo armado con Itaka y 9 mm. Pero desde el punto de vista político, el contraste es fundamental. Vamos a marchar para que les paguen a los trabajadores.

Roberto Sáenz

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