Por Carla Tog, Socialismo o Barbarie (Estado español), 24/06/2014


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Carta desde Barcelona – 

 

Sí. ¡Ya con rey nuevo! ¿Pero hasta cuándo? Cabe esta pregunta porque aquí y en la mayor parte del Estado español sopla bastante aire antimonárquico. Por eso, la coronación (sin corona), se pareció muy poco a las festivas “sucesiones” de otros países europeos (como Holanda, recientemente), donde se conservan esas ridículas instituciones de poder hereditario, llamadas monarquías.

El rechazo a Felipe, a su padre y, en general, al mantenimiento de la monarquía de los Borbones, marca una división no sólo social y regional sino también notablemente generacional. El rechazo, como deben admitir las mismas encuestas, es mayoritario en la juventud. Esta señal es quizás la más peligrosa, porque apunta a un porvenir no muy propicio para la familia de parásitos del Palacio de la Zarzuela. Si los más jóvenes son cada vez más anti-monárquicos, podría estar en marcha una cuenta atrás que tarde o temprano podría detonar.

Asimismo, esas encuestas de Metroscopia –una institución ligada a la “gran prensa” y por lo tanto escasamente republicana– da otras cifras inquietantes. Casi un 65% desearía que se hiciese un referéndum sobre monarquía o república. Aunque ese mayoritario 65% no votaría en bloque por echar al Borbón, el sólo hecho de que desee una consulta pone más en cuestión a Felipe. Su trono, evidentemente, no está sobre roca firme. Si logró sentarse y si puede continuar en él, se debe más que a la fuerza de la monarquía, a los problemas y debilidades para que el difuso pero extendido sentimiento republicano se concrete en un movimiento de masas capaz de tirar al basurero de la historia a la real pandilla borbónica. Esta contradicción se vio claramente en los pocos días que fueron del anuncio de abdicación (el 2 de junio) a la apresurada “coronación” (sin corona) del heredero, Felipe VI (19 de junio).

Ahora ya no hay Mundial de Fútbol para España, pero el nuevo rey asumió sin más. En Madrid y unas pocas ciudades hubo pequeñas manifestaciones el 19 de junio, el día de la coronación. Pero no fueron tan masivas ni con el mismo ímpetu que las que estallaron el día de la abdicación.

Al mismo tiempo, el “pueblo” no salió a la calle a dar vivas a su nuevo rey. Ese día, sobre todo en Madrid, las calles estuvieron vacías de gente. No hubo masas saludando el paso de Felipe. Incluso, en Madrid se prohibieron las manifestaciones y las banderas republicanas. Y hubo brutales arrestos por exhibirlas, o simplemente llevar algo rojo, amarillo y violeta, un moño por ejemplo, con los colores de la República. Para burlar la represión, la gente colgaba en los balcones tres camisetas, una al lado de la otra, con los colores republicanos!!

Pero no sólo a garrotazos quieren imponer a Felipe. La televisión, por ejemplo, es insoportable. Lo único que existe es el nuevo rey, y sus actitos de aquí y de allá, donde lee el discursillo vacío que le tienen preparado. Tratan de hacer como si nada hubiese pasado, y para eso muestran a Felipe en acción como rey.

Pero no lo van a tener fácil, aunque esta cuestión de fondo –la del régimen político– no se resuelva en lo inmediato. Ahora, además, les favorece el calendario. El verano comenzó casi al mismo tiempo que el nuevo reinado. O sea, en momentos en que muchos están planeando las vacaciones y/o buscando algún curro que les alivie algunos meses el desempleo, que en la juventud es doblemente arrasador.

IU y Podemos: movilización simbólica… en Bruselas

Sin embargo, el contraste entre el estallido antimonárquico y republicano de principios de junio y la relativa “calma” de la “coronación” no se debe sólo al verano, ni menos a que Felipe ganara en estas semanas el corazón de sus “súbditos”. Tampoco la sola represión explica la diferencia.

Lo decisivo ha sido el factor de dirección y organización política para impulsar una salida a la calle.

Por supuesto, nada se podía esperar en ese sentido de los “socialistas” del PSOE ni de los burócratas de los “sindicatos estatales”, UGT-CCOO (Unión General de Trabajadores – Comisiones Obreras). Rubalcaba, Méndez y Toxo son los más leales súbditos de Su Majestad, tanto como la derecha españolista del PP. Su problema, a diferencia del PP, es que deben lidiar con una clientela cada vez más republicana.

Pero lo significativo (y decisivo), es que tampoco hicieron nada Izquierda Unida y Podemos. Son los dos principales agrupamientos político-electorales que se pusieron a la cabeza de reclamar un referéndum. Es decir, que el pueblo vote si quiere seguir o no con la monarquía. Ese fue el reclamo principal de las grandes manifestaciones que estallaron al anunciarse la abdicación el 2 de junio.

Ahora, Izquierda Unida, Podemos y otras agrupaciones –como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), etc.– impulsaron una “movilización”… pero en Bruselas… a unos prudentes 1.500 kilómetros de Madrid.

En efecto, los eurodiputados de esas agrupaciones pusieron  “una urna simbólica delante del Parlamento Europeo”, con sede en la capital de Bélgica. Allí, “votaron a favor de un referéndum para que los españoles decidan”[1]. ¡Tiembla, Felipe!

Con ese esperpento, esquivaron el bulto a convocar y encabezar una movilización de verdad. Al mismo tiempo, les vino bien como prólogo de la campaña electoral para el 2015, en momentos en que se deteriora el bipartidismo PP-PSOE que, junto con la monarquía de Juan Carlos, fue el pilar del régimen sucesor de Franco.

Nubes negras en el horizonte

El clima de verano y vacaciones, más las movilizaciones a 1.500 kilómetros de IU y Podemos, han ayudado pero no resuelven la crisis de fondo del régimen monárquico. En el horizonte hay variedad de nubarrones amenazantes.

Uno de ellos es el fatídico 9-N. Es decir, el 9 de noviembre, día en que está convocado por el parlamento catalán el referéndum sobre la independencia de Catalunya del Estado español. Todavía no se ha avanzado un milímetro en negociar alguna “salida” conciliadora. Ya sea que se permita la consulta y Catalunya se separe, o que se la prohíba e impida por la fuerza, la continuidad y legitimidad del régimen monárquico estaría seriamente comprometida.

Otros temas apuntan directamente a la pandilla borbónica. Al parecer, no les basta el monumental presupuesto que el estado destina a sostener la “Casa Real”. Además de eso, como toda la “clase política” de la península, los borbones han robado todo lo que han querido. Un documentado estudio del New York Times de septiembre de 2012, calculaba la fortuna de Juan Carlos en 1.800 millones de euros, que por supuesto en su mayor parte no están declarados y son principalmente producto de las “comisiones” recibidas por su intermediación en toda clase de negocios turbios.

Los hijos han seguido el ejemplo paterno, pero algunos con menos suerte y/o habilidad. A pocos días de la coronación de Felipe, un juez dictó auto de procesamiento a su hermana, la “infanta” Cristina de Borbón, junto a su esposo Iñaki Urdangarín, por las estafas millonarias del Instituto Nóos.

Para prevenir incidentes como estos en relación a Juan Carlos, el gobierno de Madrid está haciendo votar una escandalosa ley de “fueros” o “blindaje” judicial vitalicio. Gracias a ella, no podría ser imputado (y ni siquiera llamado a declarar) en una larga lista de delitos y otros temas molestos a ventilar en tribunales (por ejemplo, infinidad de demandas de paternidad). ¡El ex rey no tiene la conciencia tranquila!

En un país con seis millones de desempleados, con un paro juvenil del 55%, con un tercio de la niñez bajo el nivel de pobreza, el espectáculo que han dado los borbones ha sido uno de los principales factores para revivir la alternativa de la República.

 

[1].- Europa Press, 18/06/2014.

 

 

Izquierda Unida y Podemos: sin sorpresas

 

Las actitudes de Izquierda Unida (es decir, del PC español) y de Podemos no pueden sorprendernos.

IU-PCE ha sido siempre un factor de orden. La restauración borbónica le debe tanto o más que a los socialdemócratas del PSOE. Hoy, para lograr su resurrección electoral, a IU-PCE le es imprescindible posar de “republicanos”. Pero cuando en sus momentos iniciales, Juan Carlos I, el rey puesto por la dictadura de Franco, estaba aún tambaleante, el PCE no sólo le dio su decisivo apoyo, sino que le garantizó también, a través de CCOO, la desmovilización de la clase trabajadora. Eran los tiempos en que Carrillo, el líder máximo del PCE, hacía fila en Palacio para besar la mano de la reina Sofía, que lo recibía con un afectuoso “¡¡Don Santiago!!”… Y con razón, porque el “comunista” “Don Santiago” era, junto al “socialista” Felipe González, uno los principales personajes a los que debía el trono…

El nuevo “republicanismo” del PCE tiene hoy, en el fondo, el mismo contenido que el monarquismo de Don Santiago Carrillo: apuntalar el orden… desde la izquierda.

La flamante coalición Podemos –que en las recientes elecciones logró un tercer puesto después del PP y el PSOE– expresa un fenómeno distinto, pero coincidente con IU-PCE en muchos aspectos. Podemos es parte del “nuevo reformismo” europeo, que viene a ocupar el vacío dejado por la conversión al neoliberalismo de los viejos partidos socialdemócratas, como el PSOE. Al igual que su hermano gemelo Syriza de Grecia, Podemos se caracteriza por un electoralismo químicamente puro.

Sus ejes políticos y orgánicos son las campañas electorales y el parlamentarismo, no las movilizaciones obreras, juveniles y populares. Y si intervienen en movilizaciones, es siempre para llevarlas al terreno de las urnas y ordeñar los votos que se pueda. “¡Votos y parlamento, sí; movilización y luchas, no!”: con estas consignas podría sintetizarse su política.

Poner una urna frente al Parlamento Europeo como “acción” de protesta, caracteriza entonces de pies a cabeza a IU y Podemos.

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